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viernes, 16 de diciembre de 2016

Bruno Rodríguez Parrilla en 1991. “El relevo de la Revolución está asegurado por la Revolución misma”


Al parecer, mi artículo de la semana pasada sobre la transición en Cuba, despertó cierto interés en quienes lo leyeron. Algunos de ellos, me escribieron o se comunicaron conmigo para recordar mi libro publicado en 1993 con el sugestivo título de ¿Y cuándo Fidel no esté?, insinuándome que hablara de ello. Aunque en agosto del año pasado, escribí sobre el tema, me pareció válido rememorarlo a partir de la dinámica que ha adquirido el mismo tras el fallecimiento del líder cubano Fidel Castro. 

Inquieto por la situación que habría de crearse cuando ello ocurriera, en fecha tan lejana como 1991 me propuse indagar acerca del pensamiento y la visión de los jóvenes cubanos sobre el tema. Entre diciembre de ese año y enero de 1992 realicé en La Habana una serie de entrevistas a mujeres y hombres cubanos que bordeaban los 30 años. Trece de estas entrevistas dieron origen en 1993 a este libro con portada del artista plástico Aníbal Ortizpozo y publicado por el Vice rectorado Administrativo de la UCV que conducía el profesor Elías Eljuri en coedición con la revista Ko´eyú Latinoamericana que dirigía el entrañable amigo Joel Cazal. En la presentación del libro se expone que el mismo cubre” un espectro de la juventud cubana suficientemente representativo a pesar que el imperativo del regreso nos obligó a postergar otras conversaciones que también tentaban nuestro interés”. 

Hoy, ante la fatalidad del hecho cierto: la desaparición física del Comandante en Jefe de la Revolución Cubana Fidel Castro, me parece muy pertinente, dar a conocer nuevamente la respuesta final a la pregunta que cierra la entrevista (que además es la última del libro) a Bruno Rodríguez Padilla, quien en ese momento, a sus 33 años, era miembro del Buro Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), y director de su órgano oficial, el periódico Juventud Rebelde. Desde marzo de 2009, Rodríguez Parrilla, quien es abogado de profesión, es el ministro de relaciones exteriores de Cuba y desde diciembre de 2012 miembro del Buró Político del Partido Comunista de Cuba, la más alta instancia de conducción política del país. 

Las opiniones dadas hace 25 años por el hoy Canciller cubano cobran gran vigencia y legitimidad cuando se observan en el contexto del momento actual que vive Cuba. Quisiera extraer dos respuestas de la entrevista que podrían dar luces a aquellos que se inquietan por la llamada “transición cubana” y suponen que la misma comenzó ahora, tras el fallecimiento de Fidel.

Ante la pregunta de ¿Qué significa para un joven cubano en lo individual, y qué significa para tu generación, “mantener el poder conquistado en 1959 en las nuevas condiciones” (difíciles por lo demás?), Bruno afirmó que: “Yo conquisté el poder con un año de edad, en el 59. Se oye mucho en el mundo discutir sobre el poder, sobre cuotas de poder: Mi generación participa del poder, como participan las otras, lo que no quiere decir que la Juventud (Se refiere a al UJC. Nota del autor) no favorezca procesos que aceleren la promoción social de los jóvenes, la presencia de los jóvenes en las tareas vitales del país, incluso en los niveles de dirección y en las responsabilidades políticas y estatales más importantes: por eso más que consecuencias de una política , es consecuencia de un hecho de la realidad, como te decía la juventud tiene el espacio que nadie le ha dado, sino que se lo ha ganado con su presencia, donde se decide la Revolución, donde se hace la revolución todos los días. Si tú te pones a revisar la composición del partido, de los órganos locales de gobierno, de los aparatos económicos, de las empresas encontrarás a una generación muy fuerte representada, incluso a generaciones más jóvenes. Eso significa que nosotros asumimos siempre una gran responsabilidad, de hecho sentimos la responsabilidad de compartir el poder de una manera importante. No pretendemos mayores ni menores cuotas de poder, porque en una revolución que sobrevive en las circunstancias actuales, no es realista pretender distribuir el poder en cuotas”.

Agregó que “Esta es una Revolución y un país cuyo poder se sustenta en las mayorías. Lo único que nos queda son las mayorías. A un amigo le preguntaba hace poco: ´¿Ustedes piensan abandonar, dejar la Revolución?`. Él decía ´Eso no lo podemos hacer porque en Cuba lo único que hay es Revolución y mosquitos`. De manera que nosotros participamos del poder de la Revolución en todos los órdenes, en lo que hacemos y en la mayoría que aportamos. El día que la Revolución no tenga una sustancial mayoría, dejará de ser, y dejará de ser una Revolución auténtica”

Finalmente, la indagatoria cerró con la siguiente pregunta: “¿Consideras que tu generación está capacitada para asumir responsabilidades superiores? Y entre otras cosas algo que en Cuba es una realidad: ¿podrán suplir el ascendiente moral, la capacidad y la experiencia de la generación que derrocó a Batista, en particular el presidente Fidel Castro? ¿Crees que les den esa posibilidad de sustituirlos?

He aquí su respuesta: “En lo personal me siento cumpliendo funciones y asumiendo tareas muy responsables. Me es difícil decir si estoy preparado para desarrollar nuevas responsabilidades en el entendido de responsabilidades superiores. Francamente no me siento desbordado, pero si ante una responsabilidad que considero muy grande, está relacionada con un trabajo en la Juventud y con la dirección de un periódico en las condiciones actuales del país. Es difícil imaginarme una tarea que me sea más complicada. Me siento privilegiado de tener una responsabilidad, la cual todos los días se me presenta difícil, me exige soluciones y me deja poco tiempo.

En lo personal, estoy preparado para hacer varias cosas distintas. He tenido una vida muy dispersa. Fui bastante tiempo dirigente estudiantil, soy abogado, trabajé en los medios académicos, fui profesor universitario, trabajé en los sectores artísticos y literarios ya en la Juventud, estuve en las Fuerzas Armadas un tiempo, estuve en el trabajo internacional de la Juventud y en el servicio exterior y ahora soy director de un periódico, es decir, he hecho cosas bastante diferentes”.

