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sábado, 26 de septiembre de 2015

Colombia: Política doméstica e internacional. Tres días decisivos.


El pasado lunes 21 de septiembre se realizó en Quito una reunión promovida por las máximas autoridades de Celac y Unasur, los mandatarios de Ecuador, Rafael Correa y de Uruguay, Tabaré Vásquez, respectivamente. La misma, en la que participaron los presidentes de Venezuela y Colombia, Nicolás Maduro y Juan Manuel Santos buscaba encontrar soluciones a la crisis que vive la relación entre ambos países.

El cónclave concluyó con un acuerdo de 7 puntos entre los que destacan el retorno inmediato de los embajadores que habían sido llamados a consulta por sus gobiernos, avanzar en la construcción de soluciones a los problemas de la frontera común, la realización de una investigación profunda de la situación de la frontera, la reunión de ministros de ambos países para tratar los temas más sensibles de la zona y la progresiva normalización del escenario limítrofe que comparten. 

Cuando dos o más países manifiestan diferencias respecto de un tema, o –en caso extremo- cuando tales discrepancias conducen a un conflicto, existen dos opciones: la guerra o la diplomacia. En lo que va del siglo XXI, casi todos los conflictos o las guerras han tenido su origen en la intervención descarada de las potencias o de asociaciones de ellas. En su mayoría, tales conflagraciones, se han desarrollado en el territorio de países del sur del planeta. Así mismo, esta centuria ha sido testigo de la creación de organizaciones y mecanismos regionales de solución de conflictos, sin la participación de las potencias, las que generalmente son parte del problema, no de su solución. En el caso de América Latina y el Caribe, tales estructuras han sido particularmente eficientes y eficaces, marcando un punto de inflexión respecto de las prácticas diplomáticas del pasado.

En el asunto que nos convoca, la acción oportuna y vigorosa de Celac y Unasur ha conducido a un acuerdo beneficioso para ambas partes, imposible de suponer si tal gestión hubiera sido hecha por la OEA, es decir siendo Estados Unidos un actor protagónico. Esta es una nueva victoria de nuestros mecanismos regionales de integración que todos deberíamos celebrar.

Sin embargo, desde el mismo momento de los anuncios, se desató en Bogotá una brutal avalancha de críticas al acuerdo por parte de los mismos sectores extremistas de ultra derecha que atacan y rechazan las conversaciones de paz que se celebran en La Habana. Al establecer un paralelo, entre los dos hechos, es muy fácil apreciar la manera cómo en el vecino país se ha ido gestando una mafia que ha hecho de la guerra y el conflicto un instrumento para hacer política.

La oligarquía colombiana enquistada en el poder, ha construido a través de los años un sentimiento anti venezolano bajo el paraguas de un pensamiento chovinista y nacionalista que ha secuestrado la patria y la nación para hacer uso interesado y particularizado de ella. Vale decir, que el mismo sentimiento anti colombiano fue incubado por la oligarquía venezolana que usufructuó del poder desde la Independencia. En esa medida, ambos pueblos, han sido transformados en rehenes de intereses que no son los suyos, los cuales han hecho del conflicto una forma de perenne y creciente ganancia transnacional. Ya en 1830, cuando se discutía el tratado de límites que confirmaría la separación de Nueva Granada y Venezuela y el fin de la república de Colombia creada por el Libertador, uno de los ignominiosos acuerdos que tomaran, sin que hubiera ningún atisbo de culpa, fue el de expulsar al Libertador del territorio de ambos países que surgían. De tal tamaño es la traición y la vergüenza de estas oligarquías. Difícilmente entonces puede haber sorpresa ante los exabruptos manifestados por el Acuerdo de Quito. 


En este contexto, no resulta paradójico que el artículo de portada en el número 1742 de la influyente revista “Semana” de Bogotá, publicada el 20 de septiembre, se denomine “Patria Boba”. En el subtítulo dice que “La paz se acerca, la economía está amenazada y las relaciones con Venezuela en crisis. Y la dirigencia nacional está concentrada en su afán de protagonismo, intereses mezquinos y debates sin importancia”.

En uno de sus párrafos el artículo en mención, manifiesta que “En medio de la avalancha de noticias, de la lógica polarizante de la política y de los intereses particulares de muchos líderes públicos, la pugnacidad se impone sobre el respeto y la exageración sobre la realidad. Las voces moderadas están ahogadas por quienes gritan más duro y se quieren hacer sentir más”. Y agrega a continuación “En todo esto hay un denominador común. Los que ostentan altas responsabilidades en el Estado han perdido el sentido de lo público. Quienes deberían dar el ejemplo con un manejo serio y responsable de las instituciones, actúan como si fueran feudos particulares”. Sobran los comentarios.

A pesar de ello, haciendo cumplir los acuerdos de Quito, en fecha tan temprana como el miércoles siguiente a las conversaciones, se dieron cita en Caracas los ministros de relaciones exteriores, defensa y energía de ambos países tomándose medidas concretas para comenzar a implementar el acuerdo presidencial.

Sin embargo, este importante encuentro, pasó a segundo plano toda vez que simultáneamente en La Habana se reunieron, el presidente Juan Manuel Santos y el Comandante Timoleón Jiménez, máximo jefe de las FARC-EP para atestiguar con su presencia la firma del acuerdo sobre Jurisdicción Especial para la Paz, aprovechando la ocasión para anunciar un posible fin del conflicto armado en seis meses. De esta manera, en menos de 72 horas los guerreristas y amantes del conflicto, recibieron una segunda dosis de la misma medicina.


Todos estos eventos acaecidos en un lapso vertiginoso de tres días, estuvieron acompañados por la visita del Papa Francisco a Cuba, donde aprovechó para referirse a las conversaciones de paz entre el gobierno colombiano y las FARC-EP. Fue tajante. Hablando en primera persona dijo “No podemos permitirnos otro fracaso más, en este camino de paz y reconciliación”.

Los hechos relatados y la dinámica desarrollada, dan constancia de una idea mayoritaria en Colombia y en América Latina proclive a solucionar los conflictos por vía de la negociación y el diálogo. Muestra también las profundas contradicciones al interior de la sociedad colombiana, aún permeada por un sector guerrerista de ultra derecha, liderado por el ex presidente Álvaro Uribe, que obliga a transformar las diferencias internas en política exterior. Por su parte, la actitud, a veces débil y diletante del Presidente Santos, quien evidentemente no tiene todos los instrumentos de control ni la autoridad para hacerlos funcionar, provoca innecesarias situaciones cuya prolongación en el tiempo pone en evidencia las graves carencias y la crisis social que atraviesa el país. En el caso del conflicto con Venezuela, esas carencias se pusieron en el tapete cuando la canciller colombiana María Ángela Holguín refiriera durante su visita al Arauca, que “Hay que tomar esas medidas que necesitamos de una vez por todas para que los colombianos vivamos en Colombia, integrados a Colombia y no sigamos dependiendo de Venezuela”.

Con todo, habrá que reconocerle a Santos, que en medio del “fuego amigo” de Uribe y sus adláteres, haya tenido la valentía, -por las razones que sea- de sentarse en menos de 72 horas con el presidente Nicolás Maduro y con el Comandante de las FARC-EP Timoleón Jiménez, quienes son señalados por los medios de comunicación tarifados de Colombia como los “principales enemigos del país”.

