Vistas de página en total

jueves, 26 de septiembre de 2013

Ecuador : una política exterior soberana que resiste los embates del imperio



Históricamente, la política exterior del Ecuador se desarrolló en el tiempo a través de los principios universalmente aceptados. Sin embargo, la misma se definió a partir de su condición de país pequeño, convirtiéndolo en un Estado débil en el orden internacional, en el que las agendas se tornaron vulnerables a las influencias privadas de origen doméstico y especialmente sensible a la política exterior de otros países, en particular de Estados Unidos que de manera similar a lo que ocurría en otras naciones de la región intervenía directamente en los asuntos del país, todo ello favorecido por instituciones frágiles y decisiones gubernamentales inestables y contradictorias.

La nueva Constitución Nacional de 2008 -en contraste con la de 1998, que trazaba un articulado escaso y esencialmente normativo en temas relativos a la política exterior del país- estableció que las políticas públicas debían poseer un carácter indiscutiblemente democrático, reflejando los intereses y aspiraciones de los más amplios sectores de la población ecuatoriana, con la intención de construir una nueva forma de convivencia ciudadana, en diversidad y armonía con la naturaleza, para alcanzar el Buen Vivir, el sumak kawsay. Una sociedad que respete en todas sus dimensiones, la dignidad de las personas y las colectividades. Un país democrático, comprometido con la integración latinoamericana, tal como lo planteó la Asamblea Constituyente.

Es así como los principios ético-políticos que cruzan la concepción y la ejecución de la política exterior, trascienden al articulado dedicado a este tópico dentro del texto constitucional, fusionándose con los derechos emanados del Buen Vivir, los derechos de la naturaleza, la ruptura con patrones coloniales, la creación de políticas de corte pos neoliberal, la soberanía nacional, y la inserción estratégica del Ecuador en el escenario internacional, procurándose entonces la integración con los países de América Latina y del Caribe y su interdependencia con los intereses del pueblo ecuatoriano, por lo que resultaba necesario romper con el viejo modelo y bloquear acuerdos al estilo y contenido de los tratados de libre comercio, que limitarían la capacidad de impulsar un modelo de economía endógena para el Buen Vivir.

Acorde con las transformaciones políticas que vive la región en la actualidad, la Constitución del Ecuador innova y contiene así, el conjunto de demandas e intereses que emergieron desde la resistencia popular en contra del neoliberalismo y de otras agendas de modernización democrática y transformación social del Estado, persiguiendo la ruptura con el sistema político anterior y estableciendo un nuevo pacto de convivencia para el largo plazo, que se materializa en la Constitución de 2008. Su sustento queda claramente manifestado en la idea de que La Revolución Ciudadana inició este camino que ahora se expresa en diversos artículos de la nueva Constitución, en lineamientos claros para una política exterior transformadora, que va más allá de un gobierno, a fin de lograr la consolidación de una política exterior de Estado.

En este sentido, y entendiendo como principios generales de la política exterior aquellos cimientos ético-jurídicos que permiten sustentar y argumentar la gestión internacional del Estado, y que señalan la identidad del Ecuador en el escenario internacional a partir de los paradigmas fundacionales aprobados por el pueblo en un referéndum que fue diseñado como instrumento que consagra la democracia participativa, es necesario apuntar que la Carta Magna, en su artículo 416, hace referencia a principios generales que rigen las relaciones internacionales y por ende la Política Exterior del Ecuador, bajo la premisa de responder a los intereses del pueblo ecuatoriano.

De los paradigmas constitucionales emanó el Plan nacional para el Buen Vivir en el que las estrategias diseñadas buscan continuar los cambios generados en el Plan anterior, a fin de radicalizarlos y dar respuesta a los problemas estructurales del Estado ecuatoriano, persiguiendo la construcción de una identidad colectiva a través de un proyecto soberano e igualitario. En ese sentido, el Plan 2009-2013 pretende consolidar como lineamiento estratégico en materia de política exterior los objetivos de fortalecer un orden internacional multipolar, desarticular viejos colonialismos y robustecer alianzas prioritarias, insertar al Ecuador estratégica y soberanamente en el mundo y priorizar la integración latinoamericana, establecer como premisa de la integración el ejercicio de la soberanía de forma amplia y solidaria donde cada pueblo tenga la capacidad de auto determinarse,, privilegiar el impulso a la integración Sur-Sur, salvaguardar la intención del Estado ecuatoriano de reestructurar el sistema de acumulación, distribución y redistribución de las riquezas, promover una nueva arquitectura financiera internacional, establecer acuerdos comerciales colocando especial énfasis en la necesidad de sustituir selectivamente las importaciones y proclamar la movilidad humana para todos los rincones del planeta tal como establece la Carta Magna.  

Acorde a estos principios constitucionales y a los lineamientos estratégicos del Plan del Buen Vivir, el Ecuador se ha despojado de su faceta de “país pequeño” en el contexto internacional para asumir importantes batallas en favor de su propia soberanía y de la de toda la región.

En esa condición el Canciller ecuatoriano Ricardo Patiño asistirá esta semana al 68° Periodo de Sesiones de la Asamblea General de la Naciones Unidas (ONU), en la ciudad de Nueva York, donde aprovechará la ocasión para exponer sobre la contaminación ambiental que dejó en la Amazonía ecuatoriana la transnacional petrolera Chevron-Texaco. Esta acción se realiza después que el presidente Rafael Correa solicitara a la Corte Internacional de Justicia (CIJ) que  tomara acciones contra la petrolera estadounidense a fin de detener la campaña de desprestigio que emprendió la transnacional contra Ecuador, cuyo fundamento es “desconocer un millonario fallo judicial por contaminación ambiental”. Con este propósito, según Correa, Chevron ya ha gastado más de 400 millones de dólares en una campaña contra Ecuador y ha contratado decenas de empresas de lobistas y a unos 900 abogados.

En 2012, Chevron fue condenada a pagar 19 mil millones de dólares, por la contaminación generada por su filial Texaco durante los casi 30 años que operó en la Amazonía ecuatoriana. No obstante, el fallo aún debe ser ratificado por el máximo tribunal ecuatoriano. Desde entonces, Chevron busca que Ecuador asuma la millonaria indemnización, con el argumento de que la petrolera estatal ecuatoriana fue la responsable de los daños por un mal trabajo de recuperación ambiental.

Según informa Telesur, el Jefe de estado ecuatoriano apuntó que el daño ambiental causado por Chevron es 85 veces peor que el derrame de British Petroleum (BP) en el Golfo de México en 2010 y 18 veces más que el desastre  ocurrido por el encallamiento del súper tanquero Exxon Valdéz en Alaska en 2010.

Texaco que en 2001  se fusionó con Chevron dejó abiertas desde 1964 a 1992 una mil piscinas tóxicas en las que vertió unos 18 mil millones de galones de agua contaminada con petróleo que siguen filtrándose en la tierra o se derraman durante la época de lluvias, además de otros 17 millones de galones que se vertieron en accidentes. Esto ha producido  la contaminación de alrededor de 480 mil hectáreas  de tierras y aguas en uso de la población local lo que ha ocasionado afectaciones a la vida silvestre y la producción agropecuaria, además de numerosos casos de cáncer con más de mil ciudadanos fallecidos y graves afectaciones en la piel de los residentes de esta región.

A pesar que para la época existían tecnologías de protección, Texaco evitó su utilización a fin de bajar costos en la producción del crudo. Según lo que reporta Sally Burch de la agencia Amai-amlatina, “En el momento en que Texaco operó, la norma ecuatoriana para el volumen de hidrocarburos totales de petróleo en el suelo y el agua,  era diez veces más blanda que la norma vigente en EE.UU., pero aun así, la contaminación hallada en los 54 sitios (inspeccionados por la Corte de Justicia de Lago Agrio en la amazonía ecuatoriana) fue en promedio 20 veces mayor que la norma ecuatoriana, llegando, en algunos sitios, a un nivel hasta 900 veces mayor”.

