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lunes, 25 de noviembre de 2013

En Honduras está pasando algo…


En las tertulias de la Nicaragua sandinista de los años 80, en un contexto estremecido por los aires insurreccionales de casi toda la región centroamericana, Honduras era el “país donde nunca pasaba nada”. Eran tiempos en que Nicaragua iniciaba su camino independiente, ya liberada de la subyugación a la que la sometió la familia Somoza por más de cuatro décadas, en El Salvador había sido fundado -después de la unión de las fuerzas populares- el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que desarrollaba una desigual batalla contra las juntas democratacristianas apoyadas por Estados Unidos y hasta en Guatemala, las fuerzas guerrilleras que llevaban varios años desarrollando la lucha armada en contra de los gobiernos militares que 30 años antes habían derrocado al presidente Jacobo Arbenz, se habían unido, creando la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG)…sin embargo…en Honduras no pasaba nada.

Para aquellos que habíamos ido desde otras latitudes a hacer un aporte en la lucha de esos pueblos hermanos, adentrarnos en la vida de los países centroamericanos significó introducirnos en un mundo desconocido, en una región solo explorada desde la lejanía por el conocimiento de las hazañas de Francisco Morazán en el siglo XIX y de Augusto C. Sandino a comienzos de la centuria que transcurría. Así mismo, conocíamos la región a través de la pluma de Rubén Darío y de Miguel Ángel Asturias. Pero, siempre subyacía aquella peregrina idea de que…en Honduras no pasaba nada.

Sin embargo, para los combatientes revolucionarios de esos países, Honduras había significado y significaba la retaguardia fraterna y solidaria que ayudaba a sostener tales batallas en contra de un enemigo común. El país incrustado como un triángulo entre sus hermanos, aportó su propia cuota silenciosa de asesinados y desaparecidos por el apoyo que dio a sus vecinos en lucha. Los escuadrones de la muerte operaban con saña bajo la asesoría de la embajada de Estados Unidos dirigida por el tristemente célebre John Negroponte, ex agente de la CIA, quien desde su puesto en Tegucigalpa conducía la lucha de la contra en Nicaragua. Así, fuimos descubriendo que en Honduras si pasaban algunas cosas que no estaban a la vista de la opinión pública, pero que tenían una influencia directa en los acontecimientos bélicos de los países vecinos y en su propio territorio.

En esa época, bajo el influjo de la revolución sandinista, la Honduras que gobernaba con mano de hierro el general Policarpo Paz García apresuró una Constituyente que entre sus primeros acuerdos confirmó a Paz García como presidente ¡Vaya Constituyente!. En 1982, el nuevo presidente Roberto Suazo promulgó una ley antiterrorista que criminalizaba la protesta social a la que consideraba “intrínsecamente subversiva”.

Ya en 1924, el país centroamericano había sido invadido por Estados Unidos para imponer el poder tras bambalinas de la United Fruit Company, y en la década de los 80 del siglo pasado – ante los avances revolucionarios del entorno- vio como se estacionaron las tropas estadounidenses que sirvieron de apoyo logístico a la Contra que desarrollaba la guerra a fin de derrocar el poder sandinista. Se calcula que en 1983, Estados Unidos tenía 1200 soldados en el país.

Los procesos de paz que se llevaron adelante en los países centroamericanos que mantenían conflictos armados al finalizar la década de los 80 y comienzos de la de los 90 tuvieron un influjo en Honduras. Sus gobiernos se vieron obligados a decretar amnistía a los presos políticos, abolir la ley antiterrorista, subordinar las fuerzas de seguridad al poder civil y disolver la Dirección Nacional de Investigaciones (DNI), acusada por los organismos independientes de defensa de los derechos humanos como el ente del Estado responsable de las torturas y las desapariciones.

Sin embargo, ello no impidió que desde 1990 se implantara un modelo neoliberal a ultranza y que en 1995 se creara la Unidad de Investigación Criminal, sustituta de la DNI, integrada por 1500 hombres y asesorada por las fuerzas de seguridad israelíes y estadounidenses. En esa época, como promedio 50 personas eran asesinadas diariamente en el país centroamericano. El 80% de la población vivía en condiciones de pobreza y 228 terratenientes controlaban más del 75% de las tierras del país.

La represión indiscriminada, sobre todo en sectores rurales, el intento fallido de suprimir por la fuerza a las bandas juveniles denominadas “maras” y la subordinación desembozada a Estados Unidos marcaron la política hondureña de fines del siglo pasado y comienzos de éste.

