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miércoles, 18 de diciembre de 2013

México. Lo que el PRI te da, el PRI te lo quita


La guerra de la Reforma en México fue un movimiento político que estremeció al país a mediados del siglo XIX. La victoria de los liberales condujo a Benito Juárez a la presidencia, sin embargo inauguró un largo período de inestabilidad que incluyó la intervención militar francesa en 1862. Esta etapa de la vida política del país de los aztecas y los mayas concluyó con la llegada al poder de Porfirio Díaz quien gobernó desde 1876 hasta 1911 con un interregno entre 1880 y 1884 cuando tomó las riendas del poder Manuel González Flores.

Díaz fue un gobernante déspota que contó con el apoyo de los latifundistas, el clero (mayor propietario de la tierra en el México de entonces) y en gran medida de Estados Unidos, cuyos inversionistas tuvieron relevantes privilegios para recibir concesiones mineras, petroleras y agrícolas.

En 1910, hubo comicios en los que Díaz aspiraba a la reelección, sin embargo, todo el acumulado de descontento emanado de más de tres décadas de represión y marginación exigieron democracia y la no reelección del presidente. Así dio inicio la Revolución mexicana cuando Francisco Madero se puso al frente de un movimiento armado con apoyo popular, de obreros, intelectuales y sobre todo campesinos que tomaron el poder y convocaron a una asamblea constituyente. Los titubeos de Madero que vacilaba ante la necesidad de desarrollar acciones radicales exigidas por el pueblo condujo al alzamiento del líder campesino Emiliano Zapata que propugnaba la realización de la profunda reforma agraria que reivindicaban los campesinos alzados a favor de la revolución.

Estados Unidos intervino para derrocar a Madero e instalar en el poder a Victoriano Huerta quien pretendió retrotraer los avances que la revolución postulaba para lo más humildes. Además de Zapata, contra Huerta se alzó el líder del norte del país, Pancho Villa. Estados Unidos acudió en apoyo de Huerta, sus tropas desembarcaron en Veracruz en abril de 1914. Los mexicanos se unieron para derrotar al invasor. Después de negociaciones en las que terceros países intermediaron, Estados Unidos se retiró del territorio mexicano para volver en 1917 a fin de perseguir a Villa sin lograr derrotarlo.

En ese contexto, el 5 de febrero de 1917 es publicada en el Diario Oficial de la Federación, la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, herramienta política muy avanzada no sólo para México, también para América Latina y todo el mundo.

En su artículo 27 se consagra que “Corresponde a la Nación el dominio directo de (…) los productos derivados de la descomposición de las rocas, cuando su explotación necesite trabajos subterráneos; los yacimientos minerales u orgánicos de materias susceptibles de ser utilizadas como fertilizantes; los combustibles minerales sólidos; el petróleo y todos los carburos de hidrógeno sólidos, líquidos o gaseosos…”.

Además de los evidentes avances de la Constitución mexicana de 1917 en materia social y de defensa de los derechos de los ciudadanos, fue muy destacable y transformador lo que aportó en el aspecto de protección de los recursos naturales para su explotación a favor del desarrollo económico del país, sobre todo de las grandes mayorías excluidas a través de la historia. 

En el año 1929, los adeptos a la revolución mexicana, formalizaron la creación del Partido Nacional Revolucionario (PNR), el cual en 1938 pasó a llamarse Partido de la Revolución Mexicana (PRM) y en 1946 Partido Revolucionario Institucional (PRI). El PRI en sus diferentes acepciones gobernó continuamente en México desde 1929 hasta el año 2000, manteniendo el control total del gobierno de todos los estados mexicanos hasta 1989.

En 1934, el PRI llevó al poder al General Lázaro Cárdenas, quien desde la jefatura del Estado realizó las más profundas transformaciones que recuerde la historia mexicana. Gobernó a favor de los sectores más humildes, los pequeños propietarios agrícolas y los sectores medios empobrecidos de las ciudades. Estados Unidos y las facciones oligárquicas mexicanas reaccionaron negativamente contra el gobierno de Cárdenas cuando éste tomó medidas para proteger a los obreros petroleros ante de la voracidad de las firmas transnacionales estadounidenses. Visto el desacato de las empresas extranjeras a la decisión del gobierno mexicano, el general Cárdenas procedió a nacionalizar la industria petrolera. Paralelamente creó la estatal Petróleos Mexicanos (PEMEX), a la cual se le estableció un estatuto especial que tuvo rango constitucional y que instituyó su misión de ser la única instancia autorizada para manejar los recursos energéticos en territorio mexicano, con la responsabilidad de administrar, explorar, explotar y vender el petróleo y gas producido en el país. 

México comenzó a manejar su industria más importante, luchando contra el sabotaje de las empresas petroleras estadounidenses, poniendo en primer término la distribución del producto en el mercado nacional, lo cual creó un verdadero problema en Estados Unidos al verse privado de las cuantiosas exportaciones de crudo mexicano. Así, Pemex se transformó en un ícono nacional, siendo la empresa más importante del país y una de las mayores del mundo colocando a México como el décimo productor de petróleo y décimo tercero de gas a nivel mundial. 

En esa dimensión, la anunciada privatización de la actividad petrolera, se ha convertido en la noticia más importante y polémica del año político en México. Paradójicamente, el PRI y quien fuera durante seis décadas su más enconado rival político, el Partido de Acción Nacional (PAN) representante de los sectores más conservadores y retrógrados del país se pusieron de acuerdo para que en un precipitado trámite llevado a cabo en ambas cámaras del Congreso, se aprobara la reforma a la ley energética que eliminó el impedimento que durante 75 años prohibió la apertura de ese sector a la inversión privada en esta materia. Paradójico también que el primer presidente no priista después de 70 años, el panista Vicente Fox en noviembre de 2002, durante su mandato, asegurara que no propondría la privatización de Pemex.

La decisión permite la reforma a los artículos 25, 27 y 28 constitucionales, a fin de permitir la contratación de empresas privadas para la extracción y explotación de hidrocarburos, eliminando de hecho el monopolio constitucional que tenía Pemex.

En una encuesta hecha por Alianza Cívica y publicada por la prestigiosa revista Proceso de Ciudad de México se señala que el 83,52% de los mexicanos se opone a la modificación de la Constitución. Esta encuesta, en la que fueron consultadas 724 mil 426 personas, para lo cual se instalaron 7 mil 518 mesas receptoras en todo el país durante dos días el domingo 25 de agosto y el domingo 1° de septiembre abarcando mil 271 municipios en las 31 entidades federativas del país, así como las 16 delegaciones del Distrito Federa arrojó también que “91.61% de los consultados expresó su acuerdo en que los beneficios de la industria petrolera —cubiertas sus necesidades de operación y desarrollo— se utilicen exclusivamente en inversión pública como construcción de escuelas, hospitales, ferrocarriles y proyectos de investigación científica y desarrollo rural”.

Sin embargo, los defensores de la reforma constitucional alegan que “el actual sistema que se utiliza en el sector energético mexicano es deficiente, debido a la descapitalización y falta de inversiones”. Los partidarios y apologistas de la privatización argumentan que la misma “podría aportar mayores recursos para inversiones y mejorar la eficiencia”. Incluso, han hecho referencia al modelo venezolano en el que el Estado acepta la inversión extranjera, sin modificar el régimen de pertenencia ni la Constitución en materia de soberanía del Estado sobre los recursos naturales. 

Por el contrario, los que rechazan la privatización, plantean su preocupación en torno a que se va a dejar al Estado mexicano sin disponibilidad presupuestal para la inversión en educación y salud ante el riesgo que el capital privado se quede con las ganancias de la actividad petrolera y gasífera. Así mismo, manifiestan dudas respecto de que la reforma disminuirá el precio de los combustibles.

Aunque el debate y la resistencia a las medidas se siguen manifestando, ahora tendrá que hacerse sobre un hecho consumado. Tal como muchas veces ha ocurrido en la historia de los últimos cien años en México, “lo que el PRI te da, el PRI te lo quita”. El problema es que la propiedad de los mexicanos sobre su petróleo está en el ADN del país, por lo que la reforma constitucional afectará –como nunca- su identidad nacional de cara al futuro

jueves, 12 de diciembre de 2013

Legalidad y legitimidad democrática


Los últimos eventos eleccionarios en Chile, Honduras y Venezuela nos han mantenido ocupados en el análisis de sus resultados, las perspectivas y consecuencias que de ellos se derivan. Aunque no he escrito sobre las elecciones del pasado domingo en Venezuela porque siendo un tema nacional hay otros colegas que con mucho más conocimiento e información han emitido valiosos documentos de análisis. Es menester decir que al escribir estas líneas, hoy lunes 9 de diciembre, después de una revisión de la prensa internacional que reseña tal acontecimiento, se puede generalizar afirmando que fue imposible para los medios de comunicación de la derecha foránea obviar la importante victoria obtenida por el gobierno de Venezuela y las fuerzas políticas que lo sustentan, rompiendo una supuesta tendencia iniciada en abril, a través de la cual la derecha opositora suponía un camino de deslegitimación institucional que los conduciría el poder. 

Si algo claro quedó el pasado domingo es la incapacidad del liderazgo de la derecha para construir una alternativa creíble para los venezolanos. No es éste el espacio, para referir una vez más, los innumerables intentos y los variados instrumentos que la oposición aliada a Estados Unidos ha utilizado para abrirse paso en un país que dada su relevancia, es considerado como un botín de primer orden en el tablero estratégico global a partir de sus importantes reservas de petróleo y gas en un mundo en el que la política energética juega un papel primordial en las definiciones de política exterior.

