Actividades Académicas

sábado, 25 de febrero de 2017

Ser o no ser. Esa es la cuestión.




En los días que corren, tratar de escribir con coherencia por una parte y apuntando a aquello que puede ser interesante y prioritario para el interés del lector, por otra, se ha transformado en un verdadero reto. Como he dicho en días pasados, la incertidumbre y el caos son el signo de los tiempos, en los que la mayor potencia mundial está marcando la pauta.

Aunque la situación actual me lleva a recordar al rey, cuando en la primera escena del tercer acto de Hamlet afirmara que: “La locura de los poderosos no debe dejarse pasar desapercibida”, no es necesariamente la supuesta demencia del Rey Donald –la misma que incluso un grupo de siquiatras ha confirmado- la que más preocupa, sino las consecuencias que ella tiene en el actuar de sus súbditos. La violenta oposición que ha decidido desatar el partido demócrata en alianza con las corporaciones transnacionales de la comunicación y la burocracia de Washington, han hecho trastabillar a Trump, quien ha visto desvanecerse su decreto contra los musulmanes y obligado a poner a “jugar banca” a su flamante asesor de seguridad nacional Michael T. Flynn, todo antes de cumplirse el primer mes de mandato.

Tales hechos han conformado una situación de debilidad de la figura presidencial lo que según el renombrado sociólogo estadounidense James Petras, ha obligado a Trump a retroceder y aceptar una agenda de “alianza” con el partido demócrata. No obstante, la peor consecuencia del ambiente creado, es que la debilidad de la figura presidencial estadounidense configura, -como ya ocurrió en el período Obama- una total anarquía en el accionar de las agencias y departamentos del gobierno de Estados Unidos, que comienzan a operar con criterio propio.

Pareciera que estos acontecimientos empiezan a manifestar influencia en el actuar de gobiernos y organizaciones aliadas de Estados Unidos en América Latina y el Caribe, las que envalentonadas por el apoyo tácito o evidente que reciben desde el norte desparraman su locura propia para abordar acciones que más que coherencia, reflejan debilidad ante la incapacidad de consolidar el retroceso del movimiento popular iniciado hace dos años.

En Argentina, Mauricio Macri ha configurado el gobierno más entreguista de la historia de ese país, si consideramos que se “arrodilló” vergonzosamente ante los “fondos buitre” que esquilmaron al pueblo argentino, se desinteresó de la reclamación por la usurpación británica de las islas Malvinas y ahora, en el paroxismo de la sumisión colonial, condecora al rey Borbón con la orden que lleva el nombre del General José de San Martín. 

Así mismo, las luchas sociales han ido en ascenso, mostrando una faceta propia de Argentina en cuanto a la permanente rebelión de sus sectores populares organizados. Según un informe del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), el año 2016 cerró con un alto grado de luchas laborales y sociales, que se manifestó en la existencia de 711 conflictos en el tercer trimestre del año.

El súmmum de la “obra de gobierno” de Macri ha sido el intento de hacer que el pueblo argentino le condone a él y a su familia la deuda de 4.6 mil millones de dólares que posee con el Estado. Durante el gobierno neoliberal de Carlos Menem, el Correo argentino, una empresa exitosa, orgullo del país, fue privatizada y adquirida por la familia Macri que la “exprimió” al máximo hasta declararla en quiebra. El gobierno de Néstor Kirchner la rescató, la hizo viable económicamente, pero quedó pendiente de pago el pasivo que adeudaba la familia Macri y que hoy el presidente pretende conmutar. 

Junto a ello, firmó un decreto que modifica la fórmula para calcular el aumento de las jubilaciones, retrotrayendo esos montos al año 2015, mientras en el país sigue desarrollándose una inflación galopante. Con ello el gobierno macrista pretende contar con más recursos de cara a las elecciones parlamentarias de octubre, suplir la baja de ingresos por los recortes impositivos a los sectores más altos de la sociedad y, finalmente, generar las condiciones para la privatización de la seguridad social.