Proveniente de las propias fuerzas políticas del modelo, en 2005 fue elegido como presidente el liberal Manuel Zelaya. Al asumir su mandato, Honduras era el tercer país más pobre de América Latina después de Haití y Nicaragua.

El nuevo presidente se propuso hacer algunos cambios y tomar medidas para mejorar las condiciones de vida de los excluidos. Propuso al Congreso aprobar una ley de participación ciudadana a fin de ampliar el marco democrático en su país. En esa lógica, en enero de 2007 tomó control temporal de la venta minorista de gasolina a fin de reducir los precios de los combustibles, tras la imposibilidad de llegar a un acuerdo con las empresas Chevron y Exxon Mobil.

Su acercamiento a la Alba, el ingreso de Honduras a Petrocaribe y la preparación de la Cumbre de la OEA en San Pedro Sula en junio de 2009 en la que contra la opinión de Estados Unidos se eliminaron las restricciones para el retorno de Cuba a la organización, colmaron la paciencia de Washington que incrementó las actividades conspirativas para derrocar al gobierno. Un golpe de Estado coordinado desde la Embajada de Estados Unidos y en el que participaron las fuerzas Armadas, los poderes públicos y hasta el propio partido liberal de Zelaya, lo destituyó por la fuerza el 28 de junio de 2009. En ese momento Negroponte era Subsecretario para Asuntos Latinoamericanos, del Departamento de Estado de Estados Unidos y Hugo Llorens el embajador estadounidense. A este personaje se dirigió el nuevo presidente hondureño Porfirio Lobo con el objetivo de solicitarle el visto bueno para nombrar a los ministros de su gabinete, como el mismo Presidente Lobo reconoció en una entrevista concedida el 31 de enero de 2011 a la emisora HEN de Tegucigalpa. Para que no quedaran dudas, el mandatario hondureño agregó que “Es tradicional que Honduras consulte todo lo que hace con Estados Unidos, por lo que por décadas se le ha denominado: ´Traspatio de Estados Unidos` o el clásico mote de ´República Bananera`”.

Ahora, nuevamente la Embajada de Estados unidos es protagonista. La semana pasada en este mismo espacio comenté que “…no tengo dudas que Xiomara Castro ganará en las urnas, hace falta saber si lo hará en el conteo de votos…” Lamentablemente parece que los hechos me están dando la razón. Al escribir estas líneas la candidata del partido Libre no aceptaba los resultados anunciados por el tribunal Supremo electoral y denunciaba fraude. 

En la preparación del mismo, una semana antes de las elecciones del 24 de noviembre, la Embajadora de Estados Unidos, Lisa Kubiske, en un discurso informó que era posible que no se determinara el resultado de las elecciones el mismo día del evento electoral. Era una clara manifestación injerencista con la intención de marcar la pauta que debía seguir el instituto electoral. Si el presidente había afirmado que era normal consultar a Estados Unidos, lo más probable es que debió inquirir a la embajadora acerca de quien debía ser su sucesor. De otra manera, no se explica que la misma embajadora afirmara, -unos minutos después de la apertura oficial de los comicios- que los hondureños no deberían tener miedo de ”…utilizar el poder del sufragio… ustedes deben preguntarse qué clase de país quieren construir los hondureños”.

Fue la orden de largada para el muy bien organizado fraude electoral. Todos los actores nacionales e internacionales, políticos, empresariales, eclesiásticos, y de comunicaciones, accionados como por una varita mágica comenzaron a jugar sus roles. Sin embargo, ahora en Honduras si están pasando cosas: el pueblo está en la calle defendiendo su victoria, el bipartidismo fue derrotado y a diferencia del pasado, hoy existe una organización política que junto a los movimientos sociales han logrado generar una voluntad de resistencia que sembró patria y conciencia. 

Nunca las victorias populares han sido fáciles y cuando se obtienen, llega lo más complicado porque la contraofensiva imperial no tiene contemplaciones. Ayer, en Honduras, el imperio y las fuerzas retrógradas de la sociedad recurrieron al golpe de Estado, hoy al fraude electoral y siempre encontramos una constante: la presencia intervencionista de la embajada de Estados Unidos. Menos mal que el secretario Kerry anunció el fenecimiento de la Doctrina Monroe, entonces, ¿cómo se llama esto?

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Cosas y casos de la democracia representativa


Esta semana pensaba escribir exclusivamente de las elecciones del próximo domingo en Honduras y de las perspectivas políticas que se abren en el país centroamericano. Sin embargo, no me puedo resistir a la tentación de dar alguna opinión sobre el primer acto del circo electoral de Chile que se llevó a cabo el pasado domingo 17 de noviembre.