Un hecho no puede verse aislado del otro. Lo que está en juego es la paz y la posibilidad de que cada país pueda desarrollar su modelo político sin interferencias extranjeras y con la capacidad soberana de tomar las decisiones que considere convenientes para sus ciudadanos. Las condiciones políticas que se vayan generando irán creando la correlación de fuerzas que haga posible avanzar hacia soluciones estructurales que conduzcan a beneficios para la vida de las mayorías. No necesariamente los acuerdos actuales apuntan en esa vía, ciertas fuerzas políticas e intereses de clase conducen, -en algunas ocasiones- los diálogos y las negociaciones en direcciones que se orientan a soluciones sectoriales, no de toda la sociedad.

Pero, mientras esa correlación de fuerzas no exista, el imperativo de seguir luchando por ella, estará presente para todos los que sueñan con una sociedad mejor. En ese marco, en la situación actual, apostar por la paz y por la solución negociada de los conflictos, es un buen camino para el logro de los grandes objetivos estratégicos. No se puede obviar que uno y otro hecho, contaron con la hospitalidad, el impulso y la energía de los presidentes Rafael Correa y Raúl Castro de Ecuador y Cuba, dos países miembros del Alba, portadores de una nueva visión de América Latina y Caribe, integrada y en paz. 

viernes, 18 de septiembre de 2015

Crónica de amor por La Habana


Por invitación de la Asociación de Historiadores de Latinoamérica y el Caribe (Adhilac) y la Cátedra Simón Bolívar de la Universidad de La Habana asistí en la capital cubana al Coloquio Internacional “La integración en América Latina y el Caribe: alternativas históricas y proyección actual, a 200 años de la carta de Jamaica de Simón Bolívar”.

El evento contó con la participación de 130 destacados expositores de casi todos los países de América Latina, así como de Estados Unidos y Europa. El acto de inauguración del evento, realizado ante el monumento al Libertador en la Habana Vieja, y a un costado de la casa que lleva su nombre en esa ciudad, contó con palabras de bienvenida del Doctor Sergio Guerra Vilaboy, presidente de Adhilac, del historiador venezolano Lionel Muñoz y cerró con la ya tradicional magnificencia intelectual del Historiador de la Ciudad de la Habana Eusebio Leal Spengler, quien contextualizó respecto de las condiciones en las que Bolívar llegó a Jamaica y escribió la carta que pasaría a conocerse con tal nombre y que se inscribiría en los anales de la historia como el documento fundacional del pensamiento integrador latinoamericano.


Bajo el “paraguas” de la carta de Jamaica, los panelistas y participantes se “pasearon” por los debates acerca de la trascendencia histórica del documento, el pensamiento de los libertadores, la construcción del plan integracionista y la idea de América Latina, para proyectarlo en la actualidad a través de las propuestas recientes en relación al tema, pasando por los vínculos más novedosos referidos a las relaciones de Cuba con América Latina y con Estados Unidos, incluyendo hasta las de China con América Latina y el Caribe entre otros ámbitos, lo que da cuenta de una amplia y rica gama de discusiones que apuntan a generar propuestas en conexión con la realidad actual de la región y su futuro en materia del acercamiento posible que propicia el momento actual cuando se ha llegado a la segunda centuria del trascendente documento escrito por el Libertador.

Pero, más allá de los magníficos edificios reconstruidos en la Habana Vieja que gentilmente la Oficina del Historiador cedió para la realización del cónclave: las casas de Simón Bolívar, de Benito Juárez, de los Árabes y la de Guayasamín, la vida en la ciudad seguía transcurriendo bajo un calor sofocante que incluso llegó a los 38° centígrados.

Los cubanos debatían acerca de tres temas ligados pero que cada uno de ellos entraña realidades y retos que la pasión y la retórica efusiva de los ciudadanos de la isla, arropan bajo emotivas e interminables discusiones. Son ellos: el persistente bloqueo de Estados Unidos, el restablecimiento de las relaciones con ese país y la visita del Papa Francisco, quien estará en Cuba cuando estas líneas sean publicadas.

Como es habitual en una sociedad diversa como la de cualquier país de América Latina, que no excluye a Cuba, los ciudadanos opinan en un rango tan amplio que va desde los que creen que el restablecimiento de relaciones es la panacea que solucionará todos los problemas, hasta aquellos que son absolutamente escépticos y que juzgan que nada cambiará, por el contrario, suponen que el enemigo acecha desde más cerca.

Lo cierto es que, el pasado 11 de septiembre, fecha fatídica para América Latina y para Estados Unidos, el presidente Obama renovó por un año más la llamada Ley de Comercio con el Enemigo, el estatuto que desde 1917 sustenta el bloqueo económico impuesto a Cuba. Un alto funcionario del gobierno estadounidense que declinó identificarse explicó a la agencia española EFE que tal prórroga “implica que Obama sigue manteniendo su autoridad y ´flexibilidad`­­­ para relajar el bloqueo a Cuba mediante decretos ejecutivos”. Obama contaba con plazo hasta el 14 de septiembre para decidir si detenía o prolongaba el bloqueo a Cuba como han hecho durante 53 años los últimos 9 presidentes estadounidenses. A la luz de los acontecimientos actuales, tal medida ha sido infructuosa para doblar la voluntad del pueblo cubano, aunque esto pareciera comenzar a ser entendido por la administración de ese país.

Según el mismo funcionario antes mencionado, la “renovación” de la Ley de Comercio con el Enemigo “maximiza la flexibilidad del presidente para administrar el embargo a Cuba y autorizar determinadas transacciones”, agregando que esa flexibilidad “es fundamental” para “el compromiso” del Gobierno de Obama de ayudar al pueblo cubano “a determinar libremente su propio futuro”. En otras palabras, más de lo mismo, pero con otra cara. Algo típico de los gobiernos estadounidenses.

Pero, es evidente que “normalización de relaciones” no significa fin del bloqueo y eso lo ha entendido el gobierno cubano desarrollando una brillante diplomacia que le ha permitido “bloquear” internacionalmente a Estados Unidos, dejándolo ridículamente aislado, con el solitario acompañamiento de Israel en las votaciones anuales en la ONU. Otra evidencia del fracaso de su política exterior.

En este sentido, el pasado 16 de septiembre, el gobierno cubano dio inicio a la divulgación de un nuevo informe sobre el tema el cual se ha denominado “Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba”. En él se recuerda que “A pesar del nuevo escenario, (…) se ha mantenido el recrudecimiento del bloqueo en su dimensión financiera y extraterritorial…” 

El informe agrega más adelante que “Muchas de las limitaciones que impone el bloqueo contra Cuba pudieran desaparecer, si el Presidente de EE.UU. aplicara con determinación las amplias facultades ejecutivas que tiene para ello, aún cuando el desmantelamiento total de esta política requiere de una decisión congresional”.

En octubre, una nueva votación en la Asamblea General de la ONU evidenciará el repudio universal a tan inhumana medida imperial contra un pueblo pequeño y digno, que ha sabido resistir durante más de cinco décadas y salir airoso del trance más heroico que país alguno de América Latina le ha tocado vivir en la historia. 

En ese contexto, la visita del papa Francisco a Cuba, va a reforzar el apoyo de la Santa Sede al fin del bloqueo. El pasado jueves 17 de septiembre, el Secretario de Estado del Vaticano, Pietro Parolin, pidió que se levante el bloqueo que le impone Estados Unidos al pueblo de Cuba. En una entrevista con el canal televisivo del Vaticano, Parolin dijo que ese tipo de sanciones provoca sufrimiento en las poblaciones a las que se aplica y enfatizó en la necesidad de que se eliminen las medidas punitivas contra la mayor isla de las Antillas.

