Una de las cosas más gratas y reconfortantes que produce escribir es el intercambio con los lectores. Semanalmente recibo como promedio alrededor de 80 mensajes con opiniones, reflexiones o simplemente acusando recibo en los que casi generalmente se expresa satisfacción. Todo ello me alegra y estimula a trabajar con más ahínco para hacerlo cada vez mejor.
En algunas ocasiones, los mensajes vienen acompañados de propuestas de temas o asuntos que según los lectores deben ser cubiertos casi siempre motivados en las urgencias que genera la dinámica internacional, pero es imposible encarar todas las propuestas. Finalmente, solo publico un artículo a la semana. Recientemente, algunos amigos me convencieron de involucrarme en el espacio audiovisual que permite ampliar las perspectivas de investigación.
Siempre trato de generar un equilibrio entre los análisis estructurales del sistema internacional, los estudios históricos, la conmemoración de fechas importantes y los análisis de coyuntura entre otros, aunque estos últimos son bastante difíciles de encarar porque no deja de ser osado suponer que uno puede manejar la actualidad de cada país con una precisión y una certeza que ayuden a formarse una opinión acabada de la particularidad que cada uno de ellos entraña.
Esta vez, he asumido esa responsabilidad. Varios lectores me han pedido que emita una opinión sobre la situación preelectoral en Honduras y sus perspectivas. Trato de evitar hablar de Honduras, me resulta muy difícil obtener información valedera de lo que allí ocurre. Pareciera incluso que a los propios hondureños no les gusta hablar de su país. Siempre digo que junto a Venezuela, Honduras es el país que más me cuesta descifrar en América Latina.



