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lunes, 24 de julio de 2017

Si, de ”ira contenida” se trata…


Conversando con un colega que conocí en la universidad en mis tiempos de estudiante, quien vive fuera de Venezuela hace ya varios años, justificaba las acciones de la oposición a partir de lo que llamó la “ira contenida”. A pesar de las diferencias de puntos de vista y en particular de lo que este concepto entraña, pudimos sostener un diálogo en un marco de respeto y yo diría que hasta afectuoso, en el que intenté mostrarle que más allá de las acciones actuales, lo que se estaba creando era un país inviable a futuro, donde la violencia se estaba legitimando como forma de hacer política, al cerrarse los caminos al diálogo y la negociación, que es en términos de la democracia representativa -que tanto se defiende- la forma básica de ejercicio de la política.

Le argumenté a mi colega que el legítimo derecho de la oposición de llegar al gobierno por vías legales estaba siendo aplastado por el afán suicida de intentarlo por vías extra constitucionales y que con ello, al aceptar la violencia, si llegaran a ser gobierno en el futuro, habrán también legitimado el uso de la “ira contenida” que los chavistas están acumulando por todos los desmanes que a diario se están cometiendo en las calles, sin que pareciera que pueda hacerse justicia. Con todo, le dije, había que pensar que la “ira contenida” de un pueblo que ha sido marginado por 200 años debería ser superior a la que hoy se manifiesta en las calles y que si se trata de enfrentar “iras contenidas”, el caracazo de 1989, será solo un agradable paseo dominical comparado con lo que pueda sobrevenir.

Mi colega, persona inteligente y reflexiva, no fanático y esperanzado en un cambio de gobierno me manifestó que “esperaba que aprendiéramos de lo ocurrido” pero aceptó que en esa eventualidad, a su pesar “va a haber mucha caza de brujas”. Esta conversación, reafirmó en mí, la idea de que hay sectores opositores que enfrentados a la posibilidad de la violencia como acción permanente, sienten el mismo rechazo que los que apoyan al gobierno, pero que hoy son prisioneros del discurso violentista y no saben o no pueden escapar de él. La “ira contenida”, expresión que intenta explicar el odio, no resiste el más mínimo análisis en términos de racionalidad. Mi amigo, así lo entendió cuando fui rebatiendo uno a uno sus argumentos ni siquiera en términos políticos, sino en términos humanos, que por cierto fue el soporte para la transferencia de Leopoldo López de la cárcel a su casa. La conversación finalizó cuando mi colega dijo “Sabes que si necesitas algo y está a mi alcance, solo pregunta”. 

Por otro lado, la deliberación íntima posterior a la conversación reveló en mí, la ausencia de análisis sobre los graves inconvenientes que a largo plazo se generan tras el uso de la violencia y el terrorismo como método para incidir en la superación de coyunturas, sin entender que éste es un fenómeno que necesita esos momentos tácticos para incubar y transformarse en un problema estructural como dramáticamente lo aprendió Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001. Lo aprendió, pero no lo aprehendió.

Como siempre, en estos casos, recurro a la historia. Durante la década de los 80 del siglo pasado, combatientes afganos, mayormente del grupo étnico pashtún de orientación sunita resistieron la invasión soviética a su país hasta expulsarlos en 1989. En el marco de la guerra fría, recibieron apoyo financiero, logístico y militar de Estados Unidos, Arabia Saudita y Pakistán quienes establecieron una “santa alianza” en contra de la Unión Soviética, tras su derrota y salida del país, sobrevinieron años de caos durante los cuales estos feroces guerreros islámicos estudiaron en escuelas de teología islámica denominadas madrasas ubicadas en Pakistán y financiadas por Arabia Saudita en las que se adoctrinaba en las enseñanzas del wahabismo o salafismo, la corriente más retrógrada del islam. 

De aquí surge en 1994 el movimiento talibán. Aquí también ve a la luz Al Qaeda. En 1996 el talibán toma el control de Kabul y en agosto de 1998 llegan a controlar el 90% del país. Entre 1996 y 2001, desde el gobierno se imponen estrictas leyes islámicas sobre la población entre las cuales destacan la obligación de las mujeres de ir cubiertas desde la cabeza hasta los pies, además que no se les permitía asistir a la escuela o trabajar fuera de casa y se les prohibía viajar solas. También quedaron fuera de la ley, la televisión, la música y los días festivos no islámicos. 