Ha sido tal la dimensión del desastre que conllevaron ambas decisiones, que Macri recibió una feroz crítica de algunos de sus principales promotores, como el diario Clarín, el prominente periodista Jorge Lanata, suerte de conciencia gris de la ultra derecha de ese país y el propio partido Unión Cívica Radical, su aliado más próximo. Hoy, la pregunta más recurrente en las cercanías del río de la Plata es si Macri terminará o no su mandato. 

Más al norte, en Brasil, las cosas no parecen ir mejor. Durante su ejecutoria desde el golpe de Estado parlamentario que lo puso en el gobierno, el presidente de facto Michel Temer ha trabajado a favor de los sectores oligárquicos que lo llevaron a ese cargo, adelantando la destrucción del patrimonio público, en primer lugar de Petrobras y luego la banca pública con el fin de amputar la posibilidad de desarrollar políticas sociales a favor de las mayorías. De la misma manera, ha operado para afectar los derechos de los trabajadores, todo hecho en soledad, pero contando con el invaluable apoyo de sus adláteres corruptos del Congreso, el Poder Judicial y el soporte que surge del silencio cómplice de las Fuerzas Armadas mientras sigue menguando cada vez más el favor del pueblo. Por eso, a pesar de todas las trampas, amedrentamientos, presiones, amenazas y violaciones de la ley encaminadas a destruir la imagen de Lula e impedirle que pueda ser una opción real en las próximas elecciones, éste sigue puntero en todas las encuestas en primera y segunda vuelta contra cualquiera que sea el probable candidato de la derecha. En este caso, la locura del golpe de Estado como fin último de apartar al PT del gobierno, se comienza también a revertir en plazos muy acelerados.

Vistas así las cosas, uno puede preguntase el rumbo que tomará América Latina, cuando el acoso a México es brutal, a tal punto que la clase política de ese país, por primera vez en 17 años ha vuelto nuevamente la cara hacia América Latina y cuando los dos puntales sobre los que se ha estado construyendo la regresión política de la región se comienzan a tambalear, la pregunta es ¿cómo va a reaccionar el rey?, o dicho con más fundamento ¿cómo va a reaccionar la corte del rey? si se quisiera poner a efecto aquello que -nuevamente nos recuerda a Hamlet cuando escuchaba en voz de Polonio (acto 2, escena 2) quien le decía que: “La locura acierta a veces cuando el juicio y la cordura no dan fruto.” Ese es mi verdadero temor, la posibilidad que la supuesta locura del presidente sea el argumento para que él pueda cometer toda suerte de desmanes o, -mucho más probable- lo hagan sus subordinados cuando se comienza a configurar una situación “fuera de control”, bajo supuestas condiciones de demencia en las que se sientan libres de actuar contra personas o países, sean musulmanes, negros, migrantes indocumentados, homosexuales, mujeres, Irán, Venezuela o Cuba. En América Latina, se podría conformar un escenario particularmente peligroso, sobre todo cuando el pretendido ciclo que ha finalizado, se comience a manifestar otra vez, lo cual ocurrirá más temprano que tarde sin que nadie lo pueda dudar, aunque no estoy tan seguro que adquiera la misma forma que en 1998. Creo que necesariamente será a partir de nuevos liderazgos, y a través de modelos de democracias más profundas, más participativas y más radicales. 

Para América Latina y el Caribe, la disyuntiva vuelve a ser la misma que la del Príncipe de Dinamarca: “Ser o no ser, esa es la cuestión, si es más noble para el alma soportar las flechas y pedradas de la áspera fortuna o armarse contra un mar de adversidades y darles fin en el encuentro…”

domingo, 19 de febrero de 2017

Trump: incertidumbre, dilema y perplejidad (II)


El centro de la atención mundial del último mes ha estado puesto en los twitters del presidente de Estados Unidos, toda vez que hasta ahora no es claro que se pueda determinar hacia donde se orienta el nuevo inquilino de la Casa Blanca, por lo que sus “trinos” están siendo la única manera de tratar de dar seguimiento a su política exterior. 

