A través de la
historia, el fin de una guerra siempre ha traído nuevos repartos territoriales
en distintas partes del mundo y con ello un sistema internacional que responde
a la lógica de los vencedores. En nuestro entorno inmediato Trinidad que fue
española terminó siendo inglesa y Curazao, que era una posesión inglesa pasó a
la historia como holandesa.
En el pasado más reciente, el fin de la primera
guerra mundial vio nacer a la Sociedad de Naciones como organización donde se
debían dirimir las controversias entre los países. Asimismo, al concluir la
segunda guerra mundial se creó la Organización de Naciones Unidas (ONU) como
instrumento para garantizar la paz en el planeta ante la devastación que las
dos grandes guerras del siglo XX habían causado y sobre todo, para controlar la
amenaza anunciada al mundo por Estados Unidos al lanzar innecesariamente las
bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki cuando la guerra ya había terminado.
Antes 5 países se reservaron el derecho de decidir por el resto del mundo
generando una contradicción que aún hoy no se resuelve: la que existe entre el
carácter democrático de la Asamblea General y el autoritario y dictatorial del
Consejo de Seguridad.
Más aún, 20 años después del final de la guerra
fría, el mundo no ha tomado nota de la situación internacional creada para dar
origen a una nueva organización con una lógica distinta que considere los
actores internacionales emergentes y sobre todo, una nueva agenda de
cooperación y paz que ponga en el centro los graves problemas que aquejan a la
humanidad.
Los acontecimientos de los últimos años signados
por una unipolaridad cerrada entre 2001 hasta 2008 y la transición hacia una
situación de balance de poder ante la debilidad económica y financiera de
Estados Unidos desde esa fecha dan cuenta de una ONU inoperante y plegado a la
voluntad de los Estados canallas.
La resolución unánime de condena a Irán por la
supuesta intención de construir armas atómicas contrasta la existencia de las
mismas en países como Israel, India y Pakistán, que poseen la común
característica de estar entre los mayores compradores de armas a los países
productores que son básicamente los miembros permanentes del Consejo de
Seguridad.
La aprobación, también
unánime de las potencias para autorizar -a través de la resolución 1973- lo que
derivó en el bombardeo indiscriminado a las ciudades libias y el asesinato de
miles de ciudadanos, dan cuenta de una organización que ya no es garante de la
paz sino promotora de la guerra. Igual hecho ocurrió durante los recientes
acontecimientos en Costa de Marfil, donde el propio Secretario General de la
ONU dio órdenes a los Cascos Azules de involucrarse militarmente bajo órdenes
de las FF.AA francesas que invadieron el país africano.
Finalmente, el anunciado veto de Estados Unidos
al ingreso de Palestina a la organización como Estado con plenos derechos, no lleva
más que a decir que la ONU ha muerto.