La victoria electoral del gobierno venezolano es –en el plano internacional- una derrota para las fuerzas oscuras de la derecha. Vale, sin embarco acotar que mientras Venezuela mide fuerzas una y otra vez en el marco de la democracia consagrada en la Constitución Nacional, en la vecina Colombia vendida como adalid del modelo de democracia a construir, el alcalde Bogotá, Gustavo Petro, elegido legítimamente por el pueblo fue destituido por la decisión unilateral del Procurador General de la República, Alejandro Ordoñez. Esta medida que además inhabilita a Petro por 15 años para ejercer cargos públicos fue catalogada por el alcalde de la capital colombiana como “…un golpe de Estado sobre el gobierno progresista de Bogotá”.

Los diferentes actores políticos del país andino han comenzado a manifestar opiniones en torno al hecho que se ha transformado en el más importante del cierre del año político colombiano, eclipsando las conversaciones de paz que se llevan a cabo en La Habana y de paso, poniendo en un segundo plano la decisión unilateral de las FARC de declarar una tregua decembrina como expresión de su voluntad de allanar el camino de las negociaciones.

El propio ministro de Justicia del gobierno colombiano, Alfonso Gómez Méndez, opositor ideológico de Petro quien se encontraba con él en el momento en que se hizo pública la noticia, dijo que el Gobierno Nacional no compartía esta decisión, que la “lamentaba” y que de inmediato el Ejecutivo tendría como propósito hacer una reforma constitucional para recortarle estos poderes al ministerio Público.

Más allá de las responsabilidades que pudiera tener el alcalde ante las imputaciones que se le hacen respecto de su responsabilidad en la implementación de un nuevo modelo de recogida de la basura en la urbe capitalina, lo que trasciende es el poder de un funcionario para destituir e inhabilitar a otro que ha sido elegido por mandato popular.

Vale decir que las fuerzas opositoras a Petro encabezadas por el representante Miguel Gómez, cercano al ex presidente Álvaro Uribe habían intentado sin éxito llevar adelante un referendo para revocar el mandato del alcalde. Esta medida que a todas luces se inscribe en mecanismos de democracia participativa para permitir al pueblo defenestrar legalmente a aquellos funcionarios que no cumplen sus responsabilidades, no pudo llevarse adelante a pesar que la misma fue aprobado en julio del presente año después que la Registraduría Nacional (institución que en Colombia es responsable de la realización de los procesos electorales) certificara que se habían recolectado las firmas válidas para que la convocatoria tuviera curso legal. Petro refutó la validez de estas firmas y tras una revisión realizada por grafólogos especializados fueron anuladas decenas de miles de registros, en algunos casos por haber sido recaudados fuera de la capital. 


Según un artículo del profesor asociado de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Colombia, Miguel Ángel Herrera Zgaib publicado en la edición N° 00350, el pasado mes de mayo en la revista Semana de Bogotá, el Procurador Alejandro Ordóñez consiguió re elegirse en su cargo “venciendo todo obstáculo, con el poderoso expediente sancionatorio que el cargo ofrece, y que esgrime con celo intimidatorio e indudable eficacia para persuadir a los congresistas corruptos, sus ´naturales` electores”. 

Lo que trasciende en este caso es la posición de Ordoñez que según un analista colombiano consultado antes de escribir este comentario, está actuando casi como jefe del comando de campaña de las huestes uribistas para las elecciones de 2014, apuntando además como posible contendor en el proceso eleccionario de 2018 cuando el Presidente Santos no podrá optar a la re elección. A esa lógica pareciera apuntar el mensaje que envió la prestigiosa periodista colombiana María Jimena Duzán quien tras conocer la decisión de Ordoñez contra Petro, dijo a través de su cuenta de twitter que “Las razones para destituir a Petro son políticas. Ordóñez está sacando del juego a sus posibles competidores para el 2018. Va por Fajardo”, refiriéndose al Gobernador del Departamento de Antioquia por el partido Verde. 

La avalancha de actuaciones políticas de Ordoñez incluye su manifiesto rechazo a las conversaciones de paz que adelantan el gobierno y la guerrilla. En particular ha insistido en que los dirigentes de la FARC deberían ser juzgados por delitos de lesa humanidad, además ha insistido en la imposibilidad para que a futuro, puedan participar en el escenario político legal.

Así mismo, y nuevamente a tono con el discurso uribista, ha exteriorizado su rechazo al fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya que concedió un territorio marítimo a Nicaragua en detrimento de Colombia. Ha dicho que tal sentencia no puede cumplirse porque modifica las fronteras colombianas, creando verdadera zozobra jurídica dada su alta investidura.

Además, al destituir a Petro, Ordoñez cumple el objetivo uribista de provocar al presidente Juan Manuel Santos a que asuma una posición frente al hecho, retando los diálogos de paz de La Habana para -por esta vía- calentar los motores políticos electorales del uribismo que se encuentra carente de propuestas para el país, recurriendo a cobijarse en una retrógrada diatriba anti venezolana y anti chavista. 

Las dos caras de la moneda, una democracia en Venezuela que se renueva democráticamente en paz y, otra colombiana, en la que un troglodita fundamentalista impide el normal desenvolvimiento de los mecanismos modernos de participación, sin los cuales la democracia carece de legitimidad, aún desarrollándose en los marcos de legalidad que se hayan podido construir.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

América Latina y el Caribe, ¿Patio trasero o jardín florido? A 190 años de la Doctrina Monroe

Cuando escribo estas líneas, es 2 de diciembre. Hoy se cumplen 190 años desde el día en que en 1823, el Presidente James Monroe en el discurso sobre el estado de la Unión ante el Congreso de Estados Unidos pronunciara el discurso que fijara a posterioridad los parámetros fundamentales de la política exterior de ese país y que ha pasado a la historia como Doctrina Monroe.

En este discurso quedó proclamada la intención de Estados Unidos de considerar al hemisferio occidental como zona exclusiva para la realización de sus intereses, así mismo, estableció la veda de la región para cualquier nueva aspiración colonialista europea. Expone que “Debemos, en razón de la sinceridad y a las amistosas relaciones que existen entre los Estados Unidos y esas potencias, declarar que consideraríamos cualquier tentativa por su parte de extender su sistema a lugar alguno de este Hemisferio peligrosa para nuestra paz y seguridad” 

En el citado documento, después de exponer sus buenas intenciones para con el gobierno imperial ruso y asegurar a Europa que el gobierno estadounidense pretende mantener sólidas relaciones de amistad y respeto y que no existe el mínimo designio del gobierno de Estados Unidos por inmiscuirse en sus asuntos internos incluyendo los de sus colonias, al referirse a América, señala con firmeza que “ Con los movimientos de este hemisferio estamos necesariamente conectados de modo más inmediato, y por causas que deben ser evidentes para todos los observadores ilustrados e imparciales”, por tanto, alguna afirmación de control o interferencia en los asuntos internos de los Estados americanos sería considerada como “la manifestación de una disposición inamistosa hacia los Estados Unidos”. 

Una lectura superficial y descontextualizada del contenido de la declaración del presidente de Estados Unidos podría conducir a pensar que tales conminatorias frases son expresión de una voluntad altruista y solidaria de Estados Unidos para con sus pares del continente. Sin embargo, lo que traslucen sus letras, arropadas con la verdad de la historia vivida en los últimos casi 200 años, dejan ver una visión unilateral de expansión que excluía a las potencias europeas de tal ambiciosa idea, a fin de reservarse para sí, el ímpetu hegemónico que ya dominaba los anhelos de la élite gobernante estadounidense. En ninguna parte del mencionado discurso se hace alusión implícita o al menos explícita de la intención desinteresada de Estados Unidos por el dominio neocolonial de las naciones del sur, recién independizadas. El tratadista español Alberto Ulloa en su manual de Derecho Internacional Público señala que “La doctrina Monroe se apoya en el más peligroso de todos los fundamentos, pues el derecho de propia conservación ha sido la fórmula invocada a través de la historia para justificar los actos más arbitrarios”.

Tal como quedó demostrado durante la agresión británica contra Argentina en las islas Malvinas en 1982, la Doctrina Monroe, ha tenido siempre las limitaciones que impone el interés nacional de Estados Unidos y, por cierto, a partir de su entronización como primera potencia mundial ya en su etapa imperialista iniciada a finales del siglo XIX, sus intereses globales le hacían poner el énfasis en el provecho de mantener su supremacía planetaria. En esa medida los beneficios que pudieran haber significado esta doctrina para América Latina y el Caribe siempre han quedado pospuestos. Ya lo había advertido Henry Clay, Secretario de Estado durante el gobierno de John Quincy Adams (que sucedió al de Monroe en 1825) al afirmar que “Cuando se presentara en el Nuevo Mundo un caso de intervención extranjera, no tendrían los otros países del Nuevo Mundo derecho a requerir la aplicación de la Doctrina, ya que la puesta en acción de la misma dependería exclusivamente de la iniciativa y decisión norteamericana”. 

