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sábado, 26 de septiembre de 2015

Colombia: Política doméstica e internacional. Tres días decisivos.


El pasado lunes 21 de septiembre se realizó en Quito una reunión promovida por las máximas autoridades de Celac y Unasur, los mandatarios de Ecuador, Rafael Correa y de Uruguay, Tabaré Vásquez, respectivamente. La misma, en la que participaron los presidentes de Venezuela y Colombia, Nicolás Maduro y Juan Manuel Santos buscaba encontrar soluciones a la crisis que vive la relación entre ambos países.

El cónclave concluyó con un acuerdo de 7 puntos entre los que destacan el retorno inmediato de los embajadores que habían sido llamados a consulta por sus gobiernos, avanzar en la construcción de soluciones a los problemas de la frontera común, la realización de una investigación profunda de la situación de la frontera, la reunión de ministros de ambos países para tratar los temas más sensibles de la zona y la progresiva normalización del escenario limítrofe que comparten. 

Cuando dos o más países manifiestan diferencias respecto de un tema, o –en caso extremo- cuando tales discrepancias conducen a un conflicto, existen dos opciones: la guerra o la diplomacia. En lo que va del siglo XXI, casi todos los conflictos o las guerras han tenido su origen en la intervención descarada de las potencias o de asociaciones de ellas. En su mayoría, tales conflagraciones, se han desarrollado en el territorio de países del sur del planeta. Así mismo, esta centuria ha sido testigo de la creación de organizaciones y mecanismos regionales de solución de conflictos, sin la participación de las potencias, las que generalmente son parte del problema, no de su solución. En el caso de América Latina y el Caribe, tales estructuras han sido particularmente eficientes y eficaces, marcando un punto de inflexión respecto de las prácticas diplomáticas del pasado.

En el asunto que nos convoca, la acción oportuna y vigorosa de Celac y Unasur ha conducido a un acuerdo beneficioso para ambas partes, imposible de suponer si tal gestión hubiera sido hecha por la OEA, es decir siendo Estados Unidos un actor protagónico. Esta es una nueva victoria de nuestros mecanismos regionales de integración que todos deberíamos celebrar.

Sin embargo, desde el mismo momento de los anuncios, se desató en Bogotá una brutal avalancha de críticas al acuerdo por parte de los mismos sectores extremistas de ultra derecha que atacan y rechazan las conversaciones de paz que se celebran en La Habana. Al establecer un paralelo, entre los dos hechos, es muy fácil apreciar la manera cómo en el vecino país se ha ido gestando una mafia que ha hecho de la guerra y el conflicto un instrumento para hacer política.

La oligarquía colombiana enquistada en el poder, ha construido a través de los años un sentimiento anti venezolano bajo el paraguas de un pensamiento chovinista y nacionalista que ha secuestrado la patria y la nación para hacer uso interesado y particularizado de ella. Vale decir, que el mismo sentimiento anti colombiano fue incubado por la oligarquía venezolana que usufructuó del poder desde la Independencia. En esa medida, ambos pueblos, han sido transformados en rehenes de intereses que no son los suyos, los cuales han hecho del conflicto una forma de perenne y creciente ganancia transnacional. Ya en 1830, cuando se discutía el tratado de límites que confirmaría la separación de Nueva Granada y Venezuela y el fin de la república de Colombia creada por el Libertador, uno de los ignominiosos acuerdos que tomaran, sin que hubiera ningún atisbo de culpa, fue el de expulsar al Libertador del territorio de ambos países que surgían. De tal tamaño es la traición y la vergüenza de estas oligarquías. Difícilmente entonces puede haber sorpresa ante los exabruptos manifestados por el Acuerdo de Quito. 


En este contexto, no resulta paradójico que el artículo de portada en el número 1742 de la influyente revista “Semana” de Bogotá, publicada el 20 de septiembre, se denomine “Patria Boba”. En el subtítulo dice que “La paz se acerca, la economía está amenazada y las relaciones con Venezuela en crisis. Y la dirigencia nacional está concentrada en su afán de protagonismo, intereses mezquinos y debates sin importancia”.