Agregaba más adelante “Hay gente con una visión extraña de la juventud, a veces peyorativa, son los que hablan mucho de la madurez, como si fuera cronológica, y uno no conociera gente muy madura y muy joven y gente muy inmadura y poco joven, como los conozco yo también.

En fin, en esto hay que avanzar, pero, creo que esta es una generación que dispone de un espacio amplísimo, dispone de todo el espacio que se ha ganado, lo cual es decir mucho, y también es decir que los espacios de que no se dis­­pone hoy, son espacios a ganarse.

La Revolución es mucho más que Fidel. Sin lugar a dudas que su peso y su participación son extraordinarios, sobre todo en la conducción de este momento súper crítico, no sólo de la Revolución, sino de la historia nacional, pero estoy convencido que no se trata de salir a buscar otro Fidel, entre otras cosas porque no se puede. Tuvimos un Martí, y no tenemos otro, tenemos ahora a Fidel, y soy un convencido, no vamos a tener otro, porque eso es irrepetible, pero hay una generación, (política más que biológicamente hablando) de la que han surgido una cantidad importante de compañeros cuya madurez es capaz de suplir el vacío que deje la dirección histórica de la revolución. Si eso saliera mal, querrá decir que nos equivocamos rotundamente y lo que hicimos tuvo poco valor, pero es necesario decir que una de las extraordinarias virtudes de Fidel, es precisamente ser portador de ese concepto, el haber inculcado eso, el abrir esos canales de participación, y estoy seguro que sin Fidel, todo el mundo, quien esté y quien no esté en la dirección, sentirá una responsabilidad mayor que la que siente hoy.

El relevo de la Revolución está asegurado por la Revolución misma. Es parte de la obra de la Revolución. Ella existe hoy y seguirá existiendo, porque como hasta hoy, en cada momento ha habido una generación que ha asumido su responsabilidad con la patria, y lo que es más importante, ha gestado y ha hecho crecer el relevo necesario”.

sábado, 10 de diciembre de 2016

La transición en Cuba


Una tarde de comienzos de septiembre de 1986, Carlos Lage Dávila fue citado a una reunión con Fidel y Raúl Castro en el Palacio de la Revolución de La Habana, sede del gobierno de Cuba. Lage, quien es médico de profesión, había sido presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) de Cuba y, en ese momento era el Primer Secretario del Comité Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC).

Lage, quién a la sazón contaba con 34 años acudió un tanto extrañado a la reunión, con los dos máximos dirigentes de la revolución. Tenía importantes compromisos en el marco de sus responsabilidades esa tarde, pero la instrucción fue precisa. “Deja de hacer cualquier cosa que tengas pendiente”. Fue recibido en un ambiente relajado, entre la jocosidad auténticamente cubana de Raúl y la solemnidad que imponía la presencia del comandante en Jefe. Habló el primero para informarle que a partir de ese momento iba a cesar sus compromisos en la UJC para comenzar a trabajar directamente con Fidel en las responsabilidades que él le iba a asignar. En primera instancia, debía prepararse para viajar de inmediato con él y acompañarlo en la delegación que representaría a Cuba en la VIII Cumbre del Movimiento de Países No Alineados que comenzaría en los próximos días en Harare, Zimbabue.

Ese día comenzó el proceso de transición en Cuba! En febrero de ese año se celebró el III Congreso del Partido Comunista (PCC) y solo un mes antes, Fidel había cumplido 60 años. Es evidente que las reflexiones realizadas por las altas autoridades cubanas respecto de esos dos hechos, y seguramente otros más, llevaron a la conclusión de que había llegado el momento de comenzar a pensar en la necesidad ineludible de preocuparse con mucha antelación por la continuidad de la revolución cubana en el tiempo, dando paso a una fase permanente y continua de formación de cuadros que hiciera que el natural proceso de finitud de la vida de los líderes históricos de la revolución, no causara contratiempos y se enmarcara en el normal desarrollo de la vida política de un país, sobre todo de éste, ubicado a solo 150 kilómetros de la mayor potencia mundial y sometido al acoso y la agresión permanentemente, en los últimos 35 años. 

El fallecimiento de Fidel Castro, además del odio de lo más putrefacto de la derecha internacional, hizo emerger toda clase de teorías y opiniones sobre la transición en Cuba. Es sabido que la mayor parte de los medios de comunicación moderno si no tienen información, la inventan y la transforman en verdad, esta vez infructuosamente intentaron colocar tal tema como el más importante, tratando de ocultar el extraordinario homenaje que el pueblo cubano, los pueblos del mundo, y los estadistas decentes de todas las ideologías rindieron al Comandante en jefe de la Revolución Cubana.

Las cloacas imperiales han destapado toda una serie de hipótesis respecto del futuro de Cuba. La cara siempre idiota de la locutora estrella de CNN, cuando las respuestas a sus preguntas no son las esperadas, eran un verdadero poema. Esa noche del 25 de noviembre consultaba a una persona en La Habana respecto de qué estaba ocurriendo y la respuesta de “Nada. Todo está normal”, desencajaba su artificialmente estirado rostro, pues había transmitido durante años que “el régimen cubano ocultaría la muerte de Fidel Castro para evitar las multitudinarias manifestaciones que pedirían el fin del régimen”. Solo la estupidez, la ignorancia o la imaginación de escenarios estereotipados diseñados en laboratorios de guerra sicológica podían hacer suponer que tal habría de ser la respuesta del pueblo cubano al fallecimiento de quien consideran después de Martí y tal vez a su lado, el más grande paradigma de la cubanidad. 

La transición en Cuba también incluyó un largo y paciente trabajo de reestructuración de los métodos de trabajo. Raúl Castro se encargó personalmente de que ellos fueran efectivos en el PCC, las Fuerzas Armadas y los órganos locales del gobierno y Partido en las provincias y municipios. Se hizo énfasis en una política de selección de cuadros que incluyera a los jóvenes para que en todos los niveles de la administración y el Partido se fuera dando un prolongado y constante relevo generacional. Hoy en Cuba, más del 70 % de los dirigentes del Partido y el Estado y de los generales de las Fuerzas Armadas, nacieron después que Fidel Castro dirigiera el asalto al cuartel Moncada en 1953.

