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sábado, 8 de abril de 2017

El golpe de Estado más extraño de la historia


Desde hace como seis meses mi esposa me venía insistiendo en la necesidad de comprar platos para el uso cotidiano en nuestra casa. La semana pasada, la situación hizo crisis, quedaban dos platos y ambos estaban cuarteados y rotos, el jueves al mediodía nos dimos a la tarea de resolver el problema. Cuando manejo, sobre todo cuando mi hijo va en el vehículo, no atiendo el celular, de manera que tras la necesaria incursión, regresé a casa, para encontrar una avalancha de correos y mensajes de texto, algunos de amigos sinceramente preocupados por nuestra integridad física y otros deseosos de saber cuál era la situación del país, tras el “golpe de Estado” que había acontecido. Junto a ello, la llamada de varios medios de comunicación del exterior, solicitando entrevistas para explicar “cómo estaba el país tras los hechos ocurridos”. 

Mi primera reacción fue de sorpresa, venía de atravesar buena parte de la ciudad y estaba todo absolutamente normal. Algunos amigos, así como periodistas a los que contacté insistían en que investigara bien, porque según ellos se había producido un golpe de Estado en Venezuela de acuerdo a lo que informaban casi todos los medios de comunicación internacional. Por supuesto, la mención de “medios de comunicación internacional” movió los hilos de mi entendimiento y comencé a “aterrizar” en lo que debía estar pasando, mi pensamiento me condujo al inevitable: “otra vez lo están haciendo”, pero no dejaba de preocuparme de que mientras se estaba desarrollando un golpe de Estado, yo realizaba la banal labor de comprar platos. 

Recordé aquel lejano 11 de septiembre de 1973: los militares entrando con atuendos de guerra en edificios gubernamentales y deteniendo a mansalva a todo quien se moviera por las calles de Santiago, los Hawker Hunter volando sobre la ciudad para bombardear la Moneda, la prohibición y censura total a los medios de comunicación, la prohibición de funcionamiento de los partidos políticos y sindicatos, la represión masiva en universidades, en una de las cuales fue detenido mi padre, quien por su acento del Caribe, fue acusado inicialmente de ser “cubano”, la paralización de clases en todos los niveles de la educación, el allanamiento de las industrias, la detención y el asesinato sumario de sus dirigentes. Hasta yo, siendo un simple dirigente estudiantil de un liceo de Santiago, tuve que esconderme por algunos días. Nada de eso, pasaba en Caracas ese jueves 30 de marzo. Era un golpe de Estado muy extraño. Pero si suponía que ya había visto demasiadas cosas raras, tuve que prepararme para otras verdaderamente insólitas en los próximos dos días. La magnitud de la confabulación que se armó contra Venezuela unía a una variada fauna de distinto pelaje. 

Los medios de comunicación colombianos interrumpieron su programación, los noticieros iniciaban sus ediciones hablando largamente de Venezuela. El presidente Santos desde Cartagena exigía el respeto a la democracia. No bastaban la muerte por desnutrición de catorce mil niños wayúu en la Guajira según denuncia de Javier Rojas Uriana presidente de la Asociación Indígena en entrevista con la periodista Claudia Morales de la W Radio de Bogotá, o un Congreso taponado de corruptos y paramilitares, tampoco el asesinato de más de doscientos líderes sociales y activistas de derechos humanos en los últimos meses, mucho menos la asociación entre políticos y narcotraficantes o el incumplimiento del gobierno de los acuerdos con las Farc, una vez que el presidente obtuvo su Premio Nobel. No es noticia, los pacientes que mueren en las puertas de los hospitales porque las Empresas Prestadoras de Salud (EPS) les niegan el elemental derecho a atención médica. No es menester hablar de los centenares de miles de niños que no tienen acceso a educación de calidad, o de la crisis en el campo, o la persecución y asesinato de indígenas en el Cauca que mueren impunemente por tratar de recuperar la tierra que les robaron los latifundistas amparados y protegidos por paramilitares. 

En el colmo del paroxismo, se realizó una gran marcha “contra la corrupción” organizada entre otros por John Jairo Velázquez, alias Popeye, el jefe de sicarios de Pablo Escobar en alianza con el Centro Democrático, partido de Álvaro Uribe, y el ex procurador Ordoñez, destituido de su cargo el año pasado, tres ejemplos prístinos de la corrupción en Colombia. Pero no, nada de eso, Venezuela seguía siendo más importante, hasta que la tragedia se volcó sobre Mocoa, capital del abandonado y empobrecido Departamento del Putumayo, víctima de la naturaleza, pero sobre todo de la desidia y el desprecio de los gobiernos de ese país. Ahora, los medios tenían –a costa de los centenares de muertos y miles de víctimas- otra noticia que les permitiría vender publicidad y elevar el raiting de su inmoralidad consuetudinaria. La respuesta de Venezuela fue ofrecer su apoyo solidario e inmediato para ayudar a los miles de ciudadanos afectados. No se nos olvida que para Bolívar primero fue Boyacá que Carabobo, esa es nuestra herencia -cuando se trata de combatir la adversidad-, una y otra vez se debieron posponer los nacionalismos y hacer prevalecer la fraternidad humanitaria como pueden testimoniarlo los casi 10 millones de extranjeros que viven en este país, el 30% de su población. 