En uno de sus párrafos el artículo en mención, manifiesta que “En medio de la avalancha de noticias, de la lógica polarizante de la política y de los intereses particulares de muchos líderes públicos, la pugnacidad se impone sobre el respeto y la exageración sobre la realidad. Las voces moderadas están ahogadas por quienes gritan más duro y se quieren hacer sentir más”. Y agrega a continuación “En todo esto hay un denominador común. Los que ostentan altas responsabilidades en el Estado han perdido el sentido de lo público. Quienes deberían dar el ejemplo con un manejo serio y responsable de las instituciones, actúan como si fueran feudos particulares”. Sobran los comentarios.

A pesar de ello, haciendo cumplir los acuerdos de Quito, en fecha tan temprana como el miércoles siguiente a las conversaciones, se dieron cita en Caracas los ministros de relaciones exteriores, defensa y energía de ambos países tomándose medidas concretas para comenzar a implementar el acuerdo presidencial.

Sin embargo, este importante encuentro, pasó a segundo plano toda vez que simultáneamente en La Habana se reunieron, el presidente Juan Manuel Santos y el Comandante Timoleón Jiménez, máximo jefe de las FARC-EP para atestiguar con su presencia la firma del acuerdo sobre Jurisdicción Especial para la Paz, aprovechando la ocasión para anunciar un posible fin del conflicto armado en seis meses. De esta manera, en menos de 72 horas los guerreristas y amantes del conflicto, recibieron una segunda dosis de la misma medicina.


Todos estos eventos acaecidos en un lapso vertiginoso de tres días, estuvieron acompañados por la visita del Papa Francisco a Cuba, donde aprovechó para referirse a las conversaciones de paz entre el gobierno colombiano y las FARC-EP. Fue tajante. Hablando en primera persona dijo “No podemos permitirnos otro fracaso más, en este camino de paz y reconciliación”.

Los hechos relatados y la dinámica desarrollada, dan constancia de una idea mayoritaria en Colombia y en América Latina proclive a solucionar los conflictos por vía de la negociación y el diálogo. Muestra también las profundas contradicciones al interior de la sociedad colombiana, aún permeada por un sector guerrerista de ultra derecha, liderado por el ex presidente Álvaro Uribe, que obliga a transformar las diferencias internas en política exterior. Por su parte, la actitud, a veces débil y diletante del Presidente Santos, quien evidentemente no tiene todos los instrumentos de control ni la autoridad para hacerlos funcionar, provoca innecesarias situaciones cuya prolongación en el tiempo pone en evidencia las graves carencias y la crisis social que atraviesa el país. En el caso del conflicto con Venezuela, esas carencias se pusieron en el tapete cuando la canciller colombiana María Ángela Holguín refiriera durante su visita al Arauca, que “Hay que tomar esas medidas que necesitamos de una vez por todas para que los colombianos vivamos en Colombia, integrados a Colombia y no sigamos dependiendo de Venezuela”.

Con todo, habrá que reconocerle a Santos, que en medio del “fuego amigo” de Uribe y sus adláteres, haya tenido la valentía, -por las razones que sea- de sentarse en menos de 72 horas con el presidente Nicolás Maduro y con el Comandante de las FARC-EP Timoleón Jiménez, quienes son señalados por los medios de comunicación tarifados de Colombia como los “principales enemigos del país”.

Un hecho no puede verse aislado del otro. Lo que está en juego es la paz y la posibilidad de que cada país pueda desarrollar su modelo político sin interferencias extranjeras y con la capacidad soberana de tomar las decisiones que considere convenientes para sus ciudadanos. Las condiciones políticas que se vayan generando irán creando la correlación de fuerzas que haga posible avanzar hacia soluciones estructurales que conduzcan a beneficios para la vida de las mayorías. No necesariamente los acuerdos actuales apuntan en esa vía, ciertas fuerzas políticas e intereses de clase conducen, -en algunas ocasiones- los diálogos y las negociaciones en direcciones que se orientan a soluciones sectoriales, no de toda la sociedad.