El Presidente Correa ha afirmado que este es" un caso emblemático que demuestra lo injusto e inmoral del orden internacional, donde existe la supremacía total del capital, de las transnacionales sobre los pueblos, sobre las sociedades, las naciones". Esta situación debería obligar a una reforma del sistema jurídico internacional  a fin de que los mismos operen bajo condiciones en la que las partes estén amparadas en la igualdad jurídica de deberes y derechos.

domingo, 22 de septiembre de 2013

Los 5 de Cuba: combatiendo desde las entrañas del monstruo.

En 1767, antes de que Estados Unidos fuera independiente, ya pensaba en apoderarse de Cuba. Es así que ese año Benjamín Franklin planteara la necesidad de “colonizar el Mississippi para ser usado contra Cuba y México…”

En 1805, el tercer presidente de Estados Thomas Jefferson anticipándose casi 20 años a James Monroe y la doctrina que tomó su nombre le escribe en una carta  que “es imposible no mirar hacia tiempos distintos cuando nuestra rápida multiplicación nos expanda más allá  de los límites y cubra todo el norte sino el sur del  continente”. Jefferson sugería que Estados Unidos debía “tener las Floridas y Cuba”.

Faltaban 13 años para el nacimiento de Carlos Marx, 112 para que triunfara la Revolución socialista en Rusia, 121 para que Fidel Castro viniera al mundo y 154 para que entrara victorioso a La Habana al mando del Ejército Rebelde y Cuba iniciara su vida como nación verdaderamente independiente.  Los intentos de Estados Unidos de apoderarse de Cuba no tienen nada que ver con el carácter socialista de su revolución, ni con el liderazgo de Fidel, sino con una ancestral decisión de su élite de dominar el Caribe al que consideran su “frontera sur” para lo cual, controlar la “llave del golfo” era y es vital. El mismo Jefferson, años más tarde, en 1820, precisó que Cuba era "la adición más interesante que se podía hacer a nuestro sistema de Estados" y le dijo al Secretario de Guerra John C. Calhoun que debía "a la primera oportunidad, tomar Cuba".

De esa manera,  ya en el siglo XIX se comienzan a manifestar una serie de  acciones que eran expresión concreta de la voluntad intervencionista antes manifestada. A mediados de siglo se efectuaron varios intentos para apoderarse de la isla, patrocinados sobre todo por los sectores esclavistas del sur. A John Quincy Adams, sexto presidente de la unión norteamericana se debe la idea de que Cuba debía mantenerse bajo el débil dominio colonial español para que algún día pasara a control de Estados Unidos “como una fruta madura”. En 1848, el undécimo presidente James K. Polk ofreció a España comprarle Cuba por 100 millones de dólares y un año después se realizaron intentos “independentistas” con el objetivo de “asociar” Cuba a Estados Unidos. La oferta de compra aumentó a 130 millones en 1854, pero España se mantuvo firme en la posesión de su joya colonial más preciada.

La lucha de los cubanos por su independencia se mantuvo incesantemente desde 1868 y en 1898 el triunfo de los patriotas era inevitable. José Martí había entendido el valor estratégico de su país en el marco geopolítico ante el naciente imperialismo estadounidense que no escatimaba en mostrar su voluntad expansionista. En mayo de 1895, un día antes de morir, le escribió a su amigo Manuel Mercado una carta premonitoria donde le decía “…ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber —puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”. 

Sin embargo, la oligarquía estadounidense comenzó a conspirar para justificar una invasión a Cuba. El instrumento fue una dudosa explosión (nunca aclarada hasta hoy)  del acorazado estadounidense Maine surto en La Habana en febrero de 1898. Después de culpar a los españoles del incidente, declararon la guerra, interviniendo en la isla con tropas que impidieron la victoria definitiva de los cubanos en su lucha.  España se vio obligada  a conceder la Independencia a Cuba, pero ésta, fue parcial y mediatizada. Estados Unidos ocupó la isla hasta 1903 cuando retiró sus tropas a cambio de un tratado que le permitía la intervención militar en Cuba cuando lo entendiesen necesario para “garantizar el orden”.  Este tratado en forma de enmienda fue incorporada a la nueva constitución cubana. Así mismo,  se apoderaron de dos territorios, uno en Guantánamo en el oriente del país y otro en Bahía Honda al occidente donde instalaron sendas bases navales. En el primero aún permanecen ilegalmente, toda vez que dicho acuerdo fue una imposición sustentada por la fuerza de las armas y de la ocupación militar de un país que no tenía gobierno. En 1903, Fidel Castro aún no había nacido.

La subordinación de los gobiernos cubanos a Estados Unidos de lo que en el transcurso de lo que en la historia cubana se llama la “república mediatizada” se mantuvo a lo largo de sus 61 años de duración. A cambio de un respeto irrestricto a los inversionistas estadounidenses, lo que rayaban en la cuasi  pérdida de la soberanía, el último dictador, Fulgencio Batista, recibió un apoyo militar cuantioso, expresado en un constante abastecimiento de armas, equipos y financiamiento para sostener su gobierno despótico y autoritario mediante la represión y la crueldad. Aunque el epicentro de la lucha del pueblo cubano para derrocar la dictadura se desarrolló fundamentalmente en el oriente del país,  en toda la isla se fue construyendo un gran frente anti batistiano bajo el liderazgo de Fidel Castro hasta que el 1° de enero de 1959 el dictador huyó y las fuerzas revolucionarias tomaron el poder. El movimiento triunfante se propuso desarrollar un programa de gobierno que pregonaba principios democráticos, de justicia social, economía mixta y crítica a Estados Unidos por el apoyo que había dado a Batista. Sin embargo, habían transcurrido pocas semanas del triunfo revolucionario cuando comenzaron a desatarse una ola de sabotajes, quema de cañaverales y atentados con explosivos contra objetivos fundamentales de la economía. Así, ya en el mes de marzo de 1960 el trigésimo cuarto presidente de Estados Unidos Dwight David Eisenhower firmó una orden ejecutiva por la cual ordenaba a la CIA preparar un proyecto encaminado a  derrocar al Gobierno revolucionario, utilizando para ello, todos las fuerzas e instrumentos a su alcance  En una primera instancia, el énfasis se puso en operaciones de carácter psicológico, presiones económicas y políticas y el comienzo del entrenamiento masivo de cubanos que habían pertenecido a las fuerzas militares y represivas de la dictadura y que habían huido a Estados Unidos, pero paulatinamente fueron dado pasos hacia un plan de invasión para lo cual fueron creando condiciones a través de la inserción en territorio cubano de pequeños grupos de sabotaje.

La respuesta del gobierno cubano fue la creación el 28 de septiembre de 1960 de los Comité de Defensa de la Revolución (CDR) a fin de organizar al pueblo para garantizar su seguridad y defensa, así mismo el 6 de junio de 1961 es instituido el ministerio del interior, cuerpo especializado del Estado para enfrentar la acción agresiva y criminal de Estados Unidos  que ya en abril de ese año, bajo el gobierno del trigésimo quinto presidente John. F. Kennedy había organizado una fuerza invasora con apoyo logístico de las fuerzas armadas estadounidenses que desembarcaron en Cuba por Playa Girón, en el litoral central del sur de la isla donde fueron derrotados en menos de 72 horas.

