Los
gobernantes de la España reciente han querido construir la idea de que son un Estado
del “primer mundo”, y que han tenido y tienen todas las condiciones para serlo.
Mienten impúdicamente. España siempre, desde tiempos inmemoriales ha sido un
país parásito. Su economía - por siglos - se ha basado en la expoliación y la dependencia de otros y en la limosna
que han podido recoger.
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Los
reyes españoles durante 3 siglos financiaron sus lujos y extravagancias y se
dedicaron a pagar las deudas contraídas para financiar su genocidio mientras
los pueblos de España eran sometidos a la exclusión y la pobreza.
España
renació apenas a finales del siglo XX, y nuevamente gracias a un factor
externo, esta vez de la mano de Alemania –o mejor dicho de su bolsillo-. Hoy,
nuevamente este país y Francia tienen que acudir a salvar a España de la
incapacidad de sus gobernantes, y de su monarquía parásita. Mientras su pueblo
protesta en las calles y hasta los futbolistas hacen huelga por sus sueldos
impagos, los Reyes toman vacaciones en su palacio de las Baleares, y se gastan
decenas de millones de euros en la visita del Papa.
Cobran
su compromiso con el Vaticano, suponiendo que la visita de Benedicto XVI va a
hacer olvidar su difícil situación económica y nuevamente apelarán a los
pueblos de Francia y Alemania para que se sacrifiquen por ellos y paguen su
falsa condición primermundista.