La doctrina Monroe fue el punto de partida para la implementación de la política intervencionista de Estados Unidos en América Latina y el Caribe. Después vinieron el Corolario Roosevelt; la concreción de la idea panamericana a través de la realización de las Conferencias Interamericanas, la primera de las cuáles tuvo lugar en Washington en 1889; la estrategia del “gran garrote” y la diplomacia del dólar a comienzos del siglo XX; la política del Buen Vecino ante la necesidad de buscar aliados durante la segunda guerra mundial; el surgimiento del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) en 1947 y de la Organización de Estados Americanos (OEA) en 1948; la creación de condiciones para el derrocamiento del Presidente Arbenz en Guatemala en 1954; la expulsión de Cuba de la OEA en 1960 y la fallida invasión de mercenarios a la isla caribeña con apoyo militar y logístico de Estados Unidos en 1961; la Alianza para el Progreso en el mismo año; el apoyo a los golpes militares que instauraron gobiernos dictatoriales en Nicaragua, República Dominicana, Paraguay, Brasil, Bolivia, Uruguay, Chile y Argentina y el sostenimiento de tales regímenes con el asesoramiento a las fuerzas de seguridad para la represión, el asesinato, la tortura y las desapariciones a través del Plan Cóndor; la invasión a Granada en 1983; el apoyo a las bandas contra revolucionarias en Nicaragua durante la década de los 80, así como a las represivas juntas democratacristianas que gobernaron en El Salvador; la invasión a Panamá en 1989, la Iniciativa para las Américas (IPA) de Bush padre en la última década del siglo pasado; El Plan Colombia, el Plan Puebla-Panamá y la Iniciativa Mérida como instrumentos modernos de intervención regional; la reactivación de la IV Flota de las Fuerzas navales de Estados Unidos y la intención de construir una gran Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) se inscriben entre algunas de las acciones que han surgido a través de la historia de la Doctrina Monroe. 

Con todo este historial, deberíamos sentir beneplácito del reciente anuncio del Secretario de Estado de Estados Unidos John Kerry, quien a mediados de noviembre en un discurso en la OEA dijo que “La era de la doctrina Monroe ha terminado” según cita “The Wall Street Journal”. Kerry agregó que “La relación que buscamos, y para cuyo impulso hemos trabajado duro, no se trata de una declaración de Estados Unidos acerca de cómo y cuándo van a intervenir en los asuntos de los Estados americanos. Se trata de que los países se perciban unos a otros como iguales, de compartir responsabilidades, de cooperar en cuestiones de seguridad y no adherirse a la Doctrina, sino a las decisiones que tomamos como socios para promover los valores y los intereses que compartimos”.

Parece increíble esta declaración, viniendo de un funcionario que solo 7 meses antes, el 28 de abril, durante un discurso ente el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, había tildado a América Latina como “el patio trasero de Estados Unidos”, agregando que planeaba cambiar la actitud de algunas de estas naciones. Fue muy preciso al señalar que “El hemisferio occidental es nuestro patio trasero, es de vital importancia para nosotros. Con mucha frecuencia, muchos países del hemisferio occidental sienten que Estados Unidos no pone suficiente atención en ellos y en ocasiones, probablemente, es verdad. Necesitamos acercarnos vigorosamente, planeamos hacerlo…”. En ese mismo discurso y como prueba de tal retórica aseguró que no reconocería el triunfo que había obtenido Nicolás Maduro en las elecciones presidenciales del 14 de abril en Venezuela.

Ahora, en noviembre y con solo unos días de diferencia respecto de su declaración de cese de la Doctrina Monroe, su vocera Jean Psaki, en una clara injerencia en los asuntos internos de Venezuela manifestó “su preocupación” por el otorgamiento de poderes habilitantes al presidente Maduro, a pesar que dicha resolución se tomó en el marco de la Constitución y las leyes que rigen el funcionamiento jurídico del país. 

En el colmo de la hipocresía y sólo una semana después de tales declaraciones, una desvergonzada intervención de la Embajada de Estados Unidos produjo un descarado fraude electoral rechazado por al menos dos candidatos y por las organizaciones sociales y populares de Honduras. 

Cabe recordar que durante el gobierno de Barack Obama que ahora propugna el fin de la Doctrina Monroe, se produjo el fallido golpe de Estado contra Rafael Correa en Ecuador y el derrocamiento de los presidentes constitucionales de Honduras y Paraguay a través de acciones típicas del influjo de tan nefasta doctrina. 

La vigorosa y unánime respuesta latinoamericana ante tales intentos imperiales y oligárquicos de retrotraer el rumbo de la historia, la extraordinaria voluntad del pueblo hondureño que lucha en las calles en defensa de su maltratada democracia y la contundente oposición de los gobiernos progresistas de la región a los intentos avasalladores de los voceros de la administración estadounidense, tal vez señalen que América Latina y el Caribe dejó de ser patio trasero, para transformarse en jardín florido de la esperanza de sus pueblos.

lunes, 25 de noviembre de 2013

En Honduras está pasando algo…


En las tertulias de la Nicaragua sandinista de los años 80, en un contexto estremecido por los aires insurreccionales de casi toda la región centroamericana, Honduras era el “país donde nunca pasaba nada”. Eran tiempos en que Nicaragua iniciaba su camino independiente, ya liberada de la subyugación a la que la sometió la familia Somoza por más de cuatro décadas, en El Salvador había sido fundado -después de la unión de las fuerzas populares- el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que desarrollaba una desigual batalla contra las juntas democratacristianas apoyadas por Estados Unidos y hasta en Guatemala, las fuerzas guerrilleras que llevaban varios años desarrollando la lucha armada en contra de los gobiernos militares que 30 años antes habían derrocado al presidente Jacobo Arbenz, se habían unido, creando la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG)…sin embargo…en Honduras no pasaba nada.

Para aquellos que habíamos ido desde otras latitudes a hacer un aporte en la lucha de esos pueblos hermanos, adentrarnos en la vida de los países centroamericanos significó introducirnos en un mundo desconocido, en una región solo explorada desde la lejanía por el conocimiento de las hazañas de Francisco Morazán en el siglo XIX y de Augusto C. Sandino a comienzos de la centuria que transcurría. Así mismo, conocíamos la región a través de la pluma de Rubén Darío y de Miguel Ángel Asturias. Pero, siempre subyacía aquella peregrina idea de que…en Honduras no pasaba nada.

Sin embargo, para los combatientes revolucionarios de esos países, Honduras había significado y significaba la retaguardia fraterna y solidaria que ayudaba a sostener tales batallas en contra de un enemigo común. El país incrustado como un triángulo entre sus hermanos, aportó su propia cuota silenciosa de asesinados y desaparecidos por el apoyo que dio a sus vecinos en lucha. Los escuadrones de la muerte operaban con saña bajo la asesoría de la embajada de Estados Unidos dirigida por el tristemente célebre John Negroponte, ex agente de la CIA, quien desde su puesto en Tegucigalpa conducía la lucha de la contra en Nicaragua. Así, fuimos descubriendo que en Honduras si pasaban algunas cosas que no estaban a la vista de la opinión pública, pero que tenían una influencia directa en los acontecimientos bélicos de los países vecinos y en su propio territorio.

En esa época, bajo el influjo de la revolución sandinista, la Honduras que gobernaba con mano de hierro el general Policarpo Paz García apresuró una Constituyente que entre sus primeros acuerdos confirmó a Paz García como presidente ¡Vaya Constituyente!. En 1982, el nuevo presidente Roberto Suazo promulgó una ley antiterrorista que criminalizaba la protesta social a la que consideraba “intrínsecamente subversiva”.

Ya en 1924, el país centroamericano había sido invadido por Estados Unidos para imponer el poder tras bambalinas de la United Fruit Company, y en la década de los 80 del siglo pasado – ante los avances revolucionarios del entorno- vio como se estacionaron las tropas estadounidenses que sirvieron de apoyo logístico a la Contra que desarrollaba la guerra a fin de derrocar el poder sandinista. Se calcula que en 1983, Estados Unidos tenía 1200 soldados en el país.

Los procesos de paz que se llevaron adelante en los países centroamericanos que mantenían conflictos armados al finalizar la década de los 80 y comienzos de la de los 90 tuvieron un influjo en Honduras. Sus gobiernos se vieron obligados a decretar amnistía a los presos políticos, abolir la ley antiterrorista, subordinar las fuerzas de seguridad al poder civil y disolver la Dirección Nacional de Investigaciones (DNI), acusada por los organismos independientes de defensa de los derechos humanos como el ente del Estado responsable de las torturas y las desapariciones.

Sin embargo, ello no impidió que desde 1990 se implantara un modelo neoliberal a ultranza y que en 1995 se creara la Unidad de Investigación Criminal, sustituta de la DNI, integrada por 1500 hombres y asesorada por las fuerzas de seguridad israelíes y estadounidenses. En esa época, como promedio 50 personas eran asesinadas diariamente en el país centroamericano. El 80% de la población vivía en condiciones de pobreza y 228 terratenientes controlaban más del 75% de las tierras del país.

La represión indiscriminada, sobre todo en sectores rurales, el intento fallido de suprimir por la fuerza a las bandas juveniles denominadas “maras” y la subordinación desembozada a Estados Unidos marcaron la política hondureña de fines del siglo pasado y comienzos de éste.

Proveniente de las propias fuerzas políticas del modelo, en 2005 fue elegido como presidente el liberal Manuel Zelaya. Al asumir su mandato, Honduras era el tercer país más pobre de América Latina después de Haití y Nicaragua.

El nuevo presidente se propuso hacer algunos cambios y tomar medidas para mejorar las condiciones de vida de los excluidos. Propuso al Congreso aprobar una ley de participación ciudadana a fin de ampliar el marco democrático en su país. En esa lógica, en enero de 2007 tomó control temporal de la venta minorista de gasolina a fin de reducir los precios de los combustibles, tras la imposibilidad de llegar a un acuerdo con las empresas Chevron y Exxon Mobil.