Esta agresión había hecho patente la intención estadounidense de aniquilar la revolución cubana a cualquier costo. La respuesta debía ser de la misma dimensión y profundidad: la defensa y la seguridad de Cuba se debía garantizar a cualquier costo, sin embargo la insuperable distancia en cuanto a la capacidad financiera, militar y tecnológica de ambos países intuía una lucha no equitativa que sólo se podría librar a partir de la conciencia, la convicción, la voluntad, la decisión y el valor de un  pueblo dispuesto  a cualquier sacrificio para mantener su independencia y su soberanía.

De la carta ante mencionada que Martí dirigió a Manuel Mercado se extraen dos enseñanzas capitales  que son sustento de la doctrina cubana de seguridad. Martí dijo…” Viví en el monstruo, y le conozco las entrañas, y mi honda es la de David”. Martí señalaba que haber vivido en Estados Unidos, le daba pautas  para trazar los planes que habrían de llevarse adelante a fin de impedir la potencial expansión estadounidense que visualizaba, de no lograrse la independencia de Cuba.  La referencia bíblica posterior enfatizaba en su convicción de que el enfrentamiento se iba a dar en condiciones desiguales.

Antes, -en la misma carta-, Martí afirmaba que “En silencio ha tenido que ser, y como indirectamente, porque hay cosas que para logradas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin.”  La confrontación planteada por la mayor potencia militar del mundo ha obligado a Cuba a desarrollar acciones que en “silencio han tenido que ser”  y que “han de andar ocultas” si se quiere lograr el éxito en tal desigual combate.

Solo un pueblo decidido a defender su libertad es capaz de parir hijos que asuman las enseñanzas del apóstol en carne propia, a riesgo de su propia vida y su propia felicidad. Eso son Antonio Guerrero Roríguez, fernando González Llort, Gerardo Hernández Nordelo,  Ramón Labañino Salazar y rené González Sehwerert, los 5 héroes cubanos que en silencio y de manera oculta vivieron en las entrañas del monstruo para  descubrir y prevenir los planes de grupos terroristas que conspiraban para causar la muerte y le desestabilización de Cuba y con ello, –parafraseando al Apóstol- impedir a tiempo se extiendan por las Antillas y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. 

jueves, 12 de septiembre de 2013

La visión internacional del presidente Allende


El 27 de junio de 2008 con motivo del centenario del nacimiento de Salvador Allende, fui invitado a presentar una ponencia en el evento organizado en el Centro Cultural Gabriela Mistral de Santiago de Chile como homenaje a uno de los grandes de la historia de América Latina. A continuación expongo una versión muy resumida del contenido de dicha exposición que da una idea de la visión internacional del Compañero Presidente Allende.

El año 1970 marcó en Chile el ascenso del movimiento popular y obrero al  gobierno, luego de caminar por un arduo y sacrificado sendero signado por la lucha contra las estructuras del Estado burgués. La victoria electoral de Salvador Allende, permitió que por primera vez un movimiento que pujaba por la consolidación de un proyecto socialista, consiguiera llegar a la Moneda en los marcos de la democracia representativa.

En este contexto, el Gobierno de la Unidad Popular dirigido por el Presidente Salvador Allende, ejerció una política internacional asentada en la necesidad histórica del pueblo chileno de conquistar nuevos y reales niveles de independencia ante las pretensiones monopólicas de grupos económicos hegemónicos y arremetidas imperiales que procuraban impedir la consagración del proyecto socialista en el continente americano.

Es así como el principal objetivo de la política internacional del Gobierno de Allende fue el “fortalecimiento de la plena autonomía política y económica… sobre la base del respeto a la autodeterminación y a los intereses del pueblo de Chile”. Así lo reveló en  su primer mensaje a la nación, en mayo de 1971: “La política internacional del Gobierno de la Unidad Popular no es sino la proyección en el plano externo de la forma cómo se ha concebido y definido nuestro quehacer histórico: iniciar en nuestra Patria la construcción del socialismo como único camino eficaz para que las grandes masas, encabezadas por el proletariado, alcancen el pleno ejercicio del poder y el justo uso de la riqueza común”.

En cada uno de los escenarios en que se desarrolló la política internacional del Gobierno (multilateral o bilateral), tuvo como basamentos fundamentales los preceptos de resguardo a los principios de convivencia inscritos en la Carta de Naciones Unidas, no intervención en los asuntos internos de cada Estado y libre determinación soberana de los pueblos.
 
El discurso ofrecido por el Presidente Allende el 4 de diciembre de 1972 ante la Asamblea General de la Organización de  Naciones Unidas muy bien podría definir la posición de Chile frente a las distintas dinámicas a las que tuvo que hacer frente su Gobierno en el escenario multilateral entre 1971 y 1973. A través de aquellas palabras, Allende no vaciló en denunciar las variadas agresiones y maniobras de las cuales fue víctima su país por los distintos agentes internacionales que no perdonaron la voluntad soberana del pueblo chileno de nacionalizar el cobre y otras importantes industrias extractivas. En aquella ocasión Allende manifestó: "Desde el momento en que triunfamos electoralmente el 4 de septiembre de 1970, estamos afectados por el desarrollo de presiones externas de gran envergadura, que pretendieron impedir la instalación de un gobierno libremente elegido por el pueblo y derrocarlo desde entonces. Que ha querido aislarnos del mundo, estrangular la economía, paralizar el comercio del principal producto de exportación que es el cobre y privarnos del acceso a las fuentes de financiamiento internacional” señalando más adelante que “… nos encontramos, frente a fuerzas que operan en la penumbra, sin bandera, con armas poderosas, apostadas en los más variados lugares de influencia".

De igual manera, expresó que los problemas y enemigos a que se enfrentaba Chile eran los mismos que combatían la mayoría de los países del tercer mundo, a saber “la actual estructura hegemónica político-económica de dominación”. Al respecto expresó "Hoy vengo aquí porque mi país está enfrentando problemas que en su trascendencia universal son objeto de la permanente atención de esta Asamblea de las Naciones Unidas: la lucha por la liberación social, el esfuerzo por el bienestar y el progreso intelectual, la defensa de la personalidad y dignidad nacionales” agregando que “…el chileno es un pueblo que ha alcanzado la madurez política para decidir, mayoritariamente, el reemplazo del sistema económico capitalista por el socialista.".

Allende señaló en diversas oportunidades durante sus alocuciones públicas la imposibilidad de cimentar una relación de trabajo eficiente, transparente y constructiva mientras se mantuvieran posiciones de subordinación de la OEA a Estados Unidos. Según él, era tan evidente la oposición de intereses que se planteaba en diversos aspectos de la vida económica y el acontecer político en la región, que resultaba insostenible la edificación de nada sólido y duradero.

Este lenguaje franco y directo encontraba acogida en numerosos gobiernos de la región, que brindaron permanente respaldo a Chile ante las agresiones de que era objeto por parte de Estados Unidos, sin que la OEA, supuesta garante de la democracia, la soberanía, el desarrollo social y  la asistencia reciproca en materia militar en el continente americano, sin que tuviera ni tan solo atisbos de mostrar entusiasmo por las propuestas de trasformación realizadas desde el Gobierno de la Unidad Popular.

