Hace dos años, se conmemoró el 70 aniversario del nacimiento de la República Popular China. Han sido siete décadas de esfuerzo denodado para superar las condiciones de atraso y miseria en que estaba sumido el país. Hace solo 40 años, el 25% de la población vivía por debajo de la línea de pobreza. El PIB per cápita anual era de sólo 127 dólares ubicando al país en los últimos puestos mundiales.
Desde 1978 el gobierno chino se abocó a la lucha por el desarrollo y la superación de la pobreza en el esfuerzo por hacer del país una nación moderna en la que los ciudadanos tuvieran condiciones para llevar adelante una vida armoniosa y plena.
En el plano internacional, el inicio de la política de reforma y apertura tuvo importantes repercusiones porque se reafirmó el carácter independiente que habría de tener su política exterior. En relación con Estados Unidos, implicaba el convencimiento mutuo de la necesidad de coexistir y colaborar. La desaparición de la Unión Soviética y la inexistencia de un “enemigo” común fueron forjando otro tipo de relación, que sin embargo no se caracterizó por una idea similar respecto de la estructura que debía tener el orden internacional. Durante algunos años prevaleció la necesidad mutua de poner el énfasis en la utilidad que tenía para uno y otro mantener los mejores vínculos.