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domingo, 27 de mayo de 2012

Uribe y Santos


En el mes de julio de 2010, el gobierno de Venezuela se vio obligado a romper relaciones con Colombia, ante la última y peligrosa ofensiva política internacional de Álvaro Uribe como presidente del hermano país. En los días posteriores fui varias veces convocado a expresar mi opinión privada y públicamente en los medios de comunicación, en los que una y otra vez se hacía sentir la incertidumbre respecto del futuro, por lo que la pregunta siempre presente fue qué iba ocurrir cuando Juan Manuel Santos asumiera la presidencia sólo unos días después, el 7 de agosto de ese año.  

Invariablemente respondí que en ese momento había que evitar el conflicto, que la acción de Uribe apuntaba a la búsqueda de la confrontación, que la misma estaba certificada en Washington y que todo iba a cambiar cuando el Presidente Santos asumiera el control del país, por lo que era fundamental  mantenerse en alerta, no caer en provocaciones y esperar la citada fecha para la transmisión del mando.

Por suerte para ambos pueblos, llegamos indemnes al 10 de agosto. El presidente Chávez viajó a Santa Marta y se inició una nueva etapa en las relaciones entre los dos países. Invariablemente también fui criticado por ciertos fundamentalistas que cuestionaban mi posición, en torno a que Santos no era Uribe y por tanto, no iba a haber continuidad en cuanto a la posición de Santos respecto de la relación con Venezuela. 

Ha sido favorable que ello ocurriera. Hoy, cuando desde la “oposición” Uribe arremete por igual contra Chávez y Santos me han venido a la memoria aquellos difíciles días de julio y agosto de 2010. Nadie es adivino, pero la teoría científica enseña que  siempre en política hay que hacer análisis desde el punto de vista de los intereses de clase.  Y, aunque ambos presidentes colombianos son de derecha, aliados de Estados Unidos, vinculados a la represión contra el movimiento obrero y campesino y cómplices de la invasión a Ecuador, no son la misma cosa, porque su origen de clase es distinto.

Uribe es hijo de latifundistas, que en defensa de sus intereses recurrió al narcotráfico y al paramilitarismo, representa a una derecha fundamentalista, que pretende salvar la civilización de sus males y que entiende al Estado sólo como un aparato que permite, desde el poder, mantener sus objetivos, incluso pasando por encima de la ley.

Santos, proviene de la más rancia oligarquía bogotana (la más exitosa de América latina desde la Independencia), es pragmática y le interesa asaltar el Estado para maximizar ganancias y mantener exitosamente el status quo. En medio de la profunda crisis que afectaba a Colombia por la inexistencia de relaciones con Ecuador y Venezuela, Santos fue elegido para resolver ese problema y devolver la gobernabilidad que la irracionalidad uribista había llevado a Colombia.

Tiene mentalidad de largo plazo, sabe que gobierna para una clase que pretende perpetuar el poder, a la que Uribe podría llevar al precipicio, y, finalmente, en lo más profundo de su ser, repudia a ese narcotraficante y paramilitar…aunque ambos sean de derecha.


domingo, 20 de mayo de 2012

La frontera caliente entre Colombia y Venezuela


Con la coordinación de investigación y la edición de Ariel Fernando Ávila, Coordinador del Observatorio del Conflicto Armado de la Corporación Nuevo Arco Iris,  se acaba de lanzar en la Feria Internacional del Libro de Bogotá el libro “La frontera caliente entre Colombia y Venezuela”. La obra en la que participan otros cinco investigadores es el producto de una pormenorizada y argumentada pesquisa como las que ya nos tiene acostumbrados la prestigiosa Corporación Nuevo Arco Iris.

El prólogo de León Valencia, director de la citada institución colombiana,  señala que  el libro en cuestión en sus más de 500 páginas “Describe la transformación y reconfiguración de los nuevos mercados legales e ilegales y los altos grados de penetración institucional que alcanzan las estructuras criminales en la zona fronteriza, sin desconocer fenómenos tradicionales como el contrabando y el narcotráfico. Además analiza los grupos armados ilegales y bandas criminales que actúan en la zona de frontera”.

Más adelante señala que “En el desarrollo de la investigación se encontró algo verdaderamente escandaloso: algunos grupos neoparamilitares –´Los Rastrojos`, ´las Águilas Negras` y el ejército privado del ´Loco Barrera`- se formaron en Venezuela y de ahí se expandieron hacia las regiones próximas  de Colombia. La consolidación violenta de estas estructuras criminales a lado y lado de la frontera estuvo acompañada de procesos de parapolítica, ascenso de élites políticas asociadas a la criminalidad, y reconfiguración de la disputa territorial con grupos guerrilleros”.