Su acercamiento a la Alba, el ingreso de Honduras a Petrocaribe y la preparación de la Cumbre de la OEA en San Pedro Sula en junio de 2009 en la que contra la opinión de Estados Unidos se eliminaron las restricciones para el retorno de Cuba a la organización, colmaron la paciencia de Washington que incrementó las actividades conspirativas para derrocar al gobierno. Un golpe de Estado coordinado desde la Embajada de Estados Unidos y en el que participaron las fuerzas Armadas, los poderes públicos y hasta el propio partido liberal de Zelaya, lo destituyó por la fuerza el 28 de junio de 2009. En ese momento Negroponte era Subsecretario para Asuntos Latinoamericanos, del Departamento de Estado de Estados Unidos y Hugo Llorens el embajador estadounidense. A este personaje se dirigió el nuevo presidente hondureño Porfirio Lobo con el objetivo de solicitarle el visto bueno para nombrar a los ministros de su gabinete, como el mismo Presidente Lobo reconoció en una entrevista concedida el 31 de enero de 2011 a la emisora HEN de Tegucigalpa. Para que no quedaran dudas, el mandatario hondureño agregó que “Es tradicional que Honduras consulte todo lo que hace con Estados Unidos, por lo que por décadas se le ha denominado: ´Traspatio de Estados Unidos` o el clásico mote de ´República Bananera`”.

Ahora, nuevamente la Embajada de Estados unidos es protagonista. La semana pasada en este mismo espacio comenté que “…no tengo dudas que Xiomara Castro ganará en las urnas, hace falta saber si lo hará en el conteo de votos…” Lamentablemente parece que los hechos me están dando la razón. Al escribir estas líneas la candidata del partido Libre no aceptaba los resultados anunciados por el tribunal Supremo electoral y denunciaba fraude. 

En la preparación del mismo, una semana antes de las elecciones del 24 de noviembre, la Embajadora de Estados Unidos, Lisa Kubiske, en un discurso informó que era posible que no se determinara el resultado de las elecciones el mismo día del evento electoral. Era una clara manifestación injerencista con la intención de marcar la pauta que debía seguir el instituto electoral. Si el presidente había afirmado que era normal consultar a Estados Unidos, lo más probable es que debió inquirir a la embajadora acerca de quien debía ser su sucesor. De otra manera, no se explica que la misma embajadora afirmara, -unos minutos después de la apertura oficial de los comicios- que los hondureños no deberían tener miedo de ”…utilizar el poder del sufragio… ustedes deben preguntarse qué clase de país quieren construir los hondureños”.

Fue la orden de largada para el muy bien organizado fraude electoral. Todos los actores nacionales e internacionales, políticos, empresariales, eclesiásticos, y de comunicaciones, accionados como por una varita mágica comenzaron a jugar sus roles. Sin embargo, ahora en Honduras si están pasando cosas: el pueblo está en la calle defendiendo su victoria, el bipartidismo fue derrotado y a diferencia del pasado, hoy existe una organización política que junto a los movimientos sociales han logrado generar una voluntad de resistencia que sembró patria y conciencia. 

Nunca las victorias populares han sido fáciles y cuando se obtienen, llega lo más complicado porque la contraofensiva imperial no tiene contemplaciones. Ayer, en Honduras, el imperio y las fuerzas retrógradas de la sociedad recurrieron al golpe de Estado, hoy al fraude electoral y siempre encontramos una constante: la presencia intervencionista de la embajada de Estados Unidos. Menos mal que el secretario Kerry anunció el fenecimiento de la Doctrina Monroe, entonces, ¿cómo se llama esto?

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Cosas y casos de la democracia representativa


Esta semana pensaba escribir exclusivamente de las elecciones del próximo domingo en Honduras y de las perspectivas políticas que se abren en el país centroamericano. Sin embargo, no me puedo resistir a la tentación de dar alguna opinión sobre el primer acto del circo electoral de Chile que se llevó a cabo el pasado domingo 17 de noviembre.

Vistos los resultados y las acciones llevadas a cabo por los comandos electorales de las dos señoras que pasaron a segunda vuelta e incluso las de alguno de los perdedores, la frase más socorrida fue “Ganó la democracia”. Vale referirse a este concepto para saber si estamos hablando de lo mismo. Según la definición tradicional, “democracia” es el gobierno del pueblo. Esta idea surgida en la antigua Grecia entre los siglos VI y V antes de Cristo ha ido evolucionando hasta su implantación como paradigma en los modernos Estados-Nación. Entre las grandes tradiciones que surgieron en esta etapa, terminó imponiéndose la liberal. Evidentemente en Occidente y en casi toda América Latina se estableció un modelo que entiende la democracia como “desarrollo”, éste introdujo una crítica al individualismo fincado en la propiedad. 

Sin embargo, las distorsiones comienzan cuando se niega lo que J.S. Mill estableció al afirmar que “el individuo debía desarrollar sus potencialidades humanas, mediante la participación política”. De esa manera rescata los ideales que la visión utilitarista del hombre había eliminado. 

Posteriormente, ya en el siglo pasado, surge el modelo de democracia como “equilibrio”. Con él se sustenta el patrón de dominio capitalista que la concibe, –según Schumpeter- como “un método de elección de autoridades más que como un fin: un procedimiento para legitimar autoridades mediante la competencia entre élites, en un mercado político donde se dirimen sus conflictos en forma pacífica y con un electorado preferentemente pasivo”.

En el caso chileno, -tal vez más que en cualquier otro de América Latina- concurren los elementos presentados por estos teóricos de tanta relevancia. Veamos, por una parte no es válido hablar de democracia cuando no está presente el principio de participación. En Chile eso es patente. La Constitución de Pinochet sigue reinando. La competencia entre “élites” no basta para hablar de democracia. En Chile ni siquiera vale la mayoría. Un candidato a diputado que obtuvo una votación menor a otros puede asumir tal condición por encima del que lo superó en apoyo popular. Si hablamos de cifras, cuando se hace alusión al “circo” no debe relacionarse con cosas baladíes o de menor cuantía. El presidente Piñera en su primera comparecencia posterior al acto electoral intentó engañar abiertamente a la opinión pública diciendo que Chile poseía un universo electoral de 12 millones de votos y que la votación iba a alcanzar alrededor de 6.6 millones de electores efectivos. De un plumazo borró a más de un millón y medio de electores, llevando la abstención a “sólo” 45%, según sus palabras. Lo cierto es que de un padrón electoral de 13. 573. 134 ciudadanos, ejercieron su derecho a voto 6.691.840, es decir el 49,3% de los inscritos. De ellos, la hija del General Bachelet, asesinado por la dictadura en la Academia de Guerra Aérea sacó 3.070.012 votos equivalentes al 22,61% de los potenciales electores. 

Su principal contrincante, la hija del general Matthei, comandante en jefe de la Aviación y miembro de la Junta de Gobierno de Pinochet, Director de la Academia de Guerra Aérea cuando fue asesinado el general Bachelet, sacó 1.645.840 votos que significan el 12,12% del padrón. Estas son las “mayorías” que irán a segunda vuelta. Se equivocó el candidato derrotado Marco Enríquez-Ominami cuando dijo que los resultados eran legítimos. No lo son, es verdad que gozan de legalidad amparados en la fuerza de la Constitución pinochetista, pero no es legítimo. Aunque legalidad y legitimidad parece lo mismo, en política la última es, precisamente, la capacidad del sistema para hacer creer que los valores que la sustentan son legales y de esa manera, construir el entramado jurídico que soporta la dominación. Es interesante conocer los aportes de Max Weber al respecto. Así, el poder del Estado es más sólido cuando mayor es la subordinación voluntaria al mismo, a sus “principios ético-jurídicos y a los preceptos jurídicos positivos legitimados por aquellos”. De esta manera, uno de los candidatos de la oposición es quien aparece legitimando los resultados.

Entonces, ¿cómo se configura el circo? Veamos. Un presidente falseando públicamente los datos para reducir el porcentaje de participación e invisibilizar a los que no aceptan el sistema, dos hijas de generales, uno asesinado y uno participante de una junta de gobierno asesina, festejando el paso a la segunda vuelta porque obtuvieron una “mayoría” de 22,61% y 12,12% en la primera y, finalmente la guinda del pastel, un Partido Comunista celebrando haber ganado tres diputados más (objetivo revolucionario táctico en el camino de la toma del poder según la terminología de este grupo ) a costa de su alianza con los promotores del golpe de Estado que asesinó y desapareció a decenas de sus militantes.

Ahora, cosas de esta democracia tan particular… se producirá la paradoja de que los gobiernos de Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia que no tienen ningún comunista en sus gabinetes seguirán siendo perseguidos y acosados por las huestes imperiales, mientras que en Chile donde surgirá un gobierno que muy posiblemente tenga ministros comunistas no será tocado ni con el pétalo de una rosa. Claro, ahora los comunistas incorporados a la “Nueva Mayoría” de 22,61% de los chilenos defenderán junto a sus aliados el modelo neoliberal de democracia restringida.

En ese contexto, vale la pena escuchar a los líderes sociales que llamaron a la abstención. Si nos atenemos a las cifras y sin querer decir que todos los que lo hicieron acudieron a su convocatoria, habrá que aceptar –en términos de verdadera democracia- que han sido los grandes ganadores de este proceso. Ellos si son la nueva mayoría. 

La ex vocera de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES), Eloísa González dio su opinión para argumentar acerca de las razones que llevaron a los movimientos sociales a rechazar su participación en el proceso eleccionario. Dijo que “…la abstención es un fenómeno que refleja la situación en la que estamos actualmente. No va a generar cambios, pero como acto político o como fenómeno que expresa este malestar y esta realidad, también expresa desafíos que tenemos que tomar en cuenta. El conjunto de la población no siente que sus demandas y problemas vayan a ser resueltos por la vía institucional y, ante eso, es necesario encontrar distintas alternativas y caminos que desemboquen en la construcción de una solución más inmediata”. La joven de 19 años no había nacido cuando terminó la dictadura de Pinochet, su opinión es expresión de una generación que se ha formado bajo el paraguas protector que los gobiernos de la Concertación por la Democracia y Piñera han construido para salvaguardar el legado pinochetista.

