Conferencia dictada en la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas.(UNICACH) Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México, 24 de septiembre de 2004
I. Un nuevo orden
internacional: el mundo unipolar
Los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra
Estados Unidos nos llevan a hacer una revisión de algunos aspectos históricos
relevantes que permiten formular dos posibles causas que explicarían estos actos.
La primera posible causa es de origen externo y se refiere
al resentimiento acumulado contra Estados Unidos por su política de
intervención Estados Unidos está cosechando la respuesta a los tantos agravios
que durante más de medio siglo ha cometido contra los países del tercer mundo.
Se puede decir que las víctimas y sus herederos están devolviendo golpe a golpe
(blow back) todas las invasiones, destrucciones y masacres que ocasionó
la política de fuerza que aplicó Washington desde que se erigió en
superpotencia.
Un importante analista ha dicho “que para saber hacia dónde
vamos debemos revisar cuidadosamente de dónde venimos, ya que la única forma de
evaluar lo que podría ocurrir en el futuro es mirar hacia adelante con base en
lo que sucedió a partir de 1947, cuando Estados Unidos estableció el Acta de
Seguridad Nacional y aún antes de que se iniciara la Guerra Fría”.
La consolidación económica de Estados Unidos posterior a la
guerra hispano-cubano-norteamericana de 1898, en la cual este país comienza su
transformación como primera potencia mundial, obedeció en primer término a su
situación geográfica, vale considerar que en su
territorio continental nunca se ha desarrollado una guerra y que es el único
país capaz de crecer sin dilación debido a que, por esa razón, sus pérdidas
materiales y humanas han sido considerablemente menores que las de otros países
beligerantes.
En segundo lugar, la industria de
guerra, particularmente dinámica, ha revitalizado en repetidas
ocasiones la economía norteamericana por cuanto no está sujeta a las fluctuaciones
de un mercado normal. Sin embargo, la extensión y afianzamiento de la
influencia soviética en Europa y las tendencias pro-socialistas de algunos
movimientos de liberación en Asia, África y América Latina, en el periodo de la
guerra fría, fueron percibidos como una amenaza por Estados Unidos,
profundizando su política intervencionista con el fin de garantizar su
supremacía.
La Doctrina Truman expresó la percepción de la “amenaza
comunista”, declarando que todas las naciones del mundo se enfrentaban,
quisieran o no, a dos alternativas y opuestos modos de vida: “un modo de vida
se basa en la voluntad de la mayoría y se distingue por sus instituciones
libres, gobierno representativo, elecciones libres, garantías para la libertad
individual, libertad de expresión y de religión y ausencia de represión
política. El segundo modo de vida se basa en la voluntad de una minoría: Ella
se basa en el terror y la opresión, elecciones fraudulentas y la supresión de
las libertades individuales...” Esta doctrina cumplía cabalmente con los
propósitos ideológicos del gobierno norteamericano: justificar las acciones
políticas y militares que se estaban desarrollando para consolidar su poder en
su zona de equilibrio y en su zona periférica. Creó alianzas y tratados estratégicos
de control, como la Organización del Tratado del Atlántico
Norte, dirigido a fortalecer el aparato militar del bloque capitalista en
Europa y América del Norte, el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca,
orientado a mantener su hegemonía política en los países de América que
constituyen la parte más segura de su área periférica, la Organización del
Tratado del Sureste Asiático y la Organización del Tratado del
Asia Central, disuelto en 1979, concebidos para frenar la expansión
del bloque socialista en el continente asiático. No obstante esta
estrategia los conflictos comenzaron a aparecer obligando a Estados Unidos a
endurecer sus líneas de acción en una política más profunda.
En este marco el blow back ejecutado por
presuntos terroristas árabes, aparece como la respuesta del nuevo siglo a una
serie de acciones de Estados Unidos a lo largo de los años en que presenciamos
el uso continuo de una diplomacia de fuerza en Medio Oriente, América Latina,
Asia y África: Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia y Chile en la
década de los sesenta y setenta; el involucramiento en la lucha por el
derrocamiento del gobierno sandinista en Nicaragua y el de la Nueva
Joya en Grenada en la década de los ochenta, el bombardeo de la capital
panameña en 1989 para capturar a Manuel Antonio Noriega, el bloqueo
económico de Cuba y las guerras en Vietnam, Camboya y Laos y en el Golfo
Pérsico, punto estratégico este último que representa su fuente más importante
de abastecimiento de petróleo.
Al finalizar la guerra fría, la política de la única
potencia mundial se vio forzada a abandonar los métodos clásicos que aplicó en
el marco del mundo bipolar y los sustituyó por otros que sin embargo perseguían
el mismo objetivo: preservar mercados y fuentes de materias primas, incrementar
las ganancias monopolistas, impulsar y reforzar el capitalismo y garantizar su
posición económica, política, ideológica y estratégico-militar.
