La movilidad de los seres humanos es tan antigua como la presencia del hombre sobre la Tierra. Se calcula que los desplazamientos de un lugar a otro datan desde hace dos millones de años, hasta que la agricultura produjo la primera revolución en la historia de la humanidad. Los seres humanos se trasladaban de un lugar a otro en la búsqueda de alimentos que garantizaran su supervivencia. Todo cambió cuando los productos del agro se comenzaron a almacenar en una escala superior a la tradicional que limitaba su recolección a las necesidades de la familia y la comunidad. Esto ocurrió hace aproximadamente 10 mil años.
Muchos pueblos se comenzaron a establecer en lugares fijos y se empezó a pasar de una vida predominantemente nómada a una sedentaria, sin que la primera desapareciera hasta hoy. Este hecho, dio paso al surgimiento de las primeras civilizaciones porque los seres humanos comenzaron a interactuar en otros ámbitos de la vida, especialmente al producir manifestaciones iniciales de desarrollo cultural, en particular de la escritura, lo cual permitió que hoy se tuviera constancia de estos acontecimientos. Así mismo, debe decirse que tal proceso influyó directamente en la aparición de las sociedades de clases y de la explotación del trabajo de unos en beneficio de otros. Algunos empezaron a acumular más que los demás, sobre la base de aumentar la cantidad de alimentos a obtener a partir de la posesión de mejores y mayores cantidades de tierra y al descubrimiento de superiores tecnologías para la explotación de la misma. Una y otra cosa, no necesariamente se consiguieron en buena lid. Por otro lado, éste, también fue el origen de las primeras ciudades. Así vivió el hombre por varios milenios, los desplazamientos constituían formas habituales de la vida del planeta.
Las migraciones, como se le conoce ahora a estos gigantescos traslados humanos de miles de personas, se realizan por tanto, desde hace muchos miles de años, algunos de ellos fueron forzados y otros voluntarios. Todo este proceso transcurrió en medio de transformaciones económicas, culturales y políticas, (en particular guerras) los que signaron el desarrollo de importantes evoluciones del fenómeno migratorio que fueron configurando modelos de sociedades mixturadas por la presencia de diversas civilizaciones que concurrían en un mismo tiempo y lugar.
La creación de los Estados-nación en el siglo XVII, dio inicio a una mutación profunda de este fenómeno desde el punto de vista jurídico. El establecimiento de límites y la implantación de una autoridad reconocida en un territorio, instituyó condiciones y restricciones a la movilidad humana.
A partir de la Edad Media en Europa se produjeron además de las invasiones bárbaras y la expansión del islam, grandes viajes que implicaron salvajes y funestos planes de colonización que entrañaron procesos migratorios nunca antes vistos en la historia. El interés por la obtención de riqueza de unos en detrimento de otros, siguió siendo el móvil fundamental. Millones de personas fueron desplazadas por la fuerza en unos casos, mientras otros se aventuraban en la búsqueda de la ganancia inusitada. Posteriormente, ya en épocas de la Revolución Industrial, la necesidad de materias primas ineludibles para tal proceso, incrementó las migraciones.
El siglo pasado y lo que va de éste ha supuesto un desarrollo superlativo de la tecnología, el transporte y las comunicaciones, todo lo cual ha facilitado las migraciones masivas, sólo que ahora están motivadas en causas de carácter social y económico, que han tenido su origen en las profundas desigualdades entre los países del norte y los del sur, después de siglos de expoliación colonial y neocolonial.
En su versión moderna las migraciones constituyen, -en sus tres manifestaciones: emigración, transmigración e inmigración- la expresión de una serie de problemas relacionados con la génesis de la misma y las condiciones de vida de los ciudadanos, sus aspiraciones y las de sus familias en torno a la búsqueda de un futuro mejor.