Sin embargo, su primer mes de gobierno ha estado caracterizado por un enemigo inusitado que desde el primer momento demostró una férrea oposición y un ataque sin cuartel a las decisiones presidenciales en materia de política interna: el partido demócrata ha devenido más reaccionario y guerrerista que el republicano ante su desesperación por haber perdido la presidencia y el ulterior desmontaje de sus políticas por parte de Trump. Estos primeros treinta días han sido de dedicación mayoritaria a la política interna.

Dos cosas quedan claras, la primera es que las contradicciones inter partidarias en Estados Unidos, son sólo expresión de diferencias entre fracciones oligárquicas domésticas, es decir, en cada momento se hace lo qué decide el sector que está siendo más favorecido por la administración de turno y, segundo, que en política exterior ambas caras del poder conforman un todo único que apuesta por el mantenimiento de la hegemonía global de su país a cualquier precio. Es probable que aparezcan discordancias, como ocurre hoy respecto de Rusia, pero en el momento de tomar medidas a favor del conflicto, no habrá dudas respecto de acuerdos entre ambas facciones.

Si queremos tener una idea de quién gobernará Estados Unidos en los próximos años, debemos destacar que el gabinete de 21 miembros de Trump está formado por 16 hombres blancos y uno negro y 4 mujeres. Se calcula que la fortuna de los miembros del gabinete asciende a 35 mil millones de dólares.

Entre los miembros del “núcleo duro” del gabinete, se supone que los que mayor incidencia tengan en política exterior, -ahora que el General Michael Flynn ha sido abruptamente defenestrado de su cargo- son Rex Tillerson, Secretario de Estado, Steven Mnuchin, Secretario del Tesoro y James Mattis, Secretario de Defensa De ellos, Tillerson no tiene ninguna experiencia en la función pública, aunque si una cercanía con los asuntos petroleros y energéticos, y un conocimiento exacto de Venezuela por la participación de la la Exxon-Mobil empresa de la cual fue Director Ejecutivo, en la explotación petrolera en el territorio de Venezuela, ocupado por Guyana en reclamación en el Esequibo. Es muy probable, que dados los antecedentes de Tillerson, Estados Unidos regrese a la diplomacia petrolera que caracterizó los gobiernos de los Bush, padre e hijo.

Steven Mnuchin, el nuevo Secretario del Tesoro, fue ejecutivo de Goldman Sachs, uno de los bancos de inversión, acusado de fraude por las hipotecas subprime y causante directo de la deuda que llevó a Grecia al default. Mnuchin se vio bastante inexperto y con pocos argumentos ante los periodistas cuando en rueda de prensa informó sobre el asunto del vicepresidente de Venezuela Tareck El Aissami, la prensa le inquirió sobre otros temas que no supo contestar, afirmando: “Yo vine aquí solo a hablar de Venezuela”, asunto que no interesó a los reporteros. El Secretario de Defensa James Mattis, será seguramente, –junto a Tillerson- quien tenga mayor participación en los temas referidos al Medio Oriente, China y Rusia, con los que ha tenido vinculación como alto oficial de las Fuerzas Armadas en el pasado. 

Sigo pensando que, salvo México en primer orden, así como Cuba y Venezuela después, América Latina y el Caribe no revisten mayor importancia en la agenda de Trump, que actuará en este ámbito a partir de criterios interesados de sus asesores y en la medida de la influencia que tengan los lobbies que se mueven a su alrededor como quedó de manifiesto al recibir a la esposa de Leopoldo López, gracias a gestiones de Marcos Rubio, con lo cual, además de mandar un mensaje (por twitter), a Venezuela, Trump pretendió, sobre todo, hacerle un guiño al lobby cubano de la Florida que lo adversó primero, para terminar dándole su apoyo en las elecciones. Es contradictorio que mientras el líder de la oposición y presidente del poder legislativo venezolano se tiene que reunir con funcionarios de segundo orden de la embajada de Estados Unidos en Colombia, la señora López sea recibida en la Casa Blanca por el presidente de ese país. Con esto, Trump quiso consolidar al senador Rubio como un interlocutor válido para las comunidades venezolana, cubana, además de la colombiana a la que pertenece la esposa de Rubio, que viven en Miami y sus alrededores. 

