El triunfo de la Revolución Cubana el 1° de enero de
1959 irrumpió como un vendaval en el planeta, en particular en América Latina y
el Caribe. Se vivía una etapa caracterizada por un sistema internacional
bipolar rígido que se trastornaba tan solo ante la posibilidad de cualquier
vaivén que pusiera en entredicho los severos mecanismos de control tácito que
cada polo de poder, Estados Unidos y la Unión Soviética habían establecido como
forma de “ordenamiento” del sistema jurídico internacional.
Estados Unidos entendió con mucha rapidez la
profundidad y alcance de la Revolución Cubana. Casi desde el mismo 1° de enero
de 1959 comenzaron sus acciones agresivas en contra de la Isla. Las mismas se
manifestaron en el terreno del sabotaje
económico y financiero y en el militar a través de agresiones directas y el
apoyo a acciones terroristas que afectaban a ciudadanos y bienes cubanos.
El 4 de marzo de 1960, Estados Unidos estuvo tras la
voladura del barco francés La Coubre, en el puerto de La Habana. Este criminal
atentado ocasionó 101 muertos, entre ellos varios franceses, mas de 200 heridos
y numerosos desaparecidos. Al año siguiente se intensificaron los actos terroristas, que incluyeron la quema de
cañaverales durante la zafra azucarera, el sabotaje a fábricas y ataques de
diversos tipos contra la economía. En estas acciones fueron asesinados 281 ciudadanos, en su
mayoría campesinos, mujeres y niños, así como milicianos y jóvenes voluntarios
que participaban en la Campaña de Alfabetización.
Así mismo, el 29 de junio de
1960 las transnacionales Texaco, Esso y Shell, tradicionales suministradoras de
petróleo a Cuba, interrumpieron el suministro del producto y se negaron a
procesar el crudo adquirido en la Unión Soviética como resultado de las
presiones ejercidas por el gobierno de Estados Unidos. En otro ámbito, a través
de la ley pública 86-592 de 6 de junio de 1960 se autorizó al Presidente de Estados Unidos
a determinar la cuota azucarera cubana para el resto de 1960. A partir de esto,
el Presidente Eisenhower redujo las
importaciones de azúcar cubana en un 95%
durante ese año. Como colofón de esta escalada agresiva, en abril de 1961, un
importante contingente de mercenarios organizados, entrenados y armados por la
CIA invadió el territorio de Cuba a fin de derrocar al gobierno revolucionario.
En menos de 72 horas el pueblo cubano derrotó la intentona que tuvo siempre el
apoyo logístico de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos.
En el funeral de las víctimas
de los bombardeos aéreos que sirvieron como preludio a la agresión, en una
multitudinaria manifestación. Fidel Castro proclamó el carácter socialista de
la Revolución Cubana. La guerra fría se había trasladado al continente
americano. Ahora, la centenaria ambición de Estados Unidos de apoderarse de
Cuba se insertaba en la lógica del mundo bipolar. En fecha tan antigua como
1805, Thomas Jefferson al entregar la presidencia de Estados Unidos le dijo a
James Monroe “Nosotros debemos tener las Floridas y Cuba…”. El argumento lo
daba el mismo Jefferson ese mismo año en carta al Embajador francés en
Washington cuando le informaba que la ubicación de Cuba “es necesaria para la defensa de Luisiana y
la Florida”.
Con estos antecedentes que
habían llegado a su punto cúlmine con la invasión en Playa Girón, en abril de 1962, el líder soviético Nikita
Jruschov arribó a la conclusión que Estados Unidos intentaría nuevamente una
agresión en gran escala contra Cuba, pero que esta vez sus Fuerzas Armadas
tendrían una participación directa a fin de asegurar el éxito en la operación. La pregunta era qué podía hacer la Unión
Soviética para evitarlo considerando la gran distancia que la separaba de Cuba
y las complicaciones que ello significaba dada la cercanía geográfica de ésta
con Estados Unidos.
En ese momento, Estados Unidos
desarrollaba la “Operación Mangosta” con el objetivo de atacar a Cuba. Desde su
aprobación por el presidente Kennedy en noviembre de 1961 hasta enero de 1963
se realizaron 5780 acciones terroristas contra la isla caribeña, tal como lo
señala el investigador Rubén Jiménez Gómez en un pormenorizado estudio que el
diario Granma de La Habana ha publicado en 23 entregas hasta ahora.