Como apunta el investigador mexicano Daniel Villafuerte citando un informe de CEPAL del año 2006, la relación entre migración y globalización “ha sido parte constitutiva del proceso de modernización y ha desempeñado un papel central en el despliegue y desarrollo del capitalismo moderno”. En particular, respecto de América Latina, CEPAL afirma que la migración es expresión de la”asimetría en la distribución de los beneficios ofrecidos por la economía internacional”.
La crisis humanitaria que genera las indetenibles migraciones a Europa en la actualidad ha puesto de manifiesto una correspondiente réplica por parte de los “civilizados” líderes de ese continente. Africanos y asiáticos atraviesan miles de kilómetros huyendo de guerras de exterminio generadas por el inmisericorde “capitalismo salvaje” como lo llamara el Papa Juan Pablo II. Tarde ha descubierto Europa, el papel jugado por Muamar el Gadafi para que Libia sirviera de dique de los millones de africanos que viajan hacia el norte, esperanzados en llegar a Europa y aprovechar algunas de las condiciones de vida allí creadas con los recursos expoliados durante varios siglos. Así mismo, la desmembración de países, y el desencadenamiento de guerras en el Medio Oriente ha dado pautas para el desarrollo de organizaciones fundamentalistas que persiguen brutalmente a quien difiera de sus ideas, conduciendo a la huida de otro gran número de ciudadanos de esa región.
La respuesta de algunos de los “paladines europeos de la democracia”, es expresión de un pensamiento xenófobo, propio de las ideas fascistas que comienzan a resurgir en el viejo continente y que se han ido haciendo carne de los partidos y dirigentes de la derecha más reaccionaria. Al contrario, los cientos de miles de europeos que migraron a América Latina huyendo de la devastación de la posguerra fueron recibidos en casi todos los países, pudiendo iniciar una vida que gracias a su trabajo los ha llevado a la prosperidad. Jamás han sido perseguidos por su origen. Razones no les hubiera faltado a los latinoamericanos para hacerlo, si un espíritu revanchista hubiera estado en la memoria, tras siglos de genocidio europeo en el continente. Pero jamás fue ese el ánimo. No está en la práctica de nuestros pueblos. La xenofobia y el odio han sido alimentados desde la Independencia por intereses oligárquicos que pretenden mostrar a los migrantes como delincuentes.
Los migrantes nos son delincuentes. Delincuentes son los que generan las condiciones inequitativas, excluyentes, de marginación y de explotación que provoca que los ciudadanos, contra su voluntad, tengan que trasladarse a otras regiones o incluso a otros países. En el trasfondo está el modelo capitalista de una economía creada para generar diferencias y para profundizar las condiciones de pobreza, que impiden un normal desarrollo de la vida. Por el contrario, este producto de los infortunios generados por el capitalismo son caldo de cultivo para bandas delincuenciales que aprovechando las miserables condiciones de los migrantes, transforman tal situación en un comercio que jugando con la ley de la oferta y la demanda hace pingües negocios con el traslado ilegal de los ciudadanos, -que necesitan desplazarse para salvar sus vidas- y aprovechan las rutas para el transporte, -también ilegal-, de armas, mercancía y drogas. Para ello se vinculan con las grandes bandas criminales de paramilitares y narcotraficantes generando una mixtura transnacional del delito que es alimentado por la descomposición ética y moral de sociedades putrefactas en las que se pretende transformar a los migrantes en delincuentes, como hoy lo postula el magnate estadounidense Donald Trump quien lidera las encuestas para ser abanderado del partido republicano de cara a las próximas elecciones presidenciales de ese país.
Vistas así las cosas, la idea de convertir la migración en un delito persigue oscuros objetivos que violan principios elementales contenidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU. No entender que su origen está en la perversa distribución de la riqueza generado por el capitalismo y por siglos de expoliación colonial y neocolonial, intenta desvirtuar el centro de la crisis y exponer a millones de personas que huyen de la guerra y la miseria, a nuevos avatares que profundizan y no solucionan el problema.
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