Pero, mientras esa correlación de fuerzas no exista, el imperativo de seguir luchando por ella, estará presente para todos los que sueñan con una sociedad mejor. En ese marco, en la situación actual, apostar por la paz y por la solución negociada de los conflictos, es un buen camino para el logro de los grandes objetivos estratégicos. No se puede obviar que uno y otro hecho, contaron con la hospitalidad, el impulso y la energía de los presidentes Rafael Correa y Raúl Castro de Ecuador y Cuba, dos países miembros del Alba, portadores de una nueva visión de América Latina y Caribe, integrada y en paz. 

viernes, 18 de septiembre de 2015

Crónica de amor por La Habana


Por invitación de la Asociación de Historiadores de Latinoamérica y el Caribe (Adhilac) y la Cátedra Simón Bolívar de la Universidad de La Habana asistí en la capital cubana al Coloquio Internacional “La integración en América Latina y el Caribe: alternativas históricas y proyección actual, a 200 años de la carta de Jamaica de Simón Bolívar”.

El evento contó con la participación de 130 destacados expositores de casi todos los países de América Latina, así como de Estados Unidos y Europa. El acto de inauguración del evento, realizado ante el monumento al Libertador en la Habana Vieja, y a un costado de la casa que lleva su nombre en esa ciudad, contó con palabras de bienvenida del Doctor Sergio Guerra Vilaboy, presidente de Adhilac, del historiador venezolano Lionel Muñoz y cerró con la ya tradicional magnificencia intelectual del Historiador de la Ciudad de la Habana Eusebio Leal Spengler, quien contextualizó respecto de las condiciones en las que Bolívar llegó a Jamaica y escribió la carta que pasaría a conocerse con tal nombre y que se inscribiría en los anales de la historia como el documento fundacional del pensamiento integrador latinoamericano.


Bajo el “paraguas” de la carta de Jamaica, los panelistas y participantes se “pasearon” por los debates acerca de la trascendencia histórica del documento, el pensamiento de los libertadores, la construcción del plan integracionista y la idea de América Latina, para proyectarlo en la actualidad a través de las propuestas recientes en relación al tema, pasando por los vínculos más novedosos referidos a las relaciones de Cuba con América Latina y con Estados Unidos, incluyendo hasta las de China con América Latina y el Caribe entre otros ámbitos, lo que da cuenta de una amplia y rica gama de discusiones que apuntan a generar propuestas en conexión con la realidad actual de la región y su futuro en materia del acercamiento posible que propicia el momento actual cuando se ha llegado a la segunda centuria del trascendente documento escrito por el Libertador.

Pero, más allá de los magníficos edificios reconstruidos en la Habana Vieja que gentilmente la Oficina del Historiador cedió para la realización del cónclave: las casas de Simón Bolívar, de Benito Juárez, de los Árabes y la de Guayasamín, la vida en la ciudad seguía transcurriendo bajo un calor sofocante que incluso llegó a los 38° centígrados.

Los cubanos debatían acerca de tres temas ligados pero que cada uno de ellos entraña realidades y retos que la pasión y la retórica efusiva de los ciudadanos de la isla, arropan bajo emotivas e interminables discusiones. Son ellos: el persistente bloqueo de Estados Unidos, el restablecimiento de las relaciones con ese país y la visita del Papa Francisco, quien estará en Cuba cuando estas líneas sean publicadas.

Como es habitual en una sociedad diversa como la de cualquier país de América Latina, que no excluye a Cuba, los ciudadanos opinan en un rango tan amplio que va desde los que creen que el restablecimiento de relaciones es la panacea que solucionará todos los problemas, hasta aquellos que son absolutamente escépticos y que juzgan que nada cambiará, por el contrario, suponen que el enemigo acecha desde más cerca.

