Vistas de página en total

jueves, 19 de junio de 2025

Algunos elementos de análisis para entender los hechos recientes en Asia Occidental

 


Una vez más, las circunstancias obligan a una mirada amplia de los conflictos internacionales. Me parece reduccionista circunscribir los hechos recientes en Asia Occidental a la idea de un conflicto bilateral entre Israel e Irán. Lo que está sucediendo tiene implicaciones que van mucho más allá de una simple confrontación entre dos países, por muy brutal que sea el enfrentamiento bélico. En realidad, lo que está ocurriendo es expresión de un capítulo nuevo de la conflictividad que producen las contradicciones antagónicas de un sistema internacional marcado por un polo de poder en decadencia y otro que emerge como alternativa.

El sistema internacional actual irrumpió a partir del dolor de la segunda guerra mundial y el engaño de algunos de los vencedores acerca de las causas y consecuencias que la generaron. La triada de control mundial constituida por los instrumentos financieros (FMI y Banco Mundial) nacidos en Bretton Woods en 1944, los políticos, emanados de la creación de la ONU y sus agencias en 1945 y los militares estructurados en torno a la OTAN en 1949, han sido las herramientas que Occidente ha utilizado durante los últimos 80 años para sostener el dominio y la hegemonía sobre el planeta.

No obstante, ya en la década de los 60 del siglo pasado este sistema se vio carcomido por el déficit externo de Estados Unidos, que importaba más de lo que exportaba llevándolo a financiar la diferencia a través de la creación de dinero inorgánico. Ello “obligó” a Washington a suspender la convertibilidad del dólar en oro (emanada de Bretton Woods) para establecer el dólar como moneda de cambio internacional. Paradójicamente, es en este momento cuando se comienza a esbozar un proceso de crisis del sistema capitalista imperante que aún hoy, 65 años después no ha podido ser superado. Con ello se echaron las bases para construir un nuevo orden político y económico global.

El mismo no tuvo posibilidades inmediatas de desarrollarse a plenitud porque la alternativa que debió surgir de la Unión Soviética y el socialismo enfrentaba sus propios problemas económicos, más allá de la aparente estabilidad política que manifestaba. Pero la aprobación de la política de reforma y apertura en China en 1978, comenzó a cambiar todo. Fue el momento de despegue de Beijing hacia su transformación en gran potencia mundial que le puede hacer contrapeso a Estados Unidos, a Occidente y al capitalismo.

viernes, 13 de junio de 2025

Fentanilo. El uso de la droga como política

 


Durante la última década del siglo pasado, tras la desaparición de la Unión Soviética y el fin de la guerra fría, Estados Unidos se dio a la tarea de buscar un nuevo enemigo que sirviera de eje para reorganizar su política exterior y su política militar. En primera instancia lo encontró en el narcotráfico. Después del 11 de septiembre de 2001 agregó al terrorismo como instrumento de ordenación de su acción intervencionista y agresiva en el mundo, a fin de sustentar su hegemonía en particular en América Latina y el Caribe.

En la práctica, Estados Unidos -además de buscar respuesta a un tema de la agenda internacional- encontró de este modo, una salida a un problema interno, trasladando al exterior los costos políticos. Desde 1960 a partir de la Ley Antiabuso de Drogas se introdujo un conjunto de sanciones a los países productores, junto a ello comenzó un proceso de militarización de la lucha contra el narcotráfico. Así, se modificó el equilibrio de fuerzas en América Latina y el Caribe, debilitando además la relación cívico-militar y afectando la gobernabilidad y la democracia que se sostenían con diferentes grados de estabilidad. Era la vieja política de “ a río revuelto, ganancia de pescadores” aplicada por Washington para incrementar su control sobre la región.

Por otro lado, poco se ha hablado en profundidad del fracaso de Estados Unidos en el control de la demanda de drogas a fin de trasladar la presión de los países consumidores a los productores y de tránsito. A finales de la década de los 80 del siglo pasado, un oscuro senador estadounidense por el estado de Delaware llamado Joe Biden dijo en el Congreso de su país que a pesar que los programas antidrogas se habían incrementado, la producción de sustancias sicotrópicas había aumentado de forma considerable: 143% la cocaína, 84% el opio y 33% la marihuana. Es decir, el aumento de los recursos de control de la oferta no estaban acompañados de programas de reducción de la demanda, todo lo cual manifiesta el desinterés de Washington por solucionar el problema.

Esto tiene dos razones: la primera, apropiarse de los ingentes recursos que proporciona el tráfico de drogas, la mayor parte de los cuales fluye por el sistema financiero de Estados Unidos. De acuerdo al Instituto Nacional sobre Abuso de Drogas, a finales de la década de los 80 del siglo pasado, la venta anual de estas sustancias superaba los 110 mil millones de dólares, la mayor parte de los cuales venía a sostener las finanzas de Estados Unidos un país en el que -según la misma fuente- el 37% de su población había consumido algún tipo de droga.

jueves, 5 de junio de 2025

Estados Unidos siempre necesita justificaciones

 


El devenir de la historia ha demostrado fehacientemente que para desarrollar su afán intervencionista y militarista, Estados Unidos ha buscado subterfugios y construido falsas pruebas que la propia historia se ha encargado de desmentir o de poner su condición falsa en evidencia. La manipulación de pruebas a fin de conseguir un apoyo favorable de la opinión pública del país en primera instancia, y la del mundo como soporte global de los desmanes desestabilizadores, han sido una constante de la política exterior de Estados Unidos desde que inició su involucramiento en los asuntos mundiales en el desarrollo de su política imperialista a finales del siglo XIX. Valgan algunos ejemplos que en diferentes momentos del siglo XX y en lo que va del presente, muestran la continuidad de los falsos argumentos construidos para tal efecto.

