Esto condujo a que en
algunos territorios habitados desde tiempos inmemoriales, sus pueblos
advirtieron de pronto, que sus espacios geográficos habían sido divididos por
líneas fronterizas sobre las cuáles no les consultaron. Por ejemplo, los herero
viven ahora en Angola, Botswana y Namibia; los afar en Djibuti y Etiopía; los
acholi en Uganda y Sudán. En todos estos países conviven diferentes pueblos
originarios y tribus con características propias y culturas, lenguas,
tradiciones y religiones diferentes entre sí. Algunas de ellas quedaron
divididas entre dos y a veces tres potencias coloniales y, después de la
Independencia, en estados nacionales. Así mismo, naciones sin identidades
comunes quedaron integradas por vía de la fuerza bajo un mismo dominio colonial
que devinieron en países con unidad territorial, pero no cultural, étnica,
lingüística ni religiosa al acceder a la Independencia. Ese proceso se mantuvo
a través de la historia, lo cual condujo a conflictos y guerras que heredaron
los estados nacionales en períodos posteriores a la Independencia. Por ejemplo,
Libia es la unión colonial de Cirenaica, Tripolitania y Fezzan o Sudán, donde
convivieron 570 grupos étnicos, los de ascendencia árabe y religión musulmana
en el centro y norte del país y las etnias de raza negra y religión cristiana
en el sur hasta que después de una larga guerra convinieron en configurar la
República de Sudán del Sur en enero de 2011.
Hoy, las potencias
coloniales han vuelto a poner su mirada sobre África. Una serie de hechos
acaecidos en los últimos dos años marcan el nuevo derrotero a seguir a fin de
producir otro reparto que considere las actuales hegemonías y las “necesidades
de distribución” de riquezas no descubiertas cuando se reunieron en Berlín al
finalizar el siglo XIX.
La ya mencionada
partición de Sudán, las intervenciones armadas de la OTAN amparadas por la ONU
en Sierra Leona y Libia para derrocar sus gobiernos durante el año 2011 y los
recientes golpes de estado en Mali en marzo -que devino en la proclamación por
parte de un movimiento político del pueblo tuareg en la secesión de la región
de Azawad- y en Guinea Bissau en abril, dan muestra de una creciente
inestabilidad alimentada por las potencias imperiales que ansían tal situación
para aumentar los mecanismos de control y apropiación de los cada vez mayores
recursos naturales del empobrecido continente.