Lo cierto es que, el pasado 11 de septiembre, fecha fatídica para América Latina y para Estados Unidos, el presidente Obama renovó por un año más la llamada Ley de Comercio con el Enemigo, el estatuto que desde 1917 sustenta el bloqueo económico impuesto a Cuba. Un alto funcionario del gobierno estadounidense que declinó identificarse explicó a la agencia española EFE que tal prórroga “implica que Obama sigue manteniendo su autoridad y ´flexibilidad`­­­ para relajar el bloqueo a Cuba mediante decretos ejecutivos”. Obama contaba con plazo hasta el 14 de septiembre para decidir si detenía o prolongaba el bloqueo a Cuba como han hecho durante 53 años los últimos 9 presidentes estadounidenses. A la luz de los acontecimientos actuales, tal medida ha sido infructuosa para doblar la voluntad del pueblo cubano, aunque esto pareciera comenzar a ser entendido por la administración de ese país.

Según el mismo funcionario antes mencionado, la “renovación” de la Ley de Comercio con el Enemigo “maximiza la flexibilidad del presidente para administrar el embargo a Cuba y autorizar determinadas transacciones”, agregando que esa flexibilidad “es fundamental” para “el compromiso” del Gobierno de Obama de ayudar al pueblo cubano “a determinar libremente su propio futuro”. En otras palabras, más de lo mismo, pero con otra cara. Algo típico de los gobiernos estadounidenses.

Pero, es evidente que “normalización de relaciones” no significa fin del bloqueo y eso lo ha entendido el gobierno cubano desarrollando una brillante diplomacia que le ha permitido “bloquear” internacionalmente a Estados Unidos, dejándolo ridículamente aislado, con el solitario acompañamiento de Israel en las votaciones anuales en la ONU. Otra evidencia del fracaso de su política exterior.

En este sentido, el pasado 16 de septiembre, el gobierno cubano dio inicio a la divulgación de un nuevo informe sobre el tema el cual se ha denominado “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba”. En él se recuerda que “A pesar del nuevo escenario, (…) se ha mantenido el recrudecimiento del bloqueo en su dimensión financiera y extraterritorial…” 

El informe agrega más adelante que “Muchas de las limitaciones que impone el bloqueo contra Cuba pudieran desaparecer, si el Presidente de EE.UU. aplicara con determinación las amplias facultades ejecutivas que tiene para ello, aún cuando el desmantelamiento total de esta política requiere de una decisión congresional”.

En octubre, una nueva votación en la Asamblea General de la ONU evidenciará el repudio universal a tan inhumana medida imperial contra un pueblo pequeño y digno, que ha sabido resistir durante más de cinco décadas y salir airoso del trance más heroico que país alguno de América Latina le ha tocado vivir en la historia. 

En ese contexto, la visita del papa Francisco a Cuba, va a reforzar el apoyo de la Santa Sede al fin del bloqueo. El pasado jueves 17 de septiembre, el Secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, pidió que se levante el bloqueo que le impone Estados Unidos al pueblo de Cuba. En una entrevista con el canal televisivo del Vaticano, Parolin dijo que ese tipo de sanciones provoca sufrimiento en las poblaciones a las que se aplica y enfatizó en la necesidad de que se eliminen las medidas punitivas contra la mayor isla de las Antillas.

Todos estos acontecimientos van preparando las condiciones para la realización durante el próximo mes de abril de 2016 del VII Congreso del Partido Comunista de Cuba en el que se realizará una evaluación del cumplimiento de lo que en Cuba se llama “Lineamientos para la actualización del modelo económico, político y social” que es el plan que ha emprendido el país para reformar su economía y adaptarla a los nuevos tiempos. Este Congreso será trascendental pues supondrá el fin del ciclo de conducción del país por la generación histórica que lo ha dirigido desde el triunfo revolucionario de 1959.