Todos estos acontecimientos van preparando las condiciones para la realización durante el próximo mes de abril de 2016 del VII Congreso del Partido Comunista de Cuba en el que se realizará una evaluación del cumplimiento de lo que en Cuba se llama “Lineamientos para la actualización del modelo económico, político y social” que es el plan que ha emprendido el país para reformar su economía y adaptarla a los nuevos tiempos. Este Congreso será trascendental pues supondrá el fin del ciclo de conducción del país por la generación histórica que lo ha dirigido desde el triunfo revolucionario de 1959.

Todos estos hechos suponen una intensa dinámica de la vida cotidiana de los cubanos de la que difícilmente pueda sustraerse un visitante extranjero interesado e involucrado de diferentes maneras con los avatares de la isla. Pero, como la vida sigue su curso y la cotidianidad del cubano no abandona jamás su alegría y su vínculo emocional con la música que lo identifica y lo hace palpitar en cada instante, aprovechamos la oportunidad que significaba un nuevo concierto de Silvio Rodríguez en los barrios para conocer la inédita experiencia del mayor y mejor trovador cubano dando a conocer su música y su poesía directamente en las calles de la capital.

El jueves 10 de septiembre, puntualmente a las 7 de la tarde, en la explanada situada detrás de los edificios de 12 pisos ubicados en un sector cercano a la Plaza de la Revolución, Silvio dio inicio al Concierto N° 68 desde que los mismos comenzaron justo 5 años atrás el 9 de septiembre de 2010.

Normalmente, cuando se quiere asistir a un evento cultural de cualquier tipo, hay que desplazarse al lugar donde se realiza el mismo. Lo novedoso del modelo musical creado por Silvio, es que él, los músicos que lo acompañan y los invitados -que en esta ocasión fueron el extraordinario intérprete cubano-estadounidense Pablo Menéndez y el Grupo Mezcla- acuden a la inmediatez que significa el entorno natural donde residen los ciudadanos quienes bajaban de los edificios y se acercaban desde calles adyacentes para escuchar la voz insurrecta de Silvio y el melodioso sonido de canciones que han marcado la vida de varias generaciones presentes, que coreaban una y otra tonada del repertorio. Acercar la música a la comunidad, al barrio, a la puerta de la casa, ha sido el objetivo cumplido de Silvio y cuando le preguntaron qué pasaría si se terminarán los barrios recorridos, contestó casi sin pensar “Comenzaríamos de nuevo”. Mujeres con niños en brazos, abuelos acompañados de sus nietos y familias enteras se agolpaban emocionadas en torno a los sagrados sones de una música que ha ayudado a conformar la identidad cultural y cotidiana de los cubanos y porque no decirlo de los latinoamericanos.

Escuchar nuevamente y de viva voz “El reparador de sueños” o las nunca perecederas “El necio” y “Ojalá” junto a otras decenas de canciones del pasado y del presente, revitaliza una comunión de amores con Cuba y su pueblo. Gonzal López, el colega y amigo catalán con quien asistí al Concierto, entrañablemente emocionado, mirando el entorno de multitudes que nos rodeaba y que entonaba junto a Silvio las canciones que brotaban de su voz y su guitarra, me preguntaba, ¿es posible esto en algún otro lugar del mundo? Y le respondí: “No, sólo en Cuba, en La Habana en esta Habana a la que cada día le renuevo mi amor”.

sábado, 5 de septiembre de 2015

La frontera caliente entre Colombia y Venezuela II



La Corporación Nuevo Arco Iris es un una institución independiente colombiana dedicada a realizar “estudios encaminados a la comprensión de las dinámicas del conflicto armado, las agendas de los actores, sus lógicas de actuación, las transformaciones que viven, construyendo en asocio con académicos y universidades un conocimiento al servicio de la acción ciudadana y política”. En su página web se auto define como “ un centro de pensamiento, investigación y acción social para la reconciliación nacional, que construye análisis, impulsa iniciativas y promueve acciones en relación con la superación del conflicto armado, en pro de la paz, el post-conflicto, la seguridad y la convivencia ciudadana”.

En abril de 2012, estando ya Juan Manuel Santos en el gobierno en Colombia, Nuevo Arco Iris presentó en la Feria Internacional del Libro de Bogotá un texto denominado “La frontera caliente entre Colombia y Venezuela”. El mismo fue editado por Ariel Fernando Ávila quien además coordinó la investigación realizada por un grupo de académicos del más alto nivel, pertenecientes a ese respetable organismo. En mayo de ese año, por la importancia de la obra, escribí un breve artículo, intentando darla a conocer­, esperando se estudiara el documento y se definieran políticas públicas al respecto. Por lo que pude saber, antes de ser expuesta a la opinión generalizada de los lectores, Nuevo Arco Iris hizo llegar a los gobiernos de Colombia y Venezuela (en el más alto nivel) el resultado de las investigaciones, incluyendo mucho material que no pudo ser incorporado al libro por las consabidas limitaciones editoriales. 

Todo esto viene a mi memoria, cuando ante los recientes hechos acaecidos en la zona limítrofe entre los dos países, pareciera que se están observando sucesos inéditos y desconocidos para las élites del poder. Sin embargo, las frases más recurrentes escuchadas en los días precedentes son “Eso ha acontecido desde hace muchos años” y “Todo el mundo lo sabe”. También la pregunta más recurrente ha sido “¿por qué se llegó a tal situación?”. Evidentemente las alertas expuestas en el libro no fueron escuchadas. La obra, con lujo de detalles, expone en capítulos pormenorizados y particularizados la situación en las fronteras en Arauca-Apure, Norte de Santander-Táchira y la Guajira y Cesar- Zulia, exhibiendo las características del delito transnacional, el impacto del conflicto armado en Colombia, en particular en la población civil y la economía ilegal que se generaba.

A fin de no hacer interpretaciones erróneas y sabiendo que no es original, me voy a permitir transcribir algunos párrafos del prólogo del libro, escrito por el destacado analista y politólogo colombiano León Valencia Agudelo quien fue cofundador de Arco Iris y su director en el momento en que se realizó la investigación.

Dicho prólogo titulado “Unas relaciones atravesadas por la violencia” comienza diciendo que el libro “presenta la investigación de dinámicas recientes del conflicto armado colombiano y el crimen organizado trasnacional en la frontera entre Colombia y Venezuela. Describe la transformación y reconfiguración de los nuevos mercados legales e ilegales y los altos grados de penetración institucional que alcanzan las estructuras criminales en la zona fronteriza, sin desconocer fenómenos tradicionales como el contrabando y el narcotráfico. Además analiza los grupos armados ilegales y bandas criminales que actúan en la zona de frontera”

Continúa Valencia Agudelo más adelante “En el desarrollo de la investigación se encontró algo verdaderamente escandaloso: algunos grupos paramilitares –“los Rastrojos”, ”las Águilas Negras” y el ejército privado del “Loco Barrera”- se formaron en Venezuela y de ahí se expandieron hacia las regiones próximas de Colombia. La consolidación violenta de estas estructuras criminales a lado y lado de la frontera estuvo acompañada de procesos de parapolítica, ascenso de élites políticas locales asociadas a la criminalidad, y reconfiguración de la disputa territorial con grupos guerrilleros”.