Ese proceso se desarrolló con altas y bajas, algunos de los cuadros designados para ocupar altos cargos en el gobierno y el partido cometieron errores y fueron destituidos, el país pasó por el difícil “Período Especial“, después de la desaparición de la Unión Soviética y del campo socialista, principales aliados y socios comerciales de Cuba que además trajo un recrudecimiento del bloqueo económico de Estados Unidos contra el país y que fue especialmente severo entre 1990 y 1993 cuando desde diferentes fuentes occidentales se anunció el fin de la revolución cubana. Esta fue una nueva prueba de fuego para el mandato y el liderazgo de Fidel. Cuba logró superar este momento, el más duro de su historia, cuando solo en 2007 pudo recuperar el PIB de 1990.

La transición siguió su curso, incluso en esas condiciones, cuando Cuba pasó por el que quizás ha sido el momento de mayor debilidad de su historia. En ese lapso solo se pudo realizar el V Congreso del PCC en 1997, hasta que el VI Congreso, ya con Raúl Castro en el poder, confirmó todas las decisiones tomadas en 1986.

En el VI Congreso del PCC realizado en 2011 se oficializó la voluntad de los cubanos de continuar el rumbo socialista, actualizando su modelo económico, “cambiando todo lo que debe ser cambiado”, solamente bajo decisión autónoma y soberana, para mejorar y hacer más próspero y sustentable el desarrollo, sin presiones de potencia alguna.

El VII Congreso realizado este año 2016 aprobó una resolución especial que recomendaba la aplicación de una política que proponía plazos y edades límites para ocupar cargos de dirección en las instituciones estatales y gubernamentales. Así mismo, en esta resolución se evaluaron los logros y dificultades en el crecimiento del partido, debilidades en el proceso de captación, especialmente a los más jóvenes y sobre la organización y funcionamiento del Partido principalmente en el apoyo y control a la economía y a la actividad administrativa.

De esa manera, se dejaba claro que el proceso no ha estado exento de dificultades y barreras, sobre todo de sectores conservadores que están enquistados en la dirección del PCC y que ponen trabas a los cambios que se han decidido y que han sido de particular énfasis en los discursos y la práctica de Raúl Castro.

Desde hace muchos años atrás, Raúl Castro, en sus permanentes visitas por el país, y en el trabajo que le correspondía como ministro de las fuerzas armadas, segundo secretario del PCC y primer vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministro iba sembrando las semillas de una nueva forma de hacer política de forma más descentralizada y dando más autonomía a los órganos locales y territoriales, así como a otras instancias del Estado. De esa manera iba preparando a los cuadros del partido y del Estado para asumir mayores responsabilidades y prepararse para dirigir el país cuando se produjera la ausencia de los líderes históricos.

Desde el año 2006, Raúl Castro fue designado presidente provisional, tras el abandono de Fidel de todos sus cargos por sus graves problemas de salud. En 2008, Raúl fue nombrado presidente de forma definitiva, asumiendo así mismo las máximas responsabilidades en el partido, lo cual le permitió fortalecer y acelerar los procesos de transición, restructuración interna y modificación de la estructura económica del país, todo lo cual fue ratificado en los Congresos VI y VII del PCC. En el primero de ellos, en 2011, Raúl anunció que estaría como presidente durante solo dos periodos de gobierno (hasta 2018) y después se retiraría, eso fue ratificado y confirmado en el Congreso del PCC realizado durante este año 2016.

Pero, desde la llegada de Raúl al poder en 2006 y sobre todo después de la destitución de Carlos Lage y otros líderes de la nueva generación en 2009, la sucesión que se había venido preparando y realizando desde 1986, se ve obligada a tomar otro rumbo. Ya Fidel no estaba en el poder y aunque Raúl le consultaba acerca de las decisiones a tomar, las instituciones creadas por la revolución, van cubriendo nuevas responsabilidades con jóvenes que se habían formado en los largos años que van desde 1986.

Entre esos cuadros, emergió Miguel Diaz-Canel quien fue designado Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba en febrero de 2013, siendo el primer dirigente cubano nacido después de 1959 en alcanzar dicho puesto. 

Raúl Castro tiene 85 años, su salud es buena, pero la transición y el relevo en Cuba no ha dependido de la salud de sus líderes, como no ha dependido del fallecimiento de Fidel, toda vez que ha sido un proceso adelantado desde hace muchos años que no va a tener alteraciones, salvo las que los propios cubanos decidan. 

A pesar que la prensa occidental idea patrañas al respecto, inventado supuestas luchas de poderes, solo una estupidez desenfrenada y una ignorancia supina respecto de Cuba y su revolución, y sobre todo a deseos de hacerla rendir por cualquier vía, más que a las realidades de su proceso y de su vida política, es la que lleva a estos mercachifles de la comunicación, a fabricar y vender nuevas imposturas.

sábado, 3 de diciembre de 2016

Encuestadoras y medios de comunicación: perversos constructores de quimeras



El fenómeno de las encuestas en tiempos electorales y el surgimiento de empresas que las realizan han comenzado a copar el ambiente político en la mayor parte del mundo. Ello se inscribe en una lógica de racionalidad que se sustenta en argumentos científicos que permiten entregar información a los actores políticos y a los propios electores respecto de la aceptación o no de un candidato. Nadie puede dudar que la estadística es una ciencia (algunos la definen como metodología) que trata de la recolección, presentación, análisis e interpretación de los datos, así como de la proyección e inferencia de ellos. Existe desde tiempos inmemoriales, se sabe que ya en la antigüedad era utilizada para realizar censos y llevar controles sobre el pago de tributos.

No obstante, es desde épocas mucho más recientes, concretamente desde el siglo XVII cuando surge como ciencia con los primeros estudios de teoría de probabilidades, la cual se constituye con posterioridad en la base matemática de la estadística moderna, aunque de forma paradójica, la misma florece vinculada a los juegos de azar y aparentemente, -a la luz de sus usos en la política- aún hoy sigue vinculado a ellos. Fueron los jugadores quienes se acercaron a los científicos de la época para que elaboraran métodos y teorías que les ayudaran a ganar en sus juegos de fortuna.

Según refiere el Dr. Murilo Kuschick, profesor e investigador del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana de México, las encuestas de opinión se comenzaron a utilizar para anticipar resultados electorales en Europa y Estados Unidos en el siglo XIX. Según el investigador mexicano, la primera encuesta electoral fue publicada el 24 de julio de 1824 en el diario Harrisburg Pennsylvanian, “sin embargo, no fue hasta 1896 cuando se convirtieron en un negocio rentable” mientras que fue entre 1924 y 1928 cuando se publicó en Estados Unidos la primera encuesta falsa, realizada por la publicación semanal, Literay Digest.

