Por invitación de la Asociación de Historiadores de Latinoamérica y el Caribe (Adhilac) y la Cátedra Simón Bolívar de la Universidad de La Habana asistí en la capital cubana al Coloquio Internacional “La integración en América Latina y el Caribe: alternativas históricas y proyección actual, a 200 años de la carta de Jamaica de Simón Bolívar”.
El evento contó con la participación de 130 destacados expositores de casi todos los países de América Latina, así como de Estados Unidos y Europa. El acto de inauguración del evento, realizado ante el monumento al Libertador en la Habana Vieja, y a un costado de la casa que lleva su nombre en esa ciudad, contó con palabras de bienvenida del Doctor Sergio Guerra Vilaboy, presidente de Adhilac, del historiador venezolano Lionel Muñoz y cerró con la ya tradicional magnificencia intelectual del Historiador de la Ciudad de la Habana Eusebio Leal Spengler, quien contextualizó respecto de las condiciones en las que Bolívar llegó a Jamaica y escribió la carta que pasaría a conocerse con tal nombre y que se inscribiría en los anales de la historia como el documento fundacional del pensamiento integrador latinoamericano.
Bajo el “paraguas” de la carta de Jamaica, los panelistas y participantes se “pasearon” por los debates acerca de la trascendencia histórica del documento, el pensamiento de los libertadores, la construcción del plan integracionista y la idea de América Latina, para proyectarlo en la actualidad a través de las propuestas recientes en relación al tema, pasando por los vínculos más novedosos referidos a las relaciones de Cuba con América Latina y con Estados Unidos, incluyendo hasta las de China con América Latina y el Caribe entre otros ámbitos, lo que da cuenta de una amplia y rica gama de discusiones que apuntan a generar propuestas en conexión con la realidad actual de la región y su futuro en materia del acercamiento posible que propicia el momento actual cuando se ha llegado a la segunda centuria del trascendente documento escrito por el Libertador.
Pero, más allá de los magníficos edificios reconstruidos en la Habana Vieja que gentilmente la Oficina del Historiador cedió para la realización del cónclave: las casas de Simón Bolívar, de Benito Juárez, de los Árabes y la de Guayasamín, la vida en la ciudad seguía transcurriendo bajo un calor sofocante que incluso llegó a los 38° centígrados.
Los cubanos debatían acerca de tres temas ligados pero que cada uno de ellos entraña realidades y retos que la pasión y la retórica efusiva de los ciudadanos de la isla, arropan bajo emotivas e interminables discusiones. Son ellos: el persistente bloqueo de Estados Unidos, el restablecimiento de las relaciones con ese país y la visita del Papa Francisco, quien estará en Cuba cuando estas líneas sean publicadas.
Como es habitual en una sociedad diversa como la de cualquier país de América Latina, que no excluye a Cuba, los ciudadanos opinan en un rango tan amplio que va desde los que creen que el restablecimiento de relaciones es la panacea que solucionará todos los problemas, hasta aquellos que son absolutamente escépticos y que juzgan que nada cambiará, por el contrario, suponen que el enemigo acecha desde más cerca.
Lo cierto es que, el pasado 11 de septiembre, fecha fatídica para América Latina y para Estados Unidos, el presidente Obama renovó por un año más la llamada Ley de Comercio con el Enemigo, el estatuto que desde 1917 sustenta el bloqueo económico impuesto a Cuba. Un alto funcionario del gobierno estadounidense que declinó identificarse explicó a la agencia española EFE que tal prórroga “implica que Obama sigue manteniendo su autoridad y ´flexibilidad` para relajar el bloqueo a Cuba mediante decretos ejecutivos”. Obama contaba con plazo hasta el 14 de septiembre para decidir si detenía o prolongaba el bloqueo a Cuba como han hecho durante 53 años los últimos 9 presidentes estadounidenses. A la luz de los acontecimientos actuales, tal medida ha sido infructuosa para doblar la voluntad del pueblo cubano, aunque esto pareciera comenzar a ser entendido por la administración de ese país.
Según el mismo funcionario antes mencionado, la “renovación” de la Ley de Comercio con el Enemigo “maximiza la flexibilidad del presidente para administrar el embargo a Cuba y autorizar determinadas transacciones”, agregando que esa flexibilidad “es fundamental” para “el compromiso” del Gobierno de Obama de ayudar al pueblo cubano “a determinar libremente su propio futuro”. En otras palabras, más de lo mismo, pero con otra cara. Algo típico de los gobiernos estadounidenses.
Pero, es evidente que “normalización de relaciones” no significa fin del bloqueo y eso lo ha entendido el gobierno cubano desarrollando una brillante diplomacia que le ha permitido “bloquear” internacionalmente a Estados Unidos, dejándolo ridículamente aislado, con el solitario acompañamiento de Israel en las votaciones anuales en la ONU. Otra evidencia del fracaso de su política exterior.
En este sentido, el pasado 16 de septiembre, el gobierno cubano dio inicio a la divulgación de un nuevo informe sobre el tema el cual se ha denominado “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba”. En él se recuerda que “A pesar del nuevo escenario, (…) se ha mantenido el recrudecimiento del bloqueo en su dimensión financiera y extraterritorial…”
El informe agrega más adelante que “Muchas de las limitaciones que impone el bloqueo contra Cuba pudieran desaparecer, si el Presidente de EE.UU. aplicara con determinación las amplias facultades ejecutivas que tiene para ello, aún cuando el desmantelamiento total de esta política requiere de una decisión congresional”.
En octubre, una nueva votación en la Asamblea General de la ONU evidenciará el repudio universal a tan inhumana medida imperial contra un pueblo pequeño y digno, que ha sabido resistir durante más de cinco décadas y salir airoso del trance más heroico que país alguno de América Latina le ha tocado vivir en la historia.
En ese contexto, la visita del papa Francisco a Cuba, va a reforzar el apoyo de la Santa Sede al fin del bloqueo. El pasado jueves 17 de septiembre, el Secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, pidió que se levante el bloqueo que le impone Estados Unidos al pueblo de Cuba. En una entrevista con el canal televisivo del Vaticano, Parolin dijo que ese tipo de sanciones provoca sufrimiento en las poblaciones a las que se aplica y enfatizó en la necesidad de que se eliminen las medidas punitivas contra la mayor isla de las Antillas.
Todos estos acontecimientos van preparando las condiciones para la realización durante el próximo mes de abril de 2016 del VII Congreso del Partido Comunista de Cuba en el que se realizará una evaluación del cumplimiento de lo que en Cuba se llama “Lineamientos para la actualización del modelo económico, político y social” que es el plan que ha emprendido el país para reformar su economía y adaptarla a los nuevos tiempos. Este Congreso será trascendental pues supondrá el fin del ciclo de conducción del país por la generación histórica que lo ha dirigido desde el triunfo revolucionario de 1959.
Todos estos hechos suponen una intensa dinámica de la vida cotidiana de los cubanos de la que difícilmente pueda sustraerse un visitante extranjero interesado e involucrado de diferentes maneras con los avatares de la isla. Pero, como la vida sigue su curso y la cotidianidad del cubano no abandona jamás su alegría y su vínculo emocional con la música que lo identifica y lo hace palpitar en cada instante, aprovechamos la oportunidad que significaba un nuevo concierto de Silvio Rodríguez en los barrios para conocer la inédita experiencia del mayor y mejor trovador cubano dando a conocer su música y su poesía directamente en las calles de la capital.
El jueves 10 de septiembre, puntualmente a las 7 de la tarde, en la explanada situada detrás de los edificios de 12 pisos ubicados en un sector cercano a la Plaza de la Revolución, Silvio dio inicio al Concierto N° 68 desde que los mismos comenzaron justo 5 años atrás el 9 de septiembre de 2010.
Normalmente, cuando se quiere asistir a un evento cultural de cualquier tipo, hay que desplazarse al lugar donde se realiza el mismo. Lo novedoso del modelo musical creado por Silvio, es que él, los músicos que lo acompañan y los invitados -que en esta ocasión fueron el extraordinario intérprete cubano-estadounidense Pablo Menéndez y el Grupo Mezcla- acuden a la inmediatez que significa el entorno natural donde residen los ciudadanos quienes bajaban de los edificios y se acercaban desde calles adyacentes para escuchar la voz insurrecta de Silvio y el melodioso sonido de canciones que han marcado la vida de varias generaciones presentes, que coreaban una y otra tonada del repertorio. Acercar la música a la comunidad, al barrio, a la puerta de la casa, ha sido el objetivo cumplido de Silvio y cuando le preguntaron qué pasaría si se terminarán los barrios recorridos, contestó casi sin pensar “Comenzaríamos de nuevo”. Mujeres con niños en brazos, abuelos acompañados de sus nietos y familias enteras se agolpaban emocionadas en torno a los sagrados sones de una música que ha ayudado a conformar la identidad cultural y cotidiana de los cubanos y porque no decirlo de los latinoamericanos.
Escuchar nuevamente y de viva voz “El reparador de sueños” o las nunca perecederas “El necio” y “Ojalá” junto a otras decenas de canciones del pasado y del presente, revitaliza una comunión de amores con Cuba y su pueblo. Gonzal López, el colega y amigo catalán con quien asistí al Concierto, entrañablemente emocionado, mirando el entorno de multitudes que nos rodeaba y que entonaba junto a Silvio las canciones que brotaban de su voz y su guitarra, me preguntaba, ¿es posible esto en algún otro lugar del mundo? Y le respondí: “No, sólo en Cuba, en La Habana en esta Habana a la que cada día le renuevo mi amor”.
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