Después de una  extensa introducción en la que se hace un estudio profundo de la transformación del crimen en la frontera y en la que se analiza de manera general la estructura criminal en toda la zona fronteriza, la obra  se adentra en  investigaciones detalladas de la situación diferenciada por región: Arauca- Apure,  Norte de Santander-Táchira y  La Guajira y Cesar- Zulia, las primeras en Colombia y las otras en Venezuela.

Las conclusiones apuntan a señalar que lo que  en el libro se denomina  “actores armados ilegales” colombianos trascienden las fronteras de su país. Hace un importante llamado de atención en torno a que esto no sólo es válido para los grupos subversivos, que son los únicos de los que tiene eco en los medios de comunicación, sino que “se hace imperativo ubicar a grupos neoparamilitares, bandas de crimen organizado y narcotraficantes que actualmente se encuentran en el vecino país ocasionando situaciones pandémicas que implican, entre otros aspectos, altos niveles de violencia y criminalidad en ambos lados de la frontera”

Las autoridades deberían tomar nota de esta investigación. El conflicto colombiano es el principal obstáculo a la integración en América del Sur, su desbordamiento más allá de las fronteras del país vecino es la amenaza más visible para la real transformación de América del Sur en zona de paz, uno de los objetivos primordiales de Unasur. Los únicos interesados en que tal situación se mantenga no están en nuestros países, sino al norte, aunque sus cabezas visibles hablen castellano.

domingo, 13 de mayo de 2012

Política y Deporte. Diversión o zozobra.


Hay quien dice que la política y el deporte no tienen nada que ver. Se ha querido separar el deporte de la política sin entender que todo el impacto social que la actividad física -no sólo realizada como competencia- u otras actividades de recreación y disfrute tienen, cuando su aplicación masiva genera resultados individuales para quien la practica y, colectivos para el ente, llámese equipo o país que la promueve. Ni siquiera la práctica privada del deporte, con todas las repercusiones que genera, ha impedido que éste pueda ser apartado del fervor de un atleta que se pone una camiseta para defender a su equipo, mucho más cuando le toca  representar a su nación.

Lo cierto es que el decursar de las últimas semanas nos ha señalado una relación  interesante entre política y deporte que tiene que ver con nuestra propia historia y la identidad que marca nuestra condición de latinoamericanos y caribeños.

A la brutal, insultante y grosera reacción del gobierno de la derecha del Reino de España contra Argentina y su mandataria Cristina Fernández por la decisión soberana de recuperar para su nación la empresa petrolera YPF, los hijos de San Martín han respondido deleitando a la afición española cuando dos de sus mejores entrenadores, Diego Simeone y Marcelo Bielsa, llevaron a sus clubes Atlético de Madrid y Athletic de Bilbao a disputar la final de la Copa UEFA ganada por el primero con hermosos goles sudamericanos, el  colombiano Radamel Falcao en par de ocasiones y el brasileño Diego en una.

Así mismo, a la constante y agresiva actitud de la monarquía británica que ocupa desde hace casi dos siglos las Islas Malvinas y otros territorios insulares argentinos en contra de la voluntad de su pueblo, nuevamente la nación austral reparte felicidades cuando después de 44 años el equipo de futbol Manchester City  ganó la Liga Premier de ese país con goles argentinos de Pablo Zabaleta y Sergio Agüero, en el último minuto de un juego que en caso de haber ganado, no podrían haber obtenido el título

Los venezolanos no queríamos ser menos. En propio territorio español, el piloto Pastor Maldonado ganó su primera carrera de Fórmula 1 contando entre sus auspiciadores al gobierno venezolano y su empresa petrolera PDVSA. Si política y deporte no están relacionados, me pregunto el por qué la diputada de la ultra derecha ante la Asamblea Nacional de Venezuela María Corina Machado afirmó que se debía quitar el patrocinio a Maldonado. Así mismo, quisiera saber porqué el diario fascista español El País a través del periodista “deportivo” Manuel Serrás cuestiona a su vez el mismo financiamiento de PDVSA al orgullo  venezolano. Me gustaría preguntar si la Machado o el tal Serrás han emitido alguna opinión respecto al “patrocinio” del gobierno español por 6 mil millones de euros al quebrado Banco Bankia que ha sumido en la incertidumbre a más de 10 millones de clientes

No sé si habrá relación entre política y deportes, pero mientras el gobierno venezolano patrocina deportistas, el de España prefiere salvar bancos y eso…es política, sólo que la nuestra genera disfrute y diversión y la de “allá” verdadera zozobra.