En 1936, este periódico “envió 20 millones de boletas dirigidas a suscriptores y compradores de sus revistas y periódicos, así como de nombres sacados de directorios telefónicos y de propietarios de automóviles para predecir los resultados de la elección de ese año”, a pesar de lo cual falló en el pronóstico del ganador, que si fue acertado por el periodista George Gallup, quien había diseñado un método distinto basado en cuotas referidas a distintas categorías de acuerdo al ingreso económico de los consultados: 20% de ricos, 60% de clase media, y 20% de pobres. Esta metodología se impuso a la anterior, ya que sin ser totalmente exacta, era más cercana a la realidad, más barata y más rápida, por lo que interesó a los medios de comunicación que la empezaron a usar como instrumento para divulgar una noticia que interesara a sus lectores, dando supuestas primicias que predecían ganadores y disminuían las incertidumbres, todo lo cual supuso un aumento considerable de las ventas de ejemplares al público, así como de publicidad para sus páginas, sobre todo en períodos electorales. 

En los últimos años, los medios de comunicación y cierto tipo de empresas, algunas de muy dudosa reputación, han descubierto el valor de este tipo de estadística como instrumento de manipulación a través de la construcción y venta de “verdades” que atraen la atención del público a partir del morbo que produce en los seres humanos el supuesto conocimiento de los hechos futuros. En la práctica, estos mercachifles de la ciencia hacen que los ciudadanos crean que saben con anterioridad quienes serán los ganadores, quienes serán los derrotados y por qué, todo lo cual ha llevado a que este valioso instrumento se haya convertido en un vulgar espectáculo de engaño que le concede a los medios de comunicación y a las empresas encuestadoras la posibilidad de vender más publicidad y aumentar sus ingresos económicos, sin que impere el más mínimo recato moral o ético por una práctica indudablemente simulada y fraudulenta, creada para engañar a los ciudadanos.

El hecho de que a pesar que incurren en error tras error y en una equivocación tras otra y que sin embargo “sigan teniendo trabajo” en la próxima elección hace pensar que los actores políticos conocen de esta situación y son cómplices de ella. Finalmente, las encuestas dicen lo que quiera que diga quien las contrata y si no es así, sencillamente no se publican, lo cual es valedero, para quien lo hace, pero no para los ciudadanos que están siendo influidos por grotescas manipulaciones de datos y cifras. Hay que acordarse de que en la definición que hacíamos de estadística al comienzo de esta nota, también se incluía la proyección e interpretación de los datos (es lo que hacen los medios de comunicación), no sólo la recolección (lo que hacen las encuestadoras), aunque hoy también han sido transformadas en gurúes de la política gracias a las bondades de la democracia liberal representativa.

En otras palabras, las encuestadoras fabrican las verdades que los medios de comunicación les piden, con lo que estos, -a su vez- fabrican verdades que le permiten influir, generar matrices de opinión y determinar comportamientos, los cuales son comprados por políticos y candidatos que a su vez los venden para “autoconstruirse” como exitosos. De esta manera, todos ganan, los medios de comunicación aumentan su poder y capacidad de control y dominio ideológico, así como de elevar su prestigio, todo lo cual es considerado mercancía que se vende bajo los vaivenes de la ley de la oferta y la demanda, que opera a partir de la influencia que ejercen en la voluntad de los ciudadanos, por tanto en la parte de la subjetividad del individuo, que puede ser conducido a evitar o provocar un cambio en su decisión electoral.

Aquí funciona la condición natural de “jugar a ganador” por un lado y la idea arraigada de que si “lo dicen los números” es verdad, por otro, transformando este valor cuantitativo en valor cualitativo cuando se toma una decisión y se ejerce el derecho al voto. 

No obstante, la realidad de lo ocurrido en diferentes eventos a lo largo del planeta durante este año, ha venido a demostrar la falsedad de estas empresas creadoras de quimeras. Los resultados del brexit en Gran Bretaña que determinó la salida de ese país de la Unión Europea, el plebiscito que debía confirmar los acuerdos de paz entre la guerrilla colombiana y el gobierno de ese país, los comicios presidenciales de Estados Unidos que determinaron el triunfo de Donald Trump y su designación como nuevo mandatario de ese país y más recientemente, las elecciones internas de la derecha francesa en la que pasaron a la segunda vuelta Francois Fillon y Alain Juppé, dejando fuera a Nicolas Sarkozy, y en las que, - en todos los casos- las encuestadoras se “equivocaron”, son manifestaciones claras de su falsedad y la manipulación de los medios de comunicación, los mismos que hoy dan a Ricardo Lagos y a Sebastián Piñera como “favoritos” de cara a las próximas elecciones presidenciales en Chile. Ojo, favoritos para el 34% que vota en ese país, a la mayoría, palabra sagrada en democracia según se enseñaba en el pasado, no les interesa participar de esta farsa para elegir al corrupto de turno. 

Sin embargo, vendrán nuevas elecciones, y las encuestadoras tendrán trabajo, volverán a fabricar ensueños, ilusiones y utopías, las transnacionales de la información y sus secuaces locales tornarán a la publicación de invenciones, ficciones y disfraces. Será otra “fiesta de la democracia”, otro negocio para los poderosos, otro show de fantasías para tontos que siguen creyendo en perversas fanfarrias mediáticas.

sábado, 26 de noviembre de 2016

Simplemente Fidel



El 25 de noviembre de 1956, el yate Granma puso proa en dirección a Cuba, desde el puerto de Tuxpan en México. Llevaba 82 combatientes que bajo la conducción y liderazgo de Fidel se habían propuesto “salir, llegar, entrar y vencer” a la oprobiosa dictadura de Batista, apoyada y sostenida por Estados Unidos, para aplicar el Programa del Moncada, verdadero plan para una transformación profunda del país. Fidel había dicho que “en el 56 seremos libres o seremos mártires”. El Granma llegó a Cuba el 2 de diciembre después de una difícil travesía, detectada por las fuerzas militares de la dictadura. 