Por su parte un creciente número de ciudadanos han optado por organizarse en torno a la convocatoria de una Asamblea Constituyente como propuesta de futuro. Ensayaron marcar su voto con las letras AC en el extremo derecho de la papeleta a fin de señalar su opinión a través de ese acto de rebeldía electoral. Según las cifras que manejan un 8% de los electores marcaron su voto lo que según la ley no es causa de anulación del mismo. Sin embargo, el caudal obtenido ha sido considerado un paso adelante por sus promotores. Javiera Parada, vocera del Movimiento “Marca tu Voto” ha señalado que su éxito se debe a que “… por fin este país está debatiendo sobre la herencia más grande de la dictadura de Pinochet”: “desde el año 88 que Chile no vivía una coyuntura de una importancia política como la que hoy tenemos”.

Sería interesante que en segunda vuelta, aquellos que no votaron por los candidatos del sistema, los que se abstuvieron y los que proponen la Asamblea Constituyente unificaran su opción y apostaran por anular el voto, o por hacerlo en blanco. El sistema se vería obligado a contabilizar a esa mayoría silenciosa marginada por el poder. Pasarían de ser una mayoría pasiva a una activa en términos electorales. Bachelet no podría soslayarlo.

Hemos dejado a Honduras para la próxima semana. No tengo dudas que Xiomara Castro ganará en las urnas, hace falta saber si podrá hacerlo en el conteo de votos…son cosas de la democracia representativa.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Una visión bolivariana de la integración


La historia de Nuestra América independiente es la historia de la confrontación entre dos ideas, la monroista y la bolivariana.

James Monroe, Secretario de Estado de Estados Unidos en el año 1823, diseñó una política exterior para su país, en confrontación -en ese momento- con el poderío mundial de Europa y en particular de Gran Bretaña. A esa idea de Monroe que expuso en diciembre del año 1823 en un discurso ante el Congreso de Estados Unidos, Bolívar respondió casi de inmediato. Se vivía un momento de culminación de las luchas de Independencia, y en 1824, dos días antes de la Batalla de Ayacucho que puso fin a la presencia española en América Latina, hizo un llamamiento para que los países independientes se reunieran en Panamá, en un Congreso donde se iban a sentar las bases de la unidad latinoamericana.

Ya en 1814 Bolívar había anunciado que era “… menester que la fuerza de nuestra nación sea capaz de resistir como suceso a las agresiones que pueda intentar la ambición europea; y este coloso de poder que debe oponerse a aquel otro coloso no puede formarse sino de la reunión de toda la América meridional bajo un mismo cuerpo de nación, para que un solo gobierno central pueda aplicar sus grandes recursos a un solo fin que es el de resistir con todos ellos las tentativas exteriores, en tanto que interiormente multiplicándose la mutua cooperación de todos ellos nos elevará a la cumbre del poder y la prosperidad”.

Después, escribió en la Carta de Jamaica en 1815, “Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo, una sola nación, con un solo vínculo, que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería por consiguiente tener un solo gobierno, que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse…”

Y en 1818 en carta a Pueyrredón, el Libertador expresa su aspiración de que “… cuando el triunfo de las armas de Venezuela complete la obra de su Independencia o que circunstancias más favorables nos permitan comunicaciones más frecuentes y relaciones más estrechas, nosotros nos apresuraremos con el más vivo interés a entablar, por nuestra parte el Pacto Americano que, formando de todas nuestras Repúblicas un cuerpo político, presente la América al mundo con un aspecto de majestad y grandeza, sin ejemplo en las Naciones Antiguas. La América así unida, si el cielo nos concede este deseado voto podrá llamarse la Reina de las Naciones y la Madre de las Repúblicas”

Estas dos ideas, la de Estados Unidos, la de Monroe y, la de Bolívar, entran en pugna cuando Estados Unidos empieza a construir su proyecto de integración que se sustentaba en un concepto particular de igualdad de las naciones que se basaba en que la misma giraba en torno a su hegemonía. Bolívar se opuso, planteando que los países al sur del río Bravo, las repúblicas “americanas antes españolas” debían construir su propia identidad. Esta contradicción entre la idea de Estados Unidos, la idea panamericana, la idea de Monroe y la de Bolívar, la idea latinoamericana y caribeña o la de aquello que posteriormente Martí llamó Nuestra América aún hoy, no está resuelta.

La idea bolivariana quedó detenida en el tiempo después de la muerte del Libertador, parecía que su propuesta había sido derrotada, que ya no podría tener espacio en la región, este pensamiento que supone que los latinoamericanos y caribeños de todas las latitudes debían pensar el porvenir en conjunto, parecía desaparecida en el proyecto de futuro para el continente. Sin embargo, ya en el del Siglo XIX, incluso en las primeras décadas del Siglo XX hubo intentos de prolongarla.

A mediados del siglo XIX se hicieron varios encuentros, primero un Congreso en 1847-48 en Santiago de Chile y otro en 1864 en Perú en los que participantes de diversos países se reunieron para no dejar morir la idea bolivariana y retomar su propuesta de unidad. Vale mencionar a algunos de los pensadores que destacaron durante esa centuria; el chileno Francisco Bilbao, el uruguayo José Enrique Rodó, los argentinos Juan Manuel de Rosas, Juan Bautista Alberdi y Felipe Varela, el puertorriqueño José María de Hostos, el hondureño Francisco Morazán, el colombiano José María Torres Caicedo y José Martí, el apóstol de la independencia de Cuba.

A finales del siglo XIX, en 1880 Estados Unidos comienza a concretar el concepto de panamericanismo. Aspiraba a crear una unión con doble propósito, económico y político. Por un lado establecer una unión aduanera y por otro, un sistema de arbitraje en el cual asumía papel de juez y arbitro en las Américas. En ese contexto, se efectuó la primera reunión panamericana en 1889 con la asistencia de 17 naciones latinoamericanas además del anfitrión, sin embargo ninguna de las dos propuestas que presentó Estados Unidos fue aprobada. A pesar de ello, se sancionó la creación de la Unión Internacional de Repúblicas Americanas. Con ello se inició la práctica de estos cónclaves, que se realizaron 9 veces de manera regular, 2 de forma extraordinaria además de tres reuniones de consultas de cancilleres. En la IX conferencia realizada en Bogotá en 1948 se creó la Organización de Estados Americanos (OEA), un año antes había surgido el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Aparentemente, la idea bolivariana había quedado sepultada.

En la segunda mitad del siglo XX la revolución cubana, la Unidad Popular en Chile, la revolución sandinista y el movimiento de la Nueva Joya en Granada estremecieron el manto de opresión que se desplegó como un todo en el continente. Así mismo, militares y civiles nacionalistas y democráticos y con sentido de patria grande manifestaron desde el poder propuestas para acercar a nuestros pueblos. Juan Domingo Perón en Argentina, Jacobo Arbenz en Guatemala, Joao Goulart en Brasil, Juan Velasco Alvarado en Perú, Juan Bosch en República Dominicana, Juan José Torres en Bolivia y Omar Torrijos en Panamá fueron expresión de esa oleada de rebeldía en la búsqueda de construir alternativas al dominio estadounidense. Sin embargo, los pueblos luchaban aislados y sus gobernantes seguían los dictados de Washington, lo que ha creado un caldo de cultivo para mantener la hegemonía imperial.

Al cerrar el siglo pasado se había logrado sobrevivir, éramos, -a pesar de cinco siglos de agresión desde la llegada de los españoles- naciones independientes, pero subordinadas política y económicamente, era evidente que se necesitaba - al finalizar el siglo XX y en vísperas del inicio del XXI- nuevas formas de organización que asumieran las negativas experiencias de lo ocurrido en el pasado. .

Al concluir la anterior centuria, se escuchó un primer grito de alerta y rebelión, fue el de los zapatistas en México, en 1994, ese clamor estremeció no sólo a la región, se sintió en todo el mundo en momentos en que se había profetizado el “fin de la historia”. Desde el norte se respondió con una propuesta neoliberal, que significaba exclusión, marginación de las mayorías, privatización de los recursos naturales, la educación, la salud y la seguridad social. Los gobiernos de entonces aceptaron sumisamente tal proyecto que en el plano político militar asumía al pueblo como su enemigo.

Venezuela bajo el liderazgo y conducción del Comandante Hugo Chávez comenzó a cambiar esa perspectiva. Chávez se propuso transformar esta estructura injusta y, dar inicio a la recuperación del sueño bolivariano, para convertirlo en el proyecto bolivariano que había quedado truncado en 1830.

Venezuela empezó a ser libre en materia petrolera, el propio presidente Chávez hizo un gran esfuerzo para hacer renacer la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), en la que Estados Unidos había logrado separar y dividir a sus miembros, para que no tuvieran una posición conjunta. El Comandante Chávez visitó uno por uno a todos los líderes de los países productores de petróleo y logró que se hiciera -después de casi 20 años- una nueva cumbre de la OPEP en Caracas, cambiando la perspectiva energética mundial. Estados Unidos no podría seguir sentando las bases y marcando las pautas del comportamiento de los países productores. A partir de eso, Chávez visualizó que Venezuela, poseedor de la mayor reserva de petróleo del planeta, debía usarla como instrumento de liberación, para la Independencia, para la solidaridad y la integración de nuestros pueblos. El petróleo debía ser en el siglo XXI la sangre que derramaron los soldados venezolanos en el siglo XIX bajo el liderazgo de Bolívar y Sucre.

