A
comienzos del siglo XX, Estados Unidos ambicionaba construir un canal que uniera
los dos océanos. Había dos propuestas: Panamá y Nicaragua. El magnate y
publicista de los medios de comunicación William Randolph Hearst hizo lobby a
favor de Panamá y para ello no tuvo inconveniente en divulgar fotos donde se
mostraban gigantescos volcanes en erupción en Nicaragua , lo que hacía poco
favorable construir el canal en esa nación. El único problema es que las fotos
no eran de Nicaragua, sino del Mont Pelée que había hecho erupción el año 1902
en Martinica destruyendo completamente la ciudad de Saint Pierre. En esta época no existía ni la televisión, ni
los satélites, tampoco Internet.
En
el año 1982, el Secretario de Estado estadounidense, Alexander Haig, mostró
fotos en la ONU
con las que se documentaban matanzas ordenadas por el gobierno sandinista en contra de indígenas
miskitos. Después se supo que en realidad las fotos eran de quemas de cadáveres de personas asesinadas
por la dictadura de Somoza. Según refiere Fabián Escalante en su libro “Operación Calipso” la embajadora estadounidense en la ONU, Jeane Kirkpatrick
afirmaba que más de 250 mil miskitos se encontraban hacinados en “campos de
concentración sandinistas”. En realidad, para la época, los miskitos eran un
poco más de 100 mil y nunca se pudo demostrar la existencia de tales campos de
concentración. Para la fecha ya existía la televisión, pero aún no había
Internet.
En
1989 una revuelta popular “asqueada” por las imágenes de una matanza producida
en la ciudad de Timisoara, Rumania, generó -una semana después- un golpe de estado que derrocó y luego
asesinó al Presidente de ese país Nicolae Ceaucescu. Según se supo después, la
supuesta masacre de Timisoara fue un montaje realizado desenterrando cadáveres
de una fosa común. Es un hecho ampliamente conocido y aceptado. Así mismo, la
transmisión “en vivo” por televisión de la ejecución de Ceaucescu tampoco fue
veraz, la misma fue grabada, editada y emitida días después.
Fue
una de las primeras transmisiones “en vivo y en directo” de hechos políticos
y/o bélicos a los cuáles después nos acostumbraron transmitiendo falsas
imágenes de la guerra del Golfo Pérsico, la de los Balcanes y la fallida
invasión en Somalia, donde los marines estadounidenses -como siempre- fracasan
en el terreno, pero los salva la abrumadora superioridad tecnológica y la vía
libre para cometer excesos, violar el derecho internacional y los derechos
humanos, para -como siempre- resultar vencedores en Hollywood.
En
2003, nos atiborraron hasta el cansancio con noticias en las que nos hablaban
de las armas nucleares con las que Saddam Hussein iba a destruir a Occidente.
El 17 de julio de ese año, el Presidente George W. Bush y el Primer Ministro
británico Tony Blair dieron una conferencia de prensa conjunta que nos permitió
entender que finalmente lo que se estaba imponiendo era la retórica
maquiavélica que establece que “el fin justifica los medios”.
En
dicha conferencia, Bush evadió la pregunta acerca de si él se responsabilizaba
personalmente por su errada declaración acerca de que Irak buscó uranio en
África. Su respuesta fue: "Me hago
responsable de poner a nuestras tropas en acción. Y tomé esa decisión porque
Saddam Hussein amenazó nuestra seguridad y era una amenaza para la seguridad de
otras naciones. Me hago responsable de tomar esa decisión, la difícil decisión
de formar una coalición para eliminar a Saddam Hussein, porque la inteligencia -no
sólo nuestra inteligencia, sino la inteligencia de este gran país (Inglaterra)-
probó claramente que Saddam Hussein era una amenaza para la seguridad y la
paz."
En
otras palabras, alabó sus acciones como Comandante en Jefe de las Fuerzas
Armadas de Estados Unidos e insistió en asegurar que serían encontradas armas
de destrucción masiva en Irak eludiendo contestar a una pregunta directa. Unas
pocas horas antes, el Primer Ministro Blair había dicho ante el Congreso
norteamericano "Si estamos
equivocados, la guerra iraquí fue justificada aún si las armas prohibidas -la
excusa más importante para la guerra-, no son encontradas en Irak." Un
panorama diferente presentado por los dos líderes. Blair diciendo "Si nosotros estamos equivocados"
y Bush declarando "Creo firmemente
que Saddam trataba de reconstituir su programa de armas nucleares. Y la verdad
demostrará que ésta fue una buena inteligencia. No tengo la menor duda".
En este caso, ya ni siquiera era necesaria la cobertura mendaz y engañadora que
aportan los medios de comunicación. Se imponía una lógica del poder, la mentira
provenía del propio jefe imperial, que se creía como todos los de su
investidura “destinado por la providencia” para pasar por encima de la verdad y
las leyes.
Aquí,
ya no era la televisión, ni los satélites, bastaba con decir que las acciones
imperiales se sustentaban en información proveniente de “fuentes de
inteligencia”.
En
este último caso, la mentira llegó a su mayor descrédito cuando el Dr. David
Kelly -un científico involucrado en la elaboración del expediente británico que
aseguraba la búsqueda por Saddam de uranio en África- se suicidó muy cerca de
su propia casa. Kelly fue nombrado como la fuente incógnita que había informado
a la oficina del Primer Ministro Blair, en cual a su vez había exagerado los
informes sobre armas de destrucción masiva de Saddam Hussein. Dichos informes
aseguraban que Saddam podía desplegar un ataque en cuarenta días, y fueron lo
que se usaron para justificar la invasión de Iraq. Como es sabido, las armas de
destrucción masiva nunca aparecieron. La Comisión oficial designada para investigar la
muerte de Kelly concluyó que éste se
había suicidado cortándose la arteria cubital de la muñeca izquierda. Desde un
primer momento la versión oficial fue muy cuestionada.
Ahora,
nos quieren hacer creer, sin que haya pruebas ni conclusiones de una
investigación seria hecha por alguna comisión independiente que la masacre de
Houla perpetrada en Siria el pasado 25 de mayo en la fueron asesinadas 108
personas, 49 de ellas niños y 34 mujeres, fue obra del gobierno sirio.
De
inmediato, las potencias occidentales se apresuraron a culpar a dicho gobierno
por el macabro hecho. Estados Unidos, Gran Bretaña, Canadá, Australia, Francia,
Alemania, Italia, España y Holanda expulsaron el 29 de mayo a los diplomáticos
sirios en sus países El canciller británico aprovechó de afirmar que los países
involucrados en las expulsiones, también exhortarán para que se apliquen
mayores sanciones a Siria.
Todo
el mundo sabe, aunque los medios de comunicación, los satélites y toda la parafernalia
mediática imperial digan lo contrario, que contra Siria de ha desatado una
feroz guerra dirigida por las putrefactas monarquías árabes, con la aprobación
de las potencias occidentales, cuyo fin ulterior es aniquilar al gobierno iraní
para avanzar hacia su objetivo final: aislar a China y Rusia e impedir que puedan
transformarse en actores decisivos del futuro escenario internacional.
Como
siempre contarán para ello con sus grandes medios de comunicación, sus
satélites y con Hollywood, los que construirán una nueva “verdad” tal como lo
han venido haciendo desde hace más de un siglo porque finalmente “el fin
justifica los medios”