Vistos los resultados y las acciones llevadas a cabo por los comandos electorales de las dos señoras que pasaron a segunda vuelta e incluso las de alguno de los perdedores, la frase más socorrida fue “Ganó la democracia”. Vale referirse a este concepto para saber si estamos hablando de lo mismo. Según la definición tradicional, “democracia” es el gobierno del pueblo. Esta idea surgida en la antigua Grecia entre los siglos VI y V antes de Cristo ha ido evolucionando hasta su implantación como paradigma en los modernos Estados-Nación. Entre las grandes tradiciones que surgieron en esta etapa, terminó imponiéndose la liberal. Evidentemente en Occidente y en casi toda América Latina se estableció un modelo que entiende la democracia como “desarrollo”, éste introdujo una crítica al individualismo fincado en la propiedad. 

Sin embargo, las distorsiones comienzan cuando se niega lo que J.S. Mill estableció al afirmar que “el individuo debía desarrollar sus potencialidades humanas, mediante la participación política”. De esa manera rescata los ideales que la visión utilitarista del hombre había eliminado. 

Posteriormente, ya en el siglo pasado, surge el modelo de democracia como “equilibrio”. Con él se sustenta el patrón de dominio capitalista que la concibe, –según Schumpeter- como “un método de elección de autoridades más que como un fin: un procedimiento para legitimar autoridades mediante la competencia entre élites, en un mercado político donde se dirimen sus conflictos en forma pacífica y con un electorado preferentemente pasivo”.

En el caso chileno, -tal vez más que en cualquier otro de América Latina- concurren los elementos presentados por estos teóricos de tanta relevancia. Veamos, por una parte no es válido hablar de democracia cuando no está presente el principio de participación. En Chile eso es patente. La Constitución de Pinochet sigue reinando. La competencia entre “élites” no basta para hablar de democracia. En Chile ni siquiera vale la mayoría. Un candidato a diputado que obtuvo una votación menor a otros puede asumir tal condición por encima del que lo superó en apoyo popular. Si hablamos de cifras, cuando se hace alusión al “circo” no debe relacionarse con cosas baladíes o de menor cuantía. El presidente Piñera en su primera comparecencia posterior al acto electoral intentó engañar abiertamente a la opinión pública diciendo que Chile poseía un universo electoral de 12 millones de votos y que la votación iba a alcanzar alrededor de 6.6 millones de electores efectivos. De un plumazo borró a más de un millón y medio de electores, llevando la abstención a “sólo” 45%, según sus palabras. Lo cierto es que de un padrón electoral de 13. 573. 134 ciudadanos, ejercieron su derecho a voto 6.691.840, es decir el 49,3% de los inscritos. De ellos, la hija del General Bachelet, asesinado por la dictadura en la Academia de Guerra Aérea sacó 3.070.012 votos equivalentes al 22,61% de los potenciales electores. 

Su principal contrincante, la hija del general Matthei, comandante en jefe de la Aviación y miembro de la Junta de Gobierno de Pinochet, Director de la Academia de Guerra Aérea cuando fue asesinado el general Bachelet, sacó 1.645.840 votos que significan el 12,12% del padrón. Estas son las “mayorías” que irán a segunda vuelta. Se equivocó el candidato derrotado Marco Enríquez-Ominami cuando dijo que los resultados eran legítimos. No lo son, es verdad que gozan de legalidad amparados en la fuerza de la Constitución pinochetista, pero no es legítimo. Aunque legalidad y legitimidad parece lo mismo, en política la última es, precisamente, la capacidad del sistema para hacer creer que los valores que la sustentan son legales y de esa manera, construir el entramado jurídico que soporta la dominación. Es interesante conocer los aportes de Max Weber al respecto. Así, el poder del Estado es más sólido cuando mayor es la subordinación voluntaria al mismo, a sus “principios ético-jurídicos y a los preceptos jurídicos positivos legitimados por aquellos”. De esta manera, uno de los candidatos de la oposición es quien aparece legitimando los resultados.

Entonces, ¿cómo se configura el circo? Veamos. Un presidente falseando públicamente los datos para reducir el porcentaje de participación e invisibilizar a los que no aceptan el sistema, dos hijas de generales, uno asesinado y uno participante de una junta de gobierno asesina, festejando el paso a la segunda vuelta porque obtuvieron una “mayoría” de 22,61% y 12,12% en la primera y, finalmente la guinda del pastel, un Partido Comunista celebrando haber ganado tres diputados más (objetivo revolucionario táctico en el camino de la toma del poder según la terminología de este grupo ) a costa de su alianza con los promotores del golpe de Estado que asesinó y desapareció a decenas de sus militantes.