Sigue diciendo, que “Este hallazgo revela la inestabilidad y el cambio permanente de las fronteras, pero muestra también que el espacio fronterizo va forjando una identidad propia en el juego de violencias y en la interacción económica y social. La construcción de solidaridades e intereses comunes van perfilando “lo fronterizo”. La consecuencia lógica de esta definición es considerar las fronteras como espacios de actuación compartida, escenarios de una complejidad de relaciones económicas, políticas y culturales que solo pueden establecerse de manera aproximada y transitoria. Tal vez el mayor aporte analítico del libro sea, precisamente, que está escrito teniendo en cuenta las fuerzas que actúan a lado y lado de la fetichizada línea”. Sobre el tema fronterizo escribí en julio de 2013 un artículo titulado “Las regiones transfronterizas, futuro de la integración” intentando dar la visión positiva de la frontera cuando se trabaja mancomunadamente con los pueblos que la habitan, a partir de la realidad particular que se configura en ellas como un territorio que tiene especificidades propias nacionales e internacionales, que las diferencian de otras fronteras y de otras áreas del territorio de un país. 

Valencia Agudelo es determinante al afirmar que “las fronteras se presentan como zonas grises donde la débil institucionalidad estatal y los liderazgos políticos locales no solo son permisivos frente a la criminalidad, sino que en algunos casos actúan en coalición con ella. Dicho de una manera enfática, existe hoy en la frontera colombo-venezolana el creciente ascenso de un Estado virtualmente mafioso, donde no se pueden distinguir las acciones del crimen organizado de algunas instituciones estatales”. 

Para cerrar, una alarmante afirmación, “…en la región del Catatumbo, próxima al estado Táchira, en Venezuela, según declaraciones del ex jefe paramilitar Salvatore Mancuso, La Fuerza pública presionó a los paramilitares presentes en la zona para que utilizaran la estrategia de la desaparición forzada, que invisibilizaba la verdadera disputa territorial por este corredor estratégico para el contrabando entre Colombia y Venezuela, en especial el narcotráfico y el tráfico de armas. En palabras de Mancuso ´las víctimas que quedaban de los enfrentamientos o de las acciones en contra de la guerrilla aumentaban el número de cifras de víctimas mortales y afectaban las estadísticas de seguridad en las regiones. Esto dañaba las hojas de vida de los militares que actuaban en estas zonas. Fue por eso, que para no quedar mal con ellos, Carlos Castaño dio la orden de desaparecer a los cuerpos de las víctimas y se implementó en el país la ´política` de la desaparición`”.

Nadie puede decir entonces, que no se sabía lo que pasaba. La difícil situación de crisis económica en Venezuela y el incremento de la represión en Colombia donde un total de 69 defensores de derechos humanos y líderes políticos o comunales han sido asesinados durante 2015, casi duplicando la cifra registrada en el mismo período de 2014, según informó el coordinador residente de la ONU en Colombia, Fabrizio Hochschild han acrecentado una situación de por sí difícil. Sobre la misma, se montan las prácticas delictivas y los intereses oligárquicos transnacionales que hacen del conflicto un caldo de cultivo para incrementar ganancias.

El problema no se va a solucionar con falsos nacionalismos. Las posiciones comunes de la ultra derecha colombiana, la oposición venezolana y el vocero del Departamento de Estado de Estados Unidos John Kirby no aportan soluciones al problema, sino que pretenden “echarle más leña al fuego” y profundizar el conflicto. El fallido intento de la diplomacia colombiana, -manejada por el ex presidente Uribe- de escalar el conflicto y llevarlo a instancias internacionales fracasó rotundamente. No se debió recurrir a ello cuando ya se había producido una reunión de cancilleres que fue valorada positivamente por ambas ministras de relaciones exteriores, según las declaraciones que hicieron al finalizar el cónclave. 

Colombia erró el camino, al convocar primero a este encuentro de las máximas autoridades en materia de política exterior, después decidir el llamado a consultas de su Embajador para luego concurrir a la OEA y Unasur. Se alteró la ruta tradicional de la diplomacia y eso lo sabe María Ángela Holguín que es experta en esta materia. Evidentemente, se optó por darle un manejo de política interna a un tema que se debió conversar y resolver bilateralmente. Así lo entendieron la mayoría de países latinoamericanos y caribeños que no creyeron que un conflicto sobre el cual se intercambió amigablemente en el plano bilateral, debía ser tratado en el multilateral. Por ello, hubo tantas abstenciones. Ahora, todo está en manos de los presidentes quienes se deben reunir sin interferencias, y si hay verdadero interés por solucionar el problema, se encontrará el camino, tal como ha ocurrido siempre y tal como lo legara la diplomacia aplicada por el Comandante Chávez. Sería importante que los mandatarios llevaran este libro a esa reunión, o al menos, ellos y/o sus asesores lo lean primero.

sábado, 29 de agosto de 2015

Capitalismo, migración y globalización en el siglo XXI.


La movilidad de los seres humanos es tan antigua como la presencia del hombre sobre la Tierra. Se calcula que los desplazamientos de un lugar a otro datan desde hace dos millones de años, hasta que la agricultura produjo la primera revolución en la historia de la humanidad. Los seres humanos se trasladaban de un lugar a otro en la búsqueda de alimentos que garantizaran su supervivencia. Todo cambió cuando los productos del agro se comenzaron a almacenar en una escala superior a la tradicional que limitaba su recolección a las necesidades de la familia y la comunidad. Esto ocurrió hace aproximadamente 10 mil años. 

Muchos pueblos se comenzaron a establecer en lugares fijos y se empezó a pasar de una vida predominantemente nómada a una sedentaria, sin que la primera desapareciera hasta hoy. Este hecho, dio paso al surgimiento de las primeras civilizaciones porque los seres humanos comenzaron a interactuar en otros ámbitos de la vida, especialmente al producir manifestaciones iniciales de desarrollo cultural, en particular de la escritura, lo cual permitió que hoy se tuviera constancia de estos acontecimientos. Así mismo, debe decirse que tal proceso influyó directamente en la aparición de las sociedades de clases y de la explotación del trabajo de unos en beneficio de otros. Algunos empezaron a acumular más que los demás, sobre la base de aumentar la cantidad de alimentos a obtener a partir de la posesión de mejores y mayores cantidades de tierra y al descubrimiento de superiores tecnologías para la explotación de la misma. Una y otra cosa, no necesariamente se consiguieron en buena lid. Por otro lado, éste, también fue el origen de las primeras ciudades. Así vivió el hombre por varios milenios, los desplazamientos constituían formas habituales de la vida del planeta.


Las migraciones, como se le conoce ahora a estos gigantescos traslados humanos de miles de personas, se realizan por tanto, desde hace muchos miles de años, algunos de ellos fueron forzados y otros voluntarios. Todo este proceso transcurrió en medio de transformaciones económicas, culturales y políticas, (en particular guerras) los que signaron el desarrollo de importantes evoluciones del fenómeno migratorio que fueron configurando modelos de sociedades mixturadas por la presencia de diversas civilizaciones que concurrían en un mismo tiempo y lugar.

La creación de los Estados-nación en el siglo XVII, dio inicio a una mutación profunda de este fenómeno desde el punto de vista jurídico. El establecimiento de límites y la implantación de una autoridad reconocida en un territorio, instituyó condiciones y restricciones a la movilidad humana. 

A partir de la Edad Media en Europa se produjeron además de las invasiones bárbaras y la expansión del islam, grandes viajes que implicaron salvajes y funestos planes de colonización que entrañaron procesos migratorios nunca antes vistos en la historia. El interés por la obtención de riqueza de unos en detrimento de otros, siguió siendo el móvil fundamental. Millones de personas fueron desplazadas por la fuerza en unos casos, mientras otros se aventuraban en la búsqueda de la ganancia inusitada. Posteriormente, ya en épocas de la Revolución Industrial, la necesidad de materias primas ineludibles para tal proceso, incrementó las migraciones. 