Cuando se emite el concepto de energía, el mismo no se está limitando a petróleo, porque nuestra región posee importantes existencias de gas y las mayores reservas de agua y oxígeno del mundo. Era menester, entender que había que proteger esos recursos, ponerlos al servicio de los pueblos, y de su Independencia, ya no sólo la política, lograda a comienzos del siglo XIX, también la económica, lo cual pasaba por construir una idea de integración no subordinada a poder mundial alguno.
Otros pueblos de América Latina por su lado también comenzaron a tener sus propios procesos de toma de conciencia y emancipación y así vino una avalancha de victorias populares con los triunfos de Kirchner en Argentina, Evo Morales en Bolivia, Lula en Brasil. Daniel Ortega en Nicaragua, Rafael Correa en Ecuador, René Preval en Haití, y Tabaré Vázquez en Uruguay, entre otros, lo que dio inicio a una nueva ola de democracia. Así, se empezaron a establecer vínculos, comenzó una era de conocerse y acercarse, comenzó una época de entender que las necesidades eran las mismas, que las economías de la región eran complementarias, y que si se lograba establecer un tipo de comercio justo y equitativo entre los países de la región se podía ampliar el espacio de libertad política conquistado. En la medida del tiempo se fueron sumando otros países con gobiernos que tal vez tienen un mayor grado de relación con el imperio pero que finalmente, la fuerza de la necesidad y la crisis que agobia al mundo los ha llevado al acercamiento con sus pares de Latinoamérica y el Caribe.

Ese es el contexto de la derrota del ALCA en Mar del Plata en 2005 y la creación de condiciones para la fundación de Unasur y Celac, el fortalecimiento de Mercosur y otras iniciativas de integración y/o concertación política regional y subregional
Bolívar mencionaba la necesidad de comunicaciones más frecuentes y relaciones más estrechas cuando finalizara la guerra de Independencia. Con ello, se refería seguramente a lo que se ha comenzado a construir hoy entre nuestros líderes, gobiernos y pueblos. Él no pudo dedicarse plenamente a ese objetivo porque las ambiciones mezquinas de las oligarquías pudieron más en las naciones recién independizadas.

En la Carta de Jamaica, El Libertador da su opinión sobre cuáles eran las condiciones que permitieron desencadenar la lucha por la Independencia y hace una caracterización de cada una de las naciones americanas en guerra. Enseñaba, que porque somos diferentes, somos fuertes, ¿qué nos han enseñado? Lo contrario que somos débiles porque somos diferentes.

Es de gran actualidad y relevancia el párrafo donde refiere que Porque los sucesos hayan sido parciales y alternados, no debemos desconfiar de la fortuna. En unas partes triunfan los independientes, mientras que los tiranos en lugares diferentes, obtienen sus ventajas, y ¿cuál es el resultado final? ¿No está el Nuevo Mundo entero, conmovido y armado para su defensa? Echemos una ojeada y observaremos una lucha simultánea en la misma extensión de este hemisferio”

Bolívar nos enseña el valor de la diversidad, la idea que en el “Nuevo Mundo entero” no todos luchan por la Independencia, también los tiranos sacan sus ventajas, pero le da suprema cuantía al hecho de que todos están conmovidos y armados para su defensa”. Esto fue válido en la lucha por la independencia política, lo es hoy en la lucha por la independencia económica.

martes, 5 de noviembre de 2013

Democracia y elecciones en Chile.



En un país donde la clase política y los medios de comunicación llaman “pronunciamiento militar” al golpe de Estado, “gobierno militar” a la dictadura, “excesos” a las torturas, “gente” al pueblo y “desvinculados” a los cesanteados, es fácil entender que esa hipócrita simulación bipartidista haga suponer que la democracia llegó, sólo porque Pinochet fue apartado del poder para que otros pudieran administrar su legado.

En particular, los gobiernos de la Concertación por la Democracia que se presentaron como una fuerza de cambio al finalizar la dictadura, no pudieron o no quisieron introducir transformaciones estructurales que dieran paso a una sociedad más justa y equitativa. En este sentido vale destacar que a pesar que Chile tiene un Índice de Desarrollo Humano (IDH) Alto (45 lugar en el mundo) ocupando el lugar cimero de América Latina, su Índice de Gini que es aquel que mide la distribución del ingreso en una economía, lo ubica en la última categoría a nivel mundial, es decir en el grupo de países que presenta mayor desigualdad de ingresos. Visto desde otro punto de vista, ese alto IDH no se distribuye equitativamente. Así, es una minoría la que disfruta de los muy promocionados éxitos del modelo. No se podría esperar algo mejor o distinto de los herederos directos de la dictadura que llegaron al poder de la mano de Piñera. 

En palabras del destacado sociólogo y politólogo Manuel Antonio Garretón, profesor de la Universidad de Chile, lo que ha ocurrido es que “Pese a las significativas y progresistas transformaciones introducidas a la sociedad chilena por los gobiernos de la Concertación, ello no lograron superar ni reemplazar el modelo neoliberal ni tampoco el modelo político de democracia incompleta, sino solo corregirlos parcialmente con lo que el carácter progresista quedó limitado”

El próximo 17 de noviembre, Chile nuevamente acudirá a las urnas. Todo indica que nada cambiará. Las encuestas arrojan resultados avasalladores a favor de la Candidata de la Concertación Michelle Bachelet, ahora también apoyada por un domesticado Partido Comunista que ha seguido el paso de sus nuevos socios al nivel de no sentir la menor angustia por aliarse con algunos de los que propiciaron y fueron los protagonistas civiles del golpe de Estado de 1973 que derrocó al Presidente Allende.

Hay que recordar el origen falangista del líder fundador de la Democracia Cristiana chilena Eduardo Frei, y su complicidad con el golpe de estado de septiembre de 1973. Este partido, junto al PAN mexicano y el PP español de José María Aznar han configurado el tridente que encabeza la reorganización de la derecha en Latinoamérica.

El chileno Gutemberg Martínez, ex Presidente de la Organización Demócrata Cristiana de América, (ODCA) apoyó el golpe de Estado contra el Presidente Chávez en 2002 y el vicepresidente de esa organización José Rodríguez Iturbe fue nombrado canciller del efímero gobierno fascista de Carmona Estanga. Martínez estuvo en Caracas dos semanas antes del golpe de Estado sosteniendo reuniones con personeros de la oposición al Presidente Chávez.

Como escribí en 2011, la Concertación de Partidos por la Democracia fue el instrumento ideal en el que socialistas “deslastrados” del ideal allendista y los mismos demócrata cristianos que promovieron el golpe de estado de 1973, se unieron para vender al mundo un espléndido modelo de democracia autoritaria y economía neoliberal administrado por la izquierda. Quienes viajaban a Chile se mostraban gratamente sorprendidos por ese largo y delgado paraíso que existía entre la Cordillera de los Andes y el Océano Pacífico. La Concertación y sus paladines Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet se encargaron cual brutal somnífero de mantener al pueblo chileno aletargado y adormilado durante dos décadas. El putrefacto cadáver del dictador suspiraba de emoción desde su desconocida tumba y la derecha empresarial -que se apoderó del país en dictadura- se frotaba las manos de dicha financiera.

En el mundo de hoy a la Concertación se le llama “coalición de centro izquierda”. Resulta extraño ser de izquierda, neoliberal y sostener una democracia restringida. Al parecer quedó en el olvido que fue Bachelet en su primer gobierno quien ordenó la más brutal y desmedida represión contra el pueblo mapuche, sin discriminar ancianos, mujeres y niños, adjudicándoles de manera desconsiderada una supuesta condición de terroristas. Todo por luchar por sus tierras, las mismas en las que viven desde hace muchos siglos antes que los primeros antepasados de la señora Bachelet llegaran a Chile. Fueron tan desmesurados los ataques contra los niños mapuche que el gobierno de Bachelet fue denunciado por la Unicef por tales atropellos como lo atestiguó en su momento el representante de esa organización internacional en Chile, Gary Stahl.

Otro tema álgido durante el gobierno Bachelet fue el de la educación quien nada hizo para superar la deuda histórica del Estado con la educación pública. La presidenta engañó a los estudiantes de la enseñanza media, asumiendo compromisos que después no cumplió. Su mayor “aporte” fue reemplazar la Ley Orgánica Constitucional de Educación (LOCE) por la Ley General de Educación (LCE) que mantuvo el lucro como motivación del sistema eludiendo la misma reforma que hoy vergonzosamente promete de nuevo.

Alguien pudiera pensar que este análisis está a contramano de las encuestas que expresan un alto índice de apoyo a Bachelet. También es válido que se diga que la voz del pueblo debe escucharse y que en democracia- aunque limitada e insuficiente- los votos son los que hablan. Todos están en lo cierto. Lo que pasa es que en Chile no es así.