El 5 de diciembre, los sobrevivientes del desembarco tuvieron su bautismo de fuego, después de lo cual solo quedaron 12 guerreros con igual cantidad de armas. Al percatarse de tal situación y ante la suposición generalizada de que enfrentaban una situación extremadamente difícil, Fidel con plena seguridad dijo “Ahora si ganamos la guerra”. Muchos años después, Raúl confesó que en ese momento pensó que Fidel se había vuelto loco.

Esto nos lleva a preguntarnos, ¿qué condiciones debe tener una persona que la lleva a desarrollar aparentes actos de locura, pero que son los verdaderamente transformadores de la historia? La posibilidad que la vida nos ha dado de conocer a algunos de esos personajes, Fidel entre ellos, nos señala que se trata de seres superiores por su capacidad científica de prever el futuro, no a partir del azar ni de subterfugios mágicos, tampoco de idolatrías divinas, sino de un acendrado conocimiento de la realidad social, de sus fuerzas profundas y de sus sujetos motrices. La gran diferencia de Fidel es que puso toda su inteligencia y capacidad al servicio de su pueblo y de los pueblos del mundo.

Cuando se produjo la sorpresa de Alegría de Pío, ese 5 de diciembre de 1956, ya Fidel había dirigido importantes luchas estudiantiles y como abogado había sido defensor de la causa de sectores humildes de la población que habían sido avasallados y excluidos por el régimen. Ya había forjado su pensamiento y su práctica internacionalista, bolivariana y martiana cuando con 21 años se enroló en la Expedición de Cayo Confites para combatir a la dictadura dominicana y al año siguiente, en 1948 fue testigo directo del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán en Colombia, hecho que produjo el bogotazo, situación que lo marcó profundamente el resto de su vida y que significó una impronta en su mirada de la realidad de nuestra región.

El golpe de Estado de Batista en marzo de 1952 fue el último clavo del féretro de la falsa democracia liberal como instrumento para producir un cambio político en Cuba. Fidel previó y a partir de ese momento se jugó por completo para derrocar la dictadura por la única vía que se podía: la de las armas. Organizó personalmente el ataque al Cuartel Moncada y estuvo al frente de la generación de hombres y mujeres que se propuso “tomar el cielo por asalto” y no dejar que el centenario del nacimiento del Apóstol pasara inadvertido. Tras su captura en el Moncada, Fidel exaltó una característica que marcó para siempre a los verdaderos revolucionarios latinoamericanos: el líder conduce personalmente a su tropa y asume la responsabilidad por lo que ocurra, en la victoria y en la derrota. El fracaso militar en el Moncada devino victoria política. Aún hoy retumban aquellas palabras: “Condenadme, no importa. La historia me absolverá”.

Vino la prisión fecunda, el exilio organizador, el desembarco esperanzador, la guerra y la victoria y ese 1° de enero de alegrías imperecederas nuevamente su palabra de futuro “Ahora viene lo más difícil”. Y nuevamente la suposición de su locura ante la imagen de un ejército despedazado por los harapientos campesinos del Ejército Rebelde.

Y así continuó siendo, por años, por décadas, el Comandante invicto, el que Estados Unidos no pudo vencer, el que superó 674 intentos de asesinato de todos los presidentes imperiales, los republicanos y los demócratas, el de la victoria de Playa Girón, el que se agigantó durante la crisis de Octubre de 1962, el del Ciclón Flora, el que superó el aislamiento de los gobiernos latinoamericanos con la sola excepción de México, el que enfrentó hasta hoy al bloqueo norteamericano con el honor y la dignidad de su pueblo, el de la lucha contra los bandidos organizados desde el norte imperial, el que derrotó los sabotajes a la economía, incluso usando armas biológicas y químicas contra Cuba, el de las misiones internacionalistas que derrotaron a la mayor potencia militar de África dando una colaboración decisiva al fin del apartheid como forma de dominación en el mundo, el de transformar a su país pequeño y pobre en una gran potencia científica, cultural, deportiva y moral en todo el mundo, el de la solidaridad sin límites a los pueblos de Asia, África y América Latina y el Caribe, el que transmitió la voluntad de avanzar y vencer a pesar que el mundo decía lo contrario en los momentos terribles del período especial, el de las extraordinarias misiones de salud para enfrentar al ébola en África, a las consecuencias del terremoto en Haití y los desastres naturales en Chile, Perú, Pakistán, Ecuador y muchos países más en todo el planeta, el que no se dejó intimidar ni avasallar durante cinco décadas, por la potencia más poderosa de la historia. 

Entonces volvemos a la locura, ¿es que acaso alguien en su sano juicio es capaz de creer que un pueblo pequeño de solo 11 millones de ciudadanos, carente de riquezas económicas pueda ser capaz de todo eso y más, a tan solo 90 millas de la potencia más destructiva y agresiva de la historia? Cuba pudo, y pudo porque tenía un jefe que aglutinó lo mejor de su pueblo a partir de la exaltación de valores, principios y comportamientos que desbordaron su época transformando en fuerza indestructible lo único que los revolucionarios tenemos y que cuando lo usamos somos invencibles: la fuerza de la moral, de una moral superior al poderío militar, político y económico de cualquier hegemonía global.

Eso fue Fidel y eso será Fidel por los tiempos de los tiempos: fuerza moral avasalladora para saber que nada es imposible cuando se confía en el pueblo y cuando se tiene seguridad en la victoria, y al final, tras la tranquilidad del deber cumplido, te retiras porque otros te seguirán. Es la continuidad no del hombre, sino de su obra.

Hoy miles y millones en todo el mundo sentimos un dolor profundo por la partida de Fidel, hoy lloramos en el momento de despedirlo, pero parafraseándolo recordamos aquella tarde de octubre de 1976 “Cuando pueblos enérgicos y viriles lloran, la injusticia tiembla”.