La explosión del Acorazado Maine en 1898 en Cuba


En el año 1898, Cuba se encontraba en el proceso de lucha por su independencia política de España. Económicamente, Estados Unidos controlaba las principales propiedades de la isla y era el primer comprador del azúcar cubano. En esas condiciones, aprovechó la debilidad del gobierno colonial para irse introduciendo en los asuntos internos de la isla antillana “apoyando” a los partidarios de la independencia con la intención oculta de provocar una guerra contra España y arrebatarle sus posesiones coloniales dejando a Cuba dentro de su zona de influencia.

A comienzos de 1898 el presidente McKinley envió al acorazado Maine al puerto de La Habana para “proteger” los intereses de los estadounidenses que en la isla pudiesen verse afectados por la lucha que sostenían los independentistas cubanos. Este hecho fue avalado en Estados Unidos utilizando la propaganda y manipulación mediática realizada por William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer dueños de dos de los principales medios de comunicación y defensores connotados de las tesis imperialistas.

El 15 de febrero de 1898, en circunstancias “extrañas” el Maine estalló frente al puerto de La Habana perdiendo la vida 260 oficiales y soldados, de los 355 que había a bordo lo que provocó el reclamo inmediato de Estados Unidos a España, responsabilizándola por lo ocurrido (las investigaciones posteriores arrojaron que los españoles no tuvieron nada que ver, se cree que fue una explosión interna debido a la cantidad de explosivos que había dentro del barco).

Hearst y Pulitzer se encargaron de manipular este acontecimiento con el objetivo de que el gobierno estadounidense tuviera el aval de la ciudadanía para emprender una guerra contra España, lo que lograron cuando el gobierno de Washington envió un ultimátum -casi declaración de guerra- a Madrid, obligando a ésta a iniciar hostilidades. Este conflicto, conocido como guerra hispano–cubano-norteamericana, le dio la posibilidad a Estados Unidos de intervenir ante el inminente triunfo de los patriotas cubanos para producir una independencia mediatizada que se legalizó posteriormente a través de la Enmienda Platt, lo cual permitió una descarada injerencia de Estados Unidos en Cuba por sesenta años.

Filipinas 1898

Filipinas fue otro de sus botines de guerra. El gobierno de Washington estaba influido por las tesis de Alfred Mahan quien afirmaba que Estados Unidos como la gran nación que era, debía expandirse fuera de sus fronteras e incorporarse a la carrera que mantenían las grandes potencias europeas “de ocupar todos los lugares baldíos de la tierra”.

El gobierno estadounidense antes de los acontecimientos ocurridos con el acorazado Maine y sabiendo que al igual que Cuba, en Filipinas existían grupos que promovían la independencia, decidieron reclutar a uno de sus líderes, Emilio Aguinaldo y convertirlo inicialmente en uno de sus aliados. La flota estadounidense destrozó a la armada española, pero todavía no tenían el control territorial, por lo que trasladaron de Hong Kong a Filipinas a Emilio Aguinaldo (el cual estaba exiliado), para que organizara un ejército filipino que en conjunto con soldados estadounidenses tomaran Manila y expulsaran definitivamente a los españoles. Con la firma del Tratado de Paris de diciembre de 1898, España cedió la soberanía de Filipinas a Estados Unidos.

Pearl Harbor 1941


El 7 de diciembre de 1941 Japón atacó y destruyó la base naval estadounidense de Pearl Harbor, en Hawái, hundiendo 18 barcos entre ellos 5 acorazados, con el saldo de 3.435 militares y civiles muertos, convirtiendo este hecho en la justificación de Estados Unidos para entrar formalmente en la segunda guerra mundial, sin embargo, es poco mencionado que antes de este acontecimiento ya las relaciones bilaterales eran muy tensas, no por las acciones imperialistas que había realizado Japón en China sino por las medidas que Estados Unidos había adoptado unilateralmente contra el imperio japonés.

Se sabe que los servicios de inteligencia de la armada estadounidense conocían de la posibilidad de un ataque a la base naval desde varios días antes de que el mismo se produjera, los radares en Hawái detectaron los aviones japoneses, pero el alto mando dejó que ocurriera el ataque y no hizo nada para evitarlo. La consecuencia de este hecho fue la unificación de la opinión pública estadounidense a favor de la participación en la guerra, por lo que el Congreso aprobó la Declaración de Guerra contra Japón, y provocó que Alemania e Italia –a su vez- hicieran lo mismo permitiendo de esa manera el crecimiento y fortalecimiento de la maquinaria industrial estadounidense, convirtiendo a ese país en la principal potencia militar del mundo.

El golfo de Tonkín. Vietnam. 1964


El golfo de Tonkín está ubicado frente a la costa de lo que anteriormente se conocía como Vietnam del Norte. El respaldo popular en Vietnam del Sur a las ideas y postulados de Ho Chi Minh aumentaba de manera considerable, tanto que pusieron en riesgo la estabilidad del gobierno pro estadounidense rechazado por la mayoría. Ante esta situación Estados Unidos decidió intervenir directamente en el conflicto. A comienzos de agosto de 1964 una serie de acontecimientos en el golfo de Tonkín “justificaron” esta intervención militar al acusar a Vietnam del Norte de lanzar un ataque con torpedos al destructor estadounidense Maddox cuando –según la información oficial– realizaba una misión rutinaria en aguas internacionales, el 2 de agosto.

Dos días después se acusó nuevamente al gobierno norvietnamita de querer torpedear al destructor Turner Joy. La mentira del presidente estadounidense Lyndon Johnson y el secretario de Estado Robert McNamara ante la opinión pública, sirvió como argumento principal para la escalada del conflicto y el incremento de la presencia directa de las tropas estadounidenses en la región. Con la aprobación del Congreso, se otorgó al presidente Johnson “el poder para tomar las medidas militares que creyera necesarias en el sudeste asiático”.