Más allá de lo que expresen los votos el próximo 17 de noviembre, es menester recordar que la gran mayoría del pueblo chileno no cree en este tipo de democracia ni en su sistema electoral. Así lo atestiguan las cifras. En las elecciones presidenciales de 2009 cuando el voto era obligatorio, participaron 7.264.136 votantes habiendo una abstención del 12,3%. Eso oculta que un sector muy importante de la población incalculable en ese momento no participó del acto eleccionario. El dato más cercano que se tiene es el de los comicios municipales de 2012 en los que por primera vez se estableció la inscripción automática y el voto voluntario, en esa ocasión el padrón electoral fue de 13.404.804 electores. Si tomamos en cuenta que los índices demográficos de Chile indican que el crecimiento vegetativo de la población es de 0,9% anual y la población que no está en edad de votar es del 25% concluiremos que en 2009 el padrón electoral era de alrededor de 13.070.000 electores, lo cual señala que el 44, 4% de la población no estaba inscrita en los registros, si a esto se le suma el 12, 3% que se abstuvo concluiremos que casi el 57% de los chilenos, la mayoría del pueblo, no participó en la elección de su presidente. Visto de otra manera, solo el 43% de los chilenos lo hizo. El presidente Piñera fue elegido por el 21,43% de los ciudadanos en edad de votar¡¡¡¡¡. ¡Vaya democracia! Es válido decir “Son las reglas”. Es verdad, son las reglas que hizo Pinochet.

Es lamentable que la izquierda no asista unida al proceso eleccionario y mucho más lo es, que ese 57% de la población no asuma una actitud activa frente al mismo. El día que ello ocurra seguramente “se abrirán las grandes alamedas” y nuevamente un presidente progresista tomará las banderas de Allende en un Chile democrático y participativo. Los jóvenes en las calles luchando por sus derechos, avizoran que se día llegará “más temprano que tarde”. 

miércoles, 16 de octubre de 2013

América Latina entre dos océanos


América Latina y el Caribe han ido cobrando interés como región de importancia estratégica global. Múltiples factores han venido a coadyuvar para la construcción de esta idea. Al respecto, Marco Aurelio García, asesor de política exterior de los presidentes Luiz Inácio Lula Da Silva y Dilma Rousseff, en entrevista concedida en noviembre de 2010 a Le Monde Diplomatique -refiriéndose a América del Sur- manifestó que “…Tenemos las mayores reservas de energía del planeta: petróleo, gas, carbón, potencial hidroeléctrico, nuclear, eólico y el mundo demandará cada vez más energía. También tenemos grandes recursos alimenticios, que no son el resultado del modelo de producción primaria y exportadora del pasado, porque hoy nuestra agricultura tiene una alta productividad, alcanzada gracias a investigaciones científicas y tecnológicas, así como criterios gerenciales modernos. También tenemos polos industriales de punta, aunque vamos a tener que potenciarlos mediante políticas nacionales y regionales”.

Sin embargo, planteado desde este punto de vista, se soslaya un aspecto determinante que potencia lo anteriormente dicho: su ubicación geográfica. Este ámbito no se ha valorado en su justa dimensión, aunque los poderes mundiales han puesto el ojo en la región al considerar que el mismo comienza a jugar un papel determinante para las decisiones que se deben tomar en el “juego” global del siglo XXI.

A través de la historia, el Océano Atlántico ha sido el mar por excelencia a través del cual se ha realizado la parte más importante del comercio, las transacciones y la actividad bélica del planeta. Sobre todo en los últimos siglos, ubicados en los dos litorales atlánticos, Europa y el norte de América han sido los polos de desarrollo más avanzado del orbe. Sin embargo, el siglo XXI inaugura una dinámica en la que esa realidad comienza a ser cambiada.

El desplazamiento del eje del comercio mundial en dirección a Asia, a partir del acelerado crecimiento de sus economías, en particular, en los últimos años las de India y China, así como la potencial transformación de esta última en primera economía mundial, han ido trasladando el centro de la política global hacia el Oriente. En noviembre de 2011, durante la Cumbre de los países de la Asociación de Estados del Sudeste de Asia (ASEAN) el presidente Barack Obama anunció que el siglo XXI sería la “centuria asiática de Estados Unidos”, lo cual impulsó aún más las ya relevantes acciones multifactoriales de ese país en la región.

Por su parte, el comercio de América Latina con China sigue creciendo aceleradamente. Según la Comisión Económica Para Latinoamérica y el Caribe (Cepalc), en 2015, China sustituirá a la Unión Europea como segundo principal inversor en América Latina, por detrás de Estados Unidos. 

En dicha lógica, el Océano Pacífico será a futuro el espacio marítimo más significativo en la dinámica global. Así, la ubicación geográfica del continente americano como único con litoral en los dos grandes océanos y, vía de paso entre uno y otro, adquiere indudable transcendencia estratégica. De manera específica, América Central cobra vigencia como ruta más corta de desplazamiento de un océano a otro.

En Panamá, las obras de ampliación del canal que comenzaron en septiembre de 2007, muestran un avance de 64%, y se realizan con una inversión de 5.200 millones de dólares, a fin de permitir el paso de buques de mayor tonelaje. Las nuevas esclusas añadirán un tercer carril de tránsito al Canal por lo cual podrán pasar buques con mayor cantidad de carga, lo cual duplicará la capacidad de la vía interoceánica para atender la demanda del comercio marítimo mundial.

Por su parte, en julio de este año, desde Beijing, el empresario chino Wang Jing anunció la ruta por la que se construirá el Gran Canal Interoceánico de Nicaragua. Wang dijo que la construcción comenzaría en diciembre de 2014 y que se terminará en cinco años en 2019, con una longitud de 286 Km., incluyendo aproximadamente 80 Km en el Lago de Nicaragua. Según Wang, esta ruta es la más conveniente porque requiere un menor costo de inversión y a un volumen menor de excavación de suelos. Además, las características geológicas de la zona, facilitan esta actividad. La topografía del terreno donde se localiza es relativamente plana, con una pendiente ascendente del 2% en los primeros 54 Km desde su inicio en el litoral del Atlántico.

Añadió que, si bien un informe de viabilidad aún está en curso, el marco del proyecto ya se ha decidido. Ante la crítica de organizaciones ambientalistas y ecologistas, agregó que la protección del medio ambiente y el lago de Nicaragua será el corazón del proyecto. Dijo que para él era muy claro que “el Lago de Nicaragua es el lago madre del país, un símbolo, como el río Amarillo es para China. Así que la protección de este lago es el centro de nuestro informe de viabilidad” y asumió toda la responsabilidad por cualquier daño ambiental que se produjera.

También en Guatemala se ha pensado en crear un corredor interoceánico. Lo que se ha dado en llamar “canal seco” es considerado el más ambicioso proyecto de infraestructura promovido por la iniciativa privada y el Gobierno, que lo ha declarado como “de interés nacional”. Según Guillermo Catalán, presidente de la junta directiva del Corredor Interoceánico, el proyecto tendrá un costo de entre 10.000 y 12.000 millones de dólares y está previsto que su construcción dure al menos cinco años. El mismo contempla dos modernos puertos, el San Luis y el San Jorge, uno en el Pacífico y el otro en el Caribe, con una extensión de 4.419 hectáreas cada uno.

Catalán afirmó que estos puertos serán los más grandes de Centroamérica y tendrán capacidad para recibir de forma simultánea a las mega embarcaciones que por su tamaño no pueden pasar por el Canal de Panamá “ni ahora ni después de su ampliación” 

El traslado de los contenedores de un océano al otro se realizará a través de un puente terrestre de 372 kilómetros de longitud y 140 metros de ancho, el cual podrá recorrerse en tren o por carretera en un promedio de cuatro horas y media, a una velocidad de 80 kilómetros por hora.

El empresario aseguró que “el Corredor Interoceánico generará efectos positivos en toda la región: el sureste de México, Belice, Guatemala, Honduras y El Salvador” y que el principal atractivo que el corredor guatemalteco ofrecerá frente al Canal de Panamá es una “nueva ruta corta” para el comercio de Asia a los principales mercados de la costa este de los Estados Unidos, y a los países con fachada atlántica de América Latina y Europa.

Así mismo, durante el gobierno de Manuel Zelaya en Honduras, el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) y el gobierno de ese país iniciaron en julio de 2010 la construcción del tramo hondureño del Canal Seco o carretera interoceánica centroamericana. La carretera de 100 km., comunicará a Goascorán, fronterizo con El Salvador, y la Villa de San Antonio, en la zona central de Honduras en la que la primera etapa constará de 50 km.

La vía será parte del Canal Seco, una ruta interoceánica que permitirá enlazar el transporte entre los puertos de La Unión (El Salvador), Henecán (Honduras) y Corinto (Nicaragua), todos en el Pacífico, con Puerto Cortés (Honduras) y Puerto Barrios (Guatemala), en el Caribe, 

A estas iniciativas concretas, se suma las intenciones tanto de Colombia como de México de incorporarse a la idea de construir canales interoceánicos. En México, el propósito es revivir un ferrocarril existente en el Estado del Yucatán y que arranca en cercanías del istmo de Tehuantepec en Oaxaca, al sur del país. A finales del siglo pasado el gobierno de ese país estableció que el propósito era hacer algunas inversiones para mejorar los puertos existentes y adecuar la línea férrea de tal manera que pueda transportar altos volúmenes de carga en forma más eficiente. Aunque en este caso la obra está basada en la demanda interna, se reconoce que la misma ofrece una alternativa viable para el transporte entre los dos océanos 

En Sudamérica, aunque varios presidentes colombianos se propusieron avanzar en la creación de un canal, en 1996, durante el gobierno de Ernesto Samper se creó la Comisión Asesora Interinstitucional para el Estudio del Proyecto de Construcción del Canal Interoceánico. Aunque los resultados de los estudios de esta comisión se desconocen, se anunció la intención de erigir una ruta interoceánica en forma de canal seco. En este caso, y al igual que sus similares el objetivo planteado era buscar un medio de transporte de mercancías entre ambos océanos, por lo que a tal efecto sería necesario construir lo que se denominó un puente terrestre de 100 km., de longitud, en referencia al ferrocarril que se establecería en la región del Urabá. 