Dijo el apóstol que “No es verdad la muerte, cuando se ha cumplido la obra de la vida”. Hoy, 25 de noviembre, cuando recordamos 60 años del día en que el Granma zarpara hacia la libertad, llevando en su vientre a aquellos hombres que iniciaron la batalla por la segunda independencia de América latina y el Caribe, Fidel ha zarpado hacia la inmortalidad, pero esta vez, si se llegara a producir nuevamente una Alegría de Pio, ya no serán 12 combatientes que seguirán a ese extraordinario loco por los caminos de la historia, hoy somos 12 millones o 12 veces 12 millones…nadie sabe cuántos te recordaremos y junto a ti diremos “Comandante en Jefe, Ahora si ganamos la guerra”.

sábado, 19 de noviembre de 2016

Conjeturas iniciales sobre una probable política exterior de Trump


No nos engañemos, Donald Trump es un hombre de extrema derecha como se ha señalado con abundante efusión en los últimos meses y sobre todo en la semana más reciente. Aún así, pienso que su victoria le da un respiro a la humanidad en términos globales, si de la paz mundial y la distensión se habla, pero sobre todo si se compara su propuesta con la de la señora Clinton.

Es muy pronto para hacer vaticinios, sobre todo porque estamos ante un presidente que no viene del establishment. Hubiera sido mucho más fácil prever la política exterior de Clinton que era predecible al ser conocidas sus actuaciones como Secretaria de Estado. Por el contrario, durante la campaña, salvo algunos “bombazos” propios de cualquier contienda electoral, el discurso de política exterior del candidato Trump estuvo impregnado de contradicciones y vacíos.

En particular pareciera prematuro aventurar consecuencias para América Latina. Eso debería obligar a la cautela en el análisis hasta determinar la magnitud de los cambios que se anuncian, sobre todo en el mediano y largo plazo.

Vale decir que el nuevo presidente ya confronta rechazo desde su propio partido: el influyente senador John Mc Cain, representante de su ala más conservadora está en completo desacuerdo con el anunciado acercamiento entre Estados Unidos y Rusia. Como probablemente ese tema será el que modere el conjunto de medidas que se tomen en materia de política exterior, no tendremos definiciones claras hasta que se comiencen a ejecutar las primeras acciones. Por lo pronto, Trump ha reaccionado nombrando a Mike Pompeo, otro recalcitrante ultra derechista como nuevo Director de la CIA y en una movida que ha pasado relativamente de bajo perfil, el presidente electo recibió en su oficina de la Trump Tower de Nueva York al siempre presente (a sus 93 años) Henry Kissinger. Vale decir que en su último libro titulado “Orden Mundial. Reflexión sobre el carácter de las naciones y el curso de la historia”, publicado en 2014, el ex asesor de Seguridad Nacional y ex secretario de Estado aseveró que “Un orden mundial de estados que afirman la dignidad individual y el gobierno participativo, y cooperan internacionalmente de acuerdo con reglas consensuadas, puede ser nuestra esperanza y debería ser nuestra inspiración” y agrega más adelante “Estados Unidos necesita una estrategia y una diplomacia que tengan en cuenta la complejidad del viaje: lo remoto de la meta, así como la incompletud (sic.) intrínseca a las empresas humanas con que se intentará alcanzarla”. Tal vez ese fue el mensaje que le dio al Sr.Trump.

Con respecto a América Latina, salvo sendas llamadas telefónicas a sus pares de México y Argentina, el silencio ha sido la única señal, solo interrumpida por las amenazas con muros y deportaciones. Por lo pronto redujo de los once millones señalados en campaña a tres, sus expectativas respecto a aquellos inmigrantes susceptibles de ser sacados del territorio estadounidense. Si eso se mantuviera así, tal vez estaríamos ante la posibilidad de que la política exterior de los países latinoamericanos y caribeños tenga que poner un mayor énfasis en la protección de sus conciudadanos, tal como de alguna manera, ya lo han hecho México y Ecuador.

Por lo pronto, el resultado de los comicios en Estados Unidos ha generado gran ansiedad en algunos países de América Latina y el Caribe, sobre todo en aquellos de gobiernos que apostaron a la victoria de la candidata demócrata. Aunque como se dijo al comienzo, es osado emitir predicciones respecto al futuro en este ámbito, nos vamos a atrever a exponer algunas impresiones sobre los probables temas de interés del gobierno Trump para la región, tomando en cuenta que estamos hablando de un empresario, que además es el primer presidente de Estados Unidos que no viene de la política desde que Dwight D. Eisenhower, un militar, accedió a la más alta magistratura de ese país en 1953

En esa calidad, Trump ha demostrado ser pragmático en cuanto a la búsqueda de objetivos: para él lo más importante es obtener beneficios, sin embargo coincidirá con sus antecesores en que lo primordial, - por encima de todo- es el interés nacional de Estados Unidos. La diferencia con quienes le antecedieron en el cargo radica en que hasta ahora todos los presidentes estadounidenses han puesto el énfasis en el poder militar para lograr ese objetivo. Pareciera que Trump va a hacer su mayor apuesta en el área económica. En esto, coincidirá con China que basa su poder y hace planes de futuro, a partir de su fortaleza económica, no la militar.

En esa medida, es previsible que Trump no agite banderas que no le signifiquen un provecho concreto e inmediato. Esto es lo que hace prever que parte importante de la política exterior de Estados Unidos se base en sus países vecinos: México por su frontera terrestre y Cuba por la marítima. 

Trump denunció en su campaña que los TLC y el TPP atentaban contra la economía de Estados Unidos por lo que los rechazó y dijo que los revisaría. El tema de la deslocalización industrial de empresas norteamericanas que se instalan en otros países para obtener mayores beneficios y que establecen una “competencia desleal” con las que permanecen en el país, pareciera ser el eje sobre el cual se articulará su política económica. En esa medida, México, cuyas exportaciones a Estados Unidos tendrían que pagar un gravamen de 35%, se pone en una situación de extremo riesgo en sus perspectivas económicas. Más que el muro, lo verdaderamente peligroso para México tiene relación con la probable revisión del Nafta. 

La apuesta de Trump en torno a eliminar este tratado, (o por lo menos revisarlo) tendrá consecuencias gigantescas en el país azteca. Considerando que construir el muro es inviable, toda vez que resulta complejo conseguir los US$ 8 mil millones que cuesta, una alternativa sería esbozar “un muro virtual” controlado de manera exhaustiva a través de drones. Por otra parte, Estados Unidos insistirá en la política que viene desarrollando desde el año 2000, -con el advenimiento de Vicente Fox a la presidencia de México- de “correr” su frontera sur hasta el linde divisorio entre México y Guatemala, es decir a la frontera sur de México, para cargar a este país de la responsabilidad principal en el control de la migración ilegal proveniente de las regiones meridionales.

