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miércoles, 25 de enero de 2023

Luces, grises y sombras de la Cumbre de la CELAC

                     

La historia de las relaciones internacionales de América Latina es la historia de la contradicción no resuelta entre el pensamiento monroista y el pensamiento bolivariano. El primero dio origen a la idea panamericana sustentada en la hegemonía de Estados Unidos sobre la región y en la que el resto de los países tienen una posición subordinada y sumisa.

El pensamiento bolivariano se originó como necesidad de concertar a las “repúblicas americanas antes colonias españolas” para que nos “sirviese de consejo en los grandes conflictos, de punto de contacto en los peligros comunes, de fiel intérprete de los tratados públicos cuando ocurran dificultades, y de, en fin, conciliador de nuestras diferencias” según la idea del Libertador formulada en la convocatoria al Congreso de Panamá en diciembre de 1824.

Casi 70 años después, en el ensayo “Nuestra América” publicado el 10 de enero de 1891 en la Revista Ilustrada de Nueva York y, unos días más tarde en el diario mexicano El Partido Liberal, José Martí le da forma a una idea más totalizante que la de Bolívar en cuanto a la identidad que nos integra y nos debe agrupar. Dijo Martí: “¡[…] del Bravo a Magallanes, sentado en el lomo del cóndor, regó el Gran Semí, por las naciones románticas del continente y por las islas dolorosas del mar, la semilla de la América nueva!”.

miércoles, 18 de enero de 2023

El espíritu de Minsk ha llegado a Venezuela

 


La experiencia me ha enseñado que no todos los políticos pueden llegar a ser estadistas, hay una distancia entre una cosa y la otra. Básicamente la diferencia viene dada por la capacidad que desarrollan algunas personas para administrar y conducir un país “en las buenas y en las malas”. En este marco hay dos ámbitos que forjan las condiciones que permiten transformar a un político cualquiera en estadista: la seguridad y defensa, en general el manejo y dirección de las fuerzas armadas y la guía de la política exterior.

En el pasado, las relaciones exteriores se manejaban inequívocamente a través de las cancillerías haciendo uso del arte de la diplomacia. Esa función ha perdido fuerza y validez en los tiempos recientes cuando la tecnología permite a los jefes de Estado comunicarse de manera directa y casi segura sin que los temas tratados pasen por los ministerios de relaciones exteriores y las embajadas y sin necesidad del encuentro presencial directo que significa enormes gastos y mucho tiempo útil que se pierde durante los viajes. Ello, sobre todo, tiene mayor validez cuando se trata de los vínculos entre países amigos.

Pero cuando el campo de lo que se debate emana de diferentes perspectivas desde el punto de vista de los sustentos filosóficos, políticos, culturales y, en general, de los intereses nacionales de cada país, el contacto personal y la impronta directa que proporcionan los líderes, juegan un papel fundamental en la toma de decisiones y en la firma de los acuerdos.

La diplomacia es el arte del engaño sutil y la hipocresía natural de los que muchas veces tienen que fingir una amistad ausente cuando se busca información y se hacen planes de cooperación que coadyuvan a la defensa, desarrollo y sostenimiento del proyecto político del país que se representa. Más allá de que países mediocres recurren a la banalidad de representantes diplomáticos que en el desempeño de sus funciones no apuntan a los objetivos trazados, sino a lo trivial, superficial, pueril e insignificante, la diplomacia sigue siendo un instrumento valedero para conseguir los objetivos estratégicos del Estado.

lunes, 16 de enero de 2023

Democracia, dictadura y golpes de Estado


Los que se creen el cuentico de la democracia representativa y el “mundo libre” habrán tenido tiempo de recapacitar tras los últimos sucesos en Perú y Brasil, que han mostrado en todo su esplendor la falsedad de tales conceptos. Finalmente, se sigue imponiendo la fuerza como instrumento de los poderosos para hacer valer los criterios que le permiten dominar el mundo.

Durante muchos años –en tono de sorna- se hacía la pregunta de por qué en Estados Unidos no había golpes de Estado. La invariable respuesta era: “… lo que pasa es que en Washington no hay embajada de Estados Unidos”. Esta historia ya no podrá seguir siendo contada. En enero de 2021, en el mayor centro imperial del mundo, también hubo un intento de golpe de Estado.

Ahora, la historia se ha repetido en Brasil con asombrosas similitudes, incluso casi coincide en el día y la fecha, tal vez la única diferencia es que en Estados Unidos Trump no había entregado la administración y en el caso más reciente, Bolsonaro ya era parte de la historia.

En los últimos años ha estado causando gran consternación el resurgimiento de posiciones y organizaciones de ultra derecha fascista que finalmente es la derecha pura y dura. Ese afán de algunos de distanciarse de ciertas posiciones cuando la coyuntura lo amerita, ha hecho surgir la centro derecha, la derecha, la ultra derecha, la extrema derecha y en Israel hasta la “derecha ortodoxa”. De la misma manera al otro lado ha emergido la izquierda democrática, la centro izquierda, la izquierda radical, la ultra izquierda, la social democracia y otras denominaciones que sólo sirven para ocultar las verdaderas posiciones y engañar a los electores.

martes, 3 de enero de 2023

2022, un año de grandes éxitos de la diplomacia bolivariana


Durante el año que finaliza el gobierno de Venezuela desarrolló una fuerte actividad internacional con el objetivo de seguir desgarrando el avasallante bloqueo diseñado por Washington como parte de la estrategia de aislamiento del país en el marco de su política de derrocamiento del gobierno del presidente Nicolás Maduro.

Romper la exclusión que se pretendía aplicar a Venezuela, requirió del aprendizaje, desarrollo y práctica de una adecuada metodología y un inteligente esquema de trabajo que abandonara algunos de los moldes tradicionales de la diplomacia, a fin de encarar exitosamente el nuevo momento que se comenzó a vislumbrar a mediados del año pasado, cuando se observaron las primeras manifestaciones del fracaso de la política de aislamiento de Venezuela en el plano internacional.

Las radicales medidas tomadas incluyeron la decisión de contraer el papel de la Cancillería designando sucesivamente a dos titulares de bajo perfil y poco manejo político: Félix Plasencia (agosto 2021-mayo 2022) y Carlos Faría (desde entonces) para producir una mayor centralización de la política exterior a fin de dar conducción al difícil momento que vive el país. Ello se ha verificado a partir de la acción personal del presidente Maduro, la vicepresidenta Delcy Rodríguez y el presidente de la Asamblea Nacional Jorge Rodríguez, en quienes ha recaído -desde los primeros meses del año 2021- el peso total del diseño y ejecución de las relaciones internacionales.