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martes, 26 de marzo de 2013

25 Aniversario de la Batalla de Cuito Cuanavale. La “Ayacucho” de África


Durante esta semana se conmemoran un cuarto de siglo del fin de la Batalla de Cuito Cuanavale desarrollada entre diciembre de 1987 y marzo de 1988 en el sudeste de Angola.

Para los que no están familiarizados con el nombre, el lugar o el hecho histórico, vale decir que la misma fue la batalla conclusiva contra las fuerzas sudafricanas que habían invadido Angola y significó en lo inmediato la liberación total del territorio angolano, en el mediano plazo condujo a la independencia de Namibia y su constitución en Estado independiente, pero sobre todo Cuito Cuanavale es considerada la “Batalla de Ayacucho” africana, aquella que llevó al fin del apartheid en Sudáfrica y del régimen de separación y marginación racial en todo el continente africano, lo que a su vez  permitió entronizar una nueva manera de relacionarse internamente en el continente y de éste con el mundo.

Vale recordar el contexto internacional de la época para insertar en su lógica dimensión la hazaña lograda por los combatientes angolanos y namibios que contaron con la invaluable ayuda de Cuba, su pueblo y sus Fuerzas Armadas.

El año 1988 fue el último de Ronald Reagan como presidente de Estados Unidos, su sucesor, George Bush (padre), elegido para el cargo el 8 de noviembre de ese año iba a dar continuidad a la política ultra conservadora que Reagan había desarrollado haciendo mancuerna con la primera ministra británica Margaret Thatcher cuyo objetivo estratégico (logrado unos años después) fue la desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista.

La contraparte polar estaba en sus últimos estertores, la férrea estructura de poder soviético “hacía aguas” y se desvanecía paulatinamente. A finales de 1988, las tropas soviéticas habían sido derrotadas en Afganistán y  preparaban su retirada de ese país, lo cual se concretaría a partir del año siguiente.  Mijaíl Gorbachov que había asumido el poder en la Unión Soviética como presidente del Soviet Supremo comenzó a implementar una serie de medidas de apertura para los cuales el país no estaba preparado, lo que creó condiciones para su debilitamiento y posterior desaparición.

En ese contexto, varios hechos señalaban el derrotero de los próximos años, un acuerdo de paz para finalizar la guerra entre Irán e Irak fue firmado en  julio de ese año y en agosto se dio por concluida esa conflagración bélica, mientras que durante ese mismo mes la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en momentos en que fenecía la intervención militar soviética en Afganistán, reunió a guerrilleros fundamentalistas de diverso origen que habían combatido en ese país y creó la Organización Al Qaeda para consumar la derrota militar soviética en el país musulmán  del Asia Central.

De manera tal que la Batalla de Cuito Cuanavale se desarrolla en un contexto internacional de debilitamiento del mundo bipolar y de merma del papel y poderío de la Unión Soviética que había sido el principal soporte de abastecimiento de armamento, municiones y equipos al gobierno de Angola, país que había declarado su independencia de la metrópoli colonial portuguesa en noviembre de 1975.

Desde la independencia, Angola había sufrido una larga guerra civil que fue apoyada por el régimen racista de Sudáfrica, incluso con la  participación directa de sus tropas que ocupaban Namibia. La economía del país se encontraba devastada por la paralización de la producción en las regiones norte y sur del país. Al retirarse los europeos en 1975, dejaron abandonado e inservible el aparato productivo angolano. En ese contexto, el gobierno del Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA) liderado por Agostinho Neto, se dio a la tarea de recuperar la economía a partir de la creación de un fuerte sector estatal. La banca y las actividades estratégicas fueron nacionalizadas.

En 1981, Sudáfrica, utilizando como argumento que Angola servía de refugio a las fuerzas guerrilleras namibias de la Organización Popular del Sudoeste de África (SWAPO), lanzaron el operativo “Smokeshell” y ocuparon en Angola un territorio de 200 km. de profundidad  desde la frontera. Su objetivo era la creación de una “zona liberada” en la que se erigiera otro gobierno angolano que al tener reconocimiento internacional pudiera dividir el país para crear un estado títere sostenido por Sudáfrica, tal como ocurría en Namibia.

