El pasado 20 de julio fuimos testigos de un evento histórico que muchas personas de mi generación jamás pensamos sería posible observar en vida: el restablecimiento pleno de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos signado por la ceremonia de apertura de la Embajada de Cuba en Washington. Al frente de la delegación cubana en dicho acto, estuvo Bruno Rodríguez Parrilla, ministro de relaciones exteriores del país antillano. La presencia de Bruno (permítanme la licencia) trajo a mi, añejos recuerdos de mi primer encuentro, en 1991, con el entonces joven dirigente de la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba (UJC).
Vale decir que una de las excepcionales particularidades de Cuba es la imbricación de un sólido liderazgo histórico encarnado por Fidel y Raúl Castro con múltiples mecanismos de dirección colectiva que funcionan en el gobierno, el partido y el Estado. En fecha tan temprana como septiembre de 1986, previo a la Cumbre del Movimiento de Países No Alineados en Harare, Zimbabue, cuando Fidel Castro acababa de cumplir 60 años, se comenzó a preparar el relevo de la generación histórica que participó en el Asalto del Cuartel Moncada en 1953, la lucha en la Sierra Maestra entre 1956 y 1958 y que ha dirigido los destinos de Cuba desde el 1° de enero de 1959. Opuesto a lo que suele pensarse, ese no ha sido un proceso espontáneo ni dejado a los vaivenes de la situación política coyuntural.
Por el contrario, la continuidad en la conducción política del país, siempre ha estado presente en el devenir de la vida de Cuba en los últimos 55 años. De ahí la preocupación constante de los dirigentes por crear mecanismos permanentes de formación de cuadros en todos los niveles de la administración y el partido. Hoy, la aplastante mayoría de ministros, diputados, dirigentes del partido y los gobiernos locales y generales de las fuerzas armadas de Cuba nacieron en años posteriores a la revolución de 1959. Sin embargo, siempre ha estado en el tapete, la posibilidad de que el ascendiente moral y el liderazgo indiscutido de Fidel y de Raúl no pudieran ser sustituidos en el tiempo.
Con esa inquietud, en 1991 me propuse indagar acerca del pensamiento y la visión de los jóvenes cubanos sobre el tema. Entre diciembre de ese año y enero de 1992 realicé en La Habana una serie de entrevistas a mujeres y hombres cubanos que bordeaban los 30 años. Trece de estas entrevistas dieron origen en 1993 al libro ¿y cuándo Fidel no esté?, con portada del artista plástico Aníbal Ortizpozo y publicado por el Vice rectorado Administrativo de la UCV que conducía el profesor Elías Eljuri en coedición con la revista Ko´eyú Latinoamericana que dirigía el entrañable amigo Joel Cazal. En la presentación del libro se expone que el mismo cubre” un espectro de la juventud cubana suficientemente representativo a pesar que el imperativo del regreso nos obligó a postergar otras conversaciones que también tentaban nuestro interés”.
Precisamente, la obra cierra con una entrevista a Bruno Rodríguez quien en ese momento, a sus 33 años, era miembro del Buro Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas, y director de su órgano oficial, el periódico Juventud Rebelde. El hoy canciller es abogado, nació en México, durante el exilio de sus padres. En el IV Congreso del Partido Comunista de Cuba realizado en octubre de ese año 1991, fue elegido miembro de su Comité Central. Bruno, me recibió puntualmente el 17 de enero de 1992 a las 4 de la tarde en su oficina del “complejo poligráfico” cercano a la Plaza de la Revolución.
Después de una larga conversación sobre el tema en cuestión, mi indagatoria cerró con la siguiente pregunta: “¿Consideras que tu generación está capacitada para asumir responsabilidades superiores? Y entre otras cosas algo que en Cuba es una realidad: ¿podrán suplir el ascendiente moral, la capacidad y la experiencia de la generación que derrocó a Batista, en particular el presidente Fidel Castro? ¿ crees que les den esa posibilidad de sustituirlos?
Al ver a Bruno Rodríguez, el pasado 20 de julio en Washington como ingeniero principal de una obra colectiva como todas las que se hacen en Cuba, recordé aquella “fría” tarde habanera de 1991, cuando con plena seguridad, el hoy canciller me respondió con unas palabras que quisiera traer a colación como remembranza del largo tránsito del pueblo cubano por su independencia y su resistencia contra la barbarie imperial.
Dijo Bruno “En lo personal me siento cumpliendo funciones y asumiendo tareas muy responsables. Me es difícil decir si estoy preparado para desarrollar nuevas responsabilidades en el entendido de responsabilidades superiores. Francamente no me siento desbordado, pero si ante una responsabilidad que considero muy grande, está relacionada con un trabajo en la Juventud y con la dirección de un periódico en las condiciones actuales del país. Es difícil imaginarme una tarea que me sea más complicada. Me siento privilegiado de tener una responsabilidad, la cual todos los días se me presenta difícil, me exige soluciones y me deja poco tiempo.
En lo personal, estoy preparado para hacer varias cosas distintas. He tenido una vida muy dispersa. Fui bastante tiempo dirigente estudiantil, soy abogado, trabajé en los medios académicos, fui profesor universitario, trabajé en los sectores artísticos y literarios ya en la Juventud, estuve en las Fuerzas Armadas un tiempo, estuve en el trabajo internacional de la Juventud y en el servicio exterior y ahora soy director de un periódico, es decir, he hecho cosas bastante diferentes”.
Agregaba más adelante “Hay gente con una visión extraña de la juventud, a veces peyorativa, son los que hablan mucho de la madurez, como si fuera cronológica, y uno no conociera gente muy madura y muy joven y gente muy inmadura y poco joven, como los conozco yo también.
En fin, en esto hay que avanzar, pero, creo que ésta, es una generación que dispone de un espacio amplísimo, dispone de todo el espacio que se ha ganado, lo cual es decir mucho, y también es decir que los espacios de que no se dispone hoy, son espacios a ganarse.
La Revolución es mucho más que Fidel. Sin lugar a dudas que su peso y su participación son extraordinarios, sobre todo en la conducción de este momento súper crítico, no sólo de la Revolución, sino de la historia nacional, pero estoy convencido que no se trata de salir a buscar otro Fidel, entre otras cosas porque no se puede. Tuvimos un Martí, y no tenemos otro, tenemos ahora a Fidel, y soy un convencido, no vamos a tener otro, porque eso es irrepetible, pero hay una generación, (política más que biológicamente hablando) de la que han surgido una cantidad importante de compañeros cuya madurez es capaz de suplir el vacío que deje la dirección histórica de la revolución. Si eso saliera mal, querrá decir que nos equivocamos rotundamente y lo que hicimos tuvo poco valor, pero es necesario decir que una de las extraordinarias virtudes de Fidel, es precisamente ser portador de ese concepto, el haber inculcado eso, el abrir esos canales de participación, y estoy seguro que sin Fidel, todo el mundo, quien esté y quien no esté en la dirección, sentirá una responsabilidad mayor que la que siente hoy.
El relevo de la Revolución está asegurado por la Revolución misma. Es parte de la obra de la Revolución. Ella existe hoy y seguirá existiendo, porque como hasta hoy, en cada momento ha habido una generación que ha asumido su responsabilidad con la patria, y lo que es más importante, ha gestado y ha hecho crecer el relevo necesario”.
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