Ahora, cosas de esta democracia tan particular… se producirá la paradoja de que los gobiernos de Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia que no tienen ningún comunista en sus gabinetes seguirán siendo perseguidos y acosados por las huestes imperiales, mientras que en Chile donde surgirá un gobierno que muy posiblemente tenga ministros comunistas no será tocado ni con el pétalo de una rosa. Claro, ahora los comunistas incorporados a la “Nueva Mayoría” de 22,61% de los chilenos defenderán junto a sus aliados el modelo neoliberal de democracia restringida.

En ese contexto, vale la pena escuchar a los líderes sociales que llamaron a la abstención. Si nos atenemos a las cifras y sin querer decir que todos los que lo hicieron acudieron a su convocatoria, habrá que aceptar –en términos de verdadera democracia- que han sido los grandes ganadores de este proceso. Ellos si son la nueva mayoría. 

La ex vocera de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES), Eloísa González dio su opinión para argumentar acerca de las razones que llevaron a los movimientos sociales a rechazar su participación en el proceso eleccionario. Dijo que “…la abstención es un fenómeno que refleja la situación en la que estamos actualmente. No va a generar cambios, pero como acto político o como fenómeno que expresa este malestar y esta realidad, también expresa desafíos que tenemos que tomar en cuenta. El conjunto de la población no siente que sus demandas y problemas vayan a ser resueltos por la vía institucional y, ante eso, es necesario encontrar distintas alternativas y caminos que desemboquen en la construcción de una solución más inmediata”. La joven de 19 años no había nacido cuando terminó la dictadura de Pinochet, su opinión es expresión de una generación que se ha formado bajo el paraguas protector que los gobiernos de la Concertación por la Democracia y Piñera han construido para salvaguardar el legado pinochetista.

Por su parte un creciente número de ciudadanos han optado por organizarse en torno a la convocatoria de una Asamblea Constituyente como propuesta de futuro. Ensayaron marcar su voto con las letras AC en el extremo derecho de la papeleta a fin de señalar su opinión a través de ese acto de rebeldía electoral. Según las cifras que manejan un 8% de los electores marcaron su voto lo que según la ley no es causa de anulación del mismo. Sin embargo, el caudal obtenido ha sido considerado un paso adelante por sus promotores. Javiera Parada, vocera del Movimiento “Marca tu Voto” ha señalado que su éxito se debe a que “… por fin este país está debatiendo sobre la herencia más grande de la dictadura de Pinochet”: “desde el año 88 que Chile no vivía una coyuntura de una importancia política como la que hoy tenemos”.

Sería interesante que en segunda vuelta, aquellos que no votaron por los candidatos del sistema, los que se abstuvieron y los que proponen la Asamblea Constituyente unificaran su opción y apostaran por anular el voto, o por hacerlo en blanco. El sistema se vería obligado a contabilizar a esa mayoría silenciosa marginada por el poder. Pasarían de ser una mayoría pasiva a una activa en términos electorales. Bachelet no podría soslayarlo.

Hemos dejado a Honduras para la próxima semana. No tengo dudas que Xiomara Castro ganará en las urnas, hace falta saber si podrá hacerlo en el conteo de votos…son cosas de la democracia representativa.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Una visión bolivariana de la integración


La historia de Nuestra América independiente es la historia de la confrontación entre dos ideas, la monroista y la bolivariana.

James Monroe, Secretario de Estado de Estados Unidos en el año 1823, diseñó una política exterior para su país, en confrontación -en ese momento- con el poderío mundial de Europa y en particular de Gran Bretaña. A esa idea de Monroe que expuso en diciembre del año 1823 en un discurso ante el Congreso de Estados Unidos, Bolívar respondió casi de inmediato. Se vivía un momento de culminación de las luchas de Independencia, y en 1824, dos días antes de la Batalla de Ayacucho que puso fin a la presencia española en América Latina, hizo un llamamiento para que los países independientes se reunieran en Panamá, en un Congreso donde se iban a sentar las bases de la unidad latinoamericana.