El siglo pasado y lo que va de éste ha supuesto un desarrollo superlativo de la tecnología, el transporte y las comunicaciones, todo lo cual ha facilitado las migraciones masivas, sólo que ahora están motivadas en causas de carácter social y económico, que han tenido su origen en las profundas desigualdades entre los países del norte y los del sur, después de siglos de expoliación colonial y neocolonial.

En su versión moderna las migraciones constituyen, -en sus tres manifestaciones: emigración, transmigración e inmigración- la expresión de una serie de problemas relacionados con la génesis de la misma y las condiciones de vida de los ciudadanos, sus aspiraciones y las de sus familias en torno a la búsqueda de un futuro mejor. 

Como apunta el investigador mexicano Daniel Villafuerte citando un informe de CEPAL del año 2006, la relación entre migración y globalización “ha sido parte constitutiva del proceso de modernización y ha desempeñado un papel central en el despliegue y desarrollo del capitalismo moderno”. En particular, respecto de América Latina, CEPAL afirma que la migración es expresión de la”asimetría en la distribución de los beneficios ofrecidos por la economía internacional”.

La crisis humanitaria que genera las indetenibles migraciones a Europa en la actualidad ha puesto de manifiesto una correspondiente réplica por parte de los “civilizados” líderes de ese continente. Africanos y asiáticos atraviesan miles de kilómetros huyendo de guerras de exterminio generadas por el inmisericorde “capitalismo salvaje” como lo llamara el Papa Juan Pablo II. Tarde ha descubierto Europa, el papel jugado por Muamar el Gadafi para que Libia sirviera de dique de los millones de africanos que viajan hacia el norte, esperanzados en llegar a Europa y aprovechar algunas de las condiciones de vida allí creadas con los recursos expoliados durante varios siglos. Así mismo, la desmembración de países, y el desencadenamiento de guerras en el Medio Oriente ha dado pautas para el desarrollo de organizaciones fundamentalistas que persiguen brutalmente a quien difiera de sus ideas, conduciendo a la huida de otro gran número de ciudadanos de esa región.

La respuesta de algunos de los “paladines europeos de la democracia”, es expresión de un pensamiento xenófobo, propio de las ideas fascistas que comienzan a resurgir en el viejo continente y que se han ido haciendo carne de los partidos y dirigentes de la derecha más reaccionaria. Al contrario, los cientos de miles de europeos que migraron a América Latina huyendo de la devastación de la posguerra fueron recibidos en casi todos los países, pudiendo iniciar una vida que gracias a su trabajo los ha llevado a la prosperidad. Jamás han sido perseguidos por su origen. Razones no les hubiera faltado a los latinoamericanos para hacerlo, si un espíritu revanchista hubiera estado en la memoria, tras siglos de genocidio europeo en el continente. Pero jamás fue ese el ánimo. No está en la práctica de nuestros pueblos. La xenofobia y el odio han sido alimentados desde la Independencia por intereses oligárquicos que pretenden mostrar a los migrantes como delincuentes. 

Los migrantes nos son delincuentes. Delincuentes son los que generan las condiciones inequitativas, excluyentes, de marginación y de explotación que provoca que los ciudadanos, contra su voluntad, tengan que trasladarse a otras regiones o incluso a otros países. En el trasfondo está el modelo capitalista de una economía creada para generar diferencias y para profundizar las condiciones de pobreza, que impiden un normal desarrollo de la vida. Por el contrario, este producto de los infortunios generados por el capitalismo son caldo de cultivo para bandas delincuenciales que aprovechando las miserables condiciones de los migrantes, transforman tal situación en un comercio que jugando con la ley de la oferta y la demanda hace pingües negocios con el traslado ilegal de los ciudadanos, -que necesitan desplazarse para salvar sus vidas- y aprovechan las rutas para el transporte, -también ilegal-, de armas, mercancía y drogas. Para ello se vinculan con las grandes bandas criminales de paramilitares y narcotraficantes generando una mixtura transnacional del delito que es alimentado por la descomposición ética y moral de sociedades putrefactas en las que se pretende transformar a los migrantes en delincuentes, como hoy lo postula el magnate estadounidense Donald Trump quien lidera las encuestas para ser abanderado del partido republicano de cara a las próximas elecciones presidenciales de ese país. 

Vistas así las cosas, la idea de convertir la migración en un delito persigue oscuros objetivos que violan principios elementales contenidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU. No entender que su origen está en la perversa distribución de la riqueza generado por el capitalismo y por siglos de expoliación colonial y neocolonial, intenta desvirtuar el centro de la crisis y exponer a millones de personas que huyen de la guerra y la miseria, a nuevos avatares que profundizan y no solucionan el problema.

sábado, 22 de agosto de 2015

Alemania y Japón preparan su revancha.


En términos conceptuales, el revanchismo es la política desarrollada por un país derrotado en una guerra para tratar de recuperar a toda costa, las posiciones perdidas, incluso, sin detenerse en desencadenar una nueva guerra. Tal política está fuertemente ligada con prácticas chovinistas que sirven de preparación a la agresión, bajo el subterfugio de venganza o revancha. 

Si nos atenemos a la definición de Clausewitz de que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”, por tanto la guerra es un tipo de acción política, en aquellos casos cuando se hayan limitado las posibilidades de desarrollar el conflicto en términos bélicos, es probable que se exacerben acciones de carácter político que conduzcan a los mismos resultados.

El pensamiento revanchista asume un discurso patriótico nacionalista que se nutre de la suposición de que una situación creada por la finalización de una guerra en que no se han conseguido los objetivos propuestos, han conducido a una imposición injusta de medidas tomadas con el objetivo de que tal posibilidad no vuelva a surgir. Existen elementos de carácter geopolítico, económico y racial que impulsan este sentimiento, el cual se manifiesta como una posición inquebrantable en defensa de la búsqueda de crear condiciones para lograr en una nueva oportunidad los resultados no obtenidos. 

El revanchismo está vinculado a discursos racistas de superioridad que pretenden mostrar como injustas las condiciones impuestas a un país derrotado. Generalmente, se produce una identificación de la nación con el Estado que asume la responsabilidad de reivindicar la superación de las frustraciones del pasado. Muchas de estas demandas deben ser cumplidas fuera del territorio del país que asume la revancha, lo cual la transforma en un peligroso problema de política internacional que se debe observar para evitar su desarrollo y propagación.

El fin de la guerra fría creó el “caldo de cultivo” para el resurgimiento de ideas revanchistas, particularmente en Alemania y Japón, dos de las potencias que desataron la última guerra mundial, produjeron horrendos crímenes de lesa humanidad, para finalmente ser derrotados por la alianza creada por las potencias occidentales y la Unión Soviética. 

Sin embargo, el contexto internacional de la guerra fría y el mundo bipolar, hizo que Occidente “perdonara” a estos países, estimulando y financiando su reconstrucción a fin de evitar que los mismos cayeran bajo influencia soviética. La reconstrucción de la posguerra, a través del Plan Marshall, -ejecutado por Estados Unidos- y de grandes inversiones extranjeras, permitió que Alemania, -cuya población se caracteriza por una alta disciplina laboral y grandes niveles de eficiencia- se transformara en una potencia económica y tecnológica, que superó a sus vecinos europeos, lo que la convirtió en lo que hoy se denomina la “locomotora de la economía” del viejo continente. Lamentablemente los intereses capitalistas occidentales, no pusieron controles suficientes para evitar que la clase política dirigente, permeada de ideas reaccionarias, expansionistas y agresivas, retomara el manejo del Estado. Sencillamente, no se hizo, porque no convenía a los intereses estadounidenses en la guerra fría. 