Según Jiménez, el 10 de abril
de 1962 el presidente Kennedy le ratificó al líder contra revolucionario José
Miró Cardona “la disposición de su Gobierno de resolver el
problema cubano por medio de las armas”. Ello dio paso a un infinito número de
preparativos tanto en acciones de desestabilización en territorio cubano, como
entrenamientos y maniobras en otras regiones del Caribe para crear condiciones óptimas para la
invasión.
Por su parte, a los líderes soviéticos les
preocupaba el emplazamiento en Turquía de cohetes con cargas nucleares
dirigidos contra la URSS los que sólo demorarían 10 minutos en hacerse presente
en su territorio. Los cohetes Júpiter con un alcance de 1500 KM. se encontraban
en número de 15 en Turquía, pero se habían hecho acuerdos similares con Italia
para instalar 30 Júpiter y con Gran
Bretaña donde se planeaba ubicar 60 Thor, todos ellos apuntarían contra el
Estado soviético. Jruschov pensó que podía “pagarle a Estados Unidos con la
misma moneda” e instalar cohetes en secreto en Cuba, porque en esas condiciones
un ataque estadounidense contra la Isla podría ser considerado un ataque contra
la Unión Soviética y en esa situación se imponían otras reglas de juego, pues
no pensaba el dirigente soviético que se pudiera producir un irracional ataque
estadounidense contra objetivos que estaban bajo su protección y control
Después de mucho reflexionar sobre el tema y de
consultas a sus principales asesores militares y civiles quienes no tenían una
opinión homogénea, Jruschov “llegó al convencimiento de que no era posible
garantizar la defensa de Cuba con armamentos convencionales, solo los cohetes
nucleares podían resultar un medio seguro para contener una posible agresión” de acuerdo a lo que señala Jiménez en el
artículo antes mencionado.
En ese marco, el 21 de mayo de 1962 se efectuó en
Moscú una reunión del Consejo de Defensa a la que fue invitado el Embajador en
Cuba, Alexander Alexeiev. El Consejo era presidido por Nikita Jruschov en su
calidad de Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas de la URSS. Ahí se discutió
acerca de cómo reaccionaría Cuba y su líder Fidel Castro ante la propuesta de
instalar cohetes soviéticos en su territorio como medio para su defensa y
seguridad ante la inevitable agresión armada que Estados Unidos preparaba. El
Embajador Alexeiev era contrario a la idea y opinó que el máximo dirigente
cubano la rechazaría. Jruschov expuso que todas las evidencias confirmaba la
inminencia de un ataque estadounidense contra Cuba, que no tenía dudas de cual
iba a ser la respuesta de su pueblo ante tal hecho pero que “era necesario emplear un medio de disuasión que hiciera
comprender a los norteamericanos que si atacaban a Cuba no solo tendrían que
vérselas con un pueblo indomable, sino también con todo el poderío militar de
la Unión Soviética, y resumió que semejante medio de disuasión solamente podía
ser el arma nuclear.” Según su opinión “esa operación no perseguiría
el objetivo de desencadenar una guerra, sino solo el de contener al agresor”.
Dada la importancia y trascendencia del tema, en
esa reunión no se tomó una decisión, sólo se creó un equipo de trabajo para
preparara una propuesta. A cargo del mismo fue designado el jefe de la Dirección de Operaciones, mayor
general Anatoli Gribkov.
El 24 de mayo se reunió nuevamente el Consejo de
Defensa de la URSS. Se discutió el documento preparado por el equipo del
General Gribkov que proponía crear una Agrupación de Tropas Soviéticas de hasta 53 00 efectivos, compuesto de
unidades de las Fuerzas Terrestres, la Fuerza Aérea, las Tropas Coheteriles Estratégicas,
las Tropas de Defensa Antiaérea, la Marina de guerra y Aseguramientos
Combativos.
Después de un profundo debate el documento fue aprobado,
pero se ratificaría después de recibir la aprobación de Fidel Castro, por lo
que se enviaría una comisión a Cuba para efectuar conversaciones. Con ello, se
había dado inicio a la “Operación Anadir”
CONTINUARÁ