Ya en 1814 Bolívar había anunciado que era “… menester que la fuerza de nuestra nación sea capaz de resistir como suceso a las agresiones que pueda intentar la ambición europea; y este coloso de poder que debe oponerse a aquel otro coloso no puede formarse sino de la reunión de toda la América meridional bajo un mismo cuerpo de nación, para que un solo gobierno central pueda aplicar sus grandes recursos a un solo fin que es el de resistir con todos ellos las tentativas exteriores, en tanto que interiormente multiplicándose la mutua cooperación de todos ellos nos elevará a la cumbre del poder y la prosperidad”.

Después, escribió en la Carta de Jamaica en 1815, “Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Mundo Nuevo, una sola nación, con un solo vínculo, que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene un origen, una lengua, unas costumbres y una religión, debería por consiguiente tener un solo gobierno, que confederase los diferentes Estados que hayan de formarse…”

Y en 1818 en carta a Pueyrredón, el Libertador expresa su aspiración de que “… cuando el triunfo de las armas de Venezuela complete la obra de su Independencia o que circunstancias más favorables nos permitan comunicaciones más frecuentes y relaciones más estrechas, nosotros nos apresuraremos con el más vivo interés a entablar, por nuestra parte el Pacto Americano que, formando de todas nuestras Repúblicas un cuerpo político, presente la América al mundo con un aspecto de majestad y grandeza, sin ejemplo en las Naciones Antiguas. La América así unida, si el cielo nos concede este deseado voto podrá llamarse la Reina de las Naciones y la Madre de las Repúblicas”

Estas dos ideas, la de Estados Unidos, la de Monroe y, la de Bolívar, entran en pugna cuando Estados Unidos empieza a construir su proyecto de integración que se sustentaba en un concepto particular de igualdad de las naciones que se basaba en que la misma giraba en torno a su hegemonía. Bolívar se opuso, planteando que los países al sur del río Bravo, las repúblicas “americanas antes españolas” debían construir su propia identidad. Esta contradicción entre la idea de Estados Unidos, la idea panamericana, la idea de Monroe y la de Bolívar, la idea latinoamericana y caribeña o la de aquello que posteriormente Martí llamó Nuestra América aún hoy, no está resuelta.

La idea bolivariana quedó detenida en el tiempo después de la muerte del Libertador, parecía que su propuesta había sido derrotada, que ya no podría tener espacio en la región, este pensamiento que supone que los latinoamericanos y caribeños de todas las latitudes debían pensar el porvenir en conjunto, parecía desaparecida en el proyecto de futuro para el continente. Sin embargo, ya en el del Siglo XIX, incluso en las primeras décadas del Siglo XX hubo intentos de prolongarla.

A mediados del siglo XIX se hicieron varios encuentros, primero un Congreso en 1847-48 en Santiago de Chile y otro en 1864 en Perú en los que participantes de diversos países se reunieron para no dejar morir la idea bolivariana y retomar su propuesta de unidad. Vale mencionar a algunos de los pensadores que destacaron durante esa centuria; el chileno Francisco Bilbao, el uruguayo José Enrique Rodó, los argentinos Juan Manuel de Rosas, Juan Bautista Alberdi y Felipe Varela, el puertorriqueño José María de Hostos, el hondureño Francisco Morazán, el colombiano José María Torres Caicedo y José Martí, el apóstol de la independencia de Cuba.

A finales del siglo XIX, en 1880 Estados Unidos comienza a concretar el concepto de panamericanismo. Aspiraba a crear una unión con doble propósito, económico y político. Por un lado establecer una unión aduanera y por otro, un sistema de arbitraje en el cual asumía papel de juez y arbitro en las Américas. En ese contexto, se efectuó la primera reunión panamericana en 1889 con la asistencia de 17 naciones latinoamericanas además del anfitrión, sin embargo ninguna de las dos propuestas que presentó Estados Unidos fue aprobada. A pesar de ello, se sancionó la creación de la Unión Internacional de Repúblicas Americanas. Con ello se inició la práctica de estos cónclaves, que se realizaron 9 veces de manera regular, 2 de forma extraordinaria además de tres reuniones de consultas de cancilleres. En la IX conferencia realizada en Bogotá en 1948 se creó la Organización de Estados Americanos (OEA), un año antes había surgido el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). Aparentemente, la idea bolivariana había quedado sepultada.