Otros países de América Latina afectados, en caso de que Trump cumpla su palabra de revisar los TLC, no suscribir ningún otro, y no firmar el Acuerdo Transpacífico de Asociación Económica (TPP), son aquellos que tienen TLC con Estados Unidos: Colombia, Perú, Chile y Centroamérica. Al escribir estas líneas (18 de noviembre) el desconcierto de la clase política de esos países, (sobre todo, Colombia, Chile, México, Panamá y Perú) es evidente, sin que hasta el momento hayan podido articular una opinión coherente respecto de su futuro económico, a consecuencia de lo cual transmiten una total incertidumbre.

En el caso de Colombia, Trump renovará el apoyo a las conversaciones de paz entre el gobierno y la guerrilla, considerando el consenso global que ha logrado tal tema.

Con respecto a Cuba, es muy probable que Trump elimine definitivamente el bloqueo, salvo que se vea obligado a establecer acuerdos con los parlamentarios que representan al reaccionario lobby cubano, por razones de correlación de fuerzas en el Congreso. El apoyo recibido por Trump en los estados del sureste productores de alimentos que han comenzado a tener un beneficioso intercambio con Cuba jugará a favor del fin del bloqueo y la continuidad en la normalización de las relaciones. Finalmente se impondrá el pragmatismo de Trump frente al factor ideológico que ha imperado en las relaciones con Cuba, el cual ha sido tímidamente roto por Obama, en medio de muchos temores, por cierto, no alejados de las contiendas electorales.

Con respecto a Venezuela, Trump dará continuidad a la política seguida por Obama en sus últimos meses de mandato de apoyar las negociaciones entre el gobierno y la oposición, y simultáneamente seguir ejerciendo presión económica, política y diplomática a fin de llevar al gobierno a una situación de debilidad de cara a las elecciones de 2018. Pero, Venezuela no será una prioridad de la política de Trump, a diferencia de lo ocurrido en el gobierno de Obama. Tal vez el único tema en relación a Venezuela que ocupe parte de la agenda de Trump sea la influencia que ésta ejerce en Centroamérica y el Caribe a partir de su agenda energética. Estados Unidos quisiera para Venezuela, una salida tipo Macri, no le conviene una tipo Temer, que genere una situación que a futuro no pueda controlar.

Estados Unidos necesita una América Latina y el Caribe “sosegada”, para poder enfrentar sus problemas globales de política exterior: Medio Oriente, Ucrania y el Mar de la China Meridional y dentro de ello, revisar sus relaciones con China y Rusia y en menor medida con Irán. Las decisiones que tome en este sentido, marcarán el derrotero de su política exterior, en particular con América Latina.

Paradójicamente, la victoria de Trump podría generar repercusiones positivas en la integración latinoamericana, toda vez que podría acercar a los países con gobiernos de derecha aliados de Estados Unidos que se verían directamente afectados por las decisiones de política económica del nuevo presidente y otros que han adversado la política exterior de ese país. Esta es una oportunidad, que deberían aprovechar las élites para acercarse, pero sobre todo los pueblos para hacer que los vínculos sean sólidos e irreversibles.

viernes, 11 de noviembre de 2016

Otra vez Nicaragua

A Aldo Díaz Lacayo,
 Bolivariano y sandinista 
en su 80 aniversario



El siglo XX inauguró el dominio de Estados Unidos sobre América Latina y el Caribe, al desplazar a Gran Bretaña como potencia predominante en la región. En el marco de pleno desarrollo de su política imperialista, con preponderancia de los monopolios, la hegemonía del sector financiero sobre los demás y una creciente captación de capitales y materias primas, se produjo un arrebato ascendente en sus impulsos agresivos. El espíritu del Destino Manifiesto y la Doctrina Monroe, que suponía que Estados Unidos era un pueblo elegido y que toda la región era parte de su emporio, se apoderó de sus clases dirigentes, exacerbadas por inusual impulso mediático para la época

Antes de finalizar el siglo XIX, Estados Unidos invadió Cuba y obligó a España a entregarle Puerto Rico, Filipinas y las islas Guam. Permaneció en Cuba hasta 1903 y retiró sus tropas a cambio de imponer la ominosa Enmienda Platt a la Constitución de ese país, concediéndose el derecho de intervenir en los asuntos internos de la isla. Así mismo, se apoderó de una porción de territorio en Guantánamo conservándolo aún por la fuerza. Casi 120 años después, tutela a Puerto Rico bajo una situación colonial, que mantiene a sus habitantes como ciudadanos de segunda clase.

Esta acción fue el inicio de un largo y doloroso proceso de penetración imperial de Estados Unidos en la región, utilizando para ellos diversos instrumentos y un variado expediente de recursos militares, políticos, diplomáticos y económicos para lograr sus objetivos. En 1903, en alianza con el mercenario francés Philippe Bunau-Varilla, apoyó una rebelión secesionista que condujo a la creación de Panamá y el apoderamiento de una zona de su territorio, donde construyó el canal interoceánico, sobre el cual todavía hoy, tiene el privilegio único para el tránsito de sus navíos militares.

La aplicación de la política del gran garrote y la diplomacia del dólar se hizo práctica al implementarse el Corolario Roosevelt a la Doctrina Monroe que le auto concedía a Estados Unidos la posibilidad de actuar como “policía internacional” legalizando las intromisiones militares. En ese marco, intervino en República Dominicana en 1905, en 1906 en Cuba, en 1908 en Panamá, en 1909 en Honduras, en 1910 en Haití, en 1912 nuevamente en Nicaragua y en Panamá; en 1915 invadió y sojuzgó a Haití y en 1916 volvió a enviar sus tropas a República Dominicana, así como en 1918 a Panamá.

Ese parecía ser el sino de la actuación de Estados Unidos en la región. Cuando en 1927 se produjo una nueva intervención militar de Estados Unidos en Nicaragua, la voz ardiente y el fusil libertario del General Augusto C. Sandino se alzó con un pequeño ejército de campesinos, que fue creciendo con los días y las semanas, en contra de la presencia de la bota imperial en su país. Las fuerzas invasoras dotadas del más moderno armamento y con el apoyo de aviones y artillería pesada, fueron vencidas militarmente, teniendo que abandonar Nicaragua, reconociendo la imposibilidad de derrotar a Sandino. La poeta chilena Gabriela Mistral, dijo entonces que el general nicaragüense “carga sobre sus hombros vigorosos de hombre rústico, sobre su espalda viril de herrero y forjador, con la honra de todos nosotros los latinoamericanos” y el escritor y político argentino Manuel Ugarte lo corroboró al asegurar que “Sandino se eleva por encima de las fronteras de su propia República y aparece como el brazo de una reacción continental. Reacción contra el invasor extranjero y reacción contra los traidores que favorecen sus planes”. 