Granada, 1983

El 13 de marzo de 1979, el líder revolucionario Maurice Bishop y su movimiento de la Nueva Joya, tomaron el poder en Granada, instaurando un nuevo gobierno que no contó con el respaldo de Estados Unidos. Washington comenzó a presionar congelando todos los créditos internacionales de manera de ir creando un clima político propicio que debilitara al movimiento popular.

En octubre de 1983, una conjura militar encabezada por el vice primer ministro Bernard Coard logró derrocar a Bishop, disponiendo su arresto domiciliario y posterior asesinato, lo que provocó una revuelta social en la isla que derivó en la intervención estadounidense al territorio de Granada. El presidente Ronald Reagan informó a la ciudadanía que a causa del golpe de estado en Granada corría peligro la vida de un grupo de estudiantes estadounidenses que cursaban sus estudios de medicina en la isla, por lo que se hacía necesaria la presencia de sus tropas. Fueron enviados 7.000 soldados para combatir a las fuerzas leales a Bishop que en términos numéricos no superaba los 2.000 combatientes incluyendo colaboradores cubanos que se encontraban en la isla.

El historiador estadounidense Howard Zinn afirmó que un ex oficial de la CIA le había confesado que “la verdadera razón de la invasión era una oportunidad que se brindaba a Estados Unidos (que quería sobreponerse al sentimiento de derrota cosechado en Vietnam) para mostrar que si era una nación poderosa”.

Irak, 2003

Después de las acciones terroristas realizadas del 11 de septiembre de 2001 en que Estados Unidos fue golpeado por primera vez en su territorio, el presidente George W. Bush, inmediatamente declaró “la guerra contra el terrorismo”, afirmando que “no debemos hacer distinciones entre los terroristas y los países que albergan a los terroristas”, y con el aval del Congreso, su gobierno tuvo carta blanca para ejecutar acciones militares en cualquier parte del mundo.

A Bush se le presentó el momento histórico y la oportunidad “perfecta” para darle continuidad y concretar el antiguo anhelo imperial de destruir al gobierno de Irak con el argumento falso de que poseía armas de destrucción masiva, nucleares, biológicas y químicas, y que era una de las naciones que albergaba y “protegía” a grupos terroristas, entre ellos Al Qaeda, “responsable” del ataque contra las torres gemelas.

Fue así como sin declaración de guerra formal Estados Unidos inició el 20 de marzo de 2003 el conflicto bélico contra Irak, toda vez que el Congreso le confirió tal potestad al gobierno sin el aval del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Investigaciones posteriores demostraron con claridad que tales armas de destrucción masiva no existieron y que todo fue un argumento esbozado por las agencias de inteligencia para justificar la agresión y ocupación del país árabe.

Libia, 2011

Libia siempre fue considerada como un “país sospechoso de apoyar al terrorismo” y su líder Muammar Al Gadafi, enemigo estadounidense a tal punto que el presidente Obama expresó públicamente su intención de “salir” del gobernante libio.

En febrero de 2011, se iniciaron en la ciudad de Bengasi una serie de manifestaciones exigiendo mayor libertad de expresión. Al parecer, inspirados en lo que ocurrió meses antes en Egipto y Túnez -acontecimientos bautizados como primavera árabe– poco a poco estas manifestaciones degeneraron en actos de violencia, responsabilizando por ello a Gadafi a través de una fuerte y manipuladora campaña mediática realizada por medios de comunicación occidentales y la cadena de televisión catarí Al Jazeera. Esto fue el inicio del proceso de desestabilización en Libia, que llevó a la intervención de la Organización del Atlántico Norte (OTAN) y al derrocamiento del gobierno de Gadafi. Sin presentar pruebas, Estados Unidos acusó al “régimen libio” de asesinar a miles de ciudadanos que exigían mayor democracia y alentó a que los rebeldes se constituyeran en gobierno paralelo.

Venezuela. 2025.


En marzo de 2015, Venezuela fue declarada por el presidente Barack Obama (demócrata) “amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y a la política exterior de Estados Unidos”. Esta decisión se ha mantenido inamovible durante la administración de sus sucesores, Donald Trump (republicano) y Joe Biden (demócrata).

El regreso de Trump a la Casa Blanca no ha estado exento de contradicciones entre las variadas tendencias que pululan al interior de la administración. Estas diferencias no han estado ajenas a la política de Estados Unidos respecto de Venezuela. Los “revolcones” entre neoconservadores, outsiders, amigos personales del presidente y MAGAs (seguidores irrestrictos de la consigna de Trump “make America great again”) están presentes en cada decisión de política exterior del rubicundo presidente permitiendo la omnipresencia de los necoconservadores representados por Marco Rubio en la política hacia América Latina.

El Secretario de Estado llamado por Trump “pequeño Marco” desarrolla su accionar a partir de su visceral odio a Cuba, Nicaragua y Venezuela. No es posible analizar en términos políticos la irracionalidad de Rubio toda vez que su resentimiento, rencor y animadversión hacia estos tres países, supera cualquier consideración. Excluidos de las decisiones respecto de los temas más relevantes de la política exterior, los neoconservadores han desatado toda su furia contra La Habana, Managua y Caracas.

Como ha sido habitual en la política exterior de Estados Unidos, en esta ocasión la administración Trump ha esgrimido falsos documentos para argumentar acerca de una supuesta relación entre el gobierno venezolano y el extinto grupo criminal “Tren de Aragua”. Para ello han acudido a la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798, la cual establece que un combatiente foráneo puede ser deportado sin proceso judicial cuando Estados Unidos esté en guerra con otro Estado.