En la segunda mitad del siglo XX la revolución cubana, la Unidad Popular en Chile, la revolución sandinista y el movimiento de la Nueva Joya en Granada estremecieron el manto de opresión que se desplegó como un todo en el continente. Así mismo, militares y civiles nacionalistas y democráticos y con sentido de patria grande manifestaron desde el poder propuestas para acercar a nuestros pueblos. Juan Domingo Perón en Argentina, Jacobo Arbenz en Guatemala, Joao Goulart en Brasil, Juan Velasco Alvarado en Perú, Juan Bosch en República Dominicana, Juan José Torres en Bolivia y Omar Torrijos en Panamá fueron expresión de esa oleada de rebeldía en la búsqueda de construir alternativas al dominio estadounidense. Sin embargo, los pueblos luchaban aislados y sus gobernantes seguían los dictados de Washington, lo que ha creado un caldo de cultivo para mantener la hegemonía imperial.

Al cerrar el siglo pasado se había logrado sobrevivir, éramos, -a pesar de cinco siglos de agresión desde la llegada de los españoles- naciones independientes, pero subordinadas política y económicamente, era evidente que se necesitaba - al finalizar el siglo XX y en vísperas del inicio del XXI- nuevas formas de organización que asumieran las negativas experiencias de lo ocurrido en el pasado. .

Al concluir la anterior centuria, se escuchó un primer grito de alerta y rebelión, fue el de los zapatistas en México, en 1994, ese clamor estremeció no sólo a la región, se sintió en todo el mundo en momentos en que se había profetizado el “fin de la historia”. Desde el norte se respondió con una propuesta neoliberal, que significaba exclusión, marginación de las mayorías, privatización de los recursos naturales, la educación, la salud y la seguridad social. Los gobiernos de entonces aceptaron sumisamente tal proyecto que en el plano político militar asumía al pueblo como su enemigo.

Venezuela bajo el liderazgo y conducción del Comandante Hugo Chávez comenzó a cambiar esa perspectiva. Chávez se propuso transformar esta estructura injusta y, dar inicio a la recuperación del sueño bolivariano, para convertirlo en el proyecto bolivariano que había quedado truncado en 1830.

Venezuela empezó a ser libre en materia petrolera, el propio presidente Chávez hizo un gran esfuerzo para hacer renacer la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), en la que Estados Unidos había logrado separar y dividir a sus miembros, para que no tuvieran una posición conjunta. El Comandante Chávez visitó uno por uno a todos los líderes de los países productores de petróleo y logró que se hiciera -después de casi 20 años- una nueva cumbre de la OPEP en Caracas, cambiando la perspectiva energética mundial. Estados Unidos no podría seguir sentando las bases y marcando las pautas del comportamiento de los países productores. A partir de eso, Chávez visualizó que Venezuela, poseedor de la mayor reserva de petróleo del planeta, debía usarla como instrumento de liberación, para la Independencia, para la solidaridad y la integración de nuestros pueblos. El petróleo debía ser en el siglo XXI la sangre que derramaron los soldados venezolanos en el siglo XIX bajo el liderazgo de Bolívar y Sucre.

Cuando se emite el concepto de energía, el mismo no se está limitando a petróleo, porque nuestra región posee importantes existencias de gas y las mayores reservas de agua y oxígeno del mundo. Era menester, entender que había que proteger esos recursos, ponerlos al servicio de los pueblos, y de su Independencia, ya no sólo la política, lograda a comienzos del siglo XIX, también la económica, lo cual pasaba por construir una idea de integración no subordinada a poder mundial alguno.
Otros pueblos de América Latina por su lado también comenzaron a tener sus propios procesos de toma de conciencia y emancipación y así vino una avalancha de victorias populares con los triunfos de Kirchner en Argentina, Evo Morales en Bolivia, Lula en Brasil. Daniel Ortega en Nicaragua, Rafael Correa en Ecuador, René Preval en Haití, y Tabaré Vázquez en Uruguay, entre otros, lo que dio inicio a una nueva ola de democracia. Así, se empezaron a establecer vínculos, comenzó una era de conocerse y acercarse, comenzó una época de entender que las necesidades eran las mismas, que las economías de la región eran complementarias, y que si se lograba establecer un tipo de comercio justo y equitativo entre los países de la región se podía ampliar el espacio de libertad política conquistado. En la medida del tiempo se fueron sumando otros países con gobiernos que tal vez tienen un mayor grado de relación con el imperio pero que finalmente, la fuerza de la necesidad y la crisis que agobia al mundo los ha llevado al acercamiento con sus pares de Latinoamérica y el Caribe.

