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domingo, 19 de julio de 2015

Irán, resistencia y confianza en la victoria.


El 11 de febrero de 1979, el pueblo iraní irrumpió en el palacio imperial que había ocupado el Sha Mohammed Reza Pahlevi. Después de casi dos años de continuas manifestaciones en su contra, el mayor sátrapa del Medio Oriente había huido. Con su fuga, Estados Unidos había perdido su principal bastión en la región y el mejor aliado que poseía en ella para su lucha contra la Unión Soviética. 

El modelo implantado por la revolución islámica, -desde un principio- se tornó contrario a Occidente, generando verdadero fervor entre los pueblos de la región. El país persa, ahora liberado de las ataduras monárquicas inició un camino de desarrollo y prosperidad que se sustentó no sólo en la explotación petrolera, su principal producto de exportación, sino que incluyó la industria, la agricultura y la electricidad a partir de avances tecnológicos surgidos de su propio talento científico. Eso le permitió aumentar su prestigio, consiguiendo dar promoción a la visión chiita del islam que profesa desde el año 1501.

Esta situación, vino a cambiar la correlación de fuerzas en toda la región. Por primera vez en la historia moderna, las monarquías sunitas, en primer lugar la gobernante en Arabia Saudita comenzó a percibir un resquebrajamiento de su hegemonía entre los países musulmanes y árabes, lo cual vino a transformar para siempre el conflicto milenario “árabe-israelí”, surgido artificialmente como un subproducto de la guerra fría a partir del el siglo XX. La presión de Occidente y en particular de Estados Unidos condujo al acercamiento de los otrora ”enemigos”. Desaparecida la Unión Soviética, principal apoyo de los pueblos árabes en su lucha por la auto determinación, Israel y las monarquías sunitas comenzaron a “cantar en el mismo coro” bajo la batuta de Estados Unidos, dejando a los palestinos a su suerte, como rehenes visibles de una situación neocolonial. 

En esas condiciones, Irán asumió como nunca antes, la responsabilidad principal de apoyar al pueblo palestino y a otros países de la región que vivían bajo la permanente amenaza del Estado sionista, el cual actuando sin contemplaciones, bajo el alero protector de Occidente cometía toda clase de desmanes en países vecinos. Esto hizo que el natural rechazo cultivado por las potencias occidentales contra Irán se acrecentara aún más, toda vez que éste se transformó en el principal escollo para las aventuras imperiales de Estados Unidos en la región. Así, en enero de 2002, el presidente George W. Bush expuso que Irán, junto a Irak y la República Popular de Corea configuraban lo que denominó “el eje del mal” y se propuso exterminarlo. Ese fue el origen de la invasión a Irak del año 2003, suponiendo la existencia de armas nucleares en poder del gobierno de ese país árabe, todo lo que resultó una nueva mentira del gobierno de Estados Unidos, lo cual ya es habitual como se demostró posteriormente.


En septiembre de ese mismo año 2003, el gobierno iraní anunció la construcción de un primer reactor nuclear como parte de su programa de desarrollo de la industria eléctrica. Este fue el argumento utilizado por Estados Unidos para tomar una serie de medidas de restricción de la economía y el comercio de la nación persa. El gobierno iraní aceptó el ingreso de inspectores de la ONU, quienes certificaron que el programa atómico de ese país no perseguía fines militares. Sin embargo, la agresión ya estaba en marcha. En junio de 2004 un grupo de inspectores británicos, franceses y alemanes elaboraron un documento en el que denunciaban que Teherán no había cooperado en la investigación sobre su programa nuclear. Aunque el mismo fue utilizado como base para afirmar que Irán desplegaba un programa secreto de desarrollo de armas nucleares, el documento ni siquiera fue enviado al Consejo de Seguridad (CS) de la ONU por la Organización Internacional de energía Atómica (OIEA), limitándose a emitir algunas recomendaciones que Irán debía cumplir en fecha establecida.

A fin de evitar el recrudecimiento del conflicto, Irán decidió suspender, -en noviembre de 2004- la mayor parte de su programa de enriquecimiento de uranio, siguiendo las recomendaciones de los organismos internacionales. A pesar que en enero de 2005 el gobierno permitió una inspección a una importante instalación militar, la que,-según Estados Unidos- jugaba un papel determinante en el proceso de construcción del armamento nuclear, Bush no estaba dispuesto en soltar el dogal que aprisionaba al país del Medio Oriente.

