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sábado, 17 de febrero de 2018

Estados Unidos siempre necesita ir a la guerra.


Cuando era niño, todo era muy simple: se circunscribía a los buenos y los malos, sin importar si la referencia estaba relacionada con la segunda guerra mundial, el lejano oeste, el correcaminos o las telenovelas. Tal vez, ello estaba vinculado a los tiempos de guerra fría y al mundo bipolar, lo cual tenía un evidente influjo en el cine y la televisión. De hecho, el análisis en esta época era menos complejo que en la actualidad, se ajustaba a la simpleza de que lo que era bueno para uno, era malo para el otro y viceversa. Sin embargo, el mundo unipolar que emergió tras el 11 de septiembre de 2001 y los intentos de Estados Unidos por perpetuarlos por un lado, y las resistencias que eso ha generado, por el otro, han complicado la determinación de las variables positivas y negativas en el estudio de la dinámica internacional.

No obstante lo anterior, si hay un elemento que no se ha modificado un ápice, es el papel agresivo de Estados Unidos y su persistencia en la utilización del conflicto y la guerra como principal instrumento de su política exterior. Los días recientes además, han sido testigos ya no sólo de su perseverante búsqueda de cauces violentos para dirimir los trances de la política, sino que ahora han agregado una obsesiva intencionalidad de impedir a toda costa cualquier atisbo de negociación, diálogo y demanda de paz, a través de formas civilizadas, democráticas y ajustadas al derecho internacional.

El 29 de enero se realizó en Sochi, Rusia, el Congreso del Diálogo Nacional Sirio, con la participación de 1.393 delegados de la muy variada sociedad siria, incluyendo dirigentes de oposición que asistieron a título individual, así como miembros de las minorías kurdas, yazidíes, drusas y turcomanas, para reunirse a fin de hacer un esfuerzo en pos de una solución pacífica a la crisis del país, además de impulsar los trabajos para la redacción de una nueva Constitución. Junto a Turquía, Irán y Rusia (países del grupo de Astaná) garantes del alto al fuego en Siria, estuvieron presentes como observadores, representantes de Egipto, Jordania, Irak, Kazajistán, Líbano y Arabia Saudita, la que sin embargo dio órdenes de no asistir, a las fuerzas bajo su control agrupadas en la Comisión Suprema para las Negociaciones (CSN), que a su vez forma parte de la Coalición Nacional Siria (CNS), alianza en la que confluyen fuerzas políticas y organizaciones terroristas armadas y financiadas por Estados Unidos. Empero, estuvo presente el enviado especial de Naciones Unidas para Siria, Staffan de Mistura, llevando la palabra del secretario general de la ONU, Antonio Guterres, quien manifestó que el evento sería “una contribución importante a un proceso de conversaciones revivido dentro de Siria bajo los auspicios de las Naciones Unidas en Ginebra, basado en la plena aplicación del Comunicado de Ginebra (2012) y de la resolución 2254 del Consejo de Seguridad (2015)". Sin embargo, Estados Unidos además de no asistir, opinó que era una reunión innecesaria porque sus acuerdos serían “por una única vez”. Solo unos días después las organizaciones terroristas Fuerzas Democráticas Sirias (FDS) Y Estado Islámico (EI), lanzaron un ataque en el este del país en la provincia de Deir Ezzor, con la participación de fuerzas terrestres y apoyo aéreo estadounidenses, causando la muerte de unas 100 personas miembros de fuerzas locales que combaten al terrorismo. Esto podía dar la pista de porque Estados Unidos rechaza el dialogo y asume que los acuerdos logrados no tendrán efectos.

Otro escenario con una situación similar es Corea. Los juegos olímpicos de invierno que se desarrollan en la localidad de Pyeongchang en Corea del Sur, han servido para producir un impensado acercamiento entre las dos partes de la península. La República Popular Democrática de Corea (RPDC) envió al evento, además de una delegación deportiva, otra cultural y una de alto nivel estatal encabezada por el presidente de la Asamblea Suprema del Pueblo de la RPDC Kim Yong-nam y por Kim Yo-hong, hermana del líder Kim Jong-un. El acontecimiento posibilitó varios intercambios amistosos que derivaron en la invitación al presidente surcoreano, Moon Jae-in, para visitar Pyongyang "lo antes posible". Moon aceptó la invitación, afirmando que acudirá a la capital del país vecino una vez se realicen los preparativos necesarios. Ante esta posibilidad, el líder norcoreano afirmó que "Es importante seguir obteniendo buenos resultados, alentando aún más el clima cálido de reconciliación y diálogo creado por las fuertes ganas y la voluntad común del Norte y el Sur, que aprovecharon los Juegos Olímpicos de Invierno como un impulso". Tales declaraciones produjeron indudable jolgorio en la mayor parte del mundo y una sensación de distensión que augura la posibilidad de iniciar un camino de paz. No obstante, en Washington la impresión fue diferente: la Subsecretaria de Estado para Asuntos de Asia Oriental y el Pacífico, Susan Thornton hablando sobre el tema, expuso que el objetivo de Estados Unidos era lograr la desnuclearización de la península, en ningún momento mencionó la retirada del gigantesco contingente militar de su país de corea del Sur, verdadera causa de la tensión en la región. Pero, Thornton fue incluso más allá: en tono amenazante aseguró que alcanzarían ese objetivo “de una forma u otra”, contrariando así el proyecto de paz de China y Rusia que apunta a ambas acciones, es decir lo que se ha dado en llamar un “plan de doble congelación”. Reafirmando la opinión de la subsecretaria, el vicepresidente de la belicista nación, Mike Pence afirmó que Estados Unidos se propone seguir presionando a Pyongyang a través de “elevadas y crecientes sanciones” hasta que de "pasos claros" hacia la desnuclearización, insistiendo en que: "La idea es que no quitaremos la presión hasta que realmente estén haciendo algo significativo hacia la desnuclearización", a partir de lo cual "… la campaña de presión máxima continuará y se intensificará. Pero si quieren hablar, hablaremos".

Vistas así las cosas, no hay porque sorprenderse ante la llamada de teléfono que le hicieran Tillerson y Santos desde Bogotá, al representante de la oposición venezolana Julio Borges, obligándolo a no firmar el acuerdo al que habían llegado con el gobierno, teniendo como testigos al presidente de República Dominicana Danilo Medina y al ex presidente español José Luis Rodríguez Zapatero. Al igual que en los dos casos anteriores, la actuación del canciller imperial sigue una norma de conducta de su gobierno, para lo cual utiliza a Santos, un militarista confeso, que ya dirigió un ataque armado contra otro país, hecho del cual se vanagloria públicamente mientras le disputa a Uribe su autoría intelectual.

Cuando observo estos hechos, siempre recuerdo al periodista británico George Monbiot, columnista del periódico londinense The Guardian, quien en los días previos a la invasión de la OTAN a Irak afirmó que: “Si Estados Unidos no se estuviera preparando para atacar Irak, se estaría preparando para atacar otra nación. Estados Unidos irá a la guerra porque necesita un país con el cual ir a la guerra”. 

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