Trump debía demostrar que el “Tren de Aragua” era una organización direccionada por el Estado venezolano. Sin embargo, el juez federal Fernando Rodríguez, quien por cierto llegó al cargo designado por el propio Trump, dictó sentencia en contra, argumentando que la aplicación de esta ley era ilegal ya que la misma solo aplica cuando la nación se enfrenta a un ataque organizado, lo cual no es el caso. Lo cierto es que el odio de la administración Trump hacia Venezuela se ha manifestado como argumento para deportar sin debido proceso a sus ciudadanos a El Salvador.

Se ha sabido que se han producido debates internos dentro del gabinete de Trump sobre la base de informaciones manejadas por las agencias de inteligencia que han verificado que no existe relación alguna entre el “Tren de Aragua” y el gobierno venezolano. No obstante, el FBI -en total soledad- ha “demostrado” lo contrario. Esto fue confirmado por la Directora de Inteligencia Tulsi Gabbard en una entrevista reciente, donde afirmó que el tema fue discutido internamente. Gabbard defendió la medida basada en el informe del FBI. En esa misma entrevista, la funcionaria admitió que se estaba filtrando información de esas reuniones a la prensa, incluyendo este tema de Venezuela.

El informe de las agencias de inteligencia conocido extraoficialmente por la prensa, señala textualmente que: "Mientras el clima de permisibilidad permite que el Tren de Aragua opere, el régimen de Maduro probablemente no tiene una política de cooperar con el Tren de Aragua y no dirige los movimientos y operaciones del mismo en Estados Unidos".

El tema del “Tren de Aragua” ya le había dado resultados positivos a Trump durante su campaña electoral después que un video que mostraba “criminales en armas” azotando a los habitantes de un edificio en Colorado, se hizo viral. A esto habría que agregar también el caso de una estudiante de enfermería que fue asesinada brutalmente por un "ilegal" venezolano y que también fue noticia de primera página en todos los medios estadounidenses. Este hecho fue utilizado por Trump para presentar a Estados Unidos como víctima de asesinos y violadores migrantes.

A partir de entonces, Trump creyó útil utilizar el “Tren de Aragua” como una muletilla contra Biden, a quien acusó de mantener una política de puertas abiertas a la inmigración prometiendo realizar deportaciones masivas cuando fuera elegido presidente, lo cual se convirtió en su primera y más importante oferta electoral. Fue tanto así, que Biden debió ponerle freno al paso en la frontera a último minuto para tratar de detener el drenaje de votos que sufría su partido.

Y así como le sirvió entones, ahora Trump procura que le sirva de nuevo ante lo que ha sido un fracaso en su promesa de deportaciones masivas, verdadero trasfondo del problema. Veamos. De acuerdo a cifras oficiales de la propia administración Trump, existen alrededor de 30 millones de "ilegales" en Estados Unidos. El presidente se ha propuesto deportar al menos 1 millón este año, pero en lo que va de su mandato, solo ha expulsado a cerca de 53.250 personas (hasta mediados de mayo). Estos datos podrían incluso estar inflados, dado que el gobierno de Trump dejó de publicar las cifras mensuales.

Trump ha dicho que su prioridad es deportar a criminales, pero de acuerdo a datos oficiales obtenidos por NBC, la mitad de los deportados no tienen registros que avalen esa condición y más de la mitad de los actualmente detenidos, no tienen cargos. Aun así, solo el año pasado el gobierno reportó que tenía identificado a medio millón de migrantes "ilegales" con condenas penales. A este ritmo, la meta de 1 millón es risible. Trump apenas podría llegar a deportar alrededor de unos 100 mil por año, aunque algunos se atreven a pronosticar que pudieran ser 500 mil, lo cual sigue siendo un fracaso.

Lo cierto es que las cifras actuales de Trump están muy por debajo de las deportaciones que ocurrieron en los gobiernos demócratas anteriores. Según el Washington Post, Obama deportó unas 400 mil personas al año, más de lo que Trump podría deportar ahora. Las cifras de Biden son incluso superiores, llegando a deportar casi 700 mil en 2024.

Siguiendo la tradición de su política intervencionista, Trump debe recurrir a la mentira para justificar sus actuaciones. Una opinión pública como la estadounidense, idiotizada por los medios de comunicación que exaltan la idea de “nación elegida”, es fácilmente manejable y manipulable por el poder. El disfraz de su política que sirve para ocultar la deshumanización de la misma, es parte del ADN de su privilegiada clase política y de ese 1% que es quien verdaderamente ostenta el poder. Pero para sostenerlo, siempre necesita justificaciones.

sergioro07.blogspot.com

sábado, 31 de mayo de 2025

La guerra [integral] no declarada de Estados Unidos contra China (IV y final)

 


No obstante la pragmática decisión de Trump de buscar un acercamiento con China que impulsara una permanente comunicación de alto nivel conducente a estimular la cooperación, un ambiente de incertidumbre comenzó a rodear la relación entre los dos países, dadas las contradictorias señales que emanaban desde Washington. La conversación entre los presidente del 10 de febrero de 2017 no sirvió para apaciguar los aires de conflicto que soplaban en dirección al este. En un artículo publicado en “Asia Times” el investigador Richard A. Bitzinger, de la Universidad Tecnológica de Nanyang en Singapur opinaba que “en ambos países había voces que exponían esta posibilidad”

En el artículo, Bitzinger recordaba que en marzo de 2016 el jefe de estrategia de la Casa Blanca y consejero de Trump, Steve Bannon, afirmó de forma rotunda –cuando aún no tenía responsabilidades en la administración- que la guerra entre Beijing y Washington era ineludible en el Mar de la China Meridional en un plazo que iba de entre 5 a 10 años. Pero ahora su punto de vista cobraba mucho valor, toda vez que había asumido una alta responsabilidad muy cerca de Trump. Como respuesta el mismo 20 de enero, día de la asunción de Trump, el Ejército Popular de Liberación de China expuso a través de su página oficial que "'una guerra dentro del mandato presidencial [de Trump] o una 'guerra que estalle esta noche' dejaron de ser solo eslóganes y empiezan a ser una realidad".