En este sentido, aunque los aliados occidentales llevaron adelante planes para impedir que ni Alemania ni Japón volvieran a ser una amenaza, los objetivos de posguerra encaminados a evitar lo que llamaron la “expansión soviética” pudieron más. Así, el Plan Marshall en lo económico y la creación de la OTAN en lo militar tuvieron su basamento en la naciente confrontación este-oeste que asumió a Alemania como su eje principal. De hecho, la entrada de la República Federal Alemana (RFA) a la OTAN en 1955, dio el impulso definitivo a la creación del Pacto de Varsovia, la alianza militar dirigida por la Unión Soviética para contrarrestar el poderío bélico occidental estructurado en la OTAN.

Esto fue aprovechado por la RFA que en la década de los años 50 del siglo pasado, comenzó su fortalecimiento militar dentro de la estructura de la alianza bélica occidental. Una manifestación evidente de ello, vino dada porque si bien es cierto que las sanciones de guerra impedían el rearme alemán, lo que hizo que su gasto militar fuera nulo hasta 1954, a partir del año siguiente fue aumentando hasta llegar en 1970 a 6.1 mil millones de dólares, superado solo por Estados Unidos, la Unión Soviética y China, pero, por encima de Francia con 5,9 mil millones y Gran Bretaña con 5,8 mil millones en el mismo año. Las preocupaciones de estos dos países que llevaron el peso fundamental de la guerra en Europa Occidental habían sido superadas por el pragmatismo estadounidense que estimulaba el rearme alemán en contra de la “amenaza soviética”. 

En el caso de Japón, después del lanzamiento de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki en agosto de 1945, las tropas estadounidenses ocuparon el país, lo que lo obligó a abandonar la institucionalidad Meiji, es decir tuvo que renunciar a la divinidad del emperador y trasladar el gobierno al parlamento, que a su vez asumió la responsabilidad de elegir al primer ministro. En 1950, esta situación cambió, paradójicamente por causa de los altos gastos de defensa de Estados Unidos en la guerra de Corea, los cuales estimularon a las empresas niponas dedicadas a la exportación. Ese fue el pivote para lo que se dio en llamar el “milagro japonés”. Otro tanto ocurrió con el desarrollo de la guerra en Vietnam, de la cual las empresas japonesas obtuvieran pingües ganancias satisfaciendo las necesidades bélicas estadounidenses. 

El dominio estadounidense del mercado mundial en el período de la posguerra y el poderío económico que supuso ser la única potencia que no sufrió la devastación bélica en su territorio, le permitió modelar el mundo del futuro a partir de sus intereses. En este sentido, abandonó rápidamente la idea de ruralizar Alemania y desarmar los grandes grupos económicos japoneses como fue su intención primaria. Una Alemania sin potencial industrial y un Japón debilitado eran una tentación para la penetración de las ideas socialistas en territorios de influencia directa de la Unión Soviética. Sin embargo, esta visión no sólo tenía alcance político. Desde el punto de vista económico, era contraproducente sacar del juego a dos de los principales consumidores mundiales de productos estadounidenses. Estimular su economía y su recuperación era estimular su consumo. El Plan Marshall sirvió a ese objetivo, transformar a Alemania y Japón en las principales espadas de la expansión estadounidense en Europa y Asia.

La oportunidad no fue desperdiciada. Salvo la emergencia de China como primera potencia asiática, no ha habido diques de contención para la expansión japonesa. En Europa, Alemania actúa a sus anchas violentando incluso elementales principios del comportamiento internacional y de la práctica democrática. La vergonzosa humillación infligida a Grecia con argumentos respecto de la deuda que Alemania nunca cumplió con la suya, y los discursos imperiales de sus autoridades, dan cuenta de que Alemania está de vuelta, ocupando nuevos territorios, utilizando los instrumentos de la política y la economía para obtener lo que no pudo a través de su desarrollo bélico. Solo unas semanas después de las imposiciones financieras a Grecia, una empresa alemana se apoderó de los 14 aeropuertos más importantes del país heleno, como expresión clara del botín de guerra obtenido en ese país, sin necesidad de utilizar por ahora, su fuerza militar. Es el modelo oligárquico del que habla el ex presidente Carter como contraposición al modelo democrático.

Por su parte, Japón, cuyas acciones significaron bárbaras violaciones a los derechos humanos, que en algunos casos superaron a la de los propios nazis durante la segunda guerra mundial, no acepta ni siquiera reconocer que ello ocurrió, mucho menos pedir disculpas a las naciones agredidas. El pasado 14 de agosto al conmemorarse 70 años de la rendición japonesa en la guerra, el primer ministro Shinzo Abe rechazó disculparse por las atrocidades cometidas por sus fuerzas militares durante la ocupación de extensos territorios de los países asiáticos. No sólo eso, el máximo líder político nipón expresó que su país no debe permitir que sus futuras generaciones "estén predestinadas a disculparse", lo cual es clara expresión de su espíritu militarista y revanchista.

Hoy, ambos países pretenden entrar al Consejo de Seguridad de la ONU como miembros permanentes, lo cual entrañaría un verdadero peligro para la humanidad. En los años precedentes, han comenzando un intenso lobby para lograrlo. Las fuerzas progresistas y amantes de la paz deben estar alerta e impedirlo. América Latina y el Caribe declarada zona de paz en la II Cumbre de la Celac, realizada en La Habana en enero de 2014 y territorio libre de armas nucleares de acuerdo al Tratado de Tlatelolco suscrito en México en abril de 1969 se debería oponer férreamente a esta posibilidad. Brasil, que aspira entrar a esa instancia, debería desprenderse de una candidatura conjunta y hacer esfuerzos apoyado en su liderazgo indiscutido en la región.

sábado, 15 de agosto de 2015

El canal de Nicaragua, una ruta para la paz y el encuentro


Desde el istmo de Tehuantepec en México hasta el río Atrato en Colombia, -que es la frontera oriental natural de la América Central- hay una distancia de 2610 Km. en línea recta. Tal región posee una gran cantidad de lugares - que varía de 7 hasta 19 según los diferentes especialistas que han estudiado la materia- susceptibles de construcción de un canal que comunique los océanos Atlántico y Pacífico. Aunque el lugar más angosto es el estrecho del Darién con 64 km. de longitud, otras variables han sido consideradas por los innumerables estudios que se han encaminado a través de la historia para la búsqueda de un paso entre las dos mayores superficies acuáticas del planeta.

Esta posibilidad fue visualizada desde hace muchos siglos por exploradores que recorrieron la región. Intereses comerciales, investigativos, geopolíticos o de otro tipo han estado presentes en las referencias a las eventualidades que implicaron e implican la construcción de dicha senda transoceánica. Ya en 1552, el sacerdote Francisco López de Gómara hizo referencia a las características ístmicas de la región que posteriormente se dio a conocer en términos geográficos como América Central. El también historiador y cronista de la conquista española en México mencionó en su Historia General de las Indias publicado ese año en Zaragoza, a Panamá, Nicaragua, el Darién y Tehuantepec como los lugares más adecuados para construir un canal.

Sin embargo, tuvieron que transcurrir trescientos años hasta mediados del siglo XIX cuando la posibilidad real de erigir un canal se convirtió en una eventualidad asequible. Se había desarrollado la primera revolución industrial y la segunda estaba en pleno desenvolvimiento. Los avances de la ingeniería, la hidráulica y la invención de máquinas que facilitaban el proyecto, daban certeza de éxito al emprender la obra. También incidía que en 1869 se había inaugurado el canal de Suez que comunicaba el Mediterráneo con los espacios acuáticos de Asia, sin necesidad de circunvalar el extenso continente africano.