Un día después del mencionado “golpe de Estado” continuaron los zarpazos, el gobierno de Perú, aquel presidido por ese pobre hombre que considera a su país como un “perro simpático” que está durmiendo en la alfombrita de la Casa Blanca de Washington y no le genera ningún problema a Estados Unidos, retiró su embajador de Venezuela. Mientras ello ocurría, Perú es preso de la incapacidad gubernamental para dar respuesta a la crisis generada por los desastres naturales: Kuczynski fue alertado hasta en tres ocasiones desde enero por los organismos competentes del riesgo que tenía el país ante “las condiciones océano atmosféricas en el Pacífico Ecuatorial Oriental, que incluye la costa norte del Perú” por lo que consideraban “que se han consolidado las condiciones de un evento El Niño costero débil en el presente verano”. Este presidente que piensa en inglés, más preocupado de la democracia en Venezuela que de su pueblo, hizo caso omiso de tales advertencias, que ahora deben lamentar centenares de miles de ciudadanos. Si hubiera justicia, este señor debería ser juzgado por negligencia e ineptitud en el desempeño de sus funciones. 


Otro tanto hizo su vecina del sur, la presidenta Bachelet, indigna de su pasado y de la propia memoria de su padre, habiendo vivido ella misma la brutalidad de un golpe de Estado, y sin guardar las dimensiones con lo ocurrido en Venezuela actuando de inmediato y con lealtad perruna al secretario general de la OEA, se apresuró a denunciar el “golpe de Estado” y llamar a su embajador a Santiago. Este caso, no sorprende a nadie, tal actitud forma parte del ADN de su coalición de gobierno, ya en 2002, el ex presidente Ricardo Lagos, fue el primero en apoyar a los usurpadores que destituyeron al Comandante Chávez, cerrando su embajada para que ningún perseguido (ahí si los hubo y ese mismo día) pudieran acogerse a la institución del asilo y tener protección. La Nueva Mayoría gobernante en Chile (antes Concertación de Partidos por la Democracia) no actuó con la misma decisión ni celeridad durante los golpes de Estado contra los presidentes Manuel Zelaya en Honduras en 2009 ni Dilma Rousseff en Brasil en 2016. Tampoco la tuvo Sebastián Piñera en 2012 cuando fue derrocado por la misma vía el presidente Fernando Lugo en Paraguay. Casualmente ambos, Lagos y Piñera son pre candidatos a la presidencia de Chile, así que si de algo debemos estar seguros, es que habrá continuidad en la voluntad golpista y reaccionaria de la clase política chilena que actúa sin conflictos en los marcos “muy democráticos” de la Constitución impuesta por Pinochet cuando no había registros electorales ni un poder electoral autónomo como si lo hay en Venezuela. Por desgracia para la presidenta chilena, su ministro de relaciones exteriores y la clase política chilena, en Venezuela no hay un General Pinochet y si hay muchos Generales Prats y Bachelet, leales a la Constitución y a la democracia, dispuestos como ellos a entregar su vida para rechazar los planes golpistas que apoya el gobierno chileno. 

Para cerrar esta semana de confusiones, con verdadero estupor asistimos al show de Mercosur, el cual después de expulsar ilegalmente a Venezuela, se reunió de urgencia para analizar “la interrupción de la democracia” en la República Bolivariana. Lo grotesco del caso es que los reunidos eran los representantes de Brasil, un gobierno ilegitimo e ilegal que si protagonizó un golpe de Estado, cuyo mayor impulsor, Eduardo Cunha, hoy está preso por corrupto, Paraguay, donde en ese mismo momento se estaban produciendo violentas manifestaciones populares de rechazo a la imposición ilegal de una enmienda a la Constitución en el Senado, que permitiría la reelección presidencial. En Paraguay si hubo un asesinado y de forma atroz, además de 30 heridos, entre ellos 3 diputados, ante el silencio cómplice de la OEA y el propio Mercosur. Argentina, donde el democrático presidente Mauricio Macri en un poco más de un año ha tomado medidas de corte neoliberal que han significado la cesantía de alrededor de medio millón de ciudadanos con el consecuente aumento de la pobreza y la marginación y Uruguay…ay Tabaré, recuerdo hace solo unos años cuando con perversa sumisión y de manera vergonzosa para tu condición de representante de un pueblo digno y fraterno, le pedías al presidente Chávez que salvara tu hospital oncológico que moría por la inacción del gobierno. Nuevamente primó el espíritu humanitario bolivariano y Venezuela concedió un crédito muy blando para recuperar el hospital. Pero lo que Chávez no aceptó, fue el negocio que ofrecías para vender la arruinada línea aérea Pluna, que no tenía ninguna posibilidad de ser reflotada en los términos tramposos y mentirosos que tu planteabas, como lo afirmaba una persona conocedora y cercana al tema y que no voy a mencionar porque ya falleció. Y llorabas para que Venezuela introdujera el software libre y le diera el millonario negocio a tu hijo. No sé si lo hicieron o no, tampoco me interesa, solo recordaba tu actitud oportunista y despreciable, propia de personajes de baja calaña que se disfrazan de progresistas para cometer sus desmanes. ¿Es este el Mercosur que le reclama democracia a Venezuela? No se puede predicar moral, mientras se exhiben los genitales. No es decente ni decoroso. 

En fin, Venezuela, no tiene una mejor democracia que nadie, pero tampoco es peor que ninguna, lo que importa es que fue, la que eligió el pueblo venezolano, no en una componenda cerrada de la élite, tampoco fue impuesta por un dictador, sino votada soberanamente por el pueblo en referéndum, permitiendo rescatar el país de un pasado ignominioso en que la Carta Magna servía solo para el beneficio de la mitad de la población, mientras la otra mitad permanecía excluida y marginada. Como toda obra humana, debe ser mejorada y perfeccionada, pero deben ser los venezolanos y venezolanas quienes lo hagan, en paz y sin injerencias extranjeras, la Constitución establece los términos y los marcos, a ello nos atenemos.

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