Después de los ataques del 11 de septiembre en Estados Unidos, el régimen talibán es acusado de estar tras tales acciones y fue atacado militarmente hasta ser derrocado en 2002 sin embargo sus miembros se reagruparon, creando una fuerza de hasta 60 mil hombres que han atacado a sus antiguos aliados, de manera destacada a Estados Unidos, causándole bajas a sus tropas, y daños sus instalaciones civiles y militares. Hoy, ni Estados Unidos, ni las fuerzas que le dieron cobijo, tienen control sobre sus acciones, al contrario, son víctimas de ellas.

De la misma manera, el parentesco ideológico y el origen común con el Talibán en la lucha contra la invasión soviética, le permitió a Al Qaeda, uno de esos grupos que se entrenaba en las bases militares creadas por Estados Unidos en Pakistán, para emerger con fuerza como organización paramilitar terrorista desde un islam bastante cavernario, tal como ha sido ampliamente documentado. Al finalizar esta contienda, Al Qaeda no se desmovilizó como esperaban sus gestores occidentales, al contrario, participaron en la guerra de Yugoslavia y en la de Somalia en 1993, donde tuvo su primer encuentro frontal contra Estados Unidos que desde entonces la comenzó a considerar como organización terrorista. En 1998, Al Qaeda, en sendos ataques, destruyó las embajadas de Estados Unidos en Kenia y Tanzania y en 2001 es sindicada de ser la organizadora de los ataques contra las Torres Gemelas en Nueva York y el Pentágono en Washington, tras lo cual se oculta durante un tiempo, reapareciendo en 2005 con brutales acciones terroristas en Londres y Madrid, y posteriormente hasta en 20 países de Europa, Australia, Estados Unidos, Argelia y Marruecos. Antes de 2001, Estados Unidos se había visto obligado a declarar a Al Qaeda como organización terrorista, pero ya era demasiado tarde: los alrededor de 3.000 muertos y cerca de 6.000 heridos pagaron las consecuencias por las lesivas amistades de su gobierno.

Por su parte, aunque el Estado Islámico tiene una historia diferente, su origen está en Al Qaeda, y como parte de ella profesó la ideología wahabita, lo que la hizo susceptible de recibir recursos de Arabia Saudita quien financió a esta organización con el objetivo que tras su desarrollo en Irak, se volviera contra los vecinos de este país, Irán y Siria, con gobiernos chiita y alauita respectivamente, que son considerados los más férreos enemigos de la monarquía gobernante en Riad. Al autodenominar el territorio bajo control en Irak y Siria como un “califato” bajo orientación sunita fundamentalista, los objetivos sauditas parecieron consumarse, pero la resistencia del gobierno sirio y la imposibilidad por extender su territorio, además del peligro que significaba para la región y el mundo, la incorporación de alrededor de 30 mil combatientes venidos de alrededor de 90 países de todo el planeta, la contra ofensiva del ejército sirio, apoyado por Irán y los combatientes libaneses de Hezbollah primero y la incorporación de Rusia con apoyo aéreo después, la aplicación de reglas similares o peores que las del talibán en Afganistán la realización de decenas de actos terroristas en Europa, así como los centenares de miles de refugiados que buscaron abrigo fuera de la región en primera instancia en el Viejo Continente, dieron al traste con los planes sauditas, los de sus aliados occidentales y de las monarquías sunitas del Golfo Pérsico que se volvieron víctimas de los estudiantes que alentaron y ayudaron a formar, viéndose obligados a jugar el doble e hipócrita papel de seguirlos financiando por un lado y atacarlos por el otro.

Estas terribles lecciones de la historia reciente, nos señalan en amplio espectro, lo que ocurre cuando se da rienda suelta a la violencia sin control, y se le entrega la conducción del conflicto a fuerzas extremistas alejadas de la política que solo saben jugar suma cero, para obtener menguados objetivos de corto plazo suponiendo que una vez logrados estos, volverán a su redil. 

Nunca ha sido así, el espacio no dio para escribir más, pero la experiencia de las Autodefensas Unidas de Colombia, grupo paramilitar que en la actualidad es ya, la tercera fuerza política de ese país, es un ejemplo deleznable que tenemos muy cerca. Hoy son el bastión más importante con que Uribe hace oposición a Santos, él fue su principal promotor cuando era gobernador de Antioquia y se llamaban Convivir, ahora, paradójicamente en alianza con Santos pretende traerlas a Venezuela. Su avanzada ya está aquí, la vemos en las calles casi todos los días, por lo menos en lo que a métodos y acciones se refiere.

martes, 11 de julio de 2017

El peligro de la irracionalidad como forma de hacer política



En medio del fragor de los combates por intentar detener la ofensiva conservadora en el planeta y en particular en América Latina y el Caribe, se hace necesario tomar un tiempo para sistematizar la experiencia, estudiar los errores cometidos y sacar las enseñanzas de cara al futuro. Las generaciones que tomarán el relevo agradecerán tener los elementos de juicio que emanan del conocimiento de la historia local, regional y global, a fin de aprehender formas y métodos de lucha y entender de manera dialéctica que la batalla por la libertad y la definitiva independencia es un proceso continuo en la historia.

La validez de esta aseveración se constata, tras observar la actitud de la candidata presidencial del Frente Amplio de Chile, Beatriz Sánchez, quien a pesar que su agrupación se auto califica como de izquierda, tomó distancia de la figura de Salvador Allende y en una entrevista para una revista de farándula, asumió la visión de la derecha reaccionaria sobre los alcances que tuvo el gobierno de la Unidad Popular para su pueblo. No se puede ser de izquierda en Chile ni en América Latina al margen de la figura señera del Presidente Allende. Si el objetivo de Sánchez era captar voto, debió saber que ello es imposible de esa manera, por lo menos entre aquellos que fuimos partícipes agradecidos de la época más hermosa de la historia de Chile. Tal vez haya sido esa, una de las causas de no haber cumplido las expectativas de participación en las primarias que hizo su agrupación. Una Bachelet pudiera ser admitida, pero dos, ya es demasiado. Hacer gala de ignorancia no exime de ser portador de ella, por eso es importante dejar constancia de los hechos vividos, de las epopeyas de los pueblos en el camino de su liberación, donde a cada generación le toca jugar un papel acorde las circunstancias de cada momento.


La actual ofensiva reaccionaria global, en la que se recurre a las prácticas terroristas propias del fascismo no es, como muchos piensan, efecto de un poderío superior de las huestes de la derecha mundial, por el contrario es expresión de su debilidad, de su desesperación, de su necesidad de sobrevivencia, de su afán superlativo por mantener su riqueza y sostener sus niveles de vida, incluso al costo de la depauperación, miseria y exterminio de parte importante de la humanidad. 

Al observar los acontecimientos actuales, vemos con preocupación que la política está siendo superada por la irracionalidad, lo cual conduce a que la estabilidad del planeta se encuentre en un momento extremadamente delicado. Los acontecimientos en Siria y el Medio Oriente, en el mar del Sur de China, Ucrania y Venezuela, por poner algunos ejemplos denotan una desembozada actitud injerencista en algunos casos y de apoyo al terrorismo en otros, de parte de Estados Unidos y otros países como Arabia Saudita, Israel, Colombia, México y España por mencionar algunos de los más connotados, los que avalados por la mayor potencia mundial no sienten obstáculos en su afán de brutal represión interna, mientras cumplen el mandato imperial de sostener grupos que pretenden retrotraer la historia. 

La irracionalidad es hoy la norma, una rápida mirada en un buscador de Internet poniendo el apellido del presidente estadounidense y/o de su secretario de estado, junto al nombre de algunos países, arrojó que en referencia a Siria, el mandatario y su asesor se han referido 13 veces a ese país dando opiniones distintas y en la mayoría de las veces contradictorias. Otro tanto ocurrió con Rusia, 8 veces, Irán 5 y Corea 6. Tras estas cifras se esconde una mezcla peligrosa de ignorancia, estupidez, soberbia imperial y desprecio por la humanidad que no da certezas respecto de cuál puede ser la actuación de Estados Unidos frente a uno u otro hecho y que es posible esperar lo peor. 

En un hecho insólito, que da cuenta de la preocupación, incluso de los otros poderes mundiales por el desatino con que el gobierno de Estados Unidos está manejando las relaciones internacionales, en la reunión del Grupo de los 20 (G-20) que se celebra en Hamburgo, Alemania, 19 países (menos Estados Unidos) decidieron prepararon un borrador de declaración final en materia de defensa del clima planetario, que recogerá la opinión contraria de éste, cuyo presidente decidió sacar a su país del Acuerdo de Paris. 

En ese marco de discursos y actuaciones insensatos, en un acto realizado en Miami, el pasado 5 de julio, Día de la Independencia de Venezuela el diputado opositor Juan Requesens, con total desparpajo, afirmó que si se realiza la elección para los miembros de la Asamblea Constituyente el próximo 30 de julio, eso sería el comienzo de una guerra, pero que para llegar a ello en la forma de una intervención extranjera, se debe pasar por la actual etapa de violencia. Me preguntó que podría pasar en Colombia, España, México, Chile o en el propio Estados Unidos si un diputado opositor, hace un claro llamado a la intervención militar extranjera en su país, justificando las acciones violentas de desestabilización como parte del proceso de creación de condiciones para un evento fatídico con esas características, para cualquier país.

Casi simultáneamente, Arabia Saudita después de recibir la visita del presidente Trump, acusó a Catar de practicar el terrorismo, por lo que decidió romper relaciones con ese país, además de imponerle férreas sanciones comerciales y económicas. Como dijera una periodista británica, “…es como si McDonald´s acusara a Burger King de vender comida chatarra, como si Coca-Cola acusara a Pepsi de exceso de azúcar…”. Con la total venia de Occidente, la monarquía wahabita desata una criminal guerra contra Yemen que ha producido miles de víctimas en la población civil y el mayor desastre humanitario de la actualidad, al mismo tiempo que sigue armando financiando y organizando al terrorismo en todo el planeta. Como premio, obtuvo un puesto en el Consejo de derechos Humanos de la ONU.

¿Será que la humanidad no puede ponerse de acuerdo para ponerle coto a estos demenciales actos de destrucción y muerte? O, ¿la voracidad capitalista terminará imponiendo sus códigos de destrucción y avasallamiento? Es evidente que la política en sus formas tradicionales no ha podido frenar los peligros que acechan al planeta. La diatriba entre izquierdas y derechas ha sido superada por amenazas de dimensiones superiores, cuando Estados Unidos sin ambages advierte de la posibilidad de usar armas nucleares en la península coreana, poniendo en riesgo a todo el planeta

La contribución de cada quien, tal vez se circunscriba a su ámbito local, a su entorno más inmediato, a generar condiciones políticas y económicas que impidan el éxito de la barbarie capitalista, impedir la guerra, evitar la intervención, a través de una intensa movilización popular, pero también mediante la organización y la formación de férreas estructuras de carácter social y popular, como forma de contener el desenfreno de un modelo que ha hecho del lucro y el consumo sin control, su razón de ser y su veneno maldito para comprar conciencias y pulverizar voluntades. 

Pero, sigo pensado que a pesar de todo, “…se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor” como preconizara el Presidente Allende, en el momento de su paso inmortal a la historia.

martes, 4 de julio de 2017

Siria y Venezuela, similitudes que forjan peligros e interrogantes.


A quien le interese el tema y tenga tiempo para investigarlo le recomiendo que lea los medios de comunicación serios y decentes que todavía quedaban en enero de 2011 cuando comenzó la llamada “primavera árabe”. Casualmente yo estaba en Argelia, invitado por la Academia Diplomática de ese país para dictar unas conferencias sobre América Latina, de manera que pude vivir el fenómeno en su nacimiento, sobre todo porque me encontré con un diputado colombiano que estaba en Argel y debía viajar a Túnez justo ese día 14 de enero cuando el autoritario presidente de ese país, Abidine Ben Ali dimitió. Le aconsejamos al parlamentario del país vecino que interrumpiera su travesía y regresara a Bogotá, ante el riesgo, posteriormente comprobado que significaba el inicio de las revueltas.


Lo cierto es que la tal “primavera árabe” involucró a alrededor de 20 países de la región, en torno a las cuales la mirada de la prensa y de la opinión pública occidental construyó distintos entramados a partir de la cercanía, lealtad y subordinación de sus gobiernos a Estados Unidos y Europa. Así, mientras en Arabia Saudita, Kuwait, Bahréin, Kuwait, Emiratos Árabes, Catar y Jordania, entre otros, eran revueltas para protestar contra mermadas condiciones de vida que los gobiernos debían solucionar;en Libia, Siria y Argelia eran revoluciones democráticas en contra de gobiernos autoritarios y represivos que debían ser derrocados. Así lo hicieron en Libia, el final es conocido: la desaparición de un Estado, hoy “controlado” por tribus y terroristas de distinto pelaje que pugnan por apoderarse del petróleo y de la mayor reserva de agua del norte de África. En Siria no han podido, hay que decir que en el primer caso Rusia y China dejaron que Estados Unidos y la OTAN actuaran a su libre albedrío, sin importarle la suerte de ese pueblo y de ese país, pecaron por inocentes o por omisión. Respecto de Siria, la mayor parte de la humanidad agradece que no dejaron a las fuerzas coloniales e imperiales actuar de la misma manera.

Pero volviendo al tema, recuerdo que en Siria todo comenzó con marchas pacíficas exigiendo democracia que muy pronto devinieron en acciones violentas de grupos radicales, las cuales dieron paso a la creación de una “oposición moderada” que no pudo resistir la competencia por la repartición de los recursos provenientes de Occidente y de las monarquías sunnitas árabes para terminar confundiéndose con Al Qaeda y el Estado Islámico al ocupar territorios y desatar un odio y una furia que violenta los principios básicos de cualquier civilización: la occidental cristina y la musulmana. En fin, tras un corto y acelerado recorrido transitaron de marchas pacíficas de oposición al gobierno a grupos terroristas que amenazan la estabilidad global.

Sin embargo, Estados Unidos logró su objetivo al crear al Talibán y Al Qaeda para expulsar a la Unión Soviética de Afganistán, y al Estado Islámico para desestabilizar el Medio Oriente, ocupar Siria y amenazar con una invasión a Irán. Las tres organizaciones se le “fueron de las manos” y hoy se ve obligado a hacer una gran propaganda, tratando de demostrar que las está combatiendo, cuando ha quedado demostrado que en alianza con Israel y las monarquías sunnitas árabes, las arma, las apoya, las financia y les da entrenamiento. Alguien podría pensar que eso es un contrasentido sin fundamento, pero las acciones de Estados Unidos contra el terrorismo no han sido fundamentales ni decisivas, solo lo mínimo suficiente para demostrar una supuesta voluntad de enfrentarlas. De mostrar una realidad distinta se encargan los medios de comunicación, especialistas en construir escenarios de “posverdad”. En cualquier caso, el propósito estadounidense de generar escenarios de conflicto que legitimen su presencia militar y creen condiciones para la intervención en los asuntos internos de aquellos países que desobedezcan el mandato imperial, fue alcanzado ampliamente.


Toda esta reflexión, viene a mi memoria al analizar la situación de Venezuela, que resulta inevitable tras poner la mirada en el espejo sirio: marchas de manifestantes por democracia que devienen en violencia inicialmente focalizada pero que se va generalizando, ya a la cual de no ponérsele coto llevaran inevitablemente a un conflicto de proporciones superiores, incluso tal vez similares a las de Siria. Arabia Saudita, como Colombia, actuando ambos en su papel de soporte de bases militares de Estados Unidos en sus regiones, (mientras las organizaciones internacionales dan “vuelta la cara” respecto de sus brutales violaciones de derechos humanos), incubaron en su seno ejércitos terroristas para agredir a otro país. Las organizaciones regionales (Liga Árabe y Consejo de Cooperación del Golfo) por un lado y OEA por el otro, dieron el basamento diplomático que legaliza tales acciones.

Los gobiernos feudales reaccionarios (Arabia Saudita, Emiratos Árabes, Catar, Kuwait y Turquía) apoyaron la rebelión en Medio Oriente y las administraciones neoliberales de América Latina (México, Colombia, Chile, Perú, Argentina, Panamá y Brasil) hacen lo propio contra Venezuela. ¿Qué tienen en común?: la subordinación vergonzosa a Estados Unidos, al mismo tiempo que éste les permite todo tipo de desmanes en contra de sus pueblos: quebrantamiento de las constituciones, transgresiones a la democracia que ellos mismos inventaron, violación de los derechos humanos, alianzas con el narcotráfico, aplicación de modelos neoliberales a ultranza, represión a sus pueblos, todo lo cual, es desconocido porque, -una vez más- los medios de comunicación se encargan de ocultarlo.