En el marco de la superación de las desigualdades, la promoción de un espíritu de solidaridad por las luchas de liberación de otros pueblos en el mundo, la cooperación entre los gobiernos del sur y en ejercicio del principio de pluralidad ideológica, el Presidente Allende tomó la decisión de incorporar a Chile al Movimiento de Países No Alineados, muchos de cuyos postulados coincidían con los enunciados de su política internacional. Con la incorporación de Chile al MPNA, Allende buscaba fortalecer en un mismo bloque a todos los países subdesarrollados, sobreponiéndose a las diferencias que separaban a unos de otros, animado por la firme convicción de que sólo en la unidad y  conformación de un conglomerado amplio, se podría enfrentar eficazmente los desafíos y agresiones de los países más industrializados. Desde su tribuna, llamó al derrocamiento de las desfasadas bases del institucionalismo multilateral cuyo origen se encontraba en la conservación del status quo del término de la segunda guerra mundial. El Sistema de Naciones Unidas así como los organismos surgidos de Bretton Woods fueron el centro de sus críticas.

La defensa del patrimonio y el derecho soberano a controlar la explotación de los recursos naturales, en especial el cobre, fue uno de los ejes transversales por los cuales se evaluaba cada una de las acciones emprendidas por el gobierno de la Unidad Popular en el ámbito internacional. En conjunto, los miembros del Consejo Intergubernamental de Países Exportadores de Cobre (CIPEC) representaban en aquel momento el 41% de la producción total mundial y el 75% del cobre de exportación en el mercado internacional. Cabe recordar que en 1973, Chile era el cuarto país productor de cobre después de Estados Unidos, Unión Soviética y Zambia.

En el escenario latinoamericano, la política desarrollada por el Presidente Salvador Allende emprendió el reforzamiento de lo que se llamó “la personalidad latinoamericana”, aludiendo a la potencialidad existente entre los pueblos de la región para conformar un bloque político-económico, que consolidara la independencia, la soberanía y el incremento del bienestar social. De igual manera, el principio de “pluralidad ideológica” marcó cada una de las acciones y propuestas, que en el escenario latinoamericano, emprendió el Gobierno de la Unidad Popular.

El espíritu latinoamericanista de Allende era favorable al desarrollo de esquemas de integración en la región, pero dicho fenómeno debía estar purgado de intereses imperiales y dirigidos al incremento en los niveles de bienestar social. En su discurso al visitar la sede del Acuerdo de Cartagena manifestó: "Si fracasamos o nos detenemos estaremos abiertos y sin defensa frente a las formas modernas de colonialismo. Solos, divididos, incluso derrotados sicológicamente, nos enfrentaríamos ante las grandes potencias económicas mundiales, sin capacidad de negociación y, evidentemente éste es un objetivo que sectores nacionales y extranjeros están persiguiendo”

Compañero Presidente Allende, su gobierno y sus propuestas en materia internacional están presentes en cada acción de nuestros pueblos, son un grito que reclama igualdad y equidad en los pasillos de la ONU y en las organizaciones internacionales, Usted conduce los acuerdos en aquellas instancias donde se construye unidad en la diversidad, orienta e ilumina cuando se trabaja por la integración de Nuestra América, ¿quién puede dudar que Usted esté detrás de cada tratado de cooperación sustentado en los principios de solidaridad y complementariedad?.


Hoy, cuando se abren las grandes alamedas, cuando los trabajadores de esta patria latinoamericana  comienzan a transitar en libertad por Cochabamba y por Managua, por Caracas y por Quito, como caminan hace mucho más tiempo por La Habana, para construir esa sociedad mejor que usted soñó y por la que  entregó cada minuto de su maravillosa vida, le decimos gracias, gracias por ser padre, padre de esta América Nuestra “que ha dicho basta y ha echado a andar”.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Siria. En el umbral de una nueva aventura imperial


Han transcurrido 29 meses desde el inicio de la confrontación en Siria. Lo que se inició como supuestos movimientos populares pacíficos en reclamo de mayor libertad y democracia se transformó en pocas semanas en una intervención militar conducida por Estados Unidos, Europa, Israel y las monarquías petroleras árabes  que ha causado la destrucción y la muerte de decenas de miles de ciudadanos entre ellos, ancianos, mujeres y niños.

Los países de la coalición que ha organizado, armado y financiado la agresión contra Siria prometieron un rápido fin de las operaciones con la caída del gobierno de Bashar El Assad. La realidad ha sido otra.  El Consejo de Seguridad de  la ONU, ha intentado una y otra vez aprobar una resolución que  legalice la intervención armada en Siria tal como ocurrió en Libia, sin embargo, esta vez esa opción ha chocado con la férrea oposición de Rusia y China que han vetado dicha alternativa.

En este contexto, y tal como ha ocurrido a través de la historia, Estados Unidos busca argumentos que legalicen la agresión contra el país árabe, incluso pasando por encima de la institucionalidad y de las leyes internacionales que regulan ese tipo de operaciones. Ahora, ha fabricado una leyenda no demostrada acerca de la utilización de armas químicas por parte del gobierno sirio. 

En la situación creada subyacen dos aspectos que conducen a entender la actuación de Estados Unidos en esta trama. Por una parte, su desesperación por no lograr resultados favorables en las operaciones militares que han realizado sus aliados, lo que ha conducido a que varios analistas políticos y militares occidentales hayan afirmado que una victoria militar en estas condiciones es poco probable y, por otro lado, en caso de llegar a la mesa de negociaciones, no podrían explicar las razones de estar sentados junto a organizaciones que ellos mismos han caracterizado de terroristas como Al Qaeda o el Frente Al Nusra. Para los países europeos es muy complejo persuadir a su opinión pública de la necesidad de armar y financiar organizaciones terroristas que ante una eventual victoria en Siria se volverían contra ellos, usando el armamento y las fuerzas entrenadas por los ejércitos de los países de la OTAN. Incluso, la Unión Europea  ha anunciado medidas para contrarrestar lo que llaman “turismo yihadista”, en medio de crecientes evidencias de la presencia  de ciudadanos europeos participando como mercenarios en la agresión a Siria.

Esto ha conducido a ir admitiendo que es inevitable llegar a las negociaciones. Aunque Estados Unidos haya aceptado la propuesta rusa de llevar a las partes en conflicto a un diálogo que debería realizarse en Ginebra, en dos ocasiones, las mismas han sido pospuestas ante la inseguridad de que las fuerzas de oposición asistan cuando todavía no han sido capaces de ponerse de acuerdo en las propuestas y la estructura de su delegación. Ante esto, Occidente trata de ganar tiempo buscando que sus aliados no lleguen  a Ginebra en condiciones de debilidad y en las puertas de una probable derrota militar que se hace evidente ante los avances que ha hecho en el terreno el Ejército gubernamental. La supuesta aparición de armas químicas como instrumento para argumentar a favor de la intervención militar busca golpear a las fuerzas armadas sirias, favoreciendo una contraofensiva de la oposición a fin de llegar a la mesa de negociaciones en condiciones de mayor fortaleza frente al gobierno.

Estas variables han comenzado a incidir en el curso de las acciones. En el plano regional, los conflictos internos en Egipto y Turquía y el cambio en la conducción de Catar influyen en la articulación del frente regional anti-sirio. En esas condiciones, Estados Unidos solo tiene a Arabia Saudita -aunque transitando por los últimos días de vida del Rey Abdulah y en medio de profundas disputas hereditarias- como único aliado firme para sentar en la mesa de negociaciones junto a la desprestigiada oposición siria. En una muestra de la desesperada situación de la coalición árabe-occidental y en un acto de inaudita soberbia, la monarquía saudita ofreció a Rusia compras por 15 mil millones de dólares en armamento, a cambio de que  ésta alterara su posición en el Consejo de Seguridad y autorizara las acciones militares directas.  Rusia rechazó tajantemente dicha proposición e insistió en la necesidad de llevar a las partes al diálogo en Ginebra. Coincide con Irán, un actor presente y activo sin el cual hoy es imposible tomar decisiones en el Oriente Medio y en particular en Siria.