Al mismo tiempo que los presidentes conversaban a comienzos de febrero, la Armada de Estados Unidos desplegaba el grupo de ataque del portaviones USS Carl Vinson y el destructor de misiles guiados USS Wayne E. Meyer en el Mar Meridional de China para llevar a cabo lo que denominó “operaciones de rutina”. Además del rechazo inmediato de la cancillería china que caracterizó dichas acciones como amenazantes y dañinas para la soberanía y la seguridad de la región, el periódico chino Global Times publicó un fuerte artículo que señalaba que la actitud de China sería pacífica en la medida que Estados Unidos no realizara maniobras provocadoras en sus mares adyacentes, caso contrario, China se vería obligada a desplegar todo tipo de armas y combatientes en el área.

El periódico se preguntaba si las acciones de la armada de Estados Unidos no eran expresión clara del intento de militarizar el Mar Meridional de China y si las declaraciones públicas del Ejército estadounidense no eran manifestación de una amenaza militar directa. Respondía que: "El mar de la China Meridional no es el Caribe", y agregaba que esa región no era “un lugar para que Estados Unidos se comporte de manera imprudente. Los generales estadounidenses dijeron que están listos para luchar cuando sea necesario. El Ejército Popular de Liberación también está haciendo preparativos”.

miércoles, 21 de mayo de 2025

La guerra [integral] no declarada de Estados Unidos contra China (III)

 

En 2011, mucho antes de incorporarse a la política activa, Donald Trump en un tweet, afirmó que China era el enemigo de Estados Unidos y que su objetivo era destruirlo. Así mismo, en una ocasión posterior aseguró que: "En el ámbito comercial, los chinos son unos tramposos". Un año después, en 2012 comentó que: "El concepto de calentamiento global fue creado por y para los chinos para hacer que la manufactura de Estados Unidos no sea competitiva". Aunque cuatro años después “confesó” que esto último había sido una broma, los antecedentes mencionados son expresión de una predisposición manifiesta en contra de China.

Ya en la campaña presidencial de 2016, Donald Trump comenzó a culpar a China de ser responsable del déficit comercial de Estados Unidos y del desempleo creciente debido a la fuga de las compañías estadounidenses hacia el país de Asia, prometiendo “mano dura” frente a Beijing, anunciando la imposición de un impuesto del 45 % a los productos procedentes de China.

Era evidente que los tempranos anuncios proteccionistas y nacionalistas de Trump estaban dirigidos contra China, a quien responsabilizaba de la globalización y de los problemas económicos y sociales de Estados Unidos, obviando que el problema se había generado a partir de la deslocalización de las empresas estadounidenses y su ubicación en países donde había menores costos de producción, lo cual les permitía maximizar el lucro. En el país, las grandes empresas también incrementaban sus ganancias exponencialmente simultáneamente con la disminución de los salarios. Al mismo tiempo, China mostraba una economía boyante con altos niveles de crecimiento que incluso le permitieron enfrentar exitosamente la crisis de 2008 y hacer una contribución importante para que la misma fuera superada en el planeta.

sábado, 17 de mayo de 2025

La guerra [integral] no declarada de Estados Unidos contra China (II)

 

Nota: Hace tres semanas inicié la publicación de este artículo que por su extensión será publicado en tres entregas. Sin embargo, el fallecimiento del Papa Francisco y las conmemoraciones del 50 aniversario de la derrota de Estados Unidos en Vietnam y el 80 de la victoria en la Gran Guerra Patria de la Unión Soviética interrumpieron la zaga. Ahora la retomo con este texto.

La siempre presente “Teoría del Heartland” enunciada a comienzos del siglo XX por el geógrafo británico Halford MacKinder establecía que la potencia que controlara el Asia Central dominaría el mundo. Esta hipótesis se imbricaba con la idea de Zbigniew Brzenziski, de quien -a pesar de ser asociado al partido demócrata y por tanto despreciado en los círculos de poder del gobierno republicano- se asumía el postulado que refería a la necesidad de expansión de la presencia de Estados Unidos hacia el este hasta llegar a las fronteras con China.

He aquí algunas de las causas del esfuerzo anti chino de la administración Bush que llevaron a Condoleezza Rice a la secretaría de Estado, bajo la necesidad de unir energía y voluntad en el objetivo supremo de construir esa coalición contra Beijing que incluyera a India, Japón, Australia y la República de Corea. Por su supuesto, todo esto iba acompañado con un creciente armamentismo, el aumento del presupuesto del Pentágono y las agencias de seguridad y espionaje. En realidad, podría decirse que este es el verdadero trasfondo del asunto. Finalmente, y no por ello menos importante, convertir a China en el enemigo principal era un gran negocio para el Complejo Militar Industrial estadounidense.

El énfasis fue puesto en el desarrollo de la Armada, el componente de ataque más importante de las fuerzas armadas de Estados Unidos si se considera que la ofensiva es su primordial tipo de combate. El desarrollo de fuerzas de tarea alrededor de los portaviones estuvo en el centro del quehacer de los teóricos y de los altos mandos militares.