Durante años, los intentos angolanos por desalojar a las tropas sudafricanas fueron insuficientes y a finales de 1987, la seguridad de Angola fue amenazada seriamente ante el incremento de la intervención militar sudafricana. Las principales agrupaciones de las fuerzas armadas angolanas corrían el riesgo de ser cercadas y aniquiladas. La propia existencia e independencia del país se puso en juego.

A pesar que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas exigió que las fuerzas armadas sudafricanas se retiraran incondicionalmente de Angola, la administración Reagan se aseguró de que esta exigencia fuera una Resolución sin mayor trascendencia. Según cita el analista italiano Piero Gleijeses  en el portal Cubadebate “El secretario de estado adjunto para África de Estados Unidos, Chester Crocker, le dijo al embajador de Sudáfrica en Estados Unidos: ´la resolución no reclama sanciones y no plantea ninguna asistencia para Angola. Esto no es por casualidad sino el resultado de nuestros esfuerzos para mantener la resolución dentro de determinados límites`”.

Ante esa situación, el gobierno angolano solicitó apoyo a Cuba, que a partir del 15 de noviembre de 1987 comenzó lo que se denominó “una compleja operación de refuerzo del contingente internacionalista cubano en Angola y en particular de rechazo a los invasores sudafricanos y sus servidores internos, en lo que habría de convertirse en la victoriosa operación de Cuito Cuanavale”. Decenas de miles de los mejores soldados y oficiales de las fuerzas armadas cubanas apertrechados y dotados de todo el armamento necesario acudieron al sur de Angola a hacer práctica la máxima de Fidel cuando dijera “Ser internacionalistas es saldar nuestra propia deuda con la humanidad”

En la batalla comenzada en diciembre de 1987 y desarrollada hasta el 23 de marzo del año siguiente en un frente de más de 400 km. de extensión y en  la que participaron decenas de miles de combatientes, más de 500 tanques, cientos de cañones, alrededor de 1.000 armas antiaéreas y decenas de aviones se selló la derrota sudafricana.

Pero, el fin de la batalla no garantizaba la independencia de Namibia ni mucho menos el fin del apartheid, por lo que la amenaza quedaría latente. Sudáfrica trataría de conseguir en la mesa de negociaciones lo que no pudo obtener en el terreno de los combates. Una vez asegurado el flanco sudeste, las tropas angolanas y cubanas avanzaron impetuosas en el sudoeste y el sur hacia la frontera con Namibia.

Estados Unidos intentó excluir a Cuba de las negociaciones, pero finalmente se vio obligado a admitir su presencia junto a la delegación de Angola. En ese contexto las conversaciones tuvieron un carácter cuatripartito: Angola y Cuba de un lado y Sudáfrica con su mentor imperial del otro. Las negociaciones se iniciaron en Londres en mayo  y concluyeron en New York el 22 de diciembre de 1988.

Los acuerdos diplomáticos fueron expresión de lo que se había ganado en el combate. Se acordó la inmediata retirada de las tropas sudafricanas de Angola (aún quedaban algunas fuerzas diseminadas en el extenso territorio del sur del país), reconocimiento de las fronteras estatales, la soberanía e integridad territorial de la República Popular de Angola y,  compromiso de aplicar la resolución 435/78 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que consagraba la independencia de Namibia. Este fue uno de los dos puntos más resistidos por la delegación sudafricana que se negaba a perder el rico territorio del sudoeste de África en el que se mantenía como potencia ocupante. Así mismo, se estableció que debía haber condiciones de seguridad necesarias para el retiro gradual y completo del contingente militar cubano a partir de un acuerdo bilateral entre Angola y Cuba en el que Sudáfrica ni Estados Unidos tendrían injerencia. Este fue el otro punto resistido por Sudáfrica y Estados Unidos que reclamaban la salida inmediata de Cuba.

Aunque Estados Unidos y Sudáfrica hicieron ingentes esfuerzos para minimizar la importancia estratégica de la victoria de Cuito Cuanavale, la vida se ha encargado de demostrar con creces  que la historia de África tiene un punto de inflexión en la batalla desarrollada en este lejano poblado del sudeste de la República Popular de Angola.