Estas modificaciones en el escenario de los combates así como en la realidad regional, la consideración cada vez más arraigada de que no es posible una victoria militar, el peso de la carga de alrededor de 2 millones de refugiados en los países vecinos que ya han generado una crisis humanitaria y, -vale decirlo- una fuerte presión de la opinión pública en Estados Unidos y Europa,  han hecho movilizar actores internos de esos países que manifiestan posiciones distintas a las de los gobiernos, prima en ellos la situación de crisis económica que los obliga a tomar cartas en el asunto, so pena de transformarse en cómplices y adláteres de una decisión en la que no tienen ninguna seguridad de salir airosos y ante la cual deberán rendir cuentas por las repercusiones que pudieran producir.

Aunque desde el punto de vista militar, es evidente que las tropas de Estados Unidos se vienen preparando desde hace varios meses para una acción militar contra Siria, la decisión de llevar a cabo el ataque es política. En esa medida y a diferencia de Afganistán, Irak y Libia, Estados Unidos no ha logrado consenso en el ámbito interno ni en el internacional.

A pesar que el  enviado especial de la ONU para Siria, Lakhdar Brahimi, ha declarado que Estados Unidos y Gran Bretaña aún no han presentado a la ONU pruebas del uso de armas químicas por parte del gobierno sirio, el presidente Obama reclamó por “la incapacidad del Consejo de Seguridad para avanzar ante una clara violación de las normas internacionales”. El tema es claro: cuando la ONU accede a sus peticiones está actuando en el marco del derecho internacional. Caso contrario no es así. En ese contexto, una justificación superficial y violatoria del derecho internacional vino del secretario de Estado John Kerry, quien dijo que la investigación que lleva adelante la comisión de armas químicas de la ONU no determinará quién fue el responsable de los ataques del pasado 21 de agosto en las afueras de Damasco y agregó “Creemos en las Naciones Unidas y la investigación sobre armas químicas pero el Secretario General lo ha dicho que la ONU no dirá quién usó las armas químicas, debemos afirmar que quien la usó fue el régimen de Al Assad y las Naciones Unidas no puede decirnos nada”. Es el lenguaje de los matones aplicado a las relaciones internacionales.

Por su parte,  el gobierno “socialista” de Francia ha declarado estar dispuesto a acatar la decisión estadounidense e involucrarse en el ataque. En el caso de Gran Bretaña a pesar de las presiones del Primer Ministro David Cameron, el parlamento rechazó la propuesta gubernamental tras una votación de 285 diputados en contra y 272 a favor. En este país las encuestas indican que  el 70 % de los ciudadanos han manifestado su oposición a las ambiciones bélicas de su primer ministro.

Así mismo, en Estados Unidos las encuestas indican que solo una minoría (20% de los ciudadanos) apoya un ataque a Siria. Los representantes Barbara Lee del partido Demócrata  y Scott Rigell del Republicano  han redactado sendas cartas llamando a un debate nacional sobre el tema y rechazando que el presidente Obama tome unilateralmente la decisión para un ataque militar contra Siria.

Según el diario The Washington Post, más de una docena de oficiales estadounidenses, mostraron su preocupación acerca de las probables consecuencias de un ataque con cohetes crucero contra objetivos en Siria como lo ha sugerido el presidente Obama. Incluso el presidente de la Junta de Jefes de Estado Mayor, general Martin Dempsey, expresó recientemente su oposición a un ataque contra Siria. En una carta dirigida al congresista demócrata Eliot Engel, Dempsey, el militar de más alto rango en Estados Unidos descartó la posible realización de ataques con cohetes crucero y otras opciones similares sin emplear tropas terrestres en suelo sirio, porque dichas acciones llevarían a Washington a una guerra sin perspectivas en Oriente Medio.

El general aseguró que no se conoce la orientación política de los que adversan al gobierno de Al Assad y que algunos de ellos “constituyen un  peligro para los intereses de Estados Unidos”. Agregó que en Siria hay muchos contendientes  y, “cuando Estados Unidos seleccione uno de ellos será porque el equilibrio está a su favor y eso no es posible en las condiciones actuales”.

A pesar de todo, Obama, en una clara manifestación de su obcecación por derrocar al gobierno sirio declaró estar preparado para lanzar una ofensiva en cualquier momento, aún sin tener las pruebas del presunto uso de armas químicas.  Ante las voces que le han dicho que debe recurrir a la aprobación del Congreso expresó que “Tengo autoridad para llevar a cabo esta decisión sin la autorización del Congreso”.

Se sabe que en Estados Unidos la democracia es muy particular, finalmente el presidente es el administrador de los intereses de las grandes empresas, en primer lugar las del Complejo Militar Industrial y son estas las que toman las decisiones,  aunque el 80% de los ciudadanos manifieste una opinión contraria a esta decisión, pasar por encima de sus propias leyes y de las que rigen el sistema internacional es sólo un detalle sin mucha importancia.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Colombia. La paz no debería tener plazos


La guerra como fenómeno político tiene múltiples definiciones. Tal vez la más conocida es aquella de Clausewitz que dice que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”. Lenin agregó que esos medios son siempre violentos. Tal aseveración asegura que la política no se agota con la guerra, sino que la prolonga. Estudiar la guerra en sus multitudinarias expresiones obliga a ampliar su ámbito  desde el estrictamente bélico. Me permito decir que desde el punto de vista del comportamiento humano, la guerra desata lo peor y lo mejor del individuo. Por un lado brotan los más bajos instintos por la necesidad de supervivencia, lo que en ocasiones lleva a que “todo valga”. Sólo un alto grado de conciencia política y patriotismo de aquellos que están involucrados en la misma por ideales difíciles de entender para el común de los mortales, logra limitar los instintos para actuar en términos humanitarios.  Ya el Libertador Simón Bolívar en el Tratado de Regularización de la Guerra firmado junto al mando español en noviembre de 1820, había establecido que la primera y más inviolable regla entre ambos gobiernos sería que la guerra debía hacerse como “la hacen los pueblos civilizados”.

Por otra parte, las dificultades, las ausencias, las carencias y la monótona convivencia con la muerte hacen de la guerra el más alto estandarte de solidaridad, fraternidad y afecto entre camaradas que en unos casos dan la vida por un ideal, y en otros por mezquinos intereses, sea al servicio del pueblo o de sus opresores, los combatientes son siempre hijos de las familias más humildes de la población. En ese marco, las guerras civiles son conflictos fratricidas, a pesar de lo cual, las heridas causadas son posibles de sanar sobre la base de una gran voluntad, altura de miras y de una visión de futuro que no son habitualmente comunes al género humano. Por ello, la vida y la obra de Nelson Mandela son paradigmáticas en ese ámbito cuando volvió del despojo de 27 años de su vida para fundar una nueva nación sin odios ni revanchas.