Sandino y el pueblo nicaragüense revirtieron la situación de avasallamiento de Estados Unidos sobre la región, propinándole su primera derrota militar y rescatando para los pueblos de América Latina y el Caribe, la moral necesaria para continuar la lucha desigual contra la potencia imperial.

Sandino fue asesinado en 1934, traicionado por Anastasio Somoza que impuso una férrea dictadura en su país, apoyada por Estados Unidos con armas y recursos financieros ilimitados. El propio presidente de Estados Unidos Franklin D. Roosevelt reconoció que “Somoza es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”, sintetizando con ello el desprecio de la metrópoli por el engendro que había creado. En 1961, Carlos Fonseca, el más preclaro heredero de la causa sandinista, Tomás Borge y otros jóvenes, fundaron el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) para llevar adelante la lucha armada contra la dictadura que acosaba su país. Después de largos años de lucha, a finales de la década de los 70, la dictadura se encontraba aislada nacional e internacionalmente, sólo sostenida por el apoyo de Estados Unidos y una brutal represión que producía miles de muertos, torturados y perseguidos.

Los acontecimientos en la región no eran muy distintos. Desde la intervención militar y derrocamiento violento del presidente Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954, América Latina vivía una situación de regresión generalizada, solo interrumpida por el triunfo de la Revolución Cubana en 1959, pero la isla caribeña, había sido aislada, bloqueada y expulsada del sistema interamericano, e incluso agredida en 1961 por tropas mercenarias que habían salido de Nicaragua apoyadas (para variar) por Estados Unidos. Cuba, emulando a Sandino había logrado derrotar la invasión proporcionándole una nueva derrota militar al imperio. Sin embargo, el panorama de América Latina durante los últimos años era desolador: se entronizó la dictadura de Duvalier en Haití, el presidente Juan Bosch fue derrocado en República Dominicana en 1963 y dos años después las tropas imperiales irrumpieron en ese país, asesinando a centenares de ciudadanos, golpes de Estado en Brasil (1964), Bolivia (1971), Chile y Uruguay (1973) y Argentina (1976). La regresión conservadora estaba en marcha acompañada de feroces dictaduras de seguridad nacional apuntaladas por Estados Unidos, mientras se aplicaban políticas neoliberales que destruían y desmejoraban conquistas de los trabajadores, logradas tras largas décadas de lucha. 

El panorama de la región era oscuro hasta que en 1979, el pueblo nicaragüense conducido por el FSLN dio al traste con la dictadura somocista, generando el proceso de transformación más profundo jamás vivido en América Latina y el Caribe desde el triunfo de la Revolución Cubana. Unido a la toma del poder por parte del Movimiento de la Nueva Joya en Granada en marzo de ese año, Nicaragua una vez más, detenía el influjo maligno de las fuerzas reaccionarias y se convertía en un bastión moral, en una fuerza avasalladora que señalaba que era posible enfrentar al imperio y derrotarlo. La Revolución Popular Sandinista fue el impulso catalizador que los pueblos de la región necesitaban para desarrollar las luchas que devinieron años después en las derrotas de las dictaduras, el retorno a la democracia, el aplastamiento del neoliberalismo y la posibilidad de enfrentar el futuro en mejores condiciones.

El imperio no podía permitir incólume tal afrenta. La Revolución Sandinista fue sometida a un brutal acoso militar, político, diplomático y económico hasta que fue derrotada electoralmente en 1989, cuando la disyuntiva era continuar interminablemente la guerra o darle una posibilidad a la paz. Aunque esta sobrevino en la forma de tres gobiernos neoliberales que produjeron la regresión de todos los avances sociales y económicos que había logrado el gobierno del FSLN a pesar de las difíciles condiciones de la agresión, los herederos de Sandino y Carlos Fonseca supieron perseverar, vencer los obstáculos y regresar al poder en 2007.

Otra era la situación en América Latina y el Caribe desde el triunfo en 1998 del Comandante Hugo Chávez en Venezuela. La región respiraba un ambiente de democracia, solidaridad e integración, al cual Nicaragua se incorporó rápidamente. Sin embargo, las fuerzas que pretenden retrotraer la historia continuaron en su afán de socavar los logros de los últimos años, las oligarquías locales aliadas de Estados Unidos comenzaron a recurrir a nuevas formas de retroceso: golpes de Estado parlamentarios, utilización de los medios de comunicación como instrumentos de falsificación de la realidad, bestial acoso financiero y económico exterior y tergiversación de las correctas prácticas gubernamentales, lo cual unido a errores propios cometidos en las gestiones, condujeron a un nuevo momento de involución dialéctica que ha hecho del 2016, un año de malas noticias para los pueblos: el regreso del neoliberalismo más desenfrenado en Argentina, de mano de la fraudulenta democracia representativa y Brasil a través del más desembozado golpe de Estado, campañas de desinformación mediáticas que hicieron perder el referéndum que posibilitaría la reelección de Evo Morales, a pesar de lo cual, la popularidad del presidente se mantiene sobre el 60%, intentos desestabilizadores en Venezuela que buscan el derrocamiento del Presidente Nicolás Maduro y el rechazo de una minoría de colombianos que en virtud de la democracia representativa se transforma en mayoría, en el plebiscito que refrendaría el proceso de paz de ese país.

Nuevamente, una situación tenebrosa para las luchas populares, y nuevamente el pasado 6 de noviembre, a solo unos días de la conmemoración del 40 aniversario de la caída del Comandante Carlos Fonseca, el pueblo nicaragüense, da una lección memorable al levantar en las elecciones presidenciales, la bandera de la perseverancia, la dignidad y el honor para una América Latina que por tercera vez en menos de 100 años, puede mirar a la patria de Rubén Darío, como encumbrada tierra de lucha, de libertad y esperanza.