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martes, 22 de abril de 2014

China, una política exterior para el siglo XXI


El contexto mundial actual hace que algunas personas se pregunten con duda y otras con preocupación acerca de las consecuencias que pudiera tener, -para el funcionamiento del sistema internacional en general o para el transcurrir de su país y del propio individuo- la transformación de China en primera potencia del orbe. El desconocimiento de un país que se encuentra geográficamente muy distante y que está construyendo un Estado y una sociedad con particularidades propias en el planeta, coadyuvan en la creación de fábulas y mitos al respecto.

La aseveración más socorrida es aquella que dice relación a que no tiene sentido salir del dominio estadounidense para caer bajo el de China. La historia de nuestra región ayuda a alimentar dicha preocupación. Pasamos del control absoluto de los imperios español y portugués durante tres siglos para caer bajo la égida neocolonial británica al finalizar las luchas por la independencia y posteriormente a vivir bajo hegemonía estadounidense cuando este país se transformó en primera potencia mundial y entró en su etapa imperialista a finales del siglo XIX.

Vale entonces, exponer algunos elementos que ayudan a conocer mejor la política exterior de la República Popular China (RPCh). Los sustentos del comportamiento chino en el escenario internacional se basan en una opinión independiente respecto de los problemas internacionales. Su objetivo diplomático radica en defender la paz mundial y crear un ambiente pacífico que le permita su desarrollo. Se opone a la hegemonía de un país o alianza de países y a la aplicación de acciones de fuerza. Su política exterior se propone desarrollar relaciones con todos los países independientemente de cuál sea la orientación ideológica de su gobierno o el sistema social imperante. Prioriza las relaciones con los países en vías de desarrollo y con sus vecinos, lo cual constituye la piedra angular de su quehacer en el ámbito exterior. El fin primordial de sus relaciones internacionales es construir un nuevo orden económico-político internacional.

La política exterior de China está sustentada en los cinco principios de coexistencia pacífica que regulan sus relaciones con otros países. Son ellos: respeto mutuo a la soberanía y la integridad territorial, no agresión, no intervención en los asuntos internos, igualdad y beneficio recíproco y coexistencia pacífica.

Aquí se comienzan a marcar algunas diferencias respecto de la política exterior de Estados Unidos. Consecuente con los principios enunciados, la República Popular China ha desarrollado su potencial militar con carácter estrictamente defensivo. No posee bases militares en el extranjero, salvo pequeñas estaciones de control y protección de la ruta marítima que deben seguir sus buques petroleros desde el Golfo Pérsico hasta su territorio. Desde el año 1979 cuando China invadió Vietnam durante dos meses, soldados de este país no han salido de su territorio para hacer la guerra en otra nación. Desde 1949, además de esta ocasión, solo durante la guerra de Corea, el ejército chino ha realizado operaciones bélicas fuera de sus fronteras. En ambos casos, al finalizar las guerras, todo el contingente militar chino regresó a su territorio.

Así, el énfasis de la política exterior de la RPCh se ha puesto en la cooperación en materia económica, financiera y tecnológica y en la diversificación de sus relaciones. En ese sentido, China basa su crecimiento económico en dos motores: la exportación y la inversión. 

Particular importancia ha tenido el manejo de sus vínculos con otros centros de poder mundial. La apertura que inició Deng Xiaoping fue continuada por los presidentes Jiang Zemin, Hu Jintao hasta el actual mandatario Xi Jinping. Según éste "China es un león dormido. Hoy, el león se ha despertado. Pero es agradable, pacífico y civilizado" y añadió que "China no creará problemas, pero tampoco tiene miedo a los problemas".

En una reciente visita a Alemania a finales del mes de marzo pasado, el presidente chino fue extremadamente cuidadoso al referirse al tema de Crimea. Explicó que como es tradicional en la política exterior china, su país no tiene que elegir ningún bando respecto de este conflicto. Sin embargo, durante un discurso en el Colegio de Europa en Bruselas, al referirse al tema, Xi dijo que "Para cualquier país en el mundo, el pasado siempre es la clave para el presente y el presente siempre está enraizado en el pasado. Sólo cuando sabemos de dónde ha venido un país, podríamos posiblemente entender por qué ese país es lo que es hoy, y sólo entonces podríamos darnos cuenta en qué dirección se dirige".

