La ofensiva de la OTAN en Ucrania y la creciente agresividad estadounidense en regiones marítimas próximas a China se inscriben en el contexto de debilidad de la política de Occidente en el Medio Oriente. Así mismo puede entenderse la artificial baja en los precios del petróleo provocada por Arabia Saudita con la complicidad de Estados Unidos a fin de debilitar las economías preponderantemente energéticas de Irán y Rusia.
De tal manera, este marco permite entender la irrupción del EI y la respuesta leve de Estados Unidos, después que esta fuerza ha logrado controlar parte importante del norte de Irak y de Siria. El 12 de septiembre, el presidente Obama nombró al general John R. Allen como Jefe de la coalición internacional para luchar contra el EI. El general Allen cuenta con gran experiencia operativa después de haber sido Comandante Adjunto de las fuerzas militares en la provincia de Anbar en Irak, y posteriormente, Comandante de la Fuerza Militar Internacional en Afganistán. En ambas misiones, Allen adquirió gran manejo de la problemática de los países árabes y, en particular estableció sólidas relaciones con las fuerzas sunitas minoritarias en Irak. Es reconocido como un militar de características muy particulares por su involucramiento con los estudios internacionales y su gran capacidad intelectual.
La propuesta de Estados Unidos -bajo la cual se ha nombrado al general Allen en el cargo, a pesar de estar retirado de las fuerzas armadas- dice relación con un plan a tres años plazo, período en el cual la OTAN debe crear un gran ejército sunita, bajo control de Estados Unidos, a fin de ser introducido en el territorio hoy ocupado por el EI. Para ello, ya ha comenzado en los territorios de Arabia Saudita, Jordania y Turquía la preparación de las fuerzas que compondrán este ejército.
La experiencia que le ha dejado la debacle en la región, ha llevado a Estados Unidos a la conclusión de que la presencia del EI coadyuvará a un debilitamiento mutuo de las fuerzas armadas de Siria y de Irak, así como del propio EI en el combate que se libra en ambos países. En la medida de la impotencia de estas fuerzas de lograr éxitos en sus territorios, Estados Unidos irá introduciendo el ejército sunita que ha comenzado a erigir. En los 3 años que los analistas han estimado como necesarios para derrotar al EI, esta tropa se habrá consolidado y será el instrumento de negociación que hoy Estados Unidos no posee. A su vez le permitirá tener participación política desde una posición de fuerza que ha ido perdiendo en las negociaciones en la región.
El Plan apunta a construir instancias federales en Irak, tal como existe hoy con la participación de kurdos, chiitas y sunitas y en Siria, con intervención de kurdos, alauitas (chiitas), drusos y sunitas. A Estados Unidos no le interesa descomponer la institucionalidad siria, ni siquiera a sus fuerzas armadas, su propósito es derrocar a El- Assad o al menos reducir su poder. De esa manera restarle influencia a Irán en la región. La potencia norteamericana sabe que la única garantía de estabilidad en Siria la puede proporcionar su institución bélica. Estima que una situación anárquica en Siria (similar a la de Libia), pero que a diferencia de éste es fronterizo con Israel, resulta extraordinariamente incendiaria y peligrosa para éste.
Con la creación de esta fuerza militar bajo su control, Estados Unidos pretende lograr en la mesa de negociaciones, no lo que no ha podido lograr en 13 años de guerra. Está al tanto además, que Rusia e Irán no pueden negarse a ello, a pesar que un trato de este tipo, no está necesariamente acorde con sus objetivos en la región. Esto permitirá ejecutar el tan ansiado reordenamiento político regional a través del cual Occidente construirá un nuevo mapa del Medio Oriente acorde a sus objetivos. Así mismo, aceptará la entrada de Siria con El-Assad en el gobierno (si no lograra su derrocamiento) y sobre todo a Irán como interlocutores políticos válidos en las negociaciones de la región, sin que aparezca como una derrota de sus planes.
Este ambiente es el que admite una lectura mejor de la extraordinaria hazaña de los combatientes kurdos en Kobane. Sus acciones han paralizado la ecuación estratégica. Pero, la situación de los kurdos es distinta en cada país. En Siria son aliados de El-Assad. En Irak tienen un régimen autónomo, pero sus líderes son aliados de Turquía e incluso de Israel. Turquía quiere aprovechar las acciones del EI para aniquilar a los kurdos y en particular al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). El canciller iraní lo ha dicho sin ambages “A Turquía no le interesa debilitar al EI sino al gobierno de Bashar El- Assad” y ha advertido de la tragedia humanitaria en Kobane.
En Kobane se está jugando la identidad kurda. Turquía la quiere esfumar. A Siria e Irán le interesa que la resistencia kurda se mantenga porque eso le genera problemas a Turquía. Sin embargo, en el trasfondo hay que considerar lo que dice la analista iraní, residente en España, Nazanín Armanián cuando expone que “Es hora de matizar el concepto del “pueblo kurdo”, —como grupo étnico de 30-40 millones de personas repartidas entre varios países y unidas por un sentimiento de pertenencia y lazos históricos—, y tratarle como cualquier sociedad que sufre una encarnizada lucha de clases…”.
Lo cierto es que los líderes y combatientes del EI entran y salen de Turquía como si estuvieran en territorio propio. Es evidente que existen acuerdos entre ambos. Prueba de ello es que en medio del desastre causado por el EI a todo tipo de monumento o templo que no acoja su particular visión religiosa, uno solo de ellos se ha salvado de la furia destructiva de la banda terrorista: el santuario de Solimán Schah, el abuelo de Osmán I, fundador del Imperio Otomano. Ha sido tan grande la devastación que el 2 de noviembre pasado la directora general de la UNESCO, Irina Bokova, instó desde Bagdad a la comunidad internacional “a actuar inmediatamente para proteger el patrimonio cultural iraquí de los `ataques bárbaros´ que ha sufrido desde 2003 y con especial virulencia desde este verano”.
A partir de un acuerdo internacional, tal monumento está bajo soberanía turca, aunque se encuentra en territorio sirio. El 1° de octubre pasado el EI capturó el mausoleo, detuvo a los 20 militares turcos que los custodiaban, pero no dañaron el edificio. Tal vez tuvieron en cuenta las declaraciones de Erdogan, el 5 de agosto de 2013 cuando siendo primer ministro de su país, dijera que “cualquier acción desfavorable en contra de ese monumento, (…) sería un ataque a nuestro territorio, así como un ataque a la tierra de la OTAN”.
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