En esas condiciones, en las elecciones presidenciales de junio de 2005, obtuvo la victoria Mahmoud Ahmadinejad con un aplastante 61,8% de los votos. Siguiendo un clamor popular, Teherán anunció la reanudación de su programa nuclear pacífico, lo que llevó a que en 2006, la OIEA, -organismo que nunca en su historia ha realizado inspecciones a las instalaciones nucleares de Israel y jamás ha elaborado un dictamen sobre la ilegal posesión de armas atómicas por parte del Estado sionista- denunciara a Irán ante el Consejo de Seguridad de la ONU. El 23 de diciembre, éste emite la resolución 1737 que impone sanciones a Irán. Posteriormente, el 24 de marzo de 2007 (a través de la resolución 1747) y el 3 de marzo de 2008 el CS impone nuevas sanciones.

Durante el año 2010 y tras constatar la imposibilidad de obligar a Irán por vía de la amenaza y el chantaje, surgen una serie de iniciativas para resolver el conflicto a través de negociaciones. El propio presidente Obama se ofrece a dialogar con Irán, así mismo se llega a un acuerdo entre la potencia norteamericana y China para cooperar en el marco de la ONU en la búsqueda de un procedimiento pacífico del diferendo. El 12 de abril de ese año, el Pentágono aseguró que Irán no tenía capacidad para construir armas nucleares, develando con esto el carácter político de las sanciones y las intimidaciones contra Irán. La propuesta más exitosa para encontrar una salida provino de la decisión conjunta del presidente de Brasil Lula Da Silva y el primer ministro de Turquía, Recep Tayyip Erdogan quienes obtuvieron un compromiso de Irán para encontrar una solución negociada al conflicto. Esta iniciativa fue rechazada por el Consejo de Seguridad, toda vez que dejaba en evidencia su incapacidad como parte interesada en encontrar una salida aceptable para todas las partes.

Durante todo este período la máquina mediática había operado con fuerza para demonizar a Irán como peligro para la paz mundial. Así mismo, el proceso de sanciones se fue incrementando, particularmente a partir del año 2012 cuando las mismas se endurecen niveles jamás alcanzados, al tomarse medidas sin precedentes en este ámbito. Durante estos años, Irán aceptó visitas de los inspectores de la ONU en enero de 2011, enero, febrero y mayo de 2012.

Antes, en noviembre de 2011 fue divulgado por el Washington Post un informe en el que se aseguraba que Irán estaba a punto de conseguir el arma nuclear. Esto generó aprestos bélicos de ambas partes al llevarse la situación a un estado de tensión nunca antes visto. El 10 de noviembre el líder supremo iraní Alí Jamenei advirtió que su país respondería “con puño de hierro” ante cualquier agresión. Vale decir que informes de este tipo han sido habituales durante los últimos 12 años. La infamia mediática apostaba y apuesta al conflicto obteniendo pingües ganancias de la posibilidad del mismo y la creación de un estado de tensión global que favorezca el incremento en la venta de armas.

El 19 de septiembre de 2013, el nuevo presidente de Irán, Hasan Rohani, aseguró en una entrevista en NBC News que "Irán no desarrollará armas nucleares bajo ninguna circunstancia" y que buscaría resolver el conflicto con Occidente. Estas declaraciones allanaron el camino para el inicio de negociaciones, que se iniciaron el 15 de octubre de ese año y concluyeron con un acuerdo el pasado 14 de julio.

A diferencia de lo ocurrido con Grecia, Occidente no le pudo “quebrar el brazo” (utilizando palabras del presidente Obama) a Irán. La resistencia, la fortaleza de espíritu y su convicción en la victoria, después de 12 años de asedio y amenazas han logrado sembrar un olivo para la paz de la región y del planeta. Se ha hecho sin menoscabar la dignidad del pueblo y sin aceptar intromisiones a su soberanía. El gobierno y la diplomacia iraní han demostrado que se pueden obtener triunfos, incluso al oponerse a los designios de los poderes mundiales, cuando se tienen prístinos objetivos estratégicos y una confianza plena en la capacidad de resistencia de los ciudadanos que hoy celebran con júbilo este laurel.

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