En términos castrenses, ello significó la articulación del entramado de bases militares y navales de Estados Unidos en Japón, Corea, Filipinas, el Pacífico y Australia, todo con el objetivo de “cercar” a China. Rice hizo un gran esfuerzo por incorporar a India a este conglomerado toda vez que este país se encontraba vetado por el Congreso de Estados Unidos por su negativa a suscribir el tratado de No Proliferación Nuclear. Para lograr este objetivo, el propio presidente Bush se abocó a solventar las dificultades proponiendo y logrando con India un programa de desarrollo de armamento nuclear apoyado por Estados Unidos que permitiría burlar el impedimento parlamentario.

Así, Estados Unidos comenzó a construir una telaraña terrestre y naval alrededor de China en sus límites orientales, occidentales y meridionales, considerando que su frontera norte comenzó a estar “resguardada” por la creciente relación con Rusia que tuvo un punto cúlmine con la creación de la Organización de Cooperación de Shanghái en junio de 2001 (antes de los atentados terroristas del 11 de septiembre) y que significó una nueva alerta para Estados Unidos en tanto que el siglo que comenzaba auguraba novedosas variantes geopolíticas que se alejaban del control de Washington.

jueves, 8 de mayo de 2025

La batalla final. Derrota del fascismo y victoria soviética en la Gran Guerra Patria



NOTA: Desde febrero de 2023 cuando se conmemoró el 80 aniversario de la derrota nazi en Stalingrado vengo escribiendo artículos para evocar y celebrar el octogésimo aniversario de la extraordinaria epopeya de los pueblos de la Unión Soviética. Con esta entrega culminamos esta zaga de siete artículos que vistos en su conjunto permiten esbozar con claridad la excepcional gesta de la Gran Guerra Patria.

En la entrega anterior, refería que el 9 de marzo de 1945 se dieron las instrucciones finales para la operación que debía culminar con la derrota de la Alemania nazi en Berlín. No se trataba solamente de un hecho bélico. La forma y el contenido que adquiriera esta batalla y su eventual conclusión, habría de moldear el sistema político que imperaría en el mundo de la posguerra. Por ello, era fundamental que esta victoria implicara la liquidación total del fascismo como sistema político y social dominante en Alemania.

El plan diseñado por el alto mando político-militar soviético para la toma de Berlín se sustentaba en el aniquilamiento de la principal agrupación enemiga y la ocupación de la región industrial del Ruhr que además era una importante cuenca minera en la que habitaba parte relevante de la población alemana.

Ahora, los planes soviéticos debieron contemplar también el accionar de las tropas estadounidenses e inglesas que atacaban a Alemania desde el oeste y que pugnaban por apoderarse del sur del país con el objetivo de irrumpir en Austria y Checoslovaquia. No obstante que la Conferencia de Yalta, realizada en febrero había instituido las zonas límites de las operaciones para cada potencia y había establecido que tales líneas pasaban muy al oeste de Berlín, Inglaterra no ocultaba su intención de llegar primero a la capital del Reich. En este sentido, no había unidad de criterios entre los aliados toda vez que por intereses particulares buscaban una resolución propia para el conflicto.


La dirección política-militar soviética sabía que tanto ingleses como estadounidenses buscaban acuerdos por separado con el ejército alemán a fin de que tras el inminente fin de la guerra, pudiera ser utilizado como ariete contra la Unión Soviética. De hecho Alemania retiró un importante contingente de tropas de Occidente para llevarlas al Frente Oriental con el objetivo de facilitar el trabajo de los aliados y dificultárselo al Ejército Rojo. En el contexto, las relaciones entre el alto mando militar aliado y el soviético eran ambivalentes.

El Estado Mayor en Moscú comenzó a tomar nota de que no podía confiar en las informaciones entregadas por sus contrapartes de Washington y Londres. Los generales soviéticos comprendieron muy rápidamente que solo podían fiarse en sus propias fuentes de información sin desestimar lo que les llegaba desde el oeste, comprobando -eso sí- la veracidad de estas últimas. La información llegada a Moscú le permitió a Stalin comprender que las acciones encubiertas para escamotearle el triunfo a la Unión Soviética estaban a la orden del día. Llegó a la conclusión de que la perfidia era propia de Inglaterra y de Churchill quien estaba dispuesto a todo para destruir a la Unión Soviética. Eso incluía hacer pactos secretos y acuerdos de todo tipo con los nazis. Curiosamente, el líder soviético hacía una apreciación distinta de Roosevelt y de los generales estadounidenses.

Tras estudiar la situación estratégico-operativa, el alto mando soviético concluyó que la batalla por Berlín podría comenzar a mediados de abril. Durante los últimos días de marzo y primeros de abril se celebró una nueva reunión en Moscú en la que participaron junto a Stalin, los miembros del Estado Mayor General y los jefes de los Frentes que irrumpirían sobre Berlín. Se trataba de afinar los últimos detalles. La ofensiva sobre la capital imperial debía comenzar el 16 de abril.

Las condiciones operativas no eran óptimas porque el 2do. Frente de Bielorrusia al mando del Mariscal Rokossovski no podía iniciar las acciones simultáneamente con sus pares porque antes, debía vencer la resistencia que seguían ofreciendo algunas agrupaciones nazis al sureste de Danzig y el norte de Gdynia ciudades ubicadas a unos 500 Km. al noreste de Berlín. Sin embargo, la situación política obligaba a tomar la decisión de iniciar las operaciones en el menor tiempo posible. La carrera por Berlín determinaría el futuro de Europa y del mundo.

Durante la primera quincena de abril las agrupaciones de combate se abocaron al reagrupamiento de las tropas, la garantía de un seguro abastecimiento logístico y la acumulación de las reservas necesarias para la batalla que se avecinaba. Así mismo, se debían realizar todos los preparativos operativos, tácticos y de otro tipo que aseguraran la victoria. Los generales soviéticos, curtidos en casi cuatro años de guerra, sabían que ninguna otra batalla había tenido las características de la que se aproximaba.