Si alguien tiene dudas, de la importancia de esta batalla, basten las palabras del Padre de África, Nelson Mandela quien dijera  “Cuito Cuanavale fue el viraje para la lucha de liberación de mi continente y de mi pueblo del flagelo del apartheid”.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Chávez, hombre universal



Mi pluma se detuvo con su respiración. Los dedos no atinaban a golpear las teclas, las palabras no brotaban, el tiempo parecía suspendido en su infinito, no por esperada la noticia, fue menos duro el mazazo que golpeó lo más entrañable del sentimiento y nos hizo sentir el dolor como sólo los revolucionarios sabemos sentirlo.

El estupor dio paso a la conciencia, al intento de atisbar una explicación, a tratar de imaginar el futuro en su ausencia y de verdad resulta difícil, muy difícil. Del sentimiento humano del hermano que no estará, al vacío político que deja y del dolor por su alejamiento a la deformación profesional de pensar las relaciones internacionales y la política exterior desde la distancia que ha tomado para que sean otros los que la ejecuten, me he visto conminado a expresar mi sentimiento acerca del Hugo Chávez, hombre universal que se nos fue.

Pero no quiero hablar en esta ocasión del estadista, que fue reverenciado por 54 delegaciones gubernamentales y por 32 jefes de Estado que estuvieron presentes en sus honras fúnebres, sino por los millones de ciudadanos y ciudadanas del mundo que en todos los rincones del planeta se sintieron conmovidos al sentirse protagonistas de la obra del comandante Chávez. Los ejemplos brotan por centenas, referiremos algunos que recuerdan significativos momentos vividos.

En diciembre pasado fui invitado por el Diario del Pueblo de la República Popular China a visitar ese grandioso país. En uno de los recorridos, yendo de Suzhou a Shanghai paramos a almorzar en Zhouzhuang, pequeño poblado vinculado a través de canales que sirven de vías de comunicación. En la llamada “Venecia de China”  me acerqué a un pequeño puesto  de venta de artesanías y te. Al verme, el anciano que atendía su comercio me preguntó –a través del traductor- de dónde venía, le contesté: “de Venezuela”. Esta vez no hubo necesidad de traducción. Su repuesta fue clara. “Chávez” y una sonrisa asomó a su cara surcada de arrugas.

Recuerdo mi visita a Argelia hace tres años invitado a dar un par de conferencias a la Academia Diplomática de ese país. En el momento de mi salida cuando hacía la fila para hacer los trámites migratorios, un oficial revisaba los documentos. Al reparar en mi pasaporte venezolano me dijo “Venezuela, Chávez” y me hizo pasar por la fila preferencial  reservada a los diplomáticos.

Un amigo francés me contaba que su hermana, acostumbrada a viajar a lugares exóticos, decidió conocer Kirguistán, país montañoso del Asia Central de alrededor de 200 mil kilómetros cuadrados y poco más de 5 millones de habitantes.  Su economía gira en torno a la producción agrícola y ganadera. La visitante europea llegó a Biskek, la capital, y de inmediato se trasladó vía terrestre a un pequeño poblado situado a más de 4000 metros de altitud distante unas 6 horas de la urbe a la que había arribado, se adentró en un mercado de animales en el que se comerciaban reses, ovejas y caballos.  Con absoluto estupor descubrió que uno de los campesinos que vendía su ganado, portaba orgullosamente una franela en la que se leía “Chávez. 10 millones”  

Hace un mes, en Ciudad de México, tomé un taxi para ir al aeropuerto. El conductor al escuchar mi voz, me dijo “Usted es de Venezuela, ¿cómo está el presidente Chávez?”  Y a continuación como una exhalación expresó con vehemencia “…que mala suerte la de México. Chávez debió haber nacido aquí. Los pobres no estaríamos mal”.