Wang Yiwei, director del Instituto de Relaciones Internacionales y profesor de la Escuela de Estudios Internacionales de la Universidad Renmin de China, explicando las diferencias entre el comportamiento ruso y el de su país en materia internacional expone que China creció mirándose hacia adentro y valorando la riqueza de su cultura, a diferencia de Rusia que creció permanentemente más allá de sus fronteras originales.

Con respecto a Europa el reciente viaje del presidente chino a esa región marcó una nueva etapa en las relaciones con la Unión Europea. Dicho encuentro presentó tres oportunidades estratégicas para ambos. En primer lugar permitió dar continuidad y profundizar la reforma de China, Además, fue una posibilidad de desarrollo de los vínculos bilaterales y finalmente consintió fortalecer la cooperación internacional en materia de paz y seguridad. Al respecto Xi dijo que "Los sensatos buscan el terreno común, mientras que los insensatos se aferran a las diferencias". Sobre el mismo tema, el Doctor Wang opinó que “China y Europa deben respetarse mutuamente, tratarse como iguales, buscar terreno común poniendo de lado las diferencias y mantener la cooperación de beneficio mutuo. Al hacer todo esto, promoveremos nuestro diálogo y compromiso, maximizaremos los intereses comunes, compartiremos oportunidades y haremos frente a los retos de manera conjunta”.

Al participar en la III Cumbre de Seguridad Nuclear que se celebró en La Haya del 24 al 25 de marzo de 2014, el presidente chino quiso dar prueba del compromiso de su país para mejorar la seguridad universal. Fue también una manifestación de la importancia que el gobierno chino concede a la seguridad nuclear y a la seguridad internacional en su conjunto. El país asiático se ha propuesto elevar su perfil de seguridad nuclear entendiendo su creciente fuerza nacional e influencia internacional sobre los principales temas de la agenda, sabiendo que éste es uno de los más trascendentales.

En otro ámbito, el mandatario chino ha establecido ciertos parámetros que fundamentan el comportamiento internacional de la potencia asiática. En ese sentido, ha recalcado la diversidad de las civilizaciones que componen el espectro planetario y ha destacado la necesidad de “ los intercambios y el aprendizaje mutuo entre civilizaciones". Según Xi, estos no deben construirse sobre el elogio o el menosprecio exclusivos de una civilización en particular. Enfatizó que las civilizaciones son iguales y todas tienen fortalezas y defectos, pero ninguna debe ser considerada superior a otra.

En un discurso pronunciado en la sede de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en París, a finales de marzo el presidente chino desmontó la hipótesis occidental esbozada por el historiador británico Arnold J.Toynbee, y desarrollada por el politólogo estadounidense Samuel Huntington quien en 1993 imaginó una idea de futuro basada en el choque de civilizaciones como escenario de conflicto más probable para el siglo XXI. Xi expuso que el elemento central de las relaciones entre civilizaciones debe ser la inclusividad basada en el intercambio y el aprendizaje mutuo. Dijo que "Si todas las civilizaciones pueden defender la inclusividad, el llamado 'choque de civilizaciones' quedará descartado y la armonía de las civilizaciones se convertirá en realidad".

En su primer año de gobierno el presidente chino ha trazado el rumbo de lo que será su gestión encaminada a proyectar la “política exterior como la locomotora de su ´Sueño Chino` o rejuvenecimiento nacional, que pretende mejorar la calidad de vida de la gente, la prosperidad general, construir una sociedad mejor y fortalecer las fuerzas armadas” como lo señala Swaran Singh profesor de Diplomacia y Desarme en la Universidad Jawaharlal Nehru de Nueva Delhi.

En este marco, la visita de Wang Yi Canciller de la RPCH a América Latina se inscribe en el objetivo de fortalecer las relaciones de su país con la región. La misma se propone vigorizar los intercambios de alto nivel e impulsar la cooperación. Según estadísticas del Ministerio de Comercio de China sus inversiones en América Latina subieron de 200 millones de dólares en 1975 a más de 100 mil millones en 2010. Así mismo, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de la ONU (CEPALC) estima que en unos 5 años China desplazará a la Unión Europea como segundo socio comercial de América Latina. Del 7,6% del total de ventas a la región en 2009, pasará a 19,3% en 2020.