La guerra en Colombia dura casi 50 años, es el conflicto armado más antiguo del planeta. Una conflagración de ese tipo y de tan larga duración comienza a construir relaciones sociales, comportamientos sicológicos y establece motivaciones sociológicas que son muy difíciles de revertir. Si bien es cierto que el contexto internacional se ha transformado radicalmente desde el momento en que éste se inició, las condiciones de marginación, exclusión y pobreza de amplios sectores en el país no han variado mucho como lo atestigua el paro nacional agrario que hoy se desarrolla en casi toda su geografía. Sin embargo, también es dable decir que los objetivos que los insurgentes se trazaron no han podido ser conseguidos aunque la oligarquía y sus fuerzas armadas tampoco han logrado derrotarlos. En ese ámbito pareciera que lo más recomendable es que, -parafraseando a Clausewitz- se le diera nuevamente una oportunidad a la política fuera de los espacios bélicos.  En ese sentido, hace muchos años, el abogado penalista colombiano Hernando Barreto Ardila  apunto que “la única solución es la paz”, concibiéndose ésta como un planteamiento de “ética dialógica o dialogante” que entiende a la paz como “el presupuesto para la realización de los demás derechos fundamentales”. Así mismo, el sociólogo de la Universidad Nacional de Colombia Ricardo Vargas Meza apuntó que “mientras la guerra no sea reconocida como la expresión de la crisis estructural de la sociedad colombiana y la casi inexistencia de la legitimidad del Estado colombiano, será imposible tomar en serio cualquier paso hacia la reestructuración institucional en el ámbito regional y nacional que pueda de alguna forma servir de marco para la resolución del conflicto armado”

El diplomático español  Manuel Montobbio ha dicho que una situación como esta,  exige el planteamiento de “nuevas dinámicas, retos y tendencias que constituyen el contexto en el que debe plantearse la evolución y construcción del orden internacional en América Latina”. Para ello propone “consolidar progresivamente un concepto de paz positiva ligada a la viabilidad política y socioeconómica, frente al concepto de paz negativa identificado con la mera ausencia de enfrentamiento armado”. Eso nos lleva a entender que si la guerra posee múltiples conceptos, la paz también los tiene.

Eso es lo que parece deducirse del desarrollo del proceso de negociación por la paz en Colombia que se desarrolla en la Habana entre el gobierno del país y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Resulta inconcebible que un asunto de tanta importancia que ha generado todos los consensos nacionales e internacionales tenga tantos contratiempos. Eso solo se entiende por la existencia de fuerzas opuestas a la negociación, las que precisamente, tienen un concepto ultra reaccionario de la guerra y la paz. Suponer que el conflicto armado va a tener un vencedor en el terreno bélico es prolongar el sufrimiento de un pueblo que ya está cansado de seguir sosteniendo lo que en el fondo se ha transformado en un gran negocio de las élites y de las cúpulas de las fuerzas armadas.

Como dije el apoyo al proceso es casi unánime. Los alcaldes reunidos en Barranquilla han dicho que “Apoyamos de manera decisiva el proceso de paz que adelanta el Gobierno nacional con las Farc” y agregaron “Estamos seguros de que los tiempos de guerra deben quedar atrás. Colombia debe avanzar. No podemos seguir viendo, generación tras generación, cómo se destruye nuestro país. Hay que darle esta oportunidad a la paz”, aseguraron en un pronunciamiento que leyó el alcalde de Manizales, Jorge Eduardo Rojas Giraldo.

Por su parte, la iglesia católica a través de un documento dado a conocer por  el Arzobispo de Bogotá y Presidente de la Conferencia Episcopal, Monseñor. Rubén Salazar, expresó que "A pesar de las dificultades que puedan presentarse en la mesa de negociaciones o fuera de ella, tenemos que apoyar las complejas gestiones de este proceso. No podemos permanecer atrincherados en la lógica de la guerra por temor al fracaso. Podemos y debemos derrotar, unidos, la desesperanza y el escepticismo".

Así mismo, en la Cumbre de Gobernadores denominada “Preparémonos para la paz” que se realizó  en Medellín, los 30 gobernadores del país, le manifestaron al presidente Juan Manuel Santos su apoyo a los diálogos de paz y su disponibilidad para cooperar en el posconflicto. Luis Alberto Monsalve, gobernador del Cesar y presidente de la Federación de Departamentos, expresó que están listos para cooperar, ante un eventual acuerdo de paz en Cuba: “El fin del conflicto no es sólo silenciar las armas, es igualmente importante afrontar el posconflicto para lo cual los gobernadores estamos listos como soldados para cooperar”.

Los miembros de la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia expresaron, a través de una resolución, su apoyo al proceso de paz, afirmaron que “unánimemente respaldamos las conversaciones para la terminación del conflicto”.

Sobre el mismo tema, se han manifestado gobiernos latinoamericanos y de otras regiones del mundo expresando su total apoyo al proceso que se adelanta en Colombia. Desde líderes de derecha como Bill Clinton, Tony Blair,  Felipe González y Ricardo Lagos hasta de izquierda como Lula da Silva, presidentes en ejercicio como Cristina Fernández y José Mujica. Así mismo organismos multilaterales como Unasur, Mercosur, Alba, OEA y la ONU han dado su vertical respaldo a Colombia. El Presidente Hugo Chávez fue un entusiasta auspiciador de las negociaciones. La presencia de Venezuela junto a Chile como acompañantes y de Cuba y Noruega como garantes da cuenta de un abanico amplio de apoyo internacional al proceso.

Por su parte, en un sondeo hecho por la empresa Gallup el 28 de junio pasado, se manifestó una insistencia a favor de la continuidad de los diálogos con la guerrilla hasta lograr un acuerdo de paz. El 66 % de los colombianos mantiene un apoyo constante y creciente al proceso adelantado en La Habana. Jairo Delgado, especialista en Ciencia Política y director de Análisis del Instituto de Ciencia Política Hernán Echavarría Olózaga, consideró que "Tanto en la guerrilla como en los colombianos hay un agotamiento por la confrontación armada y la violencia que genera. Por eso la gente quiere la paz". La misma encuesta  arrojó que solo el 32% de los colombianos opinó que no debe haber un diálogo y por el contrario,  se debe "tratar de derrotarlos militarmente".

Sin embargo, es evidente que las presiones al gobierno de parte de los sectores guerreristas encarnados en el ex presidente Uribe son muy fuertes. Ese factor, aunado a las intenciones reeleccionistas del Presidente Santos conspiran para un normal desenvolvimiento de las conversaciones. El afán permanente de poner plazo al fin de las mismas, da cuenta de una visión cortoplacista de cara a la solución de un conflicto ancestral. Como habitualmente apunta el Doctor en ciencias Políticas de la Universidad de los Andes en Mérida, Vladimir Aguilar, los tiempos políticos no siempre coinciden con los tiempos electorales. En este caso, es más que patente tal aseveración. Suponer que una conflagración de 50 años debe terminar antes de las próximas elecciones y que la reelección del presidente Santos es más importante que finalizar con el desangre de un país es no tener altura de miras ni comportarse como un estadista. La guerra debe terminar, a la paz no se le debe poner plazos.