Todos estos hechos suponen una intensa dinámica de la vida cotidiana de los cubanos de la que difícilmente pueda sustraerse un visitante extranjero interesado e involucrado de diferentes maneras con los avatares de la isla. Pero, como la vida sigue su curso y la cotidianidad del cubano no abandona jamás su alegría y su vínculo emocional con la música que lo identifica y lo hace palpitar en cada instante, aprovechamos la oportunidad que significaba un nuevo concierto de Silvio Rodríguez en los barrios para conocer la inédita experiencia del mayor y mejor trovador cubano dando a conocer su música y su poesía directamente en las calles de la capital.

El jueves 10 de septiembre, puntualmente a las 7 de la tarde, en la explanada situada detrás de los edificios de 12 pisos ubicados en un sector cercano a la Plaza de la Revolución, Silvio dio inicio al Concierto N° 68 desde que los mismos comenzaron justo 5 años atrás el 9 de septiembre de 2010.

Normalmente, cuando se quiere asistir a un evento cultural de cualquier tipo, hay que desplazarse al lugar donde se realiza el mismo. Lo novedoso del modelo musical creado por Silvio, es que él, los músicos que lo acompañan y los invitados -que en esta ocasión fueron el extraordinario intérprete cubano-estadounidense Pablo Menéndez y el Grupo Mezcla- acuden a la inmediatez que significa el entorno natural donde residen los ciudadanos quienes bajaban de los edificios y se acercaban desde calles adyacentes para escuchar la voz insurrecta de Silvio y el melodioso sonido de canciones que han marcado la vida de varias generaciones presentes, que coreaban una y otra tonada del repertorio. Acercar la música a la comunidad, al barrio, a la puerta de la casa, ha sido el objetivo cumplido de Silvio y cuando le preguntaron qué pasaría si se terminarán los barrios recorridos, contestó casi sin pensar “Comenzaríamos de nuevo”. Mujeres con niños en brazos, abuelos acompañados de sus nietos y familias enteras se agolpaban emocionadas en torno a los sagrados sones de una música que ha ayudado a conformar la identidad cultural y cotidiana de los cubanos y porque no decirlo de los latinoamericanos.

Escuchar nuevamente y de viva voz “El reparador de sueños” o las nunca perecederas “El necio” y “Ojalá” junto a otras decenas de canciones del pasado y del presente, revitaliza una comunión de amores con Cuba y su pueblo. Gonzal López, el colega y amigo catalán con quien asistí al Concierto, entrañablemente emocionado, mirando el entorno de multitudes que nos rodeaba y que entonaba junto a Silvio las canciones que brotaban de su voz y su guitarra, me preguntaba, ¿es posible esto en algún otro lugar del mundo? Y le respondí: “No, sólo en Cuba, en La Habana en esta Habana a la que cada día le renuevo mi amor”.

sábado, 5 de septiembre de 2015

La frontera caliente entre Colombia y Venezuela II



La Corporación Nuevo Arco Iris es un una institución independiente colombiana dedicada a realizar “estudios encaminados a la comprensión de las dinámicas del conflicto armado, las agendas de los actores, sus lógicas de actuación, las transformaciones que viven, construyendo en asocio con académicos y universidades un conocimiento al servicio de la acción ciudadana y política”. En su página web se auto define como “ un centro de pensamiento, investigación y acción social para la reconciliación nacional, que construye análisis, impulsa iniciativas y promueve acciones en relación con la superación del conflicto armado, en pro de la paz, el post-conflicto, la seguridad y la convivencia ciudadana”.