Mientras tanto, Hitler comprendió que estaba a punto de librar un combate decisivo. Por ello dio órdenes para una concentración de tropas nunca antes vista. En las direcciones principales los generales del ejército alemán fueron sustituidos por altos jefes de las SS, fuerza paramilitar nazi de élite al mando del jerarca nazi Heinrich Himmler. Esto era clara expresión del nivel de importancia que se le daba a la eventual batalla. Hitler pensaba que aún podía resistir e incluso derrotar al Ejército Rojo. Se realizaron importantes trabajos de fortificación y obras ingenieras que incluían decenas de kilómetros de túneles que permitirían la maniobra oculta de las tropas dentro de la ciudad.

En este contexto, el alto mando soviético y el Comité Central del Partido Comunista de la URSS desplegaron una gran labor entre los oficiales y soldados para hacer conciencia en torno a que el pueblo alemán había sido víctima de la propaganda hitleriana y que no era el enemigo a vencer. En esa medida, se establecieron normas precisas para el tratamiento de la población civil.

A las 5 de la mañana del 16 de abril, comenzó la preparación artillera. El ruido producido por el fuego de los cañones, obuses, morteros y la artillería reactiva estremecieron la madrugada. En el aire, la aviación hacía lo suyo cumpliendo las misiones establecidas en el plan de operaciones. En un primer momento, no hubo respuesta enemiga, evidentemente quedaron paralizadas por la intensidad y la contundencia del fuego, tanto, que la preparación artillera fue detenida antes del tiempo previsto. Los tanques se lanzaron a la ofensiva. Según relata el mariscal Gueorgui Zhúkov en sus memorias: “Fueron lanzados sobre la cabeza del enemigo, 2.450 vagones de proyectiles, o sea, casi 98.000 toneladas de metal. La defensa enemiga había sido destruida y demolida en una profundidad de 8 kms. Y algunos centros de resistencia en una profundidad de 10 a 12 km”. La batalla por Berlín había comenzado.

A pesar de haber ocupado la primera y segunda línea de defensa alemana, las tropas soviéticas encontraron una fuerte resistencia en las alturas de Seelow (ubicadas a unos 90 km. al este de Berlín) que duró hasta el 19 de abril. El mando soviético había subestimado las condiciones del terreno que habían permitido a los alemanes organizar una férrea defensa. La hábil maniobra conjunta del 1er Frente Bielorruso al mando de Zhúkov y el 1er. Frente Ucraniano bajo las órdenes del Mariscal Iván Kónev, obligaron a las tropas alemanes a un desesperado repliegue hasta el borde exterior de la defensa ubicado en la zona urbana de Berlín.

Los inconvenientes de estos días, propios de una operación de esta envergadura motivaron desavenencias de Stalin con sus generales, en particular con Zhúkov y Rokossovski. En algunas circunstancias el máximo líder soviético actuaba más por deseos que por realidades y era incapaz de reconocer que se había equivocado. Sin embargo, en esta ocasión, había sido Zhúkov quien había cometido un error de apreciación como él mismo lo reconoció posteriormente. Por suerte, todo fue subsanado rápidamente y la ofensiva continuó su curso. El 20 de abril comenzó el asalto a la capital del Reich.

El 21 de abril, el Consejo Militar del 1er. Frente de Bielorrusia encargado de la toma de Berlín dirigió una proclama a las tropas que en algunas de sus partes decía: “A los soldados, sargentos, oficiales y generales […] Queridos camaradas: Ha llegado la hora decisiva de los combates, Ante ustedes está Berlín, capital del Estado fascista alemán […] Sus unidades se han cubierto de gloria inmarcesible. Para ustedes no hubo obstáculos ni ante los muros de Stalingrado, ni en las estepas de Ucrania, ni en los bosques y pantanos de Bielorrusia. No los han detenido las potentes fortificaciones que han superado ahora en los accesos a Berlín. Ante Ustedes, campeadores soviéticos, está Berlín. Deben tomar Berlín y tomarlo lo antes posible para no dejar que el enemigo se rehaga […] ¡Al asalto de Berlín, a la victoria total y definitiva camaradas de armas! Con audacia y valor, en amistosa cooperación de todas las armas, con buen apoyo mutuo barreremos todos los obstáculos y nos lanzaremos adelante, solo adelante, al centro de la ciudad, a sus suburbios del sur y del oeste al encuentro de las tropas aliadas que avanzan por el oeste. ¡Adelante, a la victoria!”

Cuando las tropas soviéticas irrumpieron en Berlín, las fuerzas defensivas nazis estaban debilitadas por los combates previos, pero en la medida que las unidades de vanguardia se acercaban al centro de la ciudad, la resistencia era cada vez más feroz. La ofensiva era continua, no se detenía ni siquiera en la noche. Se trataba de dividir al enemigo y aniquilarlo por partes. El plan diseñado por el alto mando soviético se fue desarrollando concienzudamente.

El día 22 de abril, los alemanes comprendieron que su última opción era retirar las tropas de las zonas rurales aledañas -donde cumplían la misión de contener al ejército aliado- traerlas a la ciudad e intentar desbaratar la ofensiva soviética. Las fantasías de Hitler lo llevaban a vislumbrar que todavía era posible una derrota soviética en Berlín pero la realidad iba demostrando que eso no pasaba de ser expresión de deseos. Las tropas alemanas que debían ser trasladadas a la ciudad (12do. y 9no. Ejércitos) no pudieron hacerlo porque fueron aniquiladas por el 5to Ejército de choque al mando del general Nikolái Berzarin. A esta unidad le correspondió la misión de apoderarse de los edificios centrales del Estado alemán, incluyendo la Cancillería imperial donde se encontraba el Cuartel general de Hitler.