miércoles, 21 de agosto de 2013

Rusia tiene algo que decir


La Unión Soviética fue el adversario más importante que ha tenido Estados Unidos en su afán hegemónico en el planeta. Cuando dejó de existir el 31 de diciembre de 1991, desapareció con ella uno de los beligerantes de la guerra fría, que se proponía superar el capitalismo para construir un modelo de sociedad más justa y equitativa. Más allá de observaciones favorables o contrarias a esta aseveración, su desvanecimiento significó el fin del sistema internacional bipolar que había regido el orbe durante la mayor parte del siglo XX.
Hay múltiples interpretaciones de lo ocurrido, pero la mayoría evidencian la idea de que si bien  las transformaciones eran imprescindibles para seguir sosteniendo el modelo y que el resultado de las mismas eran de difícil pronóstico, existían posibilidades para proyectar a la Unión Soviética en el tiempo a partir de un nuevo tratado entre las repúblicas que la componían,  aun considerando que algunas de ellas no tenían el más mínimo interés en seguir perteneciendo a la Unión.  Este propósito se sostiene en las cifras del referéndum hecho el 17 de marzo de 1991, en el que se consultó a los ciudadanos si querían preservar la Unión Soviética como una renovada federación con iguales derechos en los que estuvieran aseguradas las libertades de los individuos independientemente de la nacionalidad a la que pertenecieran.    
En la consulta participaron  nueve de las quince repúblicas,  Letonia, Lituania, Estonia, Armenia, Georgia y Moldavia que poseían alrededor del 20% de la federación se negaron a concurrir al evento comicial. El restante 80% votó en un 76,4% a  favor del mantenimiento de la Unión Soviética.
Sin embargo, el curso de los acontecimientos desde marzo se aceleró. Boris Yeltsin se transformó en el dirigente anticomunista que Estados Unidos necesitaba. Su carácter ambicioso y su gran olfato político, lo transformaron en el líder que logró el protagonismo, superando a otros dirigentes y relegando al dubitativo y pusilánime Gorbachov a jugar un papel secundario en los acontecimientos que ocurrían.
La heredera natural de la Unión Soviética fue Rusia, que poseía alrededor del 77% de su superficie y 51% de la población. En esa condición asumió su puesto como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas, acreditándose como el único país (de la ex URSS) autorizado a poseer armamento nuclear, lo que suponía un problema porque el arsenal atómico de la Unión Soviética se encontraba desplegado en varias repúblicas.
El 12 de junio, Yeltsin había sido elegido presidente de Rusia. En esa condición le tocaba conducir su política exterior. Durante su mandato, se produjo  la caída abrupta de la economía que tuvo un descenso de su PIB de un 37% entre 1991 y 1999 y, una baja en la expectativa de vida de 67,8 años en 1992 a 65,3 en 2000. Estos datos fueron, –entre otros- expresión de un país estancado que a pesar de su poderío militar no podía tener el más mínimo protagonismo en el escenario internacional.
En esas condiciones Yeltsin consideró que vincularse a Occidente y su modelo político-económico le iba a granjear las simpatías de sus antiguos enemigos. Ello no ocurrió. Así mismo,  se vio obligado a producir una importante reducción de sus arsenales nucleares, mientras Estados Unidos aceleraba la expansión de la OTAN hacia el este, todo lo cual generó resistencia en el parlamento y rechazo en la población. En este mismo ámbito, su intento de “europeizar” Rusia fue un total fracaso.
Rusia comenzó a perder significación como potencia mundial. Sus ex aliados se rindieron a Occidente, su anterior zona de influencia se tornó insegura y la nula capacidad de actuar en su entorno quedó expresamente demostrada durante la intervención de la OTAN en Yugoslavia, cuando Estados Unidos y Europa operaron con total impunidad imponiendo un nuevo orden mundial a la fuerza, en una de las primeras manifestaciones de la unipolaridad naciente
Esta situación se mantuvo durante casi todo el gobierno de Yeltsin, al final de ese período se pudieron observar algunos cambios que, sin embargo,  no modificaron la situación de debilidad de la anterior potencia bipolar en el sistema internacional. La llegada de Vladimir Putin al poder comenzó  a transformar esa realidad. La aspiración de los rusos  se manifestó en un artículo periodístico de la época en el que se señala que “Putin debe restaurar lo que Yeltsin destruyó: el orgullo de  sentirse parte de una gran potencia. Los rusos quieren respeto, no compasión”  En ese marco, Putin anunció lo que sería su modelo  de política exterior: modernización económica, estabilidad política  y mejora de la seguridad.
Al comenzar su mandato, el nuevo presidente consideró que las condiciones de debilidad de su país lo obligaban a hacer concesiones a Occidente. No tuvo reparos en ello, pero paulatinamente esa opción se fue modificando ante la invariabilidad de la respuesta de Estados Unidos que no alteró un ápice su política pretendiendo arrodillar al gigante euroasiático. La agresión occidental contra Irak en el año 2003, fue el punto de inflexión de la política exterior rusa que nuevamente comenzó a asumir posiciones de fuerza en su papel de miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU. Rusia había vuelto al escenario mundial después de casi 15 años dando lástima. Un elemento significativo de esta nueva orientación fue el acercamiento del Presidente ruso hacia China, concluyendo los problemas limítrofes, incrementando el comercio bilateral y creando en 2001 la Organización de Cooperación de Shanghái que  se transformó en una contraparte de poder a Estados Unidos  en Asia.
Esta política que se ha seguido desarrollando y fortaleciendo en la medida del crecimiento económico y la estabilidad interna es la que permite hoy al presidente Putin enfrentar desde otra perspectiva la nueva crisis en las relaciones bilaterales, motivadas en el asilo temporal que el gobierno ruso ha concedido al ex agente de la NSA, Edward Snowden.
Estados Unidos canceló unilateralmente la reunión cumbre bilateral que debía realizarse en Moscú a principios de septiembre. Obama se quejó diciendo que la "retórica" del presidente ruso se asemeja a "los viejos estereotipos de la Guerra Fría". Citó el asilo a Snowden como una anécdota en las tensiones existentes y se burló del presidente ruso, al afirmar que tiene "una mirada vaga, como del chico aburrido que se sienta al final de la clase".
Aunque en 2009 parecía iniciarse una nueva era de amistad en las relaciones bilaterales que llevó  a que ambos países cooperaran en Afganistán y a que el gobierno de Estados Unidos haya desmantelado el plan para construir un escudo anti-misiles en República Checa y Polonia mientras Rusia apoyaba las sanciones del Consejo de Seguridad de la ONU contra Irán, las relaciones se han deteriorado por el bombardeo de Libia con el que Rusia no estaba de acuerdo o la negativa de Putin a presionar al presidente Assad en Siria.
La decisión de Obama  ha recibido el apoyo de republicanos y demócratas. Así mismo, en una rara ocasión, los editoriales de The New York Times y el The Wall Street Journal han coincidido esta semana en alabar el anuncio, dando unanimidad política y mediática a tal decisión como es habitual en los temas estratégicos de política exterior de Estados Unidos
Por su parte, Rusia ha manifestado su decepción por tal anuncio. Yuri Ushakov , asesor del presidente ruso declaró que  “Estamos decepcionados por la decisión de la administración norteamericana de anular la visita que el presidente Obama planeaba cumplir a comienzos de septiembre a Moscú” y agregó que “es evidente que esta decisión está relacionada con la situación -no creada por nosotros- en torno al ex funcionario de los servicios especiales Snowden”. El asesor presidencial terminó lamentando que esta situación sea una demostración que Estados Unidos  al igual que antes, no tiene disposición para construir relaciones sobre el principio de equidad.
El vice titular de Relaciones Internacionales del Consejo de la Federación Rusa, Andrei Klimov fue más allá al afirmar que Obama “es un rehén de la situación política interna de su país".  Klimov agregó que se suponía que el presidente estadounidense respetaba los principios de igualdad mutua y de no intervención en los asuntos internos de Rusia, pero  que en realidad  "Estados Unidos  se comporta como si fuera el centro del Universo" concluyendo tajante al expresar la seguridad de que  “la vida va a obligar a Obama a negociar y a colaborar con Rusia, lo quiera o no”.
Los tiempos han cambiado. Rusia ha vuelto a ser un actor internacional protagónico, lo nuevo es que la retórica ha superado a la confrontación. Ese será el signo de los nuevos tiempos y en esta dinámica,  –al igual que China-Rusia tiene algo que decir.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Snowden y el capitalismo por dentro


Según un concepto bastante aceptado en el pasado, el espionaje es la actividad secreta que busca conseguir información confidencial, especialmente de un país extranjero. Durante la guerra fría ese país generalmente era considerado como enemigo. No obstante, la desaparición de la Unión Soviética significó el fin del mundo bipolar y la emergencia de Estados Unidos como triunfador tras el desplome de su opuesto, lo que auguraba el desvanecimiento de la contradicción antagónica que signó la mayor parte del siglo XX. El “fin de la historia” suponía un papel menos relevante de los órganos de inteligencia, toda vez que “no había a quien espiar”.