Un par de días atrás, encontrándome en el Hotel Alba con un grupo de amigos colombianos que vinieron a las exequias del Comandante, se nos acercó un hombre de unos 45 años, serio, circunspecto, quería conversar, indagaba acerca de cómo nos sentíamos y cómo vivíamos el momento. Nos dijo que se llama Carlos Andrada,  que es de Villa María, una pequeña ciudad cercana a Córdoba en Argentina, trabaja como maestro de educación física en un bachillerato en su ciudad. Relató que regresaba del trabajo la tarde del martes 5, cuando escuchó en la radio de su carro la infausta noticia del fallecimiento del presidente Chávez. No tuvo dudas, la determinación fue inmediata, se comunicó a una agencia de viajes solicitando un boleto a Caracas para el día siguiente. No le importó que le costara el equivalente a un sueldo mensual. Quería dar también su adiós al Comandante. Pensó que los hijos de San Martín y Bolívar debían igualmente marchar unidos a dar el postrer homenaje a quien había amado por igual a las dos tierras de la Patria Grande… y así lo hizo…caminó 22 horas hasta llegar a la Academia Militar donde realizó su anónimo tributo al hombre que yacía para la posteridad.

Son sólo algunos ejemplos que hacen patente la acción del Comandante Chávez en las más distantes y distintas latitudes y longitudes del planeta, aunque desde hace algunos años, pueblos humildes de diferentes países habían tomado su nombre para consagrarlo ante la historia    

Hoy, las 700 familias del barrio que lleva su nombre en Engativá al occidente de Bogotá no escatiman para manifestar su tristeza y deseo de rendirle homenaje,  y recorren apesadumbrados el barrio que “el Comandante nunca pudo conocer”. Sus calles y casas se han llenado de flores, banderas a media asta, fotos  y carteles con las frases “Comandante, tú no has muerto”, así mismo han celebrado una misa por el alma del presidente Chávez como reseña Radio Caracol de Bogotá.

Otro tanto, ocurre en Managua, Nicaragua, las calles polvorientas del barrio que lleva el nombre del líder venezolano no esconden su dolor, pero también el orgullo de vivir en un lugar que  se llama Barrio Hugo Chávez.  Situado  a orillas del Lago de Managua, al costado de la ruta al aeropuerto internacional Augusto C. Sandino, en el barrio viven 564 familias que hace doce años ocuparon un terreno baldío y levantaron precarias viviendas.

Así mismo,  ya en enero  de 2009 la figura del presidente venezolano había llegado al Medio Oriente cuando una aldea del norte de Líbano cambió el nombre de una de sus calles, bautizándola "Hugo Chávez". En la ocasión Mohamed Webhe  alcalde de Bireh la localidad de 17 mil habitantes que tomó tal decisión manifestó que "Es lo menos que podemos hacer por ese gran hombre que hizo revivir la esperanza en nuestros corazones y tomó una revancha en nuestro nombre frente a la entidad sionista”. Agregó que se trata de un gesto destinado a "honrarlo y a levantarnos el ánimo".

De la misma manera será bautizada una calle en Cisjordania, Palestina. El alcalde del pueblo Fawzi Abid explicó que "El deceso de Chávez es una pérdida para todo el mundo y para el pueblo palestino en particular, porque fue un gran apoyo (para la defensa) de los derechos palestinos”.

La diplomacia de los pueblos de la que habló el presidente ha estado presente y se ha puesto en funcionamiento. Con ella el Comandante se sentía a gusto. La posibilidad de intercambiar de manera directa se puso de manifiesto en cada viaje al extranjero. Lo vimos conversando con los habitantes de Santa Marta en Colombia, recibiendo la bienvenida musical y compartiendo con el pueblo de Malabo en Guinea Ecuatorial o corriendo junto al pueblo haitiano cuando visitara Puerto Príncipe en marzo de 2007. Además de las relaciones gubernamentales, ese contacto directo con el pueblo era la manera como se realizaba la política internacional de su gobierno.

Finalizo contando una anécdota de cuando trabajé como Director de Relaciones Internacionales en la presidencia. Un noche muy tarde, ya en la madrugada, el presidente Chávez y su comitiva llegamos a Asunción, Paraguay en visita oficial durante el gobierno del presidente Nicanor Duarte. Por lo avanzado de la hora, nos dirigimos directamente al hotel donde nos hospedaríamos. A la llegada al mismo, el Presidente vio a dos niños que no superaban los 10 años en la puerta del hotel. Después supimos que eran hermanos. Se acercó a ellos  y les preguntó porqué estaban ahí a esa hora. Los niños contestaron que no habían comido. De inmediato ordenó que trajeran alimentos y se puso a conversar con ellos. Los interrogó sobre su casa, sus padres, si estudiaban, hasta que después de un largo rato, instruyó que los llevaran a su casa y se preocuparan de su atención.

