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sábado, 18 de noviembre de 2023

La ONU debe desaparecer


En fecha tan lejana como el 25 de septiembre de 2011 escribí un artículo titulado “La ONU ha muerto”. Entre otras cosas allí decía que: “Los acontecimientos de los últimos años signados por una unipolaridad cerrada […] dan cuenta de una ONU inoperante y plegado a la voluntad de los Estados canallas. La resolución unánime que condenó a Irán por la supuesta intención de construir armas atómicas contrasta la existencia de las mismas en países como Israel, India y Pakistán, que poseen la común característica de estar entre los mayores compradores de armas a los fabricantes que son básicamente los países miembros permanentes del Consejo de Seguridad”.

Continuaba más adelante: “La aprobación también unánime de las potencias para autorizar -a través de la resolución 1973- lo que derivó en el bombardeo indiscriminado a las ciudades libias y el asesinato de miles de ciudadanos, muestran una organización que ya no es garante de la paz sino promotora de la guerra. Igual hecho ocurrió durante los recientes acontecimientos en Costa de Marfil, donde el propio Secretario General de la ONU dio órdenes a los Cascos Azules de involucrarse militarmente bajo órdenes de las fuerzas armadas francesas que invadieron el país africano”.

Doce años después, el diagnóstico es el mismo pero la crisis es aún más profunda. La pandemia de Covid 19 evidenció ante el mundo la incapacidad de la organización para gerenciar el combate contra el virus que se constituyó en enemigo común de la humanidad.

En esta batalla, la Organización Mundial de la Salud (OMS) fracasó estrepitosamente. En octubre de 2021, 20 meses después de haber comenzado la pandemia sólo el 57% de la población mundial había sido vacunada. La pandemia nunca pudo ser controlada a través de la distribución de vacunas. Los países ricos establecieron una clara distancia de los más pobres. En enero de 2022, la OMS publicó una guía para priorizar la distribución mundial de las vacunas COVID-19 de manera justa pero ya era demasiado tarde y el plan era defectuoso. Primó la lógica del mercado, del lucro y la ganancia por encima de la lógica de la protección del ser humano, de su salud y su vida. Ello, porque la OMS depende principalmente de la buena voluntad de los países ricos y de las empresas.