En abril de 2012, estando ya Juan Manuel Santos en el gobierno en Colombia, Nuevo Arco Iris presentó en la Feria Internacional del Libro de Bogotá un texto denominado “La frontera caliente entre Colombia y Venezuela”. El mismo fue editado por Ariel Fernando Ávila quien además coordinó la investigación realizada por un grupo de académicos del más alto nivel, pertenecientes a ese respetable organismo. En mayo de ese año, por la importancia de la obra, escribí un breve artículo, intentando darla a conocer­, esperando se estudiara el documento y se definieran políticas públicas al respecto. Por lo que pude saber, antes de ser expuesta a la opinión generalizada de los lectores, Nuevo Arco Iris hizo llegar a los gobiernos de Colombia y Venezuela (en el más alto nivel) el resultado de las investigaciones, incluyendo mucho material que no pudo ser incorporado al libro por las consabidas limitaciones editoriales. 

Todo esto viene a mi memoria, cuando ante los recientes hechos acaecidos en la zona limítrofe entre los dos países, pareciera que se están observando sucesos inéditos y desconocidos para las élites del poder. Sin embargo, las frases más recurrentes escuchadas en los días precedentes son “Eso ha acontecido desde hace muchos años” y “Todo el mundo lo sabe”. También la pregunta más recurrente ha sido “¿por qué se llegó a tal situación?”. Evidentemente las alertas expuestas en el libro no fueron escuchadas. La obra, con lujo de detalles, expone en capítulos pormenorizados y particularizados la situación en las fronteras en Arauca-Apure, Norte de Santander-Táchira y la Guajira y Cesar- Zulia, exhibiendo las características del delito transnacional, el impacto del conflicto armado en Colombia, en particular en la población civil y la economía ilegal que se generaba.

A fin de no hacer interpretaciones erróneas y sabiendo que no es original, me voy a permitir transcribir algunos párrafos del prólogo del libro, escrito por el destacado analista y politólogo colombiano León Valencia Agudelo quien fue cofundador de Arco Iris y su director en el momento en que se realizó la investigación.

Dicho prólogo titulado “Unas relaciones atravesadas por la violencia” comienza diciendo que el libro “presenta la investigación de dinámicas recientes del conflicto armado colombiano y el crimen organizado trasnacional en la frontera entre Colombia y Venezuela. Describe la transformación y reconfiguración de los nuevos mercados legales e ilegales y los altos grados de penetración institucional que alcanzan las estructuras criminales en la zona fronteriza, sin desconocer fenómenos tradicionales como el contrabando y el narcotráfico. Además analiza los grupos armados ilegales y bandas criminales que actúan en la zona de frontera”

Continúa Valencia Agudelo más adelante “En el desarrollo de la investigación se encontró algo verdaderamente escandaloso: algunos grupos paramilitares –“los Rastrojos”, ”las Águilas Negras” y el ejército privado del “Loco Barrera”- se formaron en Venezuela y de ahí se expandieron hacia las regiones próximas de Colombia. La consolidación violenta de estas estructuras criminales a lado y lado de la frontera estuvo acompañada de procesos de parapolítica, ascenso de élites políticas locales asociadas a la criminalidad, y reconfiguración de la disputa territorial con grupos guerrilleros”.

Sigue diciendo, que “Este hallazgo revela la inestabilidad y el cambio permanente de las fronteras, pero muestra también que el espacio fronterizo va forjando una identidad propia en el juego de violencias y en la interacción económica y social. La construcción de solidaridades e intereses comunes van perfilando “lo fronterizo”. La consecuencia lógica de esta definición es considerar las fronteras como espacios de actuación compartida, escenarios de una complejidad de relaciones económicas, políticas y culturales que solo pueden establecerse de manera aproximada y transitoria. Tal vez el mayor aporte analítico del libro sea, precisamente, que está escrito teniendo en cuenta las fuerzas que actúan a lado y lado de la fetichizada línea”. Sobre el tema fronterizo escribí en julio de 2013 un artículo titulado “Las regiones transfronterizas, futuro de la integración” intentando dar la visión positiva de la frontera cuando se trabaja mancomunadamente con los pueblos que la habitan, a partir de la realidad particular que se configura en ellas como un territorio que tiene especificidades propias nacionales e internacionales, que las diferencian de otras fronteras y de otras áreas del territorio de un país. 