Pasaron unos meses y volvimos a Asunción, esta vez a una reunión Cumbre de Mercosur. Nuevamente llegamos en horas de la madrugada y, otra vez al arribar al hotel estaban los mismos niños que lo llamaron “Chávez, Chávez”. El presidente reparó en ellos y se acercó de nuevo con la idea de increparlos por estar fuera de su casa a tal hora. Les preguntó ¿qué hacen aquí? ¿No han comido? Ellos le respondieron. “Hemos comido todos los días desde que viniste la vez anterior. Ahora vinimos a saludarte porque sabíamos que venías al Paraguay”

miércoles, 6 de marzo de 2013

Centroamérica: un alerta desesperado


Una verdadera preocupación por la situación de seguridad manifestaron los mandatarios centroamericanos durante la reciente reunión Cumbre del Sistema de Integración Centroamericano (SICA) realizada en San José Costa Rica el pasado 20 de febrero, a la que asistió en su calidad de observador el presidente mexicano Enrique Peña Nieto.

Los Jefes de Estado tienen razones para tal zozobra. Un informe del  Banco Mundial fechado en Washington en abril de 2011 alertaba sobre la posibilidad de que la región centroamericana fuera afectada  de manera creciente  por una espiral de violencia y criminalidad, que  además de las pérdidas humanas podría generar graves  consecuencias en el aspecto económico. El informe dice que en términos de seguridad pública, seguridad ciudadana y de salud, este flagelo podría significarle a la región un costo de hasta un 8% de su PIB, lo cual resulta muy alto si se compara con sus índices de crecimiento económico.

El informe afirma que “Las tasas de criminalidad en El Salvador, Guatemala y Honduras están entre las cinco más altas de América Latina. En los otros tres países de la región –Costa Rica, Nicaragua y Panamá– los niveles de criminalidad y violencia son mucho más bajos, pero un alza reciente ha generado bastante preocupación”.

Además, de los factores antes mencionados, la criminalidad afecta a esos países, al desalentar la inversión y obligarlos a utilizar las finanzas del Estado para fortalecer la seguridad pública, cuando se podría estar usando en el fomento y desarrollo de la economía. Según el especialista en desarrollo social Rodrigo Serrano-Berthet, además del debilitamiento de las instituciones públicas, “la violencia impacta en todos los aspectos de la vida centroamericana".

En esa medida, el  71% de los centroamericanos identifica al crimen como la principal amenaza a su bienestar.  Por ello, se hace necesario el enfoque regional que  se puso de manifiesto como eje en el discurso de todos los asistentes a la cumbre regional de San José.

Sin embargo, existen contradicciones entre el diagnóstico que se hace a partir de las estadísticas de la criminalidad y el discurso encaminado a buscar soluciones y respuestas a las interrogantes que surgen. Los especialistas opinan que la acción represiva por sí sola no basta  para luchar contra la delincuencia, también se hace necesario esbozar actividades de prevención, reformas al sistema judicial, leyes de control de las armas de fuego y programas que incorporen a la juventud a labores que los alejen del delito. 

Cifras arrojadas por  el informe antes mencionado muestran que en 2007 había 4,5 millones de armas de fuego en la región, la enorme mayoría ilegal y frecuentemente utilizada en crímenes violentos. Así mismo, la cifra superior de  víctimas de homicidio son hombres jóvenes de entre 15 y 34 años de edad. Esto hace que hoy por hoy la violencia juvenil y las pandillas sean uno de los problemas fundamentales de América Central, donde se calcula existen 900 pandillas o maras, con un total de 70.000 miembros.

No obstante estas cifras, las pandillas juveniles no parecen ser las principales culpables de la alta criminalidad en estos países,  en especial en El Salvador, Honduras y Guatemala las evidencias permiten afirmar que ellas son culpables de  una pequeña parte de la violencia, la que según algunas fuentes no rebasa el 15%  de los homicidios.

