Debo confesar que en mis 44 años vinculado a las relaciones internacionales, nunca me había topado con un problema tan complejo de estudiar y comprender como el que se vincula a los hechos recientes en Siria. He consultado a mis fuentes habituales en la región y nunca antes había recibido opiniones tan distintas y hasta contradictorias entre personas que en lo general suelen coincidir en el análisis.
Me maravilla observar colegas que el mismo domingo 8 de diciembre, día del desenlace de los acontecimientos ya tenían opiniones acabadas sobre lo que había ocurrido, lo que estaba ocurriendo y lo que ocurrirá en el futuro. Imagino que poseen fuentes de información y capacidad de comprensión que, -debo decirlo- yo no tengo.
Tal vez me he impregnado tanto de la filosofía china que he comenzado a cultivar el don de la paciencia y la cautela. Siempre recuerdo que durante una entrevista el siglo pasado, le consultaron al dirigente chino Zhou Enlai su opinión sobre la revolución francesa y dijo que era un hecho muy reciente para saberlo. Aunque después se conoció que en realidad se estaba refriendo a los sucesos del “mayo francés” de 1968, la respuesta estableció la mesura con que se deben analizar los hechos históricos.
En particular, en un acontecimiento como este en el que participan tantos y tan disimiles actores, que tienen tan variados intereses, que a su vez han generado multiplicidad de variables, tener una idea conclusiva sobre el pretérito, el presente y el porvenir que este hecho generará me resulta muy difícil, cuando solo han transcurrido tres días de la consumación de un evento impactante para los escenarios local, regional y global.
Creo que al día de hoy hay muy pocas certezas y mucha incertidumbre. Trataré de exponerlas para que cada quien vaya sacando sus propias conclusiones. La principal certeza es que este es un hecho negativo para Siria, para la región y para el mundo. Si lo acoplamos a las acciones de Israel desde el 7 de octubre del año pasado y la actitud de Occidente al respecto, podemos palpar sin ambages su bancarrota en términos éticos y morales.