Esta política originó la formación de movimientos que se
manifestaban contra la actuación de Estados Unidos, algunos de ellos,
principalmente en países periféricos comenzaron a utilizar el terrorismo como
forma de expresión de sus ideas con el deseo de provocar un cambio en sus
países y en el mundo. El resentimiento generalizado en los países árabes por el
establecimiento de un Estado judío en lo que consideran su territorio, reanimó
el espíritu del Islam de gran influencia en estos países, que además los ha
mantenido unidos en su lucha contra el neocolonialismo.
El
terrorismo se constituye así, tanto en el ámbito interno como en el mundial,
como una vía abierta a todo acto violento e intimidatorio aplicado
sin reserva o preocupación moral alguna. Los fines buscados por esta forma de
"guerra" no convencional pueden ser políticos, religiosos, culturales
y la toma del poder por un medio totalmente ilícito.
En su
sentido más amplio, el terrorismo es la táctica de utilizar un acto o una
amenaza de violencia contra individuos o grupos para cambiar el resultado de
algún proceso político. Ahora bien, puede ser definido de manera más específica
como el uso coercitivo de la violencia. Sin embargo, hay que decir que no se ha
hecho una definición única de terrorismo, incluso en el periodo de la guerra
fría se comenzó a hablar de “terrorismo de Estado” como aquella acción violenta
organizada y ejecutada desde los aparatos de inteligencia de los Estados.
Así, la
administración estadounidense ha declarado la guerra al terrorismo y a todos
los países que protejan a terroristas, en lo que denominó “Operación
libertad duradera”, señaló a Osama Bin Laden como el principal sospechoso de
los ataques y como su protector al gobierno talibán de Afganistán. No obstante,
existe el peligro de que el eventual ataque de Estados Unidos pueda extenderse
a Asia Central, internacionalizando este conflicto. Semejante
decisión puede conducir a trascendentes cambios en el sistema
internacional. La misma define que la disyuntiva entre un mundo
multipolar y uno unipolar se ha resuelto a favor del último. Estados Unidos ha
emergido como única potencia mundial con el apoyo de todos, para luchar contra
el nuevo comunismo ahora denominado “terrorismo″. Las declaraciones de Bush del
11 y 12 de septiembre de 2001 y sobre todo la del día 20 del mismo mes y
año son al igual que la Declaración Monroe y el Destino
Manifiesto del siglo XIX y las 14 medidas de Wilson en el siglo XX el elemento
ordenador y de principios de la política exterior de Estados Unidos para el
siglo que se inicia. Lo que podríamos puntualizar como “paradigma Bush” de la
política exterior de Estados Unidos se caracteriza entre otras cosas por las
siguientes definiciones:
1. La utilización de cualquier arma de guerra que sea necesaria.
2. Las operaciones militares se prolongarán en el tiempo. Según el
Presidente Bush las mismas no tendrán “un paralelo en nuestra
historia”.
3. La obligación de los países de asumir una postura ante la decisión de
Estados Unidos que no deja espacios a posiciones alternativas: “Cualquier
nación, en cualquier lugar, tiene ahora que tomar una decisión: o están con
nosotros o están con el terrorismo”. Es la definición de un mundo falsamente
bipolar. Los nuevos polos serían Estados Unidos y el terrorismo. Ante la
imposibilidad de estar con el terrorismo lo que se ha hecho es imponer por
primera vez en la historia un mundo unipolar
4. La exacerbación de sentimientos nacionalistas y militaristas: “Les he
pedido a las Fuerzas armadas que estén en alerta, y hay una razón para ello: se
acerca la hora de que entremos en acción, y ustedes nos van hacer sentir
orgullosos”.
5. El involucramiento de todos los países y pueblos en el conflicto: ”Esta
es una lucha de todo el mundo, esta es una lucha de la civilización”.
6. La aceptación en el marco de un mundo unipolar que el líder
es Estados Unidos: “Los logros de nuestros tiempos y la
esperanza de todos los tiempos dependen de nosotros”.
7. Finalmente la necesaria inspiración divina encarnada también por Estados
Unidos: “No sabemos cuál va a ser el derrotero de este conflicto, pero sí cuál
va a ser el desenlace (...) Y sabemos que Dios no es neutral”.
Este nuevo
paradigma ha hecho que la agenda política internacional sufriera un cambio
radical puesto que la atención de las naciones se centró primero en las
manifestaciones de apoyo y solidaridad con el gobierno norteamericano y en
secundar su propuesta de conformar una coalición para enfrentar al terrorismo;
sin embargo, ahora la atención gira en torno a la seguridad nacional. Después
de los ