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sábado, 30 de mayo de 2015

¡La patria es la América! Una lectura actual de la proclama del Libertador! (II)


La semana pasada esbozábamos elemento de orden general respecto de la proclama del Libertador y su relación con la integración y la identidad nacional para intentar entender cuánto valor pudiera tener la máxima bolivariana en las condiciones actuales. Sin embargo, en las condiciones actuales es imposible sustraer este debate a la noción de modernidad. La complejidad de los conceptos que se relacionan y la búsqueda de explicaciones, direccionan necesariamente a este paradigma que sobre todo en años recientes ha manifestado una multivisión que le atrapa en un espacio amplio que va desde los que enarbolan la idea de su crisis o incluso su fin, hasta el de su vigencia siempre renovadora.
En este sentido, la idea de modernidad podría dar cuenta de un discurso a través del cual se puede tomar conciencia de los cambios que se producen. Sin embargo, la aparición de la globalización introduce nuevos elementos a esta discusión, toda vez que como plantea Renato Ortiz “modernidad y nación son configuraciones sociales que históricamente aparecen juntas”. La primera surge con la Revolución Industrial, aunque se manifiesta en la práctica a través de la nación. La segunda se revela a partir del desarrollo de una modernidad propia. La nación permite el surgimiento de un nuevo tipo de organización social. La globalización admite la ampliación de los espacios de la modernidad, que ya no se manifiestan solamente en los estrechos límites del Estado-nación sino que abarca todos los confines del planeta, lo cual le concede un novedoso ámbito “universal”. Esta situación conduce a que se transite de una modernidad a múltiples modernidades. Así mismo, conlleva un fenómeno contradictorio que actuando como fuerzas opuestas enfrenta a la globalización con el desarrollo de lo local. Es lo que se ha dado en llamar glocalización.
La glocalización es un término que proviene de la fusión de las palabras globalización y localización. Surgió en los años 80 del siglo pasado en Japón en el marco del desarrollo de sus prácticas comerciales. Este término que podría ser considerado como paradigmático en términos de las inter relaciones entre globalización e identidad nacional propone la premisa de “pensar globalmente y actuar localmente” lo cual puede ser aplicado a cualquier persona,  comunidad o sociedad. El mismo busca adaptar un cierto entorno de características específicas que se diferencian de otras a partir de una determinada demanda o, planteado de otra manera busca adaptar patrones globales a condiciones locales.
Esta manifestación de la modernidad exhibe finalmente una de las características claves de la influencia de la globalización en el Estado y la nación, toda vez que la distancia espacial ya no supone una distancia temporal. En los hechos, la modernidad desconecta el espacio local al poner en contacto lugares muy alejados de distintas latitudes y longitudes del planeta, lo cual determina nuevos tipos de relaciones sociales.
En esa medida, se puede concluir diciendo que la globalización además de ampliar los efectos de las actividades económicas políticas y culturales a cualquier lugar del mundo y de reordenar el espacio y el tiempo de la vida social, ha comenzado a construir una nueva dimensión que ha intensificado positiva o negativamente  la interacción e interconexión entre los Estados y las naciones.
Ha generado un fenómeno paradójico de defensores y detractores que enarbolan propuestas variadas para sostener sus ideas. Lo cierto es que la globalización ha provocado un “terremoto” en las acepciones tradicionales en las nociones de Estado y nación en el pensamiento político contemporáneo en el marco de un debate que sólo parece haber comenzado. Las manifestaciones asociadas a su surgimiento, así como las externalidades propias de su desarrollo aportarán diferentes puntos de vista que darán luces a la conformación de nuevas identidades que debilitarán al Estado, en tanto la nación, el principal soporte que ha tenido desde su nacimiento, de paso a otras expresiones de organización de la sociedad e identificación de los individuos entre sí y con los demás.
Por supuesto, hay poderes interesados en el debilitamiento del Estado, su fragilidad permitiría imponer actuaciones y decisiones supranacionales desde poderes fácticos no identificados y desde los gobiernos de las potencias que dominan el quehacer político y económico global. Los intentos de quebrar el concepto de soberanía (incluso aceptado por Ban Ki-moon, Secretario General de la ONU) como columna vertebral  del sistema internacional que permite la convivencia pacífica entre las naciones que viven en  la Tierra y garantiza la paz mundial, son expresión del deseo de algunas potencias globales de imponer las normas de comportamiento y conducta que los Estados y naciones deberían asumir en el sistema. Detrás de todo ello, está la intención de copar y controlar zonas de influencia y espacios para obtener materias primas, energía, alimentos y agua, base fundamental para el control estratégico de la vida en el planeta.
En este marco, América Latina y el Caribe solo tienen opción de presencia real en el escenario internacional, si no logra constituirse en un bloque de poder que aprovechando sus potencialidades, complementando las carencias de unos con las abundancias de otros, generando así una economía integrada y una visión general de los problemas planetarias que acepte la multidiversidad de ideas que bullen en la región. He aquí, donde la genialidad visionaria del Libertador Simón Bolívar cobra presencia 200 años después. En medio de la guerra de independencia, cuando arreciaba la ofensiva española y las huestes patriotas se sumían en un período de reflujo de la lucha, el Libertador tuvo la capacidad de ver mucho más lejos del espacio estrecho que para él era Venezuela, y mucho más allá del límite temporal al que podía inducir la victoria independentista.
 Sólo un hombre con perspectiva estratégica respecto del futuro de la región y con visión de largo plazo podía prever lo que habría de suceder en lo inmediato y después, cuando las nuevas repúblicas comenzarán a trazar su camino de vida independiente.   
Los agoreros dirán que eso es imposible dadas las profundas diferencias ideológicas que hoy encuadran la vida política de la América Latina y el Caribe, pero la configuración del porvenir que trazaba Bolívar no estaba ajena a esa circunstancia. En la Carta de Jamaica ya vislumbraba la lucha como un proceso que sufriría trastornos, dificultades y plazos distintos en su realización. Apuntaba que “porque los sucesos hayan sido parciales y alternados no debemos desconfiar de la fortuna”, y no tenía temor ante la circunstancia cierta que ya vislumbraba respecto de aquellas oligarquías agazapadas que se preparaban para usufructuar de la independencia “En unas partes triunfan los independientes mientras que los tiranos en lugares diferentes obtienen sus ventajas, ¿cuál es el resultado final?, ¿no está el Nuevo Mundo entero, conmovido y armado para su defensa?”
Ante esto, Bolívar nos dejó la Patria como legado, la misma debe transformarse en el blasón insustituible con que podríamos resistir ante los modernos intentos de avasallaje, el imperativo que tenemos es concluir la construcción de una identidad que nos permita recorrer el camino, aceptando todos los obstáculos, entre ellos los de fatuos intereses de oligarquías que usurparon la patria para crear Estados nacionales e intereses acorde a esa visión estrecha y comprometida con una minoría. Hoy el Libertador se levanta señero para recordarnos que “La patria es la América”.
Todavía las oligarquías se ensañan y no aceptan que así sea. Las de Chile negocian con Bolivia encumbrándose sobre intereses nacionales que no son los de uno ni de otro pueblo. Los dominicanos de misma estirpe niegan su sangre mestiza cuando esos mismos intereses los llevan a crear leyes para despreciar al pueblo haitiano, hermano oprimido del que vive del otro lado de la Española… y así, a lo largo de la región nos sorprendemos repitiendo consignas que enarbolan un supuesto interés nacional que no genera beneficios para ningún pueblo. A 200 años, Bolívar nos lo recuerda, “. Luego que seamos fuertes, bajo los auspicios de una nación liberal que nos preste su protección, se nos verá de acuerdo cultivar las virtudes y los talentos que conducen a la gloria; entonces seguiremos la marcha majestuosa hacia las grandes prosperidades a que está destinada la América meridional; entonces las ciencias y las artes que nacieron en el Oriente y han ilustrado la Europa, volarán a Colombia libre, que las convidará con un asilo”.

sábado, 23 de mayo de 2015

¡La patria es la América! Una lectura actual de la proclama del Libertador (I)




El 12 de noviembre de 1814, en una proclama a los soldados de la División del general Rafael Urdaneta en Pamplona, el Libertador pronunció una frase que quedaría para la posteridad: “Para nosotros la patria es la América” la cual, retomando el credo de Francisco de Miranda, adelantaba el eje central de las ideas que menos de un año después esbozaría en la Carta de Jamaica, la cual conmemora este año su bicentenario. Vale la pena, -en el contexto actual- intentar una proyección de esta máxima del ideario bolivariano cuando entramos raudos en el siglo XXI y la región se adentra en nuevas vicisitudes y se aproxima a inéditos retos en tiempos de globalización en el marco de la incertidumbre de un mundo que se torna agresivo y confuso. 

En el proceso de creación de estructuras supranacionales de integración, se ha ido avanzando hacia un mecanismo jurídico en el cual pueden acoplarse las instancias nacionales con las internacionales. Estas se configurarán necesariamente sobre el marco político-jurídico del Estado-nación, considerando que esta es la única instancia capaz de resolver los problemas de los ciudadanos, toda vez que si bien es cierto que los procesos se globalizan, las gestiones se localizan y la lealtad política de los ciudadanos debe recorrer un camino para ser transferido del Estado-nación a instancias supranacionales. El sociólogo brasileño Renato Ortiz apunta que siendo el Estado-nación una unidad en el interior de la cual todos los individuos son ciudadanos, se puede afirmar que en el caso de América Latina “la nación aún no se completó” Debemos considerar que si es el nacionalismo el que crea la nación y no a la inversa, la identidad nacional antecede a la consolidación de la nación y por tanto la construcción nacional es anterior al proyecto nacional 

En ese ámbito, en años recientes, cuando se menciona la crisis del orden westfaliano, se hace referencia a la pérdida de espacio de los Estados nacionales como actores únicos del sistema internacional. Al cuestionar los Estados nacionales se pretende por una parte, evidenciar los objetivos y las limitaciones que estos han acreditado para solucionar los problemas modernos de nuestro tiempo y, por otro, se pone en el tapete la existencia de un amplio espectro de temas globales que inciden en la evolución de cada país afectando las decisiones políticas que en él se tomen. Esto tiene relación con las severas limitaciones introducidas en la autonomía y capacidad de decisión en cuanto a política exterior y relaciones internacionales que han comenzado a tener los Estados en su calidad de actores internacionales que deben participar en la toma de decisión a nivel regional o global. La discusión surgida cobra validez en la medida en que hay una tendencia cada vez más presente que entiende la globalización como una expresión de universalidad. Es así, –vuelve a señalar Ortiz- como lo global, gracias a su dimensión planetaria, involucraría lo nacional y lo local, y por tanto su universalidad sería indiscutible.

El debate aparentemente circunscrito a las relaciones internacionales, cobra supremo valor desde el punto de vista de la identidad nacional, toda vez que es ella, con su entramado de valores culturales, tradiciones históricas, compatibilidades idiomáticas, religiosas o de otro tipo las que podrían dar solidez a la resistencia que los países y pueblos del sur logren dar a la globalización teledirigida desde los centros de poder en el norte del planeta. En última instancia, la fortaleza de la identidad será el elemento decisivo para salvar la nación en estos tiempos de imposiciones e intentos de uniformar y universalizar la vida desde una visión que se pretende imponer por vía de la fuerza. 

En este marco, el sociólogo y ensayista chileno Jorge Larraín expone que la globalización afecta a la identidad desde cuatro distintas perspectivas. En primer lugar, porque “pone a individuos, grupos y naciones en contacto con una serie de nuevos ´otros` en relación con los cuales pueden definirse a sí mismos” De igual manera, en otro plano, opina que se ha acelerado el ritmo del cambio en las relaciones de todo tipo, lo que le ha hecho más difícil a los individuos entender lo que pasa, darle continuidad al pasado y al presente, de forma tal que pueda tener una visión imperecedera de sí mismo y de su actuación. En tercer lugar la globalización afecta la identidad porque los cambios que ha traído tienden a desarraigar las identidades culturales y, por tanto, se alteran las categorías a partir de las cuáles el ciudadano construye su identidad. Esto significa que “la identidad nacional ha sido especialmente afectada debido a la erosión de la autonomía de las naciones-estados”. Finalmente, la globalización está haciendo surgir identidades desterritorializadas, que se agrupan en torno a referentes que superan los límites de los Estados-nación, integrándose en unidades de distinto tipo y que no necesariamente fijan como elemento identitario a la nación, mucho menos a los elementos de carácter local.

Desde otro punto de vista, José Sánchez-Parga esboza una relación preponderante entre globalización, cultura e identidad nacional. Para este Doctor en filosofía y antropólogo ecuatoriano, la cultura nacional se formó como un espacio privilegiado e intenso de relaciones interculturales que posibilitó la aceptación de diferencias a partir de conferirle ciertos perfiles comunes y compartidos. Esto posibilitó el surgimiento de una cultura y una identidad nacional que ha sido siempre plural y que no supuso la inhabilitación de las culturas regionales y locales. A partir de ello, se puede asumir que la identidad nacional es el “tejido de relaciones interculturales y de las identificaciones entre ellas” 

Las propuestas antes mencionadas llevan a una serie de preguntas en torno a los efectos de la globalización y las posibilidades reales de existencia que poseen las identidades regionales o locales de cara al futuro o, visto de otra manera, cuánto puede afectar la globalización a las identidades colectivas y por tanto a la Nación. 

En ese sentido, frente a las interrogantes respecto del porvenir del Estado-nación, otros analistas exteriorizan la idea de que éstos no sólo se van a debilitar por el impacto de la globalización sino que por el surgimiento de vigorosas identidades colectivas que la desafiarán. Este es el sentir del sociólogo español Manuel Castells quien parte de una representación de identidad como construcción de sentido y experiencia del sujeto en el contexto de relaciones de poder. Castells distingue entre lo que llama identidades legitimadoras e identidades de resistencia, siendo las primeras aquellas promovidas por las instituciones dominantes de la sociedad para expandir su mandato. Las segundas, por el contrario, surgen de actores sojuzgados que emiten una forma de resistencia contra la opresión. Este marco es el que -según este autor- ha permitido surgir, por ejemplo a las sociedades de redes que no aceptan la legitimación que disemina la globalización y genera, por el contrario, una resistencia hacia ella. (CONTINUARÁ LA PRÓXIMA SEMANA)

sábado, 16 de mayo de 2015

La balanza de poder. Dos miradas para una misma idea


En abril del año pasado se presentó en Santiago, la edición chilena de mi libro más reciente “La balanza de poder. Las razones del equilibrio del sistema internacional”. En agosto se comenzó a distribuir la edición argentina de la misma obra. El libro ha despertado cierto interés en espacios de discusión y debates académicos como me lo han hecho saber algunos lectores a través de comunicaciones en las que dan a conocer oportunas opiniones e interesantes ideas que habría que considerar para una eventual segunda edición. Casi todos los correos han sido muy sugestivos, sobre todo aquellos que provienen de personas no vinculadas a las relaciones internacionales en forma profesional, lo cual ha evidenciado el cumplimiento del objetivo propuesto de escribir una obra al alcance de todos.

Debo decir, sin embargo, que la reacción más acentuada de aquellos que leyeron el libro, ha sido el escepticismo respecto de la propuesta. La idea de que el mundo avanza hacia la estructuración de un sistema multipolar ante la incapacidad de Estados Unidos de sostener la unipolaridad se ha sembrado en la mayoría de los ciudadanos. Buena cantidad de centros de investigación, analistas y decisores vinculados a las relaciones internacionales y la política exterior coinciden en apreciar tal situación de la que yo difiero. Por cierto, pienso que para nosotros, ubicados en el sur y en América Latina, tal opción sería la más deseable, pero no creo que sea en lo que están pensando los centros de poder mundial. 

El libro intenta responder a la pregunta sobre cuál será la nueva estructura del sistema internacional, sus actores, las posibles alianzas y, sobre todo, la agenda que prevalecerá en un futuro que se torna convulso y complejo, se trata de abordar las posibilidades y las capacidades de los actores que optan por desempeñar un papel protagónico en el sistema internacional del futuro. Para entender el mapa actual y la emergencia de las nuevas potencias se precisa caracterizarlas y reconocerlas.

Se han planteado varias hipótesis, a saber, que en un futuro próximo el mundo mantenga la unipolaridad; se redefina en una bipolaridad ahora con Estados Unidos y China como polos de poder; o se establezca la multipolaridad con varios actores globales capaces, pero desde mi punto de vista, lo más probable es que se implante un sistema internacional de balance de poder. Esta convicción surge de la observación de que, a pesar del conflicto, en los últimos años ha primado el acuerdo para que se respeten las áreas de influencia de las potencias y se proceda a la repartición del mundo, en particular de sus riquezas energéticas y minerales. Lo que está ocurriendo en Ucrania, y particularmente lo acaecido en Crimea es prueba fehaciente de ello.

En este sentido, concluyo diciendo que los conflictos del futuro serán de las potencias contra los países del sur, nunca entre ellas. Por lo cual, para América Latina y el Caribe, avanzar en el proceso de integración es la única posibilidad para sobrevivir y tener una presencia activa en el mundo del mañana, caracterizado por el equilibrio de poder entre las potencias. Mi opinión viene desde el sur y para el sur, desde Nuestra América y para Nuestra América y es –modestamente- un alerta para los países de América Latina y el Caribe 

Desde la acera contraria, en días recientes, se ha anunciado la próxima publicación del libro “World order” (Orden mundial) escrito por Henry Kissinger quien se desempeñó como Consejero de Seguridad Nacional del gobierno de Estados Unidos entre 1969 y 1975, y como secretario de Estado entre 1973 y 1977, ambos cargos durante las presidencias de los republicanos Richard Nixon y Gerald Ford. Un adelanto de la obra fue dada a conocer a través de un artículo aparecido en la influyente revista Foreign Affairs del mes de abril. Kissinger, a quien el Washington Post caracteriza como “uno de los hombres más fuertes y polémicos en la historia de la diplomacia estadounidense” y “una figura irónica de la Guerra Fría”, afirma que para abordar los retos del siglo XXI, Estados Unidos necesita, en primer lugar, una estrategia puntual y luego, un cambio de táctica para llegar a los resultados previstos. 

Sin cambiar la dirección, ni los objetivos a obtener en el plano diplomático, como por ejemplo en relación a Irán, Occidente debería acoplarse a la realidad, partiendo de lo cual, tendría que trabajar con extremo cuidado en la atención de las doctrinas que tienen aquellos países que consideran como adversarios y que poseen sistemas políticos y visiones distintas a las propias, lo cual no implicaría obligatoriamente conciliar desde su perspectiva, es decir “mediante la diplomacia de la sucesiva presentación de propuestas y contraofertas para resolver una disputa”, según la opinión de Federico Gaon. Este analista internacional argentino expone en “Escenarios XXI”, una revista digital especializada en temas relativos a las relaciones internacionales que “Como bien lo justifica Kissinger, en las culturas orientales este camino es interpretado como debilidad. Ergo, lo que realmente está discutiendo, es que la consecución de un orden mundial dependerá del grado de flexibilidad que las regiones o países con cosmovisiones características puedan articular para encontrar puntos medios entre sus diferencias”.

Todo esto lleva a Kissinger a proponer una revaloración de lo que Gaon llama “la vieja práctica que en el pasado supo conducir (para bien o para mal) desde Washington”. En este marco, el anciano, pero omnipresente político estadounidense de origen judío, propone revisar el concepto de balance de poder, a partir del hecho de que los acuerdos no pueden ser estáticos sino que deben ser estudiados en permanente movimiento.

La diferencia entre mi planteamiento y el de Kissinger, es que él visualiza la balanza de poder desde la necesidad de Estados Unidos de seguir manteniendo su liderazgo global, en esa medida, le concede, el papel de preservador del sistema. Con ello, viola una de las normas fundamentales que propone el investigador estadounidense Morton Kaplan como garantía de funcionamiento de la balanza. Una de ellas, es que ningún actor esencial pueda ubicarse por encima del resto, so riesgo de que el equilibrio se rompa produciéndose un quiebre del sistema. No obstante, Kissinger expone que, en el contexto internacional actual, solo la balanza de poder tendrá capacidad de garantizar la paz en el mundo.

En el trasfondo del conflicto en el Medio Oriente y el norte de África, así como la emergencia de China y su proceso de transformación en primera potencia del planeta, Kissinger, expone que para alcanzar un orden mundial legítimo, los actores del sistema internacional deberán aprender a coexistir con aquellas culturas diferentes a la occidental, toda vez que son portadoras de un sistema de valores y principios disímil. La comprensión de este fenómeno, debería ser la base de la estructura de un nuevo sistema internacional, que debe dar pie a un orden jurídico que considere esta diversidad global. Agrega que “En este momento en la historia esto sería una modernización del sistema westfaliano de acuerdo a las realidades contemporáneas” y concluye afirmando que el objetivo de nuestra era, “debe ser alcanzar dicho equilibrio, restringiendo mientras tanto a los perros de la guerra”.

lunes, 11 de mayo de 2015

A 70 años del fin de la Gran Guerra Patria.



Cuando escribo estas líneas, en Moscú se hacen los aprestos finales para conmemorar el 70 aniversario de la derrota del fascismo en la segunda guerra mundial. El pueblo soviético la denominó Gran Guerra Patria y aunque el acto principal se realiza en la capital rusa, esta fecha debería ser celebrada como una victoria de toda la humanidad contra la expresión más despiadada que el capitalismo haya adquirido en toda su existencia.

La mitología occidental ha pretendido dejar para la historia la idea de que los ejércitos aliados (de manera principal los de Estados Unidos y Gran Bretaña) jugaron el papel decisivo en la derrota de la infernal maquinaria nazi. Así como perdieron la guerra en Vietnam y construyeron toda una alegoría mediática para mostrar su victoria a través del cine y la televisión, el imaginario construido posterior a la conflagración, -finalizada el 9 de mayo con la rendición incondicional del alto mando alemán ante el Mariscal de la Unión Soviética Georgui K. Zhukov- ha querido revelar una falsa visión de los acontecimientos. No se trata de minimizar la contribución de los aliados en la contienda, pero la realización tardía e interesada del desembarco de Normandía persiguió objetivos políticos vinculados a la situación que habría de crearse en la posguerra. 

Después de la batalla de Stalingrado, finalizada el 2 de febrero de 1943, dio inicio la contraofensiva soviética en el este. El sostenido avance del Ejército Rojo, a partir de ese momento despertó la inquietud de la alianza atlántica en la carrera por llegar primero a Berlín y, en primera instancia a París, en una Francia que resistía a través de sus partisanos comunistas mientras el General De Gaulle vivía en Londres y refunfuñaba con imprecaciones de toda índole por la demora estadounidense-británica en ejecutar el ansiado desembarco en el continente, cuyo retraso amenazaba con poner en entredicho su propia capacidad de liderar el proceso de liberación de Francia. 

Desde mediados de junio del año 1944, la inteligencia soviética había logrado desinformar a Alemania acerca de sus planes en el frente oriental, por lo cual Alemania concentraba grandes cantidades de unidades en el este que jamás pudo desplazar hacia el oeste. Esto facilitó las condiciones para el desembarco en Normandía, toda vez que el ejército nazi mostraba su faceta más débil en su flanco occidental. Además, sus tropas se encontraban diseminadas en un amplio frente de combate que iba desde el Báltico hasta el Mediterráneo, donde además de las tropas soviéticas combatían heroicamente fuerzas guerrilleras rurales y urbanas mayoritariamente comunistas, en Italia, Yugoslavia, Eslovaquia, Polonia y Grecia.

Si se pudiera comparar en términos militares, el desembarco en Normandía con las batallas en Stalingrado, Leningrado, Smolensk, Kursk o el Dniéper habría que decir que la primera fue una simple escaramuza, no tanto por la magnitud de las fuerzas militares y el armamento terrestre, aéreo y naval ocupado en las operaciones, sino sobre todo porque a diferencia de los soviéticos que combatían por liberar territorio patrio y su pueblo sufría en carne propia los desmanes y la represión indiscriminada del aparato de guerra y represión nazi, Estados Unidos y Gran Bretaña luchaban fuera de su ámbito, ocupados en una batalla geopolítica para impedir que el país de los soviets fuera el primero en llegar a Berlín y lograra la gloria de derrotar al Tercer Reich en su propia madriguera. Era parte de la guerra fría y el mundo bipolar. 


Es cierto que 45 años después la Unión Soviética fue derrotada y desapareció, que sus líderes de entonces no tuvieron la misma grandeza de los que la condujeron en la victoria en la Gran Guerra Patria y que su desvanecimiento anunció “el fin de la historia”. Pero esa es una cosa, y otra es que se pretenda por vía cinematográfica tergiversar la historia, construir falsos ídolos y esquilmar a los pueblos de la Unión Soviética el sustantivo aporte que hicieron a la libertad no sólo de ellos mismos, sino de toda la humanidad.

Para Rusia, este 70 aniversario cobra especial significado. Por primera vez desde la desaparición de la Unión Soviética, la conmemoración que marca una década más, se realiza en un país enhiesto, recuperado económicamente a pesar de las recientes sanciones occidentales, que vuelve a ocupar un papel relevante como potencia mundial. El 50 aniversario ocurrió cuando el país sufría la ignominiosa humillación occidental a la que la condujo el gobierno entreguista de Boris Yeltsin. Una década después, el proceso de recuperación se había iniciado, pero el país no había logrado despegar a fin de ocupar un espacio que le permitiera una celebración de las dimensiones que se preparan para este 9 de mayo en la Plaza Roja ante el mausoleo que recuerda al fundador de la nueva Rusia, de la Rusia republicana, Vladimir Ilich Lenin.

Aunque la mayoría de los líderes occidentales se negaron a participar en la magna cita, la víspera de la fecha, el ministro alemán de Asuntos Exteriores, Frank-Walter Steinmeier, visitó la antigua Stalingrado, actual Volgogrado, para rendir homenaje a los caídos en la guerra. "Los sufrimientos que la Alemania nazi hizo pasar tanto a la población como a los soldados en Volgogrado, antigua Stalingrado, son incomparables. Por eso, estoy muy contento y agradecido que hoy hayamos podido rendirles memoria", dijo. Horas antes de partir con destino a Rusia, Steinmeier ya había destacado la importancia de recordar "los horrores de la Segunda Guerra Mundial", a pesar de la "difícil relación con Moscú a causa de la crisis en Ucrania". Stalingrado "simboliza como ninguna otra la amarga y decidida batalla contra la Alemania nazi y un horrible enfrentamiento inimaginable hoy para nosotros".

Por su parte, el ministro ruso de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, aseguró que "el que hoy estemos aquí juntos el ministro de Exteriores de Alemania y yo es la mejor garantía de la firmeza de nuestros países de impedir el renacimiento del nazismo y de reforzar la reconciliación histórica ruso-alemana". Seguidamente, ambos ministros se reunieron para abordar diversos asuntos de la agenda bilateral e internacional, con especial atención a Ucrania. "Hoy no sólo recordamos a las víctimas y homenajeamos a los caídos. Yo también veo este encuentro como una advertencia sobre quién debe asumir hoy la responsabilidad", comentó Steinmeier y llamó a ambos países a contribuir, "pese a las discrepancias existentes", a garantizar la paz en Europa. Según la opinión de los analistas, el principal objetivo del breve viaje de Steinmeier es preparar la visita de la canciller alemana, Angela Merkel, quien se reunirá el 10 de mayo con el presidente ruso, Vladímir Putin. Merkel destacó hace unos días la importancia, a pesar de que las diferencias con Rusia son "muy profundas", de recordar en Moscú "a los millones de muertos en la Segunda Guerra Mundial por los que debe responder Alemania". Este ambiente de respeto y cooperación, al rendir homenaje conjunto a los que en uno y otro bando cayeron víctimas de la barbarie fascista, debería ser una muestra de las relaciones internacionales del futuro, encaminadas a la amistad y el cese de los conflictos, para evitar otra conflagración de ésta o de cualquier dimensión. 

En términos de la relevancia global del acontecimiento, tal vez el hecho más destacado de la celebración de este septuagésimo aniversario sea la presencia del presidente chino Xi Jinping. Con él, un contingente de tropas del Ejército Popular de Liberación (Fuerzas Armadas de la República Popular China) participarán del desfile conmemorativo. En opinión de Fidel Castro, es destacable que se constate “… la sólida alianza entre los pueblos de la Federación Rusa y el Estado de más rápido avance económico del mundo: la República Popular China”, toda vez que “ambos países con su estrecha cooperación, su avanzada ciencia y sus poderosos ejércitos y valientes soldados constituyen un escudo poderoso de la paz y la seguridad mundial, a fin de que la vida de nuestra especie pueda preservarse”. 

Este aniversario debe perpetuarse en la memoria de todos los luchadores anti fascistas y de aquellos que no aceptan imposiciones y amenazas como forma de relacionarse en el escenario internacional. El heroísmo sin límites de los que cayeron, en primer lugar de los pueblos de la Unión Soviética debe ser recordado siempre como un gran ejemplo de solidaridad internacional en la búsqueda de la paz.

domingo, 3 de mayo de 2015

"Obama es un presidente débil"


Nota de la periodista Verónica Díaz Hung, periódico Cuatro F Nº 22, basada en el contenido del panel "Cumbre de las Américas, balance y perspectivas" organizado por el Comité de Formación de la Mesa MAC-Cantv, y la Red de Medios Multimedia, del martes 23 de abril de 2015.

Cómo se explica que mientras el presidente Barack Obama se acerca a Cuba y trata de legalizar la situación de los migrantes en Estados Unidos, haya emitido una orden ejecutiva decretando una emergencia nacional ante la “amenaza inusual y extraordinaria” que significa la República Bolivariana de Venezuela, y tras el rotundo rechazo a esta medida reconozca que no se trata de una “amenaza” y sin embargo, no derogue el decreto. “Estamos ante un presidente débil, que no manda,  por lo que tenemos que ser capaces de discernir entre la responsabilidad del imperialismo, que es nuestro enemigo, y aunque Obama es el jefe y debe responder por todo lo que ocurre, no siempre es el que decide”. Así lo señaló Sergio Rodríguez Gelfenstein, durante el Foro “Cumbre de las Américas: balance y perspectivas”, organizado por el Comité de Formación de la mesa MAC-Cantv y la Red Multimedia de Medios Alternativos, que se realizó en los espacios de PDVSA La Estancia. El analista, graduado en Relaciones Internacionales de la Universidad Central de Venezuela, explicó que estamos ante un imperio con múltiples caras, cuyas contradicciones se están manifestando en el caso de Venezuela.


Preparativos de guerra.
La antesala a la VII Cumbre de las Américas parecía más los preparativos de una guerra que los de un encuentro fraterno. El experto prefirió llamarla “Cumbre de la OEA más Cuba”, porque hasta que no esté Puerto Rico, no la considera una verdadera Cumbre de las Américas. Expuso que a finales de 2014 el presidente Obama trató de solucionar dos problemas fundamentales que tiene en su relación con América Latina, por lo que el 3 de diciembre envió al Congreso de Estados Unidos una iniciativa de ley sobre migración para resolver el estatus de unos 6 millones de migrantes en Estados Unidos. Acotó que la propuesta de Obama no es una gran solución, porque el problema de los migrantes surge de una injusticia estructural ante un norte desarrollado y un sur pobre, subdesarrollado, mapa que fue creado por los intereses coloniales, porque así como se hicieron grandes inversiones para la expoliación no se han hecho grandes inversiones para la reparación. Posteriormente, el 17 de diciembre Obama anunció el inicio de la normalización de las relaciones con Cuba, una demanda unánime de toda América Latina y el Caribe, que había sido ignorada durante los 50 años de este largo bloqueo, que solo cuenta con el apoyo de Israel. Todo esto ocurrió porque el presidente norteamericano trataba de tirar una alfombra roja que lo llevara victorioso a una cumbre en Panamá, mientras que accionaba su estrategia de guerra para retomar el control de sus colonias insurrectas.

Divididos
Desde el año pasado el vicepresidente Joe Biden comenzó a acercarse a los países del Caricom, advirtiéndoles que no siguieran apostando a Petrocaribe, porque al gobierno de Nicolás Maduro “le quedaba poco”. “Era un chantaje, una amenaza directa a los jefes de Estado”. Luego  Biden se reunió con los países de Centroamérica (Honduras, Guatemala y El Salvador) en el mismo tono.  Obteniendo la reactivación y el fortalecimiento de la Base Militar de Palmerola en Honduras, que fue la utilizada para secuestrar al presidente Manuel Zelaya. Luego emitirían la orden ejecutiva  contra Venezuela el 9 de marzo. “¿Usted cree que el objetivo es Venezuela? No. Venezuela es un objetivo intermedio en la búsqueda de un objetivo superior: dividir a América Latina”. Por eso Obama antes de llegar a Panamá fue a Jamaica el 9 de abril y se reunió con los miembros de Caricom, ofreciéndoles 20 millones de dólares. Si estimamos que los ciudadanos de Caricom son 19 millones, esto significa que le tocaba 1,1 dólar a cada uno para resolver su problema energético, cuando la cooperación con Petrocaribe alcanza los 600 millones de dólares. “¿Por qué se reúnen con los países pequeños? ¿Por qué no hablaron con Brasil, Argentina, Colombia, Chile, Perú, México?”. Explicó que prefirieron reunirse con países cuyo único grado de independencia se los da Petrocaribe, donde Venezuela coopera sin pedir instalar una base militar, sin intervenir su Constitución, ni su economía, porque pretendían que Latinoamérica y el Caribe llegara a la Cumbre de Panamá dividida”. Y aunque pudo haber habido algún presidente débil que lo aceptara, se toparon con que Nuestra América ya no les pertenece. Por eso la señora Roberta Jacobson  se manifestó decepcionada.
 
Un Sur unido.
 Explicó que la estrategia de Obama se enmarcaba en una dinámica global, ya que en el 2014  se había producido un incremento sustancial de las relaciones de América Latina y el Caribe con China, Rusia ¿Usted cree que el objetivo es Venezuela?  No. Venezuela es un objetivo intermedio en la búsqueda de un objetivo superior: dividir a América Latina y el Caribe”Sergio Rodríguez Gelfenstein propone organizarnos en bloque para negociar con los Estados Unidos.e, incluso, con la Unión Europea (UE). El año pasado los mandatarios de Rusia y China, Vladímir Putin y Xi Jinping, en el marco de los BRICS hicieron visitas a la región. Y hubo un hecho muy significativo, el encuentro de China con los países de la Celac, que condujo a que  en enero de este año se realizara en  Beiging un Foro China- Celac, porque el gran país asiático no tiene ningún inconveniente de negociar con América Latina como bloque. Rusia también se reúne con la Celac y nos reconoce como bloque, e incluso se produjo un encuentro Unión Europea- Celac, lo que, en cambio, no ha ocurrido con Estados Unidos. Sergio Rodríguez propone que los Estados Unidos reconozca a Latinoamérica y el Caribe como bloque. Y advirtió que las cumbres de la OEA son antibolivarianas, ya que responden a la idea Panamericana de Monroe, contraria desde su surgimiento al pensamiento de Bolívar, que evolucionaría con José Martí al concepto de “Nuestra América”.

Las distintas caras del imperio
Pero ¿por qué Obama tiene estos gestos con Cuba y los migrantes, mientras que el 18 de diciembre lanza el primer decreto contra Venezuela? Sergio Rodríguez explica  que no hay un sólo Estados Unidos, por eso hay que tratar de entender cuál es el que está actuando, cuál está decidiendo. Explica que esto ha ocurrido siempre. “El Pentágono, los militares,  el Departamento de Estado, la CIA, el Ejecutivo, el Congreso, cada uno tiene su dinámica”. No obstante, hasta hoy había actuado un Ejecutivo fuerte. Explica que en Estados Unidos se habla de la administración Obama, Bush, Clinton, porque  los presidentes en ese país son administradores de los grandes intereses transnacionales, entre los que destacan el poder mediático, farmacéutico, alimentos, y el complejo militar industrial, que son los que financian las campañas electorales y deciden quién será el presidente de los Estados Unidos. Expone que en esta administración estamos ante un presidente extremadamente débil, y sustenta su teoría con cuatro ejemplos de cómo se manifiesta la gran debilidad de Obama. Hace un año y medio Obama dijo que Estados Unidos comenzaría a dar ayuda humanitaria a Siria y que no se involucraría en este conflicto en términos bélicos. Y luego se supo que el Pentágono había enviado armamento a la oposición armada. “¿El presidente de Estados Unidos no sabía sobre estos envíos?”, se pregunta. Esta debilidad también se evidenció cuando el presidente Obama anunció que sería deseable un proceso de diálogo entre Israel y Palestina para avanzar hacia la construcción de una situación de estabilidad en esa región del planeta. Y luego se conoció que EE.UU había vendido 300 millones de dólares en cohetes a Israel. Por otra parte, Rodríguez  Gelfenstein maneja la hipótesis de que Obama  se enteró del golpe de Estado en Honduras cuando ya estaba en proceso, ya que el verdadero autor intelectual fue el Departamento de Estado, vinculado a Roger Noriega y Otto Reich, en representación de la ultraderecha de los Estados Unidos. También expuso como un signo de debilidad las declaraciones de la subsecretaria de estado, Victoria Nuland, que emitió hace más de un año en torno a la situación de Ucrania, las cuales eran distintas a lo expuesto por Obama en torno a ese tema. Tampoco Obama emergió como un presidente fuerte cuando el Congreso recibió al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, pese a que el mandatario no lo había invitado.

No siempre las gana
EE.UU en estos últimos 15 años no las ha ganado todas. En Iraq se tuvieron que retirar y dejar un gobierno “enemigo” de mayoría chiita y aliado de Irán. En Afganistán el movimiento talibán ha pasado a la ofensiva para expulsar al invasor estadounidense. “El terror que ellos crearon se les devolvió”. En Siria llevan cuatro años de guerra y no han podido derrocar al presidente Bashar al-Asad.   En Ucrania se han profundizado las contradicciones entre algunos países de Europa y los Estados Unidos. Mientras que en América Latina en los últimos 15 años han padecido la derrota del ALCA, la creación de Unasur y de la Celac, la ALBA, Petrocaribe, entre otras. También la constitución de los BRICS, que hoy son una alternativa política y económica a nivel global, representa un retroceso del poder imperial. Mientras que el incremento de los vínculos entre China y Rusia, han transformado a estas dos potencias globales en un poder alternativo. Cita además el fortalecimiento de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) que a partir de una alianza entre Rusia y China ha aglutinado a una serie de países del Asia. Se trata de una organización que va desde China hasta la frontera con Europa, lo que en términos territoriales representa la alianza más amplia de todo el planeta.  Y se acaba de crear el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura como una alternativa al Banco Mundial, al cual ya se han unido 20 países, incluidos importantes aliados de EE.UU como  Australia, Corea del Sur e, incluso, Inglaterra.  El imperio norteamericano enfrenta los problemas que significan la acelerada desdolarización de la economía mundial. También cita entre las recientes derrotas de EE.UU en lo que va de siglo, el triunfo de Alexis Tsipras en Grecia, que genera dentro de la OTAN y de la UE un modelo alternativo rebelde.

La cumbre, otro fracaso
Y aunque el Departamento de Estado pensó que con el decreto contra Venezuela llegaría a la Cumbre de las Américas con un Sur dividido, para retomar el control de su patio trasero, se toparon con que el 86% de los venezolanos rechazó la medida y 33 países pidieron que se derogara la orden ejecutiva contra Venezuela. “Ni a nivel interno, ni internacionalmente EE.UU logró sus objetivos”, recalcó el experto. “Para mi la Cumbre tiene tres hechos importantes, que es lo que nos permite decir que fue histórica”. Enumera entre estos sucesos trascendentales,  la Cumbre de los Pueblos, que sí logró emitir una declaración final, porque nuestros pueblos se conocen, se entienden, se encuentran, tienen problemas comunes y -lo más importante- tienen soluciones comunes. Segundo hecho: la presencia de Cuba. Hoy Cuba se ha ganado un espacio por la heroica lucha de su pueblo. Y el tercer acontecimiento fue la contundencia de los jefes de Estado, en particular de los países pequeños, lo que generó la huida de Obama, a tal punto que se demoró la foto oficial porque no sabían si iba a regresar. Finalmente llegó por un costado y nadie se acercó saludarlo y él tampoco hizo un esfuerzo por saludar a nadie. “Es la primera vez que el presidente del imperio no está en la primera fila y al centro. Y eso es una expresión de lo que ocurre en la región”.   No obstante, al finalizar la Cumbre comenzó el manejo mediático, porque aunque EE.UU fue el gran anacronismo de este encuentro, los grandes medios transnacionales  esa misma noche comenzaron a transmitir que no había habido declaración final por culpa de la intransigencia y el radicalismo de Venezuela, que “contrastaba” con el gran civismo del presidente Raúl Castro. “Esa es la nueva modalidad, ponernos a pelear con los cubanos”. Expuso que no hubo declaración final por la falta acuerdo en torno a la Malvinas, ni a Puerto Rico, porque EE.UU no aceptó que la salud es un derecho de todos, ni un inciso en contra del armamentismo en la región. Tampoco aceptó que se rechazara el espionaje electrónico. “Nosotros no tenemos nada en común con ese país. No digo que nos tenemos que organizar en contra de Estados Unidos, debemos organizarnos -como lo predicó Simón Bolívar- sin EE.UU”.

sábado, 2 de mayo de 2015

Vietnam, cuarenta años después.


El pasado 30 de abril se conmemoró el 40 aniversario de la victoria definitiva del pueblo vietnamita en la guerra de liberación contra la intervención estadounidense. Con ello se produjo el inicio de la ansiada reunificación del país y el comienzo de una etapa distinta para el Vietnam heroico que resistió y derrotó la agresión de tres grandes potencias durante el siglo XX: la Francia colonialista, el Japón expansionista y el Estados Unidos imperialista, las que no obstante manifestar distintas formas de injerencia, expresaron un misma talante al intentar ocupar y devastar el territorio de  este país cuyo pueblo es expresión de un alto sentido patriótico y una gran voluntad de lucha y victoria.

Le Duan, legendario líder vietnamita y sucesor de Ho Chi Minh en la conducción del Partido Comunista de Vietnam (PCV) y en el gobierno, lo explicaba diciendo  que la revolución vietnamita siempre tuvo como característica enfrentar a enemigos imperialistas poderosos y en algunas ocasiones, no sólo a uno, sino varios a la vez, y que para ello habían aplicado de manera creadora la enseñanza leninista de que “Solo es posible derrotar a un enemigo más fuerte, haciendo grandes esfuerzos y con la obligación de saber aprovechar de manera minuciosa, sumamente atenta, cuidadosa e inteligente cualquier ´grieta` entre los enemigos por pequeña que sea…”

En el inicio de la agresión, Estados Unidos apoyó con armas y asesoramiento al gobierno fantoche de Vietnam del Sur, para después, llegar a instalar hasta  580 mil efectivos militares en 1969. Contra el país fueron arrojadas más toneladas de bombas que en toda la segunda guerra mundial, experimentando además con armas químicas y bacteriológicas, entre ellas el tristemente célebre agente naranja. Según relata el Embajador de Vietnam en Cuba, Doung Minh entrevistado por la periodista Arleen Rodríguez, “Todavía hoy, cientos de miles, quizás millones de personas, sufren las secuelas, son muchas las parejas que no pueden tener hijos y también las que tienen hijos con algún tipo de anomalía por esa causa. En la tierra rociada con esos químicos, no creció ni la hierba durante 20 años, porque el agente naranja tenía el propósito de defoliar los bosques, desnudar la tierra de todo tipo de plantas para descubrir dónde se escondían los combatientes”. En 15  años de guerra, Estados Unidos gastó 150 mil millones de dólares, destruyó el 70% de los poblados del norte, inutilizó 10 millones de hectáreas de tierra y todos los puentes existentes en el país.  A pesar de ello, las tropas vietnamitas entraron victoriosas a Saigón hace 40 años, cambiando el nombre de la ciudad que pasó a llamarse Ho Chi Minh, cumpliendo la promesa de denominar con su nombre la última ciudad que se liberara en la guerra.   

Sin embargo, la tarea por venir no era fácil, a partir de ese momento enfrentaban el reto de la reunificación nacional de dos porciones de un país que se habían desarrollado a partir de paradigmas políticos contradictorios: el socialismo en el norte y el capitalismo en el sur; la restauración de las heridas físicas y morales que produjo la guerra; el establecimiento de un gobierno unificado en el país; la reincorporación a la sociedad de alrededor de un millón de soldados y medio millón de funcionarios que habían servido en el ejército y el gobierno  vietnamita títere que Estados Unidos había instalado en el sur; la reconstrucción de la infraestructura material: carreteras, escuelas, hospitales, industrias y puentes destruidos por los bombardeos; la superación de los rezagos de la presencia militar estadounidense que se expresaba en los vicios propios de su sistema: altos índices de prostitución, drogadicción, alcoholismo y otras lacras y la elevada carencia de alimentos que se manifestaba en altos índices de hambruna en el sur del país.

En  1986, tras constatar el fracaso de la economía planificada centralizada, durante el sexto Congreso del PCV se aprobó la estrategia de Renovación (Doi Moi), La organización conductora de la sociedad, percibió que la economía no funcionaba eficazmente, se vivían períodos de inflación elevada, la moneda se depreciaba aceleradamente y los salarios perdían su valor. La escasez de productos de la canasta básica se enfrentaba con subsidios que estaban encaminados a solventar los problemas más inmediatos.

Todo ello derivó en la decisión de implementar nuevas prácticas en la producción agrícola, se entregaron tierras a los campesinos que recibían estímulos de acuerdo a la producción a partir de la exitosa experiencia obtenida en la provincia de Vinh Phu que se extendió a otras regiones del país. Otro tanto ocurrió en la industria que comenzó a ser manejada descentralizadamente. En el marco de esta situación sobrevino la desaparición de la Unión Soviética y el fin del campo socialista, principal abastecedor de insumos para la economía y la industria del país.


En este contexto es que se había  determinado la necesidad de llevar adelante la Renovación. Cinco años después,  en 1991, durante el VII Congreso del PCV, se establece un modelo económico basado en la necesidad de producir para responder a la demanda del mercado. Así, la economía se conforma por múltiples componentes sobre la base de un mercado controlado por el Estado. Esto da paso posteriormente, a la economía de mercado de orientación socialista que consiste en la aceptación de todas las formas de producción, tanto estatal como privada, capitalista y mixta.

La economía de mercado de orientación socialista se compone del factor económico en el que se acepta que todos los sectores son iguales ante la ley y, el factor social que es controlado por el Estado a través de los impuestos y los aportes de las empresas a fin de condensar una riqueza  que es distribuida por el gobierno para el beneficio del pueblo.

La aplicación de este modelo económico ha llevado a que Vietnam pase de un 56% de pobreza en 1990 a un 9% en 2003 y 8% en 2014. Los sistemas de salud y educación siguen siendo estatales y gratuitos para toda la población. Sin embargo, para establecer una responsabilidad colectiva para con los mismos se ha comenzado a cobrar el equivalente a 10 dólares mensuales por los estudios universitarios, mientras que en primaria y secundaria tiene un valor simbólico de 5 centavos de dólar al mes. No obstante, esta política no es lineal, en zonas montañosas alejadas, los estudiantes no pagan, al contrario, el Estado les concede becas a fin de fomentar la formación profesional.

Esta política ha llevado a aumentar el sueldo de los profesionales entre 20 y 50 veces y en general, los salarios han crecido de 15 a 16 veces, lo cual  tampoco es lineal, gana más el que aporta más, lo cual ha significado un estímulo sin precedentes a la producción. Así, el promedio de crecimiento anual de la economía ha sido de alrededor de un 7% en la última década, cifra que supone vaivenes de acuerdo a la situación de la crisis internacional que ha ralentizado ese crecimiento.

Estados Unidos normalizó sus relaciones con Vietnam en 1995, año en que comenzó a levantarse el bloqueo impuesto durante 20 años. La política exterior de Vietnam se caracteriza por su independencia, soberanía, diversificación y por la multilateralización de sus relaciones sin distingo de régimen político.

A 40 años de la derrota estadounidense y 28 de la implementación de la Renovación se ha cambiado el modelo económico, eliminando el igualitarismo que no estimulaba la producción, abriendo la economía a fin de elevar las exportaciones y garantizar el mercado interno

Sin embargo, el Embajador Duong Minh advierte cuatro peligros en la aplicación de esta política, toda vez que su implementación entraña riesgos como el  atraso económico si no se puede desarrollar la economía. Así mismo, la presencia de empresas extranjeras, podría introducir prácticas injerencistas en la política interna, corrupción y desvío del camino socialista trazado por el país.

Estos son los nuevos retos a enfrentar. El PCV y el gobierno vietnamita entienden  que la solución de los problemas económicos confronta trances que obligan a la vigilancia y al fortalecimiento del sector estatal a fin de que éste sea el eje del desarrollo económico y sirva de orientador del camino de la economía del país.

El Embajador Duong Minh resume el momento actual de Vietnam diciendo que  “El socialismo es el objetivo de la lucha de los pueblos, es lo que queremos y la Humanidad, seguro, avanza hacia el socialismo, pero en Vietnam decimos que aun no estamos en el socialismo, estamos en transición, por tanto tenemos que aplicar las políticas de acuerdo a eso, es el momento de lucha entre lo nuevo y lo viejo. Lo nuevo no acaba de aparecer completamente y lo viejo todavía está presente. Lo nuevo es el socialismo y lo viejo es el capitalismo o más bien el feudalismo, porque en Vietnam estábamos en el feudalismo” y finaliza aseverando con confianza en el futuro que “Este es un momento de lucha entre lo viejo y lo nuevo. Estamos en transición, en los primeros pasos. Es muy importante para nosotros saber dónde estamos porque las relaciones de producción deben adecuarse al desarrollo de las fuerzas productivas. Hay muchos pasos, apenas estamos en los primeros”.