Sin embargo, la vida se ha encargado de demostrar otra cosa. La disipación del “enemigo comunista” obligó a Estados Unidos a buscar nuevos adversarios que justificaran su enorme gasto militar, a fin de sostener una economía que incrementaba los egresos para sostener la unipolaridad hegemónica que había creado. Inicialmente, el narcotráfico y la migración de indocumentados jugaron ese papel, pero era insuficiente. Necesitaban un instrumento global que argumentara a favor de su presencia en todo el planeta, hiciera arrodillar a los rebeldes y temer a los cercanos. Las acciones terroristas del 11 de septiembre de 2001 fueron el maná salvador para las huestes imperiales. La lucha contra ese flagelo inauguró -paradójicamente- una era de terror sin límites que han sostenido por igual el republicano Bush y el demócrata Obama. Como es habitual en la política exterior estadounidense, una nueva doctrina del “todo vale contra el terrorismo” sentó las bases para el desarrollo de la peor era de barbarie en el planeta desde la entronización de la bestialidad nazi. En el plano internacional significó la invasión de países y la muerte de cientos de miles de inocentes, el establecimiento de cárceles secretas en sus “provincias” europeas, la instalación de un centro de detención en la ilegalmente usurpada base naval de Guantánamo y hasta la justificación de la tortura en la cárcel de Abu Ghraib en Irak, país que fue invadido por fuerzas de la OTAN a pesar de no contar con la autorización del Consejo de Seguridad de la ONU, tal como lo establecen los acuerdos y resoluciones de ese organismo y la propia Carta de la organización.

A nivel interno, el Acta Patriótica (Patriotic Act) promulgada el 26 de octubre de 2001 por el Congreso estadounidense con el manifiesto fin de incrementar la capacidad del Estado para su “guerra contra el terrorismo”, transformó en delitos una serie de acciones que antes no lo eran y legalizó la violación de la intimidad y la privacidad de los ciudadanos, desatando una paranoia generalizada que incluso han llevado fuera de sus fronteras.

En ese marco, el espionaje informático cobró nuevos bríos. El especialista italiano en derecho penal Carlos Sarzana los define como ["cualquier comportamiento criminal en que la computadora está involucrada como material, objeto o mero símbolo". Los especialistas en la materia  consideran delitos informáticos, no sólo el husmear ilegalmente en la privacidad de un ciudadano, sino también  el apoderamiento de datos de investigaciones, listas de clientes, balances financieros, entre otros. Para ello existen diferentes instrumentos cibernéticos, entre ellos algunos programas especiales  denominados spywares que están capacitados para monitorear a un usuario sin su consentimiento apoderándose de datos vitales que pueden ser usados para tomar decisiones que influyen en la vida personal, en la de una corporación o un Estado.

Lo curioso de todo esto es que todas estas actividades están al margen de la ley. Ya en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, aprobada por la Asamblea Nacional Constituyente francesa el 26 de agosto de 1978 se establece en su Artículo XV que “ La sociedad tiene derecho a pedir a todos sus agentes cuentas de su administración”, mientras que  el Artículo 12 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de la ONU aprobada en su III Asamblea General el 10 de diciembre de 1948 en París plantea  de manera prístina  que “Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques”.

Tanto el documento -que de manera revolucionaria- echó las bases del sistema político y jurídico burgués en contraposición al entramado que sostenía los desmanes feudales de los monarcas europeos como el que modeló el sistema internacional legal vigente desde las postrimerías de la segunda guerra mundial, establecen parámetros de conducta y responsabilidad del Estado en esa dimensión.

Por otro lado, es conocido que el Estado capitalista se arrogó –y sigue haciéndolo- la potestad sobre la defensa de la privacidad de los ciudadanos. Esgrimía que en los países con gobiernos socialistas esa privacidad era violentada y usurpada por las autoridades. En un artículo publicado por la Universidad Libre de Berlín bajo el título “Lo público y lo privado” la investigadora Teresita de Barbieri argumenta en este sentido que  como parte de su seguimiento histórico, “el núcleo duro de la distinción entre lo público y lo privado parece encontrarse en la teoría del contrato social. Subyace a la elaboración conceptual que cuestiona el ordenamiento feudal y posibilita la constitución de la democracia burguesa, la aparición del individuo libre –ciudadano en quien descansa la soberanía de la nación y del Estado moderno-…” La misma autora establece que  “Lo público y lo privado son representaciones de la sociedad que han acompañado el desarrollo del capitalismo y el proceso más global de la modernidad. Con base en la dicotomía imaginaria se recrearon y organizaron los sistemas sociales y las formulaciones normativas, se definieron espacios de competencia para las actividades económicas, políticas y culturales”.

De este debate deriva aquel que tiene relación con el derecho a la privacidad, otro de los pilares otrora defendido a ultranza como uno de los valores intrínsecos del capitalismo. Alberto Benegas Lynch académico asociado del Cato Institute, uno de los “tanques de pensamiento” más reaccionarios de Estados Unidos, fundado en Washington en 1977 recuerda al escritor anticomunista checo-francés Milán Kundera quien en su obra maestra “La insoportable levedad del ser”  afirmó que “la persona que pierde su intimidad, lo pierde todo”.  Todo esto nos lleva a entender que la prédica liberal de los últimos dos siglos, sostén del sistema que la alberga ha sido cuestionada por el propio gobierno estadounidense, su exponente más importante. Al respecto Benegas dice que “Por ello es que encuentro que la mejor definición del liberalismo es la que oportunamente he fabricado: el respeto irrestricto por los proyectos de vida de otros. De más está decir que en esta definición se encuentra implícito el derecho a la privacidad”.

Los argumentos antes expuestos intentan aportar ideas en torno a la mirada que debemos dar a lo que se ha dado en llamar el “Caso Snowden” para tratar de superar lo meramente especulativo en torno a un elemento secundario cual es el de la condición migratoria del ex agente de la NSA y su lugar de residencia definitiva. Todo el escándalo que se ha armado pretende esconder el problema de fondo que es el grave golpe sufrido no sólo por Estados Unidos sino que por la sociedad capitalista en general cuando se comienzan a estremecer ciertos pilares que le dieron sostén por más de dos siglos. En ese sentido el “Caso Snowden” es paradigmático. Si para Estados Unidos ha significado el mayor fiasco desde la guerra de Vietnam, la visión amplia del asunto aporta otros elementos de análisis que encaminan a estudiar el tema desde un punto de vista estructural.

No se trata de pensar solamente que los técnicos de la NSA se solazan con conocer las aventurillas africanas del rey Juan Carlos o las intimidades de Dominique Strauss-Kahn, Director Gerente del Fondo Monetario Internacional que le impidió ser Presidente de Francia. Es mucho más que eso. Significa por ejemplo su capacidad para robar investigaciones de universidades, centros de estudio y corporaciones que nos hacen suponer que muchos de los “grandes” científicos estadounidenses, algunos con premios Nobel en sus áreas, son en realidad unos impostores alimentados por el despojo internacional de las agencias de seguridad imperiales. Lo mismo pude pensarse de sus aportes tecnológicos seguramente usurpados en Japón, Alemania, Francia o China. O creer que se asiste a transacciones con Estados Unidos en igualdad de condiciones, cuando sus funcionarios tienen en su poder la información necesaria para negociar desde posiciones de fuerza.

Estamos ante un país ficticio, ante un sistema inmoral de violadores del derecho internacional, de mentirosos y ladrones. Snowden, lo único que ha hecho, es ponerlo en evidencia.