En los días que corren, tratar de escribir con coherencia por una parte y apuntando a aquello que puede ser interesante y prioritario para el interés del lector, por otra, se ha transformado en un verdadero reto. Como he dicho en días pasados, la incertidumbre y el caos son el signo de los tiempos, en los que la mayor potencia mundial está marcando la pauta.
Aunque la situación actual me lleva a recordar al rey, cuando en la primera escena del tercer acto de Hamlet afirmara que: “La locura de los poderosos no debe dejarse pasar desapercibida”, no es necesariamente la supuesta demencia del Rey Donald –la misma que incluso un grupo de siquiatras ha confirmado- la que más preocupa, sino las consecuencias que ella tiene en el actuar de sus súbditos. La violenta oposición que ha decidido desatar el partido demócrata en alianza con las corporaciones transnacionales de la comunicación y la burocracia de Washington, han hecho trastabillar a Trump, quien ha visto desvanecerse su decreto contra los musulmanes y obligado a poner a “jugar banca” a su flamante asesor de seguridad nacional Michael T. Flynn, todo antes de cumplirse el primer mes de mandato.
Tales hechos han conformado una situación de debilidad de la figura presidencial lo que según el renombrado sociólogo estadounidense James Petras, ha obligado a Trump a retroceder y aceptar una agenda de “alianza” con el partido demócrata. No obstante, la peor consecuencia del ambiente creado, es que la debilidad de la figura presidencial estadounidense configura, -como ya ocurrió en el período Obama- una total anarquía en el accionar de las agencias y departamentos del gobierno de Estados Unidos, que comienzan a operar con criterio propio.
Pareciera que estos acontecimientos empiezan a manifestar influencia en el actuar de gobiernos y organizaciones aliadas de Estados Unidos en América Latina y el Caribe, las que envalentonadas por el apoyo tácito o evidente que reciben desde el norte desparraman su locura propia para abordar acciones que más que coherencia, reflejan debilidad ante la incapacidad de consolidar el retroceso del movimiento popular iniciado hace dos años.
En Argentina, Mauricio Macri ha configurado el gobierno más entreguista de la historia de ese país, si consideramos que se “arrodilló” vergonzosamente ante los “fondos buitre” que esquilmaron al pueblo argentino, se desinteresó de la reclamación por la usurpación británica de las islas Malvinas y ahora, en el paroxismo de la sumisión colonial, condecora al rey Borbón con la orden que lleva el nombre del General José de San Martín.
Así mismo, las luchas sociales han ido en ascenso, mostrando una faceta propia de Argentina en cuanto a la permanente rebelión de sus sectores populares organizados. Según un informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), el año 2016 cerró con un alto grado de luchas laborales y sociales, que se manifestó en la existencia de 711 conflictos en el tercer trimestre del año.
El súmmum de la “obra de gobierno” de Macri ha sido el intento de hacer que el pueblo argentino le condone a él y a su familia la deuda de 4.6 mil millones de dólares que posee con el Estado. Durante el gobierno neoliberal de Carlos Menem, el Correo argentino, una empresa exitosa, orgullo del país, fue privatizada y adquirida por la familia Macri que la “exprimió” al máximo hasta declararla en quiebra. El gobierno de Néstor Kirchner la rescató, la hizo viable económicamente, pero quedó pendiente de pago el pasivo que adeudaba la familia Macri y que hoy el presidente pretende conmutar.
Junto a ello, firmó un decreto que modifica la fórmula para calcular el aumento de las jubilaciones, retrotrayendo esos montos al año 2015, mientras en el país sigue desarrollándose una inflación galopante. Con ello el gobierno macrista pretende contar con más recursos de cara a las elecciones parlamentarias de octubre, suplir la baja de ingresos por los recortes impositivos a los sectores más altos de la sociedad y, finalmente, generar las condiciones para la privatización de la seguridad social.
Ha sido tal la dimensión del desastre que conllevaron ambas decisiones, que Macri recibió una feroz crítica de algunos de sus principales promotores, como el diario Clarín, el prominente periodista Jorge Lanata, suerte de conciencia gris de la ultra derecha de ese país y el propio partido Unión Cívica Radical, su aliado más próximo. Hoy, la pregunta más recurrente en las cercanías del río de la Plata es si Macri terminará o no su mandato.
Más al norte, en Brasil, las cosas no parecen ir mejor. Durante su ejecutoria desde el golpe de Estado parlamentario que lo puso en el gobierno, el presidente de facto Michel Temer ha trabajado a favor de los sectores oligárquicos que lo llevaron a ese cargo, adelantando la destrucción del patrimonio público, en primer lugar de Petrobras y luego la banca pública con el fin de amputar la posibilidad de desarrollar políticas sociales a favor de las mayorías. De la misma manera, ha operado para afectar los derechos de los trabajadores, todo hecho en soledad, pero contando con el invaluable apoyo de sus adláteres corruptos del Congreso, el Poder Judicial y el soporte que surge del silencio cómplice de las Fuerzas Armadas mientras sigue menguando cada vez más el favor del pueblo. Por eso, a pesar de todas las trampas, amedrentamientos, presiones, amenazas y violaciones de la ley encaminadas a destruir la imagen de Lula e impedirle que pueda ser una opción real en las próximas elecciones, éste sigue puntero en todas las encuestas en primera y segunda vuelta contra cualquiera que sea el probable candidato de la derecha. En este caso, la locura del golpe de Estado como fin último de apartar al PT del gobierno, se comienza también a revertir en plazos muy acelerados.
Vistas así las cosas, uno puede preguntase el rumbo que tomará América Latina, cuando el acoso a México es brutal, a tal punto que la clase política de ese país, por primera vez en 17 años ha vuelto nuevamente la cara hacia América Latina y cuando los dos puntales sobre los que se ha estado construyendo la regresión política de la región se comienzan a tambalear, la pregunta es ¿cómo va a reaccionar el rey?, o dicho con más fundamento ¿cómo va a reaccionar la corte del rey? si se quisiera poner a efecto aquello que -nuevamente nos recuerda a Hamlet cuando escuchaba en voz de Polonio (acto 2, escena 2) quien le decía que: “La locura acierta a veces cuando el juicio y la cordura no dan fruto.” Ese es mi verdadero temor, la posibilidad que la supuesta locura del presidente sea el argumento para que él pueda cometer toda suerte de desmanes o, -mucho más probable- lo hagan sus subordinados cuando se comienza a configurar una situación “fuera de control”, bajo supuestas condiciones de demencia en las que se sientan libres de actuar contra personas o países, sean musulmanes, negros, migrantes indocumentados, homosexuales, mujeres, Irán, Venezuela o Cuba. En América Latina, se podría conformar un escenario particularmente peligroso, sobre todo cuando el pretendido ciclo que ha finalizado, se comience a manifestar otra vez, lo cual ocurrirá más temprano que tarde sin que nadie lo pueda dudar, aunque no estoy tan seguro que adquiera la misma forma que en 1998. Creo que necesariamente será a partir de nuevos liderazgos, y a través de modelos de democracias más profundas, más participativas y más radicales.
Para América Latina y el Caribe, la disyuntiva vuelve a ser la misma que la del Príncipe de Dinamarca: “Ser o no ser, esa es la cuestión, si es más noble para el alma soportar las flechas y pedradas de la áspera fortuna o armarse contra un mar de adversidades y darles fin en el encuentro…”