En 1811, Alejandro de Humboldt escribió el primer estudio serio que planteaba la ruta de Nicaragua como la que ofrecía menores dificultades para construir un canal. Aunque el sabio alemán nunca había estado en la región, estudió mapas, documentos y libros que le permitieron llegar a dicha conclusión, pero el mismo advirtió que sus aseveraciones no estaban basadas en pruebas de terreno y que emprender una obra de dicha magnitud necesitaba de expertos que investigaran cada una de las probables rutas existentes. Antes, en 1804, el joven Humboldt había visitado Estados Unidos, donde fue recibido por el presidente Thomas Jefferson a quien transmitió su entusiasmo por la posibilidad de construir una vía interoceánica. Algunos autores aseguran que en estas conversaciones está la génesis del interés de los gobernantes estadounidenses en la magna obra. Ello no obedecía a objetivos altruistas ni a pensamientos universales de beneficio compartido. Ya en ese entonces, Estados Unidos tenía puesta su mirada en el sur, ambicionaba las posesiones españolas, observaba con interés económico y comercial el desarrollo de la lucha de independencia que libraban los patriotas anti colonialistas y prestaba especial interés en el control de Cuba y el Mar Caribe. Comenzaba a diseñar con verdadera pasión lo que habría de ser su “patio trasero”. La vía interoceánica se inscribía en esa lógica. 

No sólo desde el norte se manifestaba interés en esta perspectiva. Con visión infinita, en 1815, el Libertador Simón Bolívar en su “Carta de Jamaica” exponía que “Los Estados del istmo de Panamá hasta Guatemala formarán quizá una asociación. Esta magnífica posición entre los dos grandes mares podrá ser con el tiempo el emporio del universo. Sus canales acortarán las distancias del mundo; estrecharán los lazos comerciales de Europa, América y Asia; traerán a tan feliz región los tributos de las cuatro partes del globo…” 

Vale destacar algunos elementos en la idea de Bolívar. En primer lugar el hecho de que a pesar que Panamá formaba parte de Colombia como quedaría de manifiesto a posteriori en Angostura al crearse la República, el Libertador vislumbraba una asociación centroamericana de la cual formaría parte Panamá. Por otro lado, vale destacar que ya en ese momento, Bolívar hablaba de los “canales” en plural, ello es expresión concreta de que apreciaba que habrían de ser varios de ellos. También, es resaltable su idea de que los mismos sirvieran como un bien a toda la humanidad, lo manifiesta en su mirada global de los beneficios como “emporio del universo”, muy distinta de la que después prevaleció cuando Estados Unidos se apropió de un pedazo del territorio panameño por casi un siglo, a fin de cimentar objetivos unilaterales.

Más de una centuria después, el 20 de marzo de 1929, el General de Hombres Libres,
Augusto C. Sandino expuso en carta al presidente argentino Hipólito Irigoyen su “Plan para la realización del supremo sueño de Bolívar” como proyecto que su Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua presentaría a los representantes de los gobiernos de los veintiún Estados Latinoamericanos. En dicho documento, el General Sandino exterioriza su perspectiva de unión latinoamericana y establece la necesidad de construir un canal en Nicaragua a fin de que el mismo “… implique una utilidad común para los veintiún Estados Latinoamericanos…”. Sandino alertaba que se "cometió el primer error en nuestra América Indo Latina al no haberla consultado para la apertura del Canal de Panamá: pero todavía podemos evitar un error más con el Canal de Nicaragua". He ahí, -entre muchos otros- el objetivo de su propuesta.

Todavía tuvo que transcurrir casi otro siglo, cuando un gobierno de Nicaragua, precisamente continuador de las ideas de Sandino, retomara la idea de construir un nuevo canal que complemente en tierras centroamericanas lo que se hace en Panamá desde 1914. A diferencia de éste, para cuya construcción mediara la secesión de un territorio bajo soberanía colombiana, la intervención militar directa de Estados Unidos y una serie de prácticas políticas y diplomáticas poco transparentes y mafiosas, el canal de Nicaragua se comienza a construir después que el FSLN, en 1979, derrumbara la oprobiosa dictadura somocista sostenida por Estados Unidos y estableciera un régimen democrático que ha perdurado por 36 años, a pesar que fue sometido a una brutal guerra de agresión organizada, armada y financiada por la propia potencia del norte. Sin embargo, la sabiduría del pueblo nicaragüense ha sabido preservar su democracia, la protegió de la guerra y la rescató de las prácticas neoliberales, para retomar un camino de paz y progreso que generó las condiciones para iniciar las obras del magno proyecto.

Este canal no hubiera sido posible en dictadura, tampoco en las condiciones que imponían los gobiernos neoliberales y ahora, cuando el sueño es una realidad, su construcción enfrenta nuevos retos, pero, al parecer los mismos enemigos, aunque hayan cambiado de ropaje.

El artículo 2 de la Ley 800 creada para regular el régimen jurídico del “Gran canal interoceánico de Nicaragua” establece que este “constituye un patrimonio de la nación nicaragüense y por su naturaleza tendrá las características de total neutralidad y de servicio público internacional, cuyo funcionamiento no podrá interrumpirse por causa alguna”. Así mismo, el artículo 29 del instrumento legal declara explícitamente que “El Gran Canal de Nicaragua y los terrenos aledaños necesarios para su operación, se declararán propiedad del Estado de Nicaragua”. Los predicamentos de Sandino no cayeron en ”saco roto” cuando se pensó en reglar la construcción y funcionamiento del canal.

En ese sentido, El Presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, envió un mensaje a todas las comunidades que habitan en las zonas cercanas a la ruta del Canal Interoceánico, asegurando que nadie será atropellado, ni afectado, como quieren hacer creer opiniones tendenciosas de grupos interesados detrás de los cuales está el gobierno de Estados Unidos, -según el analista ruso Nil Nikándrov en la revista online Fundación de Cultura Estratégica-. Por el contrario, el Comandante Ortega expuso, que estas comunidades serán beneficiadas por la obra.

El tema ambiental también ha sido usado como arma de ataque que pretende confundir a los habitantes de las áreas cercanas a la ruta del canal, pero la empresa británica Environmental Resources Management (ERM), una de las más prestigiadas en este ámbito en el mundo, que fue contratada por la concesionaria china HKND para elaborar el estudio de impacto ambiental y social de la obra, entregó dicho estudio el 29 de mayo pasado. A partir de ello, el Ejecutivo y la Comisión del Gran Canal atendieron las recomendaciones de mitigación ambiental, las que incluso conllevaron a un rediseño del proyecto inicial. 

Respecto de quienes pretenden establecer una confrontación de intereses entre Panamá y Nicaragua, el presidente Ortega fue preciso, al afirmar que “el Gran Canal Interoceánico de Nicaragua será una realidad y una obra complementaria al Canal de Panamá, porque el incremento en el mercado internacional de mercancías lo demanda”.