Las principales tendencias mostradas hasta ahora por el nuevo gobierno han sido hacia la militarización de la política exterior y una obsesiva preocupación por el “terrorismo islámico” en el que coloca a Irán como referencia. Ambos aspectos pueden tener incidencia en América Latina, por la vinculación que el gobierno de Estados Unidos podría hacer del país persa con sus aliados de la región en un supuesto apoyo al terrorismo, como ha quedado de manifiesto en la reciente acusación contra el vicepresidente de Venezuela. El argumento de lucha contra el terrorismo podría transformarse en elemento central de una política de “seguridad” de Estados Unidos en la región. En este sentido, vale decir que Estados Unidos tiene una burocracia poderosa, sobre todo en el departamento de Estado y en las agencias de seguridad, en particular la de lucha contra narcóticos (DEA) y la CIA que no siempre desarrollan políticas a partir de la decisión de sus jefes, como ha quedado demostrado innumerables veces en años recientes. No se puede obviar que el incremento como nunca antes de la presencia de militares en el gabinete de Trump, significa una fuerte representación del Complejo Militar Industrial en el gobierno de Estados Unidos, con todas las consecuencias que ello tiene, si se considera que esta es la industria más importante y el soporte principal de la economía del país.

Trump tendrá que lidiar con los conflictos heredados de sus antecesores: el Medio Oriente, generado por Bush, Ucrania, obra de Obama y sobre todo con China que es el único de todos ellos que podría originar transformaciones estructurales en el sistema internacional. Con todos ellos, ha sido ambiguo, y se hace necesario estudiarlos con detenimiento. El quid del problema es saber si dará continuidad o hará cambios respecto del pasado en su política. Por lo pronto, ha mostrado voluntad de acercarse a Rusia para buscar puntos en común en aquellos asuntos donde los haya; en el Medio Oriente, pareciera que seguirá atado a Israel, sobre todo por su cercanía afectiva, toda vez que su yerno es un sionista militante y su hija una judía conversa, Esto lo marcará a la hora de tomar decisiones, sobre todo en relación a Irán. Nuevamente, en este aspecto, tendremos que esperar medidas influidas por factores subjetivos, que solo podrán ser modelados en el tiempo, cuando Trump, entienda su rol de estadista y de presidente de la primera potencia mundial. Se tendrá que sentar en toda la silla, no sólo en la punta de ella, como hasta ahora. 

Con China será diferente, porque además de las políticas heredadas, Trump tiene, desde hace muchos años, una idea propia formada. Ya en 2011, dijo que "China es nuestro enemigo, ellos nos quieren destruir", así mismo, en otro plano afirmó que: "En el ámbito comercial, los chinos son unos tramposos", e incluso en 2012 aseguró que: "El concepto de calentamiento global fue creado por y para los chinos para hacer que la manufactura de Estados Unidos no sea competitiva". Sin embargo, estas aseveraciones, de evidente contenido emocional, a las que Trump es muy propenso son hechas a través de twitter, por lo que no está obligado a explicarlas con detenimiento, dados los 140 caracteres que lo limitan, con los cuales el presidente se siente muy a gusto para emitir sus brillantes ideas. 

Pareciera claro que Trump pondrá el énfasis de su gestión en mejorar la economía de Estados Unidos, eso chocará con la política exterior y sobre todo con la política militar de sus antecesores. Habrá que saber si se producen cambios en el desarrollo de esas estrategias a favor de cumplir sus propuestas de campaña o mantendrá la política exterior agresiva y ofensiva de sus colegas que le precedieron en el cargo. Es muy pronto para saberlo con precisión, pero en cualquier caso, - si lo compramos con sus antecesores- es esperanzador para la humanidad que haya dicho que es esencial tener buenas relaciones con Moscú para prevenir "un holocausto nuclear sin igual".

sábado, 11 de febrero de 2017

Trump: incertidumbre, dilema y perplejidad.


