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homenaje al Profesor Demetrio Böersner, profesor y maestro.
La historia de América Latina y el Caribe de los dos últimos siglos está cubierta por la implementación de modelos de intervención imperial en sus asuntos internos. Desde su irrupción como potencia dominante a nivel global a fines del siglo XIX, Estados Unidos inició el proceso de institucionalización de la intrusión y el sometimiento en los países del sur del Río Bravo, sin embargo muy pocos años después de su Declaración de Independencia el 4 de julio de 1776, comenzó su proceso de expansión y avasallamiento.
Thomas Jefferson quien fue elegido presidente en 1800, curiosamente en representación de un partido que se llamaba republicano-demócrata, fue exponente de una doctrina de expansión que miraba más allá de las fronteras naturales del río Mississippi (al oeste) colonizadas por Francia desde 1763 en territorios en los que habitaban sus pueblos originarios, y hacia el sur, que era una posesión española. Dada su debilidad por la desastrosa guerra que libraba en Haití, Francia se vio obligada a vender la Louisiana a Estados Unidos. Fue el inicio de una expansión que rápidamente tomó rumbo sur con la mirada expresamente orientada a la obtención de Cuba. Después de utilizar diversos instrumentos como la conspiración, el apoyo y aliento a la rebelión en pro de la secesión de colonos que había introducido en territorio español y la intervención militar directa, logró la apropiación de la Florida en febrero de 1819. Fue el comienzo de 200 años de horror.
En 1829 y a pesar que el Tratado Adams-Onis que le había permitido apropiarse de la Florida aceptaba implícitamente la soberanía española sobre Texas, Estados Unidos inició nuevamente la conjura para apropiarse de ese rico territorio mexicano. Nuevamente, mediante la introducción de colonos a partir de 1821 fue creando las condiciones para la apropiación de esa región. En 1836 los texanos de origen estadounidense se alzaron con el apoyo del país del norte y se declararon independientes, lo cual fue reconocido por el Congreso de la Unión Norteamericana en 1837, con ello se inicia la expoliación mediante la guerra, de un territorio que significa el 15% del área actual de Estados Unidos y de la de México, comprendiendo la totalidad de los estados de California, Nevada y Utah y partes de Arizona, Colorado, Nuevo México, Wyoming, Oklahoma y Kansas.
La anexión de Texas potenció la ambición intervencionista de los intereses de expansión. El triunfo de la burguesía y el capitalismo emergente en la Guerra de Secesión contra el latifundismo esclavista no impidió la búsqueda de nuevos territorios para ampliar la frontera agrícola del país. Así, comenzó a aplicarse la doctrina de “Destino Manifiesto” que justificaba la aplicación de estas políticas. En 1855, William Walker, un mercenario financiado por intereses texanos invadió territorio centroamericano. El gobierno de Estados Unidos se hizo de la “vista gorda” ante las protestas de las naciones violentadas y de Gran Bretaña con quien había firmado un pacto de no agresión para la región en 1850. Así mismo, en 1849 y 1850 apoyó con financiamiento y armas a otro mercenario, esta vez el cubano Narciso López con el fin de que se apoderara de la isla y la anexara a Estados Unidos.
Las décadas finales del siglo XIX introducen la fase imperialista en la política de Estados Unidos. Con ello, comienza el proceso de institucionalizar su dominio y jugar un papel de “arbitro” en los conflictos entre países de América Latina, -la mayoría heredados de la colonia y aún sin solución- a través de la creación de las conferencias panamericanas que se propusieron eternizar el pensamiento monroista en la región. Después de desplazar a Gran Bretaña como potencia hegemónica en la región, Estados Unidos intervino en Cuba, ocupó Puerto Rico y conspiró con los secesionistas de Panamá para desprender ese territorio de Colombia y crear un nuevo país con idea de que las nuevas autoridades compradas a fin de apuntalar sus intereses, le cedieran el territorio necesario para construir el canal creando una ruta que le facilitara su voracidad imperial comunicando sus costas del Pacífico y el Atlántico.