Tal vez a eso se refirió el presidente Xi cuando en París, -al pensar en la necesidad del intercambio y el aprendizaje mutuo entre civilizaciones- expuso que lo que su país busca es “el Sueño Chino” que según él, “puede lograrse a través del desarrollo equilibrado y el refuerzo mutuo del progreso material y cultural", por lo que "el pueblo chino alentará cambios creativos y un desarrollo innovador de la civilización china de conformidad con el progreso de la época".

miércoles, 14 de noviembre de 2012

El XVIII Congreso del Partido Comunista de China.



La civilización china es muy antigua, tiene más de cinco mil años. A través de la historia ha hecho grandes aportes científicos y tecnológicos a la humanidad. El papel, los fósforos, el arado de hierro, la brújula, el uso del gas natural como combustible, la pólvora y la rueda de hilar se cuentan entre los inventos que los pueblos de China han hecho en favor de la economía y el desarrollo.

Los progresos de su economía y su cultura alcanzaron niveles avanzados mucho antes que las culturas occidentales. A diferencia de estas, que sustentan el éxito en la competencia y el individualismo, la cosmovisión china se basa en la integración de los opuestos, en el papel de que la existencia humana no supera en relevancia la de otros seres vivientes y de que lo espiritual tiene tanto valor como lo material.

Los estudios realizados por el gran filósofo Lao Tse sobre el cuerpo humano en el siglo VI a.C sentaron las bases para una medicina que hasta hoy es más eficaz y barata que la occidental porque se asienta en la prevención de los males para tratar de evitarlos.

Así mismo, Confucio, el otro gran filósofo chino de la antigüedad, estableció una dimensión social y política de la gestión de gobierno que ha trascendido los siglos y le ha dado a ese país las bases ideológicas para la unidad bajo un gobierno fuerte y centralizado. Sin embargo, eso ha permitido establecer una sociedad ordenada y jerarquizada que tiene como centro al colectivo por encima del individuo. Es imposible analizar la actual sociedad china al margen de estos dos filósofos que antecedieron 25 siglos a Marx y 26 a Mao Tse Tung, padre de la China actual.

Ya en el siglo III a.C el primer emperador Shi Huangdi logró la unificación de lo que hoy es el territorio chino. En el transcurrir de las centurias, las distintas dinastías que ostentaron el poder mantuvieron la unidad de las diferentes regiones del país, resistieron las invasiones de naciones extranjeras y procedieron a homogenizar la escritura, la moneda, y los parámetros de la educación.

Eso le dio la fortaleza para constituirse en una poderosa nación hasta que a mediados del siglo XIX, durante la desprestigiada dinastía Quing, las guerras del opio lograron debilitar al Estado, iniciándose el declive de China y su subordinación a la lógica del poder colonial de las potencias occidentales. Gran Bretaña y Francia lograron lo que ninguna civilización occidental pudo conseguir en el pasado mediante la introducción del estupefaciente como principal mercancía del comercio y la guerra como instrumento de dominación. Así, introdujeron a la gran nación china en una lógica que sirvió a los intereses coloniales occidentales. Incluso en 1898 ingleses, rusos, alemanes, franceses, japoneses y estadounidenses invadieron el territorio chino, se lo repartieron en zonas de influencia y exigieron pagos de compensaciones y concesiones de tierras. La dignidad de la nación china una vez más había sido mancillada.

En 1912, bajo el liderazgo de Sun Yat Sen la monarquía fue derrocada y se proclamó la república. El movimiento nacionalista Kuomintang capitalizó el espíritu anti japonés del pueblo chino y su demanda de una nueva constitución. Sin embargo, la influencia de Japón en el país era relevante, sobre todo después de la primera guerra mundial. En ese marco, algunos estudiantes universitarios pertenecientes a la Juventud Socialista e inspirados en las ideas de Carlos Marx y la revolución rusa, fundaron en 1921 el Partido Comunista de China (PCCh). Ese partido está celebrando su XVIII Congreso en los días que transcurren.

Han pasado muchos años desde ese lejano 1921 hasta nuestros días. Las transformaciones del país han sido sustanciales. De los 300 militantes que formaban parte de la organización en 1923 a los aproximados 80 millones que tiene hoy, dan cuenta de ese un salto gigantesco. En sus primeros años el PCCh, debió buscar las alianzas necesarias para luchar contra la influencia japonesa que se transformó en ocupación en 1931, así mismo debió luchar contra la represión del gobierno del Kuomintang que a la muerte de Sun Yat Sen había nombrado como líder a Chang Kai Shek y que se negó a incorporar a los comunistas al gobierno después de la segunda guerra mundial cuando Japón fue derrotado y expulsado del país.