Al comenzar el año, alguien me preguntó respecto de qué pensaba en relación a cómo se iban a desarrollar las relaciones internacionales este año, sobre todo después de la entronización de Donald Trump como nuevo presidente de Estados Unidos. En ese momento contesté que pensaba –y sigo pensando- que por mucho tiempo la característica fundamental que actuará como eje del comportamiento de los principales actores internacionales, -y con ello, de la mayoría de los mismos- se moverá entre la incertidumbre, la indecisión y el dilema, hasta llegar a la perplejidad y el titubeo.

Con el restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, se observó que, después de esa decisión, y sobre todo posterior al viaje del presidente Obama a La Habana, una gran cantidad de líderes de Occidente y sus “aliados” comenzaron a desfilar por la capital de la mayor de las Antillas-. Fue evidente que, todos ellos, necesitaban una señal desde Washington para tomar sus propias decisiones de política exterior. En esa medida, la incertidumbre y la permanente duda respecto de las intenciones reales del Presidente Trump, que pareciera todavía moverse en términos más emocionales que políticos, “inundan” la cotidianidad de la mayoría de las cancillerías “subordinadas”, que esperan una “señal del cielo” para saber si sacan o no sus paraguas, a fin de capear posibles temporales.

El mundo de hoy se mueve en medio de paradojas, algunas bastante risibles, otras verdaderamente ridículas. Me viene a la memoria: “CNN miente” lo dijo Trump, antes, cuando la evidencia de tal afirmación la hacían otros, sobrevenía de inmediato la acusación de haber configurado un “atentado a la libertad de expresión”, de manifestar “opiniones absurdas de quienes les hacen el juego al terrorismo” o simplemente “mentes afiebradas, que continúan añorando al comunismo”; “Estados Unidos se retira del TPP”, también lo dijo el presidente estadounidense y el mundo se quedó mudo. Los rastreros presidentes de América Latina que forman parte del tratado (Chile, Perú y Colombia) guardaron “respetuoso” silencio y de repente recordaron que China los podía salvar y cual gusanos se arrastraron a buscar a un nuevo amo que los salvara de la debacle. En otro ámbito, en el colmo del paroxismo el presidente español, sin que nadie se lo pidiera, se ofreció como intermediario entre el gobierno de Estados Unidos y los de América Latina. ¿Será que se le olvidó que desde hace casi dos siglos somos naciones independientes, que cada una de ellas, salvo Brasil, tiene gobiernos democráticamente elegidos y que todas tienen relaciones con Estados Unidos? En fin, son las nuevas cosas que motiva Donald Trump y que tienen al mundo de cabeza. 

Desde el mismo momento de la selección de sus colaboradores más cercanos, se comenzaron a enunciar diferencias respecto del “natural” comportamiento de un presidente de Estados Unidos. En sus audiencias de confirmación ante el Senado, algunos de ellos (sobre todo quienes tienen las responsabilidades más relevantes) manifestaron opiniones discordantes con las de su jefe. Ante la polvareda que se levantó, el propio Trump aclaró que sus colaboradores pueden manifestar libremente sus opiniones. En lo que a política exterior se refiere, se revelaron posiciones encontradas respecto a las relaciones con Rusia, Irán, y China, la política en el Medio Oriente, desarme nuclear y cambio climático entre algunos temas más relevantes. Esto fue un adelanto de lo que se venía.

Lo cierto es que han pasado tres semanas y no hay claridad respecto del futuro, a pesar que se tomaron algunas medidas que han copado el mundo informativo por lo novedoso respecto del pasado, a la ambigüedad se vino a sumar la contradicción como rasgo siempre presente: aún no es claro cómo se manejara la relación con Rusia, cuando la misma se ha movido entre la aparente afabilidad de sus líderes y el mantenimiento de las sanciones que acompañan el pensamiento radical de los principales personeros del gobierno de Estados Unidos. Rusia está haciendo su contribución, sus dirigentes han flexibilizado el lenguaje y sus medios de comunicación, sin bajar la guardia, asumen una mayor moderación en sus aseveraciones, sin embargo, en el contexto actual, esto no asegura nada. 