Ese es el contexto de la derrota del ALCA en Mar del Plata en 2005 y la creación de condiciones para la fundación de Unasur y Celac, el fortalecimiento de Mercosur y otras iniciativas de integración y/o concertación política regional y subregional
Bolívar mencionaba la necesidad de comunicaciones más frecuentes y relaciones más estrechas cuando finalizara la guerra de Independencia. Con ello, se refería seguramente a lo que se ha comenzado a construir hoy entre nuestros líderes, gobiernos y pueblos. Él no pudo dedicarse plenamente a ese objetivo porque las ambiciones mezquinas de las oligarquías pudieron más en las naciones recién independizadas.

En la Carta de Jamaica, El Libertador da su opinión sobre cuáles eran las condiciones que permitieron desencadenar la lucha por la Independencia y hace una caracterización de cada una de las naciones americanas en guerra. Enseñaba, que porque somos diferentes, somos fuertes, ¿qué nos han enseñado? Lo contrario que somos débiles porque somos diferentes.

Es de gran actualidad y relevancia el párrafo donde refiere que Porque los sucesos hayan sido parciales y alternados, no debemos desconfiar de la fortuna. En unas partes triunfan los independientes, mientras que los tiranos en lugares diferentes, obtienen sus ventajas, y ¿cuál es el resultado final? ¿No está el Nuevo Mundo entero, conmovido y armado para su defensa? Echemos una ojeada y observaremos una lucha simultánea en la misma extensión de este hemisferio”

Bolívar nos enseña el valor de la diversidad, la idea que en el “Nuevo Mundo entero” no todos luchan por la Independencia, también los tiranos sacan sus ventajas, pero le da suprema cuantía al hecho de que todos están conmovidos y armados para su defensa”. Esto fue válido en la lucha por la independencia política, lo es hoy en la lucha por la independencia económica.

martes, 5 de noviembre de 2013

Democracia y elecciones en Chile.



En un país donde la clase política y los medios de comunicación llaman “pronunciamiento militar” al golpe de Estado, “gobierno militar” a la dictadura, “excesos” a las torturas, “gente” al pueblo y “desvinculados” a los cesanteados, es fácil entender que esa hipócrita simulación bipartidista haga suponer que la democracia llegó, sólo porque Pinochet fue apartado del poder para que otros pudieran administrar su legado.

En particular, los gobiernos de la Concertación por la Democracia que se presentaron como una fuerza de cambio al finalizar la dictadura, no pudieron o no quisieron introducir transformaciones estructurales que dieran paso a una sociedad más justa y equitativa. En este sentido vale destacar que a pesar que Chile tiene un Índice de Desarrollo Humano (IDH) Alto (45 lugar en el mundo) ocupando el lugar cimero de América Latina, su Índice de Gini que es aquel que mide la distribución del ingreso en una economía, lo ubica en la última categoría a nivel mundial, es decir en el grupo de países que presenta mayor desigualdad de ingresos. Visto desde otro punto de vista, ese alto IDH no se distribuye equitativamente. Así, es una minoría la que disfruta de los muy promocionados éxitos del modelo. No se podría esperar algo mejor o distinto de los herederos directos de la dictadura que llegaron al poder de la mano de Piñera. 

En palabras del destacado sociólogo y politólogo Manuel Antonio Garretón, profesor de la Universidad de Chile, lo que ha ocurrido es que “Pese a las significativas y progresistas transformaciones introducidas a la sociedad chilena por los gobiernos de la Concertación, ello no lograron superar ni reemplazar el modelo neoliberal ni tampoco el modelo político de democracia incompleta, sino solo corregirlos parcialmente con lo que el carácter progresista quedó limitado”

El próximo 17 de noviembre, Chile nuevamente acudirá a las urnas. Todo indica que nada cambiará. Las encuestas arrojan resultados avasalladores a favor de la Candidata de la Concertación Michelle Bachelet, ahora también apoyada por un domesticado Partido Comunista que ha seguido el paso de sus nuevos socios al nivel de no sentir la menor angustia por aliarse con algunos de los que propiciaron y fueron los protagonistas civiles del golpe de Estado de 1973 que derrocó al Presidente Allende.

Hay que recordar el origen falangista del líder fundador de la Democracia Cristiana chilena Eduardo Frei, y su complicidad con el golpe de estado de septiembre de 1973. Este partido, junto al PAN mexicano y el PP español de José María Aznar han configurado el tridente que encabeza la reorganización de la derecha en Latinoamérica.

El chileno Gutemberg Martínez, ex Presidente de la Organización Demócrata Cristiana de América, (ODCA) apoyó el golpe de Estado contra el Presidente Chávez en 2002 y el vicepresidente de esa organización José Rodríguez Iturbe fue nombrado canciller del efímero gobierno fascista de Carmona Estanga. Martínez estuvo en Caracas dos semanas antes del golpe de Estado sosteniendo reuniones con personeros de la oposición al Presidente Chávez.