Valencia Agudelo es determinante al afirmar que “las fronteras se presentan como zonas grises donde la débil institucionalidad estatal y los liderazgos políticos locales no solo son permisivos frente a la criminalidad, sino que en algunos casos actúan en coalición con ella. Dicho de una manera enfática, existe hoy en la frontera colombo-venezolana el creciente ascenso de un Estado virtualmente mafioso, donde no se pueden distinguir las acciones del crimen organizado de algunas instituciones estatales”. 

Para cerrar, una alarmante afirmación, “…en la región del Catatumbo, próxima al estado Táchira, en Venezuela, según declaraciones del ex jefe paramilitar Salvatore Mancuso, La Fuerza pública presionó a los paramilitares presentes en la zona para que utilizaran la estrategia de la desaparición forzada, que invisibilizaba la verdadera disputa territorial por este corredor estratégico para el contrabando entre Colombia y Venezuela, en especial el narcotráfico y el tráfico de armas. En palabras de Mancuso ´las víctimas que quedaban de los enfrentamientos o de las acciones en contra de la guerrilla aumentaban el número de cifras de víctimas mortales y afectaban las estadísticas de seguridad en las regiones. Esto dañaba las hojas de vida de los militares que actuaban en estas zonas. Fue por eso, que para no quedar mal con ellos, Carlos Castaño dio la orden de desaparecer a los cuerpos de las víctimas y se implementó en el país la ´política` de la desaparición`”.

Nadie puede decir entonces, que no se sabía lo que pasaba. La difícil situación de crisis económica en Venezuela y el incremento de la represión en Colombia donde un total de 69 defensores de derechos humanos y líderes políticos o comunales han sido asesinados durante 2015, casi duplicando la cifra registrada en el mismo período de 2014, según informó el coordinador residente de la ONU en Colombia, Fabrizio Hochschild han acrecentado una situación de por sí difícil. Sobre la misma, se montan las prácticas delictivas y los intereses oligárquicos transnacionales que hacen del conflicto un caldo de cultivo para incrementar ganancias.

El problema no se va a solucionar con falsos nacionalismos. Las posiciones comunes de la ultra derecha colombiana, la oposición venezolana y el vocero del Departamento de Estado de Estados Unidos John Kirby no aportan soluciones al problema, sino que pretenden “echarle más leña al fuego” y profundizar el conflicto. El fallido intento de la diplomacia colombiana, -manejada por el ex presidente Uribe- de escalar el conflicto y llevarlo a instancias internacionales fracasó rotundamente. No se debió recurrir a ello cuando ya se había producido una reunión de cancilleres que fue valorada positivamente por ambas ministras de relaciones exteriores, según las declaraciones que hicieron al finalizar el cónclave. 

Colombia erró el camino, al convocar primero a este encuentro de las máximas autoridades en materia de política exterior, después decidir el llamado a consultas de su Embajador para luego concurrir a la OEA y Unasur. Se alteró la ruta tradicional de la diplomacia y eso lo sabe María Ángela Holguín que es experta en esta materia. Evidentemente, se optó por darle un manejo de política interna a un tema que se debió conversar y resolver bilateralmente. Así lo entendieron la mayoría de países latinoamericanos y caribeños que no creyeron que un conflicto sobre el cual se intercambió amigablemente en el plano bilateral, debía ser tratado en el multilateral. Por ello, hubo tantas abstenciones. Ahora, todo está en manos de los presidentes quienes se deben reunir sin interferencias, y si hay verdadero interés por solucionar el problema, se encontrará el camino, tal como ha ocurrido siempre y tal como lo legara la diplomacia aplicada por el Comandante Chávez. Sería importante que los mandatarios llevaran este libro a esa reunión, o al menos, ellos y/o sus asesores lo lean primero.