Panamá abrió el camino para que América Central se transforme en “emporio del mundo” como lo soñó Bolívar. El General Torrijos lo recuperó para su pueblo. Hoy, Nicaragua quiere seguir el camino. Como siempre, mentes pequeñas e intereses extraños intentarán evitarlo. Ese canal que en justo reconocimiento se debería llamar “Gran Canal Interoceánico Augusto C. Sandino” será un aporte en la ruta de la paz y el encuentro de los pueblos de todo el mundo.

domingo, 9 de agosto de 2015

Bruno Rodríguez Parrilla, el ingeniero principal de una obra colectiva


El pasado 20 de julio fuimos testigos de un evento histórico que muchas personas de mi generación jamás pensamos sería posible observar en vida: el restablecimiento pleno de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos signado por la ceremonia de apertura de la Embajada de Cuba en Washington. Al frente de la delegación cubana en dicho acto, estuvo Bruno Rodríguez Parrilla, ministro de relaciones exteriores del país antillano. La presencia de Bruno (permítanme la licencia) trajo a mi, añejos recuerdos de mi primer encuentro, en 1991, con el entonces joven dirigente de la Unión de Jóvenes Comunistas de Cuba (UJC). 

Vale decir que una de las excepcionales particularidades de Cuba es la imbricación de un sólido liderazgo histórico encarnado por Fidel y Raúl Castro con múltiples mecanismos de dirección colectiva que funcionan en el gobierno, el partido y el Estado. En fecha tan temprana como septiembre de 1986, previo a la Cumbre del Movimiento de Países No Alineados en Harare, Zimbabue, cuando Fidel Castro acababa de cumplir 60 años, se comenzó a preparar el relevo de la generación histórica que participó en el Asalto del Cuartel Moncada en 1953, la lucha en la Sierra Maestra entre 1956 y 1958 y que ha dirigido los destinos de Cuba desde el 1° de enero de 1959. Opuesto a lo que suele pensarse, ese no ha sido un proceso espontáneo ni dejado a los vaivenes de la situación política coyuntural.

Por el contrario, la continuidad en la conducción política del país, siempre ha estado presente en el devenir de la vida de Cuba en los últimos 55 años. De ahí la preocupación constante de los dirigentes por crear mecanismos permanentes de formación de cuadros en todos los niveles de la administración y el partido. Hoy, la aplastante mayoría de ministros, diputados, dirigentes del partido y los gobiernos locales y generales de las fuerzas armadas de Cuba nacieron en años posteriores a la revolución de 1959. Sin embargo, siempre ha estado en el tapete, la posibilidad de que el ascendiente moral y el liderazgo indiscutido de Fidel y de Raúl no pudieran ser sustituidos en el tiempo.

Con esa inquietud, en 1991 me propuse indagar acerca del pensamiento y la visión de los jóvenes cubanos sobre el tema. Entre diciembre de ese año y enero de 1992 realicé en La Habana una serie de entrevistas a mujeres y hombres cubanos que bordeaban los 30 años. Trece de estas entrevistas dieron origen en 1993 al libro ¿y cuándo Fidel no esté?, con portada del artista plástico Aníbal Ortizpozo y publicado por el Vice rectorado Administrativo de la UCV que conducía el profesor Elías Eljuri en coedición con la revista Ko´eyú Latinoamericana que dirigía el entrañable amigo Joel Cazal. En la presentación del libro se expone que el mismo cubre” un espectro de la juventud cubana suficientemente representativo a pesar que el imperativo del regreso nos obligó a postergar otras conversaciones que también tentaban nuestro interés”. 

Precisamente, la obra cierra con una entrevista a Bruno Rodríguez quien en ese momento, a sus 33 años, era miembro del Buro Nacional de la Unión de Jóvenes Comunistas, y director de su órgano oficial, el periódico Juventud Rebelde. El hoy canciller es abogado, nació en México, durante el exilio de sus padres. En el IV Congreso del Partido Comunista de Cuba realizado en octubre de ese año 1991, fue elegido miembro de su Comité Central. Bruno, me recibió puntualmente el 17 de enero de 1992 a las 4 de la tarde en su oficina del “complejo poligráfico” cercano a la Plaza de la Revolución.


Después de una larga conversación sobre el tema en cuestión, mi indagatoria cerró con la siguiente pregunta: “¿Consideras que tu generación está capacitada para asumir responsabilidades superiores? Y entre otras cosas algo que en Cuba es una realidad: ¿podrán suplir el ascendiente moral, la capacidad y la experiencia de la generación que derrocó a Batista, en particular el presidente Fidel Castro? ¿ crees que les den esa posibilidad de sustituirlos?

Al ver a Bruno Rodríguez, el pasado 20 de julio en Washington como ingeniero principal de una obra colectiva como todas las que se hacen en Cuba, recordé aquella “fría” tarde habanera de 1991, cuando con plena seguridad, el hoy canciller me respondió con unas palabras que quisiera traer a colación como remembranza del largo tránsito del pueblo cubano por su independencia y su resistencia contra la barbarie imperial.

Dijo Bruno “En lo personal me siento cumpliendo funciones y asumiendo tareas muy responsables. Me es difícil decir si estoy preparado para desarrollar nuevas responsabilidades en el entendido de responsabilidades superiores. Francamente no me siento desbordado, pero si ante una responsabilidad que considero muy grande, está relacionada con un trabajo en la Juventud y con la dirección de un periódico en las condiciones actuales del país. Es difícil imaginarme una tarea que me sea más complicada. Me siento privilegiado de tener una responsabilidad, la cual todos los días se me presenta difícil, me exige soluciones y me deja poco tiempo.

En lo personal, estoy preparado para hacer varias cosas distintas. He tenido una vida muy dispersa. Fui bastante tiempo dirigente estudiantil, soy abogado, trabajé en los medios académicos, fui profesor universitario, trabajé en los sectores artísticos y literarios ya en la Juventud, estuve en las Fuerzas Armadas un tiempo, estuve en el trabajo internacional de la Juventud y en el servicio exterior y ahora soy director de un periódico, es decir, he hecho cosas bastante diferentes”.

Agregaba más adelante “Hay gente con una visión extraña de la juventud, a veces peyorativa, son los que hablan mucho de la madurez, como si fuera cronológica, y uno no conociera gente muy madura y muy joven y gente muy inmadura y poco joven, como los conozco yo también.

En fin, en esto hay que avanzar, pero, creo que ésta, es una generación que dispone de un espacio amplísimo, dispone de todo el espacio que se ha ganado, lo cual es decir mucho, y también es decir que los espacios de que no se dis­­pone hoy, son espacios a ganarse.

La Revolución es mucho más que Fidel. Sin lugar a dudas que su peso y su participación son extraordinarios, sobre todo en la conducción de este momento súper crítico, no sólo de la Revolución, sino de la historia nacional, pero estoy convencido que no se trata de salir a buscar otro Fidel, entre otras cosas porque no se puede. Tuvimos un Martí, y no tenemos otro, tenemos ahora a Fidel, y soy un convencido, no vamos a tener otro, porque eso es irrepetible, pero hay una generación, (política más que biológicamente hablando) de la que han surgido una cantidad importante de compañeros cuya madurez es capaz de suplir el vacío que deje la dirección histórica de la revolución. Si eso saliera mal, querrá decir que nos equivocamos rotundamente y lo que hicimos tuvo poco valor, pero es necesario decir que una de las extraordinarias virtudes de Fidel, es precisamente ser portador de ese concepto, el haber inculcado eso, el abrir esos canales de participación, y estoy seguro que sin Fidel, todo el mundo, quien esté y quien no esté en la dirección, sentirá una responsabilidad mayor que la que siente hoy.

El relevo de la Revolución está asegurado por la Revolución misma. Es parte de la obra de la Revolución. Ella existe hoy y seguirá existiendo, porque como hasta hoy, en cada momento ha habido una generación que ha asumido su responsabilidad con la patria, y lo que es más importante, ha gestado y ha hecho crecer el relevo necesario”.