Como escribí en 2011, la Concertación de Partidos por la Democracia fue el instrumento ideal en el que socialistas “deslastrados” del ideal allendista y los mismos demócrata cristianos que promovieron el golpe de estado de 1973, se unieron para vender al mundo un espléndido modelo de democracia autoritaria y economía neoliberal administrado por la izquierda. Quienes viajaban a Chile se mostraban gratamente sorprendidos por ese largo y delgado paraíso que existía entre la Cordillera de los Andes y el Océano Pacífico. La Concertación y sus paladines Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet se encargaron cual brutal somnífero de mantener al pueblo chileno aletargado y adormilado durante dos décadas. El putrefacto cadáver del dictador suspiraba de emoción desde su desconocida tumba y la derecha empresarial -que se apoderó del país en dictadura- se frotaba las manos de dicha financiera.

En el mundo de hoy a la Concertación se le llama “coalición de centro izquierda”. Resulta extraño ser de izquierda, neoliberal y sostener una democracia restringida. Al parecer quedó en el olvido que fue Bachelet en su primer gobierno quien ordenó la más brutal y desmedida represión contra el pueblo mapuche, sin discriminar ancianos, mujeres y niños, adjudicándoles de manera desconsiderada una supuesta condición de terroristas. Todo por luchar por sus tierras, las mismas en las que viven desde hace muchos siglos antes que los primeros antepasados de la señora Bachelet llegaran a Chile. Fueron tan desmesurados los ataques contra los niños mapuche que el gobierno de Bachelet fue denunciado por la Unicef por tales atropellos como lo atestiguó en su momento el representante de esa organización internacional en Chile, Gary Stahl.

Otro tema álgido durante el gobierno Bachelet fue el de la educación quien nada hizo para superar la deuda histórica del Estado con la educación pública. La presidenta engañó a los estudiantes de la enseñanza media, asumiendo compromisos que después no cumplió. Su mayor “aporte” fue reemplazar la Ley Orgánica Constitucional de Educación (LOCE) por la Ley General de Educación (LCE) que mantuvo el lucro como motivación del sistema eludiendo la misma reforma que hoy vergonzosamente promete de nuevo.

Alguien pudiera pensar que este análisis está a contramano de las encuestas que expresan un alto índice de apoyo a Bachelet. También es válido que se diga que la voz del pueblo debe escucharse y que en democracia- aunque limitada e insuficiente- los votos son los que hablan. Todos están en lo cierto. Lo que pasa es que en Chile no es así.

Más allá de lo que expresen los votos el próximo 17 de noviembre, es menester recordar que la gran mayoría del pueblo chileno no cree en este tipo de democracia ni en su sistema electoral. Así lo atestiguan las cifras. En las elecciones presidenciales de 2009 cuando el voto era obligatorio, participaron 7.264.136 votantes habiendo una abstención del 12,3%. Eso oculta que un sector muy importante de la población incalculable en ese momento no participó del acto eleccionario. El dato más cercano que se tiene es el de los comicios municipales de 2012 en los que por primera vez se estableció la inscripción automática y el voto voluntario, en esa ocasión el padrón electoral fue de 13.404.804 electores. Si tomamos en cuenta que los índices demográficos de Chile indican que el crecimiento vegetativo de la población es de 0,9% anual y la población que no está en edad de votar es del 25% concluiremos que en 2009 el padrón electoral era de alrededor de 13.070.000 electores, lo cual señala que el 44, 4% de la población no estaba inscrita en los registros, si a esto se le suma el 12, 3% que se abstuvo concluiremos que casi el 57% de los chilenos, la mayoría del pueblo, no participó en la elección de su presidente. Visto de otra manera, solo el 43% de los chilenos lo hizo. El presidente Piñera fue elegido por el 21,43% de los ciudadanos en edad de votar¡¡¡¡¡. ¡Vaya democracia! Es válido decir “Son las reglas”. Es verdad, son las reglas que hizo Pinochet.

Es lamentable que la izquierda no asista unida al proceso eleccionario y mucho más lo es, que ese 57% de la población no asuma una actitud activa frente al mismo. El día que ello ocurra seguramente “se abrirán las grandes alamedas” y nuevamente un presidente progresista tomará las banderas de Allende en un Chile democrático y participativo. Los jóvenes en las calles luchando por sus derechos, avizoran que se día llegará “más temprano que tarde”.