Con respecto a China, lo mismo, una inusitada agresividad que se ve apaciguada repentinamente. Otro tanto ha ocurrido con Irán. En fin, no se sabe qué pensar. Cuando uno ve las fotos de Trump sentado en la punta de una silla conversando con sus colegas del mundo, da la impresión de que está apurado, que en cualquier momento puede concluir el dialogo (como ya ha ocurrido) y que tales conversaciones son sólo expresión de una formalidad.

El caso de China es uno de los más patentes en este sentido, después de haber dicho hace solo un mes que no se comprometería a un acuerdo de largo plazo entre Estados Unidos y China sobre Taiwán, condicionándolo al progreso en la políticas monetarias y comerciales de Beijing, y afirmando que "todo puede ser objeto de negociación”, incluyendo la aceptación de la política de “una sola China” base fundamental para el sostenimiento de relaciones diplomáticas con el gigante asiático, lo cual trajo la repulsa y el rechazo del gobierno de ese país, ahora, en una conversación directa sostenida con el presidente Xi Jinping, el pasado jueves 10, Trump se comprometió a respetar esa política, afirmando que China y su país acercarán posiciones y que de ello saldrán resultados positivos para todos, lo cual generó gran alivio en la comunidad internacional. Sin embargo, al día siguiente, Federica Mogherini alta representante para la Política Exterior de la Unión Europea (UE), principal aliada de Estados Unidos, durante una visita a Washington, le ha instado a "no interferir" en la política de los países comunitarios, creando una nueva fricción en el escenario.

En el trasfondo, todas estas acciones son expresión de un remezón profundo en el sistema, que no puede ser obviado en el análisis. Hay causas estructurales que pueden explicar la victoria de Trump, a pesar que se conocían sus opiniones de antemano, las cuales fueron expuestas muy transparentemente durante la campaña. Y ahí, tal vez resida el malestar del establishment, que está acostumbrado a actuar en “lo oscurito”. Obama no dijo que iba a construir el muro en la frontera con México pero “adelantó” 1100 Km. Trump dijo que no iba a cerrar la cárcel ilegal de Guantánamo y apoyó abiertamente el mantenimiento de la tortura como método para obtener información. Obama, por el contrario aseguró que iba a cerrar Guantánamo y no lo hizo, y mientras rechazaba la aplicación de apremios ilegítimos, sus fuerzas armadas y agencias de seguridad los siguieron utilizando. Obama repudió, siempre que pudo, al terrorismo islámico mientras lo apoyaba clandestinamente con armamento, entrenamiento y cobertura. Trump ha dicho que es imprescindible una alianza con Rusia para derrotar al Estado Islámico. Pronto seremos testigos, de si la continuidad o el cambio es lo que marcará la política del nuevo presidente en este ámbito.

Por ahora, lo que sí se puede afirmar es que la victoria de Trump al menos ha puesto en entredicho tres pilares que caracterizan la visión occidental de la política: 1. La democracia representativa como verdad universal. Falso, En Estados Unidos solo votó la mitad de la población y la minoría obtuvo el triunfo, por tanto, la democracia no es necesariamente el gobierno de la mayoría ni necesita de la participación ciudadana para ser legal. 2. Los tratados de libre comercio son la panacea de la economía global y el neoliberalismo la solución de los problemas de la humanidad. Falso, Trump, el magnate presidente se demoró una semana en echar abajo parte importante de este edificio, mientras sus adláteres de todo el mundo buscan desesperadamente al Fidel Castro culpable de esta debacle y 3. El respeto a los derechos humanos es el instrumento fundamental para hacer respetar la ley en el planeta y dentro de ella, el elemento fundacional es la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Falso, el presidente de Estados Unidos se permite abiertamente decir que puede hacer lo que le parezca y pasar por encima de los principios fundamentales del derecho, si el interés de Estados Unidos, así lo amerita. 

Este es el escenario…vamos a ver que pasa.