Si seguimos el desarrollo de las acciones en Siria y las tratamos de proyectar en Venezuela, tendremos que decir que pareciera que la violencia se instaló como forma de hacer política, la cual como muestra el drama de Siria, se sabe cuándo comienza, pero no cuando termina. En este escenario, a los primeros cien muertos se les conoce el nombre, cuando se llega a mil, ya se cuentan por decenas, y cuando se llega a diez mil, cien mil o más, nadie se preocupa por fijar cifras exactas, solo el número de ceros que conlleva una información difusa que ya a nadie importa. En Siria los medios de comunicación, dicen que son entre 350 mil y 400 mil muertos.

En esa lógica, los primeros “exiliados” que llegan son recibidos como héroes en los países vecinos que apoyan la violencia, pero después, cuando resulta una marea incontrolable que además amenaza con daños a la seguridad nacional y a la integridad de cada país, el asunto se vuelve más complejo. En nuestro entorno, me pregunto que pasaría si los 6 millones de colombianos que viven en Venezuela retornan a su país o que Chile, Panamá, Argentina y Perú por mencionar algunos, que enfrentan fuertes mutaciones identitarias por algunas decenas de miles de venezolanos que han llegado a sus ciudades, reciban a varios cientos de miles que generen influencias de todo tipo en sus sociedades y sus mercados.

Y que pasaría si en Venezuela se produjera un cambio de gobierno por vía de la fuerza, el cual sin titubearcomenzará a desarrollar medidas neoliberales, las que serían indudablemente también, resistidas por el pueblo o por una parte importante de él que vio como sus vidas cambiaron en los últimos años, nos preguntamos, ¿tendrá fuerza ese gobierno para ordenar la represión?, ¿durará más de un año como Temer?, que se tambalea sólo doce meses después de haber accedido ilegalmente al poder. ¿Y todo esto en el país que tiene las mayores reservas de petróleo del mundo?, ¿Qué pasara con el mercado energético? Alguien se ha preguntado, si las fuerzas armadas venezolanas, en este escenario, se prestarán nuevamente para reprimir al pueblo como en el pasado y como recientemente ha ocurrido en Brasil.

O situémonos en el escenario sirio y trasladémoslo aquí: Estados Unidos con el apoyo de la ultra derecha logró crear un ejército paramilitar en Colombia, el cual intentará tomar una parte del territorio de Venezuela para crear un Estado paramilitar entre los dos países, el cual, -por supuesto- se le ”irá de las manos a Estados Unidos”. Aunque con ello, la potencia norteamericana habrá logrado el mismo objetivo que en el Medio Oriente cual es generar inestabilidad para legitimar intervenciones, en este caso tendrá que valorar que no obstante anuncie la lucha contra el terrorismo, tales acciones amenazarán la estabilidad política y social de Colombia y de toda América Latina, regresando a un pasado que se creía enterrado para siempre. ¿Qué harán las FARC y el ELN en estas condiciones? ¿Qué hará la izquierda latinoamericana ante esta situación cuando le habrán entregado en bandeja de plata, un instrumento de unidad y lucha continental? Me pregunto, si no volveremos a ver, - en el mejor de los casos-, en los muros de los países de la región desde el Río Bravo hasta la Patagonia la consigna que movilizó a millones durante el siglo pasado: “Yanquis, go home” y se pondrá nuevamente de moda quemar banderas de Estados Unidos. Lo peor, no quiero ni imaginarlo. Habremos regresado cincuenta años atrás y habrá que volver a empezar de nuevo, pero la paciencia de los pueblos es infinita, no sé si la de los capitales que verían mermadas ostensiblemente sus ganancias.

Y todo esto, porque Estados Unidos no quiere o no puede inducir a la oposición venezolana a aceptar las reglas democráticas, esperar a las elecciones de 2018 y que sea el pueblo el que decida qué futuro quiere. Es poco lo que perdería, se podrían salvar muchas vidas y habría mucho por ganar.