Esta propuesta fue retomada por el presidente Santos en febrero de 2011 cuando anunció que había inversionistas chinos dispuestos a involucrarse financieramente con la construcción de esta obra, aunque hasta ahora se desconocen los avances que pudiera haber tenido la iniciativa.

Vistas así las cosas, la construcción de una comunicación por vía terrestre o acuática está en la perspectiva de todos los países que tiene costas en los dos océanos. Con mirada de futuro se estima que una obra de estas características generará una transformación del país que la construya y producirá un impacto global de tal dimensión que indudablemente cambiará el mapa político y comercial del planeta.

martes, 8 de octubre de 2013

Vo Nguyên Giáp. General del pueblo.

El pasado 4 de octubre falleció en Hanói el general Vo Nguyên Giáp, el más destacado jefe militar vietnamita quien además de ser el fundador de las Fuerzas Armadas de su país, las condujo a la victoria al enfrentar durante el siglo XX la invasión de 4 potencias superiores en armamento y tecnología: Japón, Francia, Estados Unidos y China.
El general Vo Nguyên Giáp nació en la aldea de Una Xa, provincia de Quang Binh Vietnam, el 25 de agosto de 1911. Sus padres eran campesinos pobres de esa región central del país. Desde 1860 Francia se encontraba ocupando la península indochina cuyos pueblos habían desarrollado una resistencia espontánea, aunque mal armada y desorganizada que, sin embargo había logrado retrasar por treinta años la estabilización  del dominio europeo en la región.
En 1925 Ho Chi Minh junto a otros revolucionarios fundaron en el exilio en China, la Asociación de Jóvenes Revolucionarios. Giáp se incorporó en 1926 a la edad de 17 años  a la organización y a la lucha por la Independencia mientras estudiaba  en el instituto de enseñanza media. La actividad política de esos años era clandestina, Giáp fue detenido en 1930 y condenado a tres años de prisión, de los que solo cumplió algunos meses
En 1930 fue creado el Partido Comunista de Vietnam. Tres años después, Giáp entró a la universidad de Hanói, donde su actividad política le impidió permanecer mucho tiempo. Era una época de grandes luchas que fueron brutalmente reprimidas por la potencia. En la universidad, Giáp estableció contacto con Truong Chinh, el líder más importante del Partido Comunista de Vietnam después de Ho Chi Minh. Chinh lo convence de ingresar a la organización comunista en la que militaría por el resto de su vida.
En 1937, Giáp pudo terminar sus estudios de Derecho en la universidad y comenzó a dar clases de historia en un instituto de Hanói, pero ya estaba de lleno comprometido con la causa de la Independencia de Vietnam. En 1939 junto a Truong Chinh publicó el libro “La cuestión campesina” donde se analizaba el papel que debían jugar los trabajadores del campo como aliados de la clase obrera en la lucha revolucionaria en un país cuya estructura económica  es mayoritariamente rural como la vietnamita.
En mayo de 1940 debió salir del país pudiendo conocer a Ho Chi Minh quien aún utilizaba su nombre original Nguyên Ái Quoc. De ese encuentro, Giáp relató que “Aparentaba ser muy distinto de lo que parecía en las fotos tomadas en su juventud. Dejó crecer su barba. Su frente empezó  a estar despejada pero su barba y cabello aún estaban oscuros. En su apacible y algo recóndita fisonomía se veían sus ojos especialmente lúcidos e inteligentes. Me mostró una tarjeta  con un nuevo nombre: ´Ho Chi Minh, corresponsal del diario Tan Thanh`. Nunca imaginé que utilizaría ese nombre por el resto de su vida”.
En los días de trabajo conjunto con Ho Chi Minh en China, debatieron sobre muchos temas. Giáp pensaba que se debía crear  una organización que uniera la lucha de los pueblos oprimidos de Asia, pero el líder creía que aún no existían las condiciones para ello y que había que comenzar por crear una organización amplia en el país que fuera capaz de aglutinar a todos los que estaban dispuestos a luchar por la independencia. Así surgió, el Viet Minh (Liga Vietnamita por la Independencia) en mayo de 1941. En Europa, Francia estaba ocupada por los nazis quienes cedieron el control de la península indochina a sus aliados japoneses, de manera que la lucha por la independencia se trasformó en el combate por la expulsión de los ocupantes nipones. Giáp apuntó que “el Viet Minh  fue una creación  y expresión centralizada del talento  de Ho Chi Minh. Esta organización abrió el nuevo camino para que el contingente de vanguardia de la clase proletaria en una comunidad pudiera reunir a todo el pueblo y conducirlo, comenzando de la nada, al levantamiento por romper el yugo dominante del imperialismo que anteriormente no había saboreado derrota alguna”  
En cumplimiento de las misiones encomendadas por el congreso fundador del Viet Minh, Giáp como jefe militar de la organización se traslada al interior de Vietnam para iniciar la guerra de guerrillas. Allí comenzó a construir una fuerza militar que debía ser capaz de expulsar al ocupante japonés y sostener el programa del Viet Minh.  Se comenzaron a dictar cursos de formación de cuadros y a divulgar su política a través de artículos cortos publicados en el periódico Viet Lap. Paralelamente, Giáp inició la creación de pequeños grupos de autodefensa y guerrillas que por sí mismos se habían dotado de armamento y métodos de combate.  Sus primeras acciones estaban encaminadas a dar golpes a los puestos de mando del enemigo en el camino de convertirse de manera muy acelerada en el núcleo que dio origen a  unas fuerzas armadas que debían servir  de pilar del pueblo para las insurrecciones generales conducentes al derrumbe del dominio extranjero. A mediados de 1945,  ya había  unos diez mil hombres bajo su mando pudiendo pasar a la ofensiva contra los japoneses que ocupaban todo el sudeste de Asia. En agosto de ese año, el invasor estaba derrotado. Estados Unidos había lanzado las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki y en Europa la guerra había concluido en mayo. Al frente del Ejército Popular, Giáp dirigió sus tropas hacia Hanói y en un breve lapso de 2 semanas, el 28 de agosto el contingente militar del pueblo vietnamita ocupó la capital donde se declaró la Independencia el 2 de septiembre de 1945.
Sin embargo, los apetitos imperiales franceses no habían cesado. Tan pronto como se declaró la Independencia comenzaron los preparativos de la potencia colonial para desatar la guerra. El 19 de septiembre de 1946 el presidente Ho Chi Minh llamó a todo el país a levantarse en resistencia contra los colonialistas franceses.  A Giáp como Comandante en Jefe del Ejército Popular le correspondió dirigir las operaciones en contra de los franceses. Condujo exitosamente las batallas de Cao Bang en 1950 y Hoa Binh en 1952  demostrando la superioridad de la guerra popular sobre las fuerzas regulares del ejército francés  que se propuso plantear la batalla decisiva en  Dien Bien Phu  siendo derrotados definitivamente por el ejército al mando de Giáp tras 55 días de asedio en los que el brillante general vietnamita desarrolló una operación de desgaste a largo plazo apoyada con artillería. Finalmente se impuso su idea de "un ataque y un avance más lentos, pero más seguros... atacar para vencer, no atacar sino cuando se tiene la certeza de la victoria".

En una entrevista concedida al semanario “La Revolución africana” en mayo de 1963, Giáp afirmó que  “Dien Bien Phu no solamente es una gran victoria del pueblo vietnamita sino también una gran conquista de la humanidad progresista, de todos los pueblos pequeños y débiles que luchan contra el colonialismo bajo cualquier forma, por la independencia y la libertad, de las fuerzas socialistas, democráticas y pacíficas del mundo”

Después de la derrota y expulsión de los franceses de su territorio, Vietnam fue dividido, se impuso un gobierno títere en el sur que de inmediato recibió el apoyo de Estados Unidos. En el norte se inició la construcción socialista. Giáp fue nombrado ministro de defensa. La presencia militar de Estados Unidos fue creciendo con los años. Nuevamente, había que luchar para expulsar a los invasores y reunificar el país.  A Giáp le correspondió diseñar la estrategia militar que bajo la certera conducción del Partido Comunista condujera al pueblo vietnamita por otro sendero de victoria. Aunque la experiencia era amplia, las nuevas tecnologías de combate planteaban una lucha desigual entre un país económica y financieramente muy avanzado y otro devastado por décadas de colonialismo. En esas condiciones, Giáp instruyó a las fuerzas armadas en la convicción de que la victoria se iba a lograr sólo con la participación masiva del pueblo, la sabia conducción del Partido Comunista y el desarrollo de formas irregulares de combate encaminadas a ir mermando la capacidad combativa del enemigo a través de golpes militares permanentes y en todo el territorio y, novedosas formas de enfrentamiento con la utilización de armamento popular para crear una situación sicológica insostenible al invasor.

Al finalizar la guerra, más de medio millón de hijos e hijas del pueblo vietnamita habían entregado su vida por la Independencia, mientras casi 60 mil soldados estadounidenses encontraron la muerte en una guerra a la que acudieron sin saber los objetivos de su presencia en un país tan distante del suyo. En 1975, Estados Unidos fue derrotado por el ímpetu del ejército vietnamita que el 30 de abril entró victorioso a Saigón bajo el mando del General Giáp.

Después de la victoria y la reunificación del país, Giáp continuó siendo ministro de defensa, ahora de la República Socialista de Vietnam y, hasta 1982 fue miembro del Buró Político del Partido Comunista. En 1992 recibió la Estrella de Oro, el más alto reconocimiento que otorga el pueblo y gobierno de Vietnam.