Cuando a algún escultor se le ocurra hacer una estatua a la hipocresía política en materia internacional, sin duda alguna el modelo a usar es Noruega. El país escandinavo por una parte acoge negociaciones y diálogos en los que supuestamente actúa como mediador y entrega anualmente el Premio Nobel de la Paz, al mismo tiempo que como miembro de la OTAN participa de todas las tropelías que se le antoje hacer a Estados Unidos en cualquier lugar del planeta, sembrando guerra, destrucción y muerte.
En relación al Premio Nobel de la Paz, más allá de la real valía que tengan algunos de sus ganadores, todo el mundo sabe que su concesión se debe a cálculos políticos que redunden en la inserción de Noruega y su política exterior en el planeta. En decir, el premio puede ser usado como ariete de la política agresiva de Europa y de la OTAN. Si no, ¿cómo entender que le haya sido entregado a connotados asesinos causantes del dolor de millones de personas? En este sentido se puede señalar la infamia que significa que la paz sea relacionada por ejemplo con Teodoro Roosevelt, Henry Kissinger, Menachem Begin, Frederik de Clerk, Isaac Rabin, Shimon Peres, Barack Obama, y Juan Manuel Santos entre otros. En este último caso, el cálculo político llegó a tal nivel que incluso contrariando la propia práctica del Premio, no se le entregó a las dos partes negociadoras, sino solo a una de ellas. Sólo la ignominia de Noruega puede hacer posible tal despropósito.
Hay que recordar que en este ámbito el testamento de Alfred Nobel estableció que se debía constituir “…un fondo cuyo interés se distribuirá cada año en forma de premios entre aquellos que durante el año precedente hayan trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y para la celebración o promoción de procesos de paz”. El premio se le debería entregar solo a aquellos que se han consagrado siempre a favor de la promoción de la paz, no a los que hacen la guerra y cuando son derrotados o no logran vencer al enemigo, se ven obligados a la negociación como consecuencia del repudio que sus acciones imponen a la mayor parte de los habitantes del planeta.