Sin que aún se hayan cumplido dos meses de la toma de posesión de Joe Biden como presidente de Estados Unidos se ha llegado al consenso de que el connotado burócrata de Washington que ocupa hoy la Casa Blanca es más de lo mismo. A pesar que todavía quedan crédulos o inocentes (como se les quiera llamar) que piensan que el nuevo gobierno “se está ajustando antes de tomar decisiones”, lo cierto es que ya Biden mostró su talante imperialista, agresivo y asesino… uno más entre una larga “pléyade” de presidentes demócratas y republicanos, ninguno de los cuales ha podido exhibir condición alguna que los caracterice como personas civilizadas preocupadas por los destinos de la humanidad.
Como el propio Biden y sus funcionarios se han encargado de afirmar en estos primeros 50 días, lo único que le importa es hacer que el mundo funcione bajo la égida de los valores estadounidenses que significan imposición, dolor y muerte. Su propio pueblo lo ha podido comprobar a través del manejo de la pandemia que ha hecho el gobierno y que ha significado más de medio millón de muertos, evidencia de que la salud de los ciudadanos tiene muy poca importancia y su sacrificio se entiende como una consecuencia de las acciones de China y de la OMS.
Ya se sabe que Biden ordenó bombardear Siria el pasado 25 de febrero para supuestamente atacar a las milicias populares que enfrentan la presencia ilegal de Estados Unidos en el país, equiparándose de esta manera -muy rápidamente- con su antecesor de quien dijo diferenciarse.