Era “natural” que estos instrumentos recurrieran al avasallamiento informativo para construir falsas “verdades”, pero también era normal que se apelara al fingimiento y la sutileza en el lenguaje, intentando guardar una compostura que sustentara su manido discurso de la “libertad de prensa”, la “igualdad de derechos de los ciudadanos ante la ley”, el “respeto a la integridad física y moral de los ciudadanos”, la “inocencia de las personas antes de que se demuestre lo contrario” y otras patrañas que se han construido a través de los siglos para sostener el esquema de dominación imperante.
La guerra en Ucrania ha echado por la borda todas esas engañifas. Ahora se acude impúdicamente a la mentira, incluso por encima de impedimentos legales que el propio sistema del capital ha creado para garantizar su control de la sociedad. Lo grave del asunto es que tal situación ha hecho carne en la propia Organización de Naciones Unidas (ONU) que se ha asumido como parte interesada en el conflicto europeo, lo cual es natural si se considera que el secretario general proviene de un país miembro de la OTAN y que como primer ministro de su país secundó todas las acciones terroristas de dicha organización.