El 25 de abril los acometimientos en la ciudad se extendieron y se hicieron más violentos aun, los alemanes seguían resistiendo. Los combates arreciaban hora a hora, minuto a minuto. El día 29, tras encarnizados enfrentamientos fue ocupado el edificio de la alcaldía de Berlín. En ese momento, Hitler dijo que era mejor entregar Berlín a los estadounidenses que a los rusos. La orden era combatir hasta el final y si no era posible defenderla, solo debía ser entregada a los estadounidenses.

A las 13:45 horas del 30 de abril, el 3er. Ejército de Choque bajo el mando del coronel general Vasili Kuznetsov tomó la parte fundamental del edificio del Reichstag. Pero las tropas selectas de la SS seguían pugnando por proteger la guarida del dictador. El combate era cruento y furioso hasta que a las 21:30 horas los sargentos Mijaíl Yegorov y Melitón Kantaria enarbolaron la bandera roja con el martillo y la hoz en la cúpula principal del Reichstag.

El 1° de mayo los soldados alemanes que resistían en el edificio del gobierno imperial se rindieron en su totalidad. El sueño de millones de soviéticos se había hecho realidad, cuatro años de dura guerra habían quedado en el pasado. El heroísmo de los pueblos de la Unión Soviética habían logrado la victoria frente a un enemigo poderoso y brutal. La Alemania fascista había sido derrotada, las causas más puras de la humanidad: paz y justicia habían sido reivindicadas por el pueblo, el gobierno y las fuerzas armadas soviéticas.

Ese mismo día, altos oficiales del ejército alemán establecieron contacto con contrapartes soviéticas para negociar un armisticio. Más tarde, todavía durante la madrugada circuló la noticia del suicidio de Hitler el día anterior. Unas horas después, el mando soviético recibió una carta de Joseph Goebbels, alto jerarca nazi en la que manifestaba que de acuerdo con el testamento de Hitler, él, junto a Martin Bormann, otro líder nazi y el almirante Karl Dönitz habían sido designados por Hitler para realizar negociaciones de paz con la Unión Soviética. El general Zhúkov, máximo líder soviético en Berlín le respondió solicitando una capitulación total e incondicional de la Alemania fascista. Informado Stalin de la decisión, la avaló en su totalidad.

La diferencia de criterios entre el gobierno soviético y los nuevos líderes alemanes que trataban de ganar tiempo para entregarse a los estadounidenses y británicos, obligó a Zhúkov a informarle a los representantes alemanes que de no capitular incondicionalmente, las fuerzas armadas soviéticas retomarían la ofensiva hasta el final. La propuesta fue rechazada por lo cual, las unidades soviéticas reiniciaron el fuego contra los remanentes del ejército alemán que se refugiaban en algunos edificios del centro de la ciudad. Mientras tanto, se tomaron estrictas medidas para evitar la fuga de la ciudad de los principales jerarcas nazis, algunos de los cuales comenzaron a entregarse al mando soviético conminando a las tropas a cesar toda resistencia y rendirse.

El 7 de mayo hubo todavía un intento de Estados Unidos e Inglaterra de arrebatarle la victoria y la lógica que de ella emanaba a la Unión Soviética. En la ciudad francesa de Reims, el general alemán Alfred Jodl firmó una capitulación ante Estados Unidos. Esta fecha es considerada por Occidente como la del fin de lo que ellos llaman la segunda guerra mundial.

Ante este hecho, la respuesta de Stalin fue contundente: rechazó una capitulación en la que no estuvieran todos los aliados y objetó que la misma no se hubiera firmado en Berlín capital del imperio nazi. Esta decisión fue informada a los aliados quienes aceptaron las demandas del líder soviético.

El 8 de mayo fueron convocados en Berlín los representantes plenipotenciarios de todos los países que formaron la alianza anti hitleriana. Así mismo, arribaron escoltados por oficiales ingleses los altos oficiales alemanes general Wilhelm Keitel, almirante Hans-Georg Friedeburg y general de aviación Hans-Jürgen Stumpff, comisionados para firmar la capitulación de Alemania.

De izquierda a derecha, los militares Stumpff, Keitel y
Friedeburg. (Deutsches Historisches Museum)

En un sencillo edificio de Karlshorst, en la parte oriental de Berlín, a las 12 de la noche, ante las banderas de la Unión Soviética, Estados Unidos, Inglaterra y Francia dio inicio el acto de firma de la capitulación de Alemania. El Mariscal Zhúkov pronunció las palabras inaugurales: ”Nosotros representantes del Mando Supremo de las Fuerzas Armadas Soviéticas y del Mando Supremo de las tropas aliadas hemos sido facultados por los gobiernos de la coalición anti hitleriana para aceptar del Mando militar alemán la capitulación incondicional de Alemania”. A continuación ordenó invitar a la sala a los representes del Alto Mando alemán.

En un silencio sepulcral, derrotados y cabizbajos entraron sucesivamente al salón, Keitel, Stumpff y von Friedeburg. Dirigiéndose a ellos, Zhúkov les preguntó: ¿Tienen ustedes el acta de capitulación incondicional de Alemania, la han estudiado y tienen poderes para firmar esta acta? Ante la respuesta positiva de Keitel, Zhúkov le propuso a la delegación alemana acercarse a la mesa y firmarla.

Eran las 00.43 horas del 9 de mayo de 1945. La victoria de la Unión Soviética en la Gran Guerra Patria se había consumado.

sergioro07.blogspot.com