Fueron años en que se aplicaron la política del gran garrote y la diplomacia del dólar. Volvió a intervenir en Cuba en 1906 y se puso de lado de las potencias europeas en la agresión contra Venezuela en 1902 siendo cómplice de la usurpación de territorio venezolano por parte de Gran Bretaña. Ocuparon República Dominicana en 1905 asumiendo el control de las aduanas de ese país. Eran tiempos del corolario Roosevelt a la doctrina Monroe que le auto concedió el papel de “policía internacional”.
En 1909 apoyaron el conato de golpe de Estado contra el presidente liberal de Nicaragua, José Santos Zelaya, pero ante el fracaso de la intentona envió barcos de guerra al país centroamericano, lo cual provocó la caída del presidente y la instalación de un gobierno proclive a los intereses imperiales que entregó las aduanas a un administrador estadounidense. En 1910 intervinieron en Haití, ocupando la banca de ese país y manejándola a partir de intereses financieros propios. Volvieron a invadir Nicaragua en 1912 y 1931. En 1915, los marines gringos regresaron a Haití para permanecer 18 años, imponiendo una Constitución redactada en Washington. En una ocasión y ante las protestas del pueblo haitiano por la intervención imperialista en su país, asesinaron a mansalva a 3000 ciudadanos. Un año después, en 1916, ocupó la otra parte de la isla la Española, en República Dominicana estuvieron ocho años, tiempo durante el cual las fuerzas armadas imperiales asumieron el mando directo del país, estableciendo una brutal dictadura. Las aduanas fueron afanadas hasta 1940. En los dos países, los intereses azucareros estadounidenses aprovecharon la situación para controlar y extender su dominio sobre la industria azucarera.
Al producirse el triunfo de la revolución mexicana de 1910, como era de esperar, Estados Unidos se puso de parte de los latifundistas y otros sectores de grandes propietarios, incluso el embajador Henry Lane Wilson conspiró con el general Victoriano Huerta para apresar y asesinar al Presidente Madero. En 1914 los marines intervinieron en México, pero se vieron obligados a retirarse por su interés primordial de participar en la primera guerra mundial. Las relaciones entre Estados Unidos y México se mantuvieron en el marco de una fuerte tirantez y bajo amenaza imperial permanente hasta 1933, en los prolegómenos de la segunda guerra mundial.
Durante este período, actuaron militarmente en Panamá en 1908, 1912 y 1918, en Honduras en 1909 y en Nicaragua (como se dijo antes) en 1912 quedándose hasta 1933 cuando instalaron a Anastasio Somoza con la orden de asesinar al General de Hombres Libres Augusto. C. Sandino a quien no le perdonaban haber sido el primer latinoamericano que dirigió un ejército popular hasta derrotarlos militarmente y expulsarlos del territorio de su país.
Tras su retirada física de estas naciones motivada por la necesidad de una nueva política que le significara apoyos en su cruzada durante la segunda guerra mundial, instaló y/o apoyó dictaduras leales a sus intereses, las que utilizaron la represión, la tortura y el asesinato como medio de aplicar la democracia made in Estados Unidos. Son los casos de Rafael Leonidas Trujillo en República Dominicana, Gerardo Machado en Cuba y Juan Vicente Gómez en Venezuela, todo con el objetivo de aislar a la revolución mexicana e impedir que su ejemplo se propagara por la región.
En ese intertanto, complotaron junto a la Standard Oil Company para enfrentar a Bolivia con Paraguay que a su vez era respaldada por la Shell, en el conflicto del Chaco que derivó en una guerra fratricida entre los dos países, bajo la defensa de supuestos intereses nacionales que ocultaban las contradicciones imperialistas por intereses energéticos de las transnacionales, mientras hipócritamente, Estados Unidos jugaba a ser mediador en el conflicto. (Continuará)