Desde 1934 el PCCh promovió la toma de tierras, en un movimiento que se ha denominado como la “Larga Marcha”. Su Secretario general, Mao Tse Tung que había sido elegido en 1935 ganó un gran liderazgo que comenzó a generar expectativas sobre todo en los sectores campesinos de uno de los países más pobres y atrasados del mundo para la época. Para 1948 los comunistas habían logrado incorporar a 500 millones de campesinos para luchar por la reforma agraria, principal bandera de su combate.

El 1° de octubre de 1949 los comunistas tomaron el poder y proclamaron la República Popular China. Desde entonces el Partido Comunista de China ha sido la fuerza dirigente de la sociedad y el Estado chino. El pasado jueves 8, este partido inició su XVIII Congreso que culminará el próximo 15 de noviembre.

En el informe al Congreso presentado por el Secretario General Hu Jintao se reivindica la política de reforma y apertura iniciada en 1978 que ha permitido el desarrollo y transformación del país. Hu dijo que el PCCh ha hecho grandes aportes a la teoría marxista-leninista, a partir de las contribuciones hechas a la misma por Mao Tse Tung y el socialismo de carácter chino que recoge la continuidad de los elementos entregados al desarrollo de la sociedad por los distintos líderes chinos en estos últimos 35 años. Hu ha persistido en una idea de futuro que apunta al socialismo y ha asegurado que las características del mismo en las condiciones actuales de la economía mundial es lo que los ha obligado a descubrir particulares modalidades para su ejecución.

Por otra parte el Presidente chino ha reivindicado también la concepción científica del desarrollo y la justicia social como paradigmas a seguir en el quehacer de la política interna. En ese devenir, ha hecho un énfasis novedoso en su análisis al incorporar la necesidad de una superlativa preocupación por el medio ambiente como uno de los ejes centrales de la política del PCCh y el gobierno para el próximo período.

Así mismo, se ha planteado el objetivo de duplicar la renta per cápita de los chinos en 2020 respecto de 2010. Sin embargo, no se refirió al tema solo en términos cuantitativos, expuso que debe haber una distribución más colectiva y equitativa del ingreso, sobre todo para superar las grandes diferencias que aún persisten entre la ciudad y el campo. Recalcó que debe haber igualdad de oportunidades, no solo de ingresos.

Finalmente, el Secretario General del PCCh exteriorizó con especial vehemencia su preocupación por los males que aquejan a la sociedad china: la corrupción y la ineficiencia administrativa. Invocó los valores que dan fortaleza a los comunistas: la virtud y la honestidad como pilares en los que se debe sustentar la gestión. Así mismo, habló de la necesidad de la reforma interna para mejorar la capacidad del gobierno, de manera que el PCCh siga teniendo legitimidad ante el pueblo y pueda continuar manteniendo su hegemonía en la sociedad.

El informe de Hu y los debates posteriores han mostrado que la política china mantiene inalterable su rumbo, más allá de los vaivenes y las contradicciones en las que los especialistas extranjeros han puesto su mira. Los puntos de vista de los analistas occidentales siguen queriendo ver a China desde la perspectiva de una realidad que no tiene y, estudiarla a partir de cánones de conducta provenientes del otro lado del planeta, niegan así que estamos hablando de un país de cultura milenaria, que sustenta su acción política a partir de una creación propia sin copiar el modelo occidental ni siquiera el de socialismo, construyendo uno que tiene base original sin contradecir sus seculares principios filosóficos.

Lo cierto es que el país con la población más numerosa del planeta sigue teniendo en el PCCh su “…destacamento de vanguardia de la clase obrera y, a la vez, del pueblo y la nación en este país, y núcleo dirigente de la causa del socialismo con peculiaridades chinas…” como lo enuncian sus estatutos. Ese país, dirigido por los comunistas chinos que hoy celebran su XVIII Congreso será en 2016 la primera potencia económica mundial, cuando hace apenas un poco más de 60 años era un apéndice maltratado del escenario internacional.