Como todo evento que ocurre en el mundo comunicado e interconectado de hoy, el recrudecimiento del conflicto de Israel contra Palestina tiene repercusiones en todos los niveles. Así hay que entenderlo y así hay que estudiarlo.
En primer lugar, este es, por supuesto, un conflicto local que enfrenta a un país ocupante contra otro que se ha visto obligado a reaccionar ante la usurpación de su territorio por vía de la fuerza. Este nivel de análisis aporta el mayor centrimetraje en los medios escritos y la mayor cantidad de tiempo en los audiovisuales.
Las grandes transnacionales de la comunicación solo piensan en las noticias como mercancía y en esa medida, como negocio. Ajenos a cualquier escrúpulo, apuntan a generar opinión en favor de aquellos que son sus aliados, generalmente vinculados al gran capital internacional. También en esa medida, se “informa” sin importar la verdad, sino pensando en favor de los intereses imperiales ocultando que fueron estos los que generaron el conflicto. Eso ya lo sabemos. Así es en todo momento y en todo el planeta.
Nadie, con excepción de Estados Unidos – cuya economía es subsidiaria de la guerra y el conflicto a través del complejo militar industrial - puede ser favorable a ella. Solo quien ha estado en la guerra sabe que en la misma se desatan los peores instintos del ser humano: la necesidad de sobrevivir conduce a la necesidad de matar y eso es antinatural. El ser humano no es asesino por naturaleza.