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domingo, 21 de octubre de 2018

¡Si el presente es de lucha, el futuro es nuestro!


Una somera revisión de la prensa internacional transmite espeluznantes acontecimientos que precisamente están orientados a eso: generar un miedo, una ansiedad y una desesperanza que induzcan a pensar que todo está perdido, que no hay posibilidades de reversión de la espiral retrógrada y que, finalmente la tesis de Fukuyama de que la historia había llegado a su fin se está concretando 25 años después. 

El problema es que la epidemia no solo afecta a aquellos que hacen loas al capitalismo, hoy la humanidad está en verdadero peligro. Como señaló el presidente de Cuba Miguel Díaz Canel en su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas, el capitalismo ha hecho posible que “…el 0,7% más rico de la población pueda apropiarse del 46% de toda la riqueza, mientras el 70% más pobre solo accede al 2,7% de la misma; 3.460 millones de seres humanos sobreviven en la pobreza; 821 millones padecen hambre; 758 millones son analfabetos y 844 millones carecen de servicios básicos de agua potable”. Todo esto ocurre en un mundo en el que existen recursos suficientes para que no suceda. El gasto militar del año 2017 fue de 1.73 billones de dólares según el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI, por sus siglas en inglés), mientras que el Foro Económico Mundial (FEM) calculó que las necesidades para acabar con la pobreza en el planeta ascienden a 1.5 billones de dólares, o lo que es lo mismo, el 1% del PIB global. Es difícil esgrimir estas cifras para propagandizar el éxito de un modelo. Claro, esto es, si suponemos que la riqueza debe servir para garantizar una vida digna para todos los seres humanos, lo cual es evidente que el capitalismo no se propone. La ganancia desigual, la acumulación de riqueza y el lucro, son los objetivos y la explotación, la expoliación y la guerra los instrumentos para lograrlo en este mundo de “éxitos”.