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miércoles, 12 de noviembre de 2014

En Kobane se defiende mucho más que la identidad kurda (I)



                                                                                                
                                                                                  A Miguel Guaglianone, hermano y compañero de luchas y de sueños

Kobane, la ciudad del norte de Siria, fronteriza con Turquía se ha transformado en las últimas semanas en el epicentro de los combates que han emergido desde el inicio de la ofensiva de la organización terrorista sunita Estado Islámico (EI) en Irak y Siria.

Kobane (Ayn al-Arab en árabe) es una ciudad de alrededor de 50 mil habitantes de mayoría kurda (90% de la población) que está situada a menos de un kilómetro del límite territorial entre Siria y Turquía. La dimensión de los combates y el heroísmo del pueblo kurdo que habita la ciudad, en particular de las Unidades de Protección Popular (YPG), brazo armado del Comité Supremo Kurdo del Kurdistán Sirio, y de sus mujeres, que forman parte de las Unidades de Protección Popular (YPJ), han dado a conocer una acción que se ha comenzado a denominar como el “Stalingrado del Medio Oriente”.

Sin embargo, tras bambalinas, las acciones en Kobane son expresión de la multiplicidad de factores que están presentes en el conflicto del Medio Oriente, los intereses de los países que participan directamente en las acciones y de las potencias que han intervenido militarmente en los hechos.

En un primer momento, Estados Unidos, minimizó el potencial terrorista del EI. Ello permitió su crecimiento y expansión sin cortapisas de ningún tipo. Así mismo, las acciones de esta banda extremista han puesto sobre el tapete el papel tenebroso que siempre ha jugado Turquía en el escenario de las acciones. Su discurso y accionar han sido contradictorios, por una parte ha suministrado armas y apoyo al EI para que éste elimine la resistencia kurda y al mismo tiempo envía señales difusas en cuanto a su involucramiento en las acciones. El ex canciller y actual primer ministro Ahmet Davutoglu anunció el pasado 3 de octubre que su país no iba a permitir que Kobane cayera en manos del EI. No obstante, el propio Presidente Recep Tayyip Erdogan lo refutó cuando afirmó pocos días después que Turquía se involucraría en la defensa de Kobane bajo ciertas condiciones: el establecimiento de una zona de exclusión aérea, la posibilidad de entrenamiento de las fuerzas de lo que llama “oposición moderada siria” y una estrategia directa que conduzca al derrocamiento del presidente sirio Bashar el Assad. Días después la propia OTAN y las potencias occidentales rechazaron tales condiciones. 

Turquía a su vez, objetó el apoyo bélico de Estados Unidos a los kurdos que resisten en Kobane, bajo el argumento de que se está fortaleciendo al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), organización considerada como terrorista por este país. Vale decir que, los ataques aéreos y suministros logísticos que Estados Unidos está ejecutando en la región se realizan en el marco de la ambigüedad típica de la potencia cuando interviene militarmente, sin objetivos claros que cumplir. Así, se hizo aparecer como un error que ciertos pertrechos, hechos llegar por vía aérea a los kurdos, cayeran en manos del EI, lo cual deja muchas dudas al respecto.

La coalición creada para combatir al EI ha gastado alrededor de 1000 millones de dólares en tres meses de acciones. En ese período han realizado un número cercano a 1800 incursiones aéreas, de las cuales 1100 han sido ataques misilísticos. De esa cantidad, Estados Unidos ha aportado 467 millones de dólares. Estas cantidades son ínfimas si se les compara con otras acciones realizadas por la potencia norteamericana en el pasado reciente, por ejemplo en Afganistán e Irak. Vale decir que la cantidad de misiles lanzados en 3 meses por la coalición liderada por estados Unidos es el equivalente a lo que las fuerzas armadas de Israel usaron en 2 días durante el asedio inhumano contra Gaza el pasado mes de julio. 

Voceros estadounidenses autorizados han informado que se necesitarán al menos 3 años de acciones directas para lograr debilitar al EI. Eso es mucho tiempo si se compara con las acometidas fulminantes que llevaron a la derrota de los talibanes en Afganistán en 2001 y de Saddam Hussein en Irak en 2003. En este contexto, sería válido preguntarse a qué obedece este cambio en el pensamiento estratégico estadounidense. Resulta curiosa la argumentación para explicar la negativa de utilizar tropas terrestres en las operaciones. Contrario a lo que se pudiera afirmar, la opinión pública de Estados Unidos estaría de acuerdo en apoyar una incursión terrestre de sus fuerzas armadas. Los medios de comunicación, sempiternos aliados del Complejo Militar Industrial se han encargado de ello, mostrando de manera grotesca y alejada de cualquier racionalidad las decapitaciones de ciudadanos occidentales y árabes realizadas por el EI. Vale recordar que estas bárbaras muestras de violencia fueron expuestas a la ciudadanía estadounidense justo el 11 de septiembre estableciendo un simbolismo en la preparación sicológica de la ciudadanía que no deja lugar a dudas en torno de a donde conduciría una eventual escalada del conflicto.

¿Qué se vislumbra en el trasfondo? En primer lugar, hay que decir que la suposición de que se puede derrotar al EI sin la participación de las Fuerzas Armadas de Siria o dejando al margen a Irán son quimeras construidas por los analistas de estrategia que asesoran al Presidente Obama. Hay otros elementos detrás de este talante.

En el transcurso de este siglo, la política de Estados Unidos en el Medio Oriente y el norte de África ha sido un total fracaso, no han podido vencer a los talibanes en Afganistán, salieron derrotados de Irak, dejando en el poder un gobierno de mayoría chiita aliado de Irán, eliminando de paso el ejército sunita de Saddam Hussein que era uno de los más sólidos de la región. En Libia, después de la destitución y posterior asesinato de Muamar Gadafi, el país ha devenido en una anárquica guerra tribal, por lo cual las grandes trasnacionales energéticas no han podido igualar ni siquiera la menor producción petrolera previa a la invasión de la OTAN. Los Hermanos Musulmanes, organización pro occidental extremista de la derecha árabe creada por las agencias de inteligencia británicas ha sido desalojada del poder en Túnez y Egipto, perdiendo Estados Unidos y Turquía su más firme aliado en la región. Los houthis, grupo chiita de Yemen ha comenzando a controlar ese país casi en su totalidad poniendo presión en el paso de Bab el Mandeb, el cual junto a Ormuz bajo inspección iraní, conforman el dúo de estrechos que permiten la navegación de los súper tanqueros desde el Golfo Pérsico al Golfo de Adén en el Océano Índico y de éste al Mar Rojo. Así mismo, los chiitas, mayoritarios en Bahréin ejercen cada vez mayor presión contra la monarquía sunita de ese reino en el que tiene su sede la 5ta. Flota de la Armada de Estados Unidos. En Siria, las fuerzas mercenarias y terroristas no han podido consolidar sus posiciones, mucho menos estar cerca del derrocamiento del presidente Bashar el –Assad, a pesar de todo el apoyo financiero, bélico y logístico de las monarquías sunitas y de la OTAN. Finalmente, Israel, a pesar de su enorme operación terrorista contra Gaza no pudo lograr los objetivos propuestos. Al contrario la diplomacia palestina ha logrado resonantes victorias al obtener el reconocimiento político de Suecia y el voto favorable en ese sentido de los parlamentos de Gran Bretaña e Irlanda. 

CONTINUARÁ...

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