Ello induce a pensar que el otro gran azote de la región: el narcotráfico, es el responsable real de la ola de criminalidad, violencia y muerte que afecta  al istmo. El narcotráfico ha sido el causante de una cultura de violencia que se ha entronizado en Centroamérica, desde que su espacio en sus áreas marítima, aérea y terrestre ha sido utilizado por las bandas criminales como ruta principal en su tránsito hacia Estados Unidos,  el mayor mercado demandante de droga del mundo. Según cifras de la Organización de Naciones Unidas (ONU)  el territorio centroamericano es usado como trayecto del 90% de la cocaína que se produce en Colombia y otros países sudamericanos y que los carteles mexicanos llevan a Estados Unidos.

Pero éste no es el único mal que aqueja a la región, las migraciones ilegales y los robos, chantajes, violaciones, extorsiones y asesinatos que sufren decenas de miles de ciudadanos, sobre todo en su paso por México hacia el norte, marcan un punto recurrente de violencia que deja destrucción y muerte en toda el periplo.

La invitación a la Cumbre del SICA del presidente mexicano conllevaba un alerta desesperado que se manifestó en las palabras de la presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, anfitriona del magno evento al decir que “la realidad de la interdependencia entre México y los países del SICA es hoy más orgánica y compleja que nunca. Sus dimensiones geográficas y sectoriales constituyen una tupida red de relaciones e interacciones. No es posible aislar los problemas y retos, o las oportunidades y proyectos de cada uno de nosotros en temas como seguridad, migración, infraestructura, logística, inclusión social, lucha contra la pobreza, cambio climático, vulnerabilidades naturales y desarrollo transfronterizo”.

Sin decir nada nuevo, el presidente mexicano expuso que se estaba hablando de problemas comunes, frente a los cuales deben definirse mecanismos para hacer más eficiente la cooperación y articular esfuerzos a nivel gubernamental, no sólo para compartir información, sino también adoptar proyectos comunes, como el recientemente impulsado para la prevención del delito.

La historia ha demostrado que estas manifestaciones de buena voluntad no pasarán de la mera retórica mientras no se involucre y comprometa con medidas efectivas a Estados Unidos el actor más importante en la generación del clima de violencia y criminalidad provocado por el narcotráfico.

Estados Unidos no lo hará porque la “lucha contra el narcotráfico” se inscribe en su política exterior como un instrumento de coerción, dominio y penetración en  diferentes latitudes del planeta. En nuestro continente, fue el mecanismo utilizado al finalizar la guerra fría para reestructurar su aparato militar  después de la desaparición de la Unión Soviética.

De manera simultánea, con la derrota de los grandes carteles colombianos del narcotráfico en las últimas dos décadas del siglo pasado, paulatinamente esa función fue pasando a los mexicanos. Colombia se transformó sólo en productora y procesadora al servicio de las grandes empresas delincuenciales del país azteca. En ello vio Estados Unidos su oportunidad.

Lejos de tratar de contener el delito, Estados Unidos presionó a México con medidas unilaterales como las certificaciones  y ha llegado incluso a desarrollar acciones encubiertas en territorio mexicano violando la soberanía de ese país  que teóricamente es su aliado.

Se habla de los carteles colombianos y mexicanos, pero jamás se menciona la existencia de carteles estadounidenses, lo cual hace válido preguntarse quién distribuye la droga en Estados Unidos o por dónde fluyen las gigantescas cantidades de recursos financieros que produce el comercio de narcóticos. Se ha calculado que  los campesinos colombianos que producen la hoja de la coca solo obtienen el 4% de la millonaria ganancia que genera la venta de la misma, sin contar los multimillonarios ingresos que produce la venta al menudeo de la droga procesada en las calles de Estados Unidos.

Pero, más allá de los beneficios económicos que van a alimentar al sistema financiero de Estados Unidos, el objetivo político de mantener el narcotráfico llevó a Estados Unidos a “empujar” al anterior presidente mexicano a una guerra contra los carteles que pareciera no tener fin, debilitando al Estado mexicano y produciendo destrucción y muerte en ese país. La relación entre carteles mexicanos y colombianos que transitan el producto a través de Centroamérica obliga a estos países de economías pequeñas y Estados débiles a involucrarse en un conflicto que no le compete aunque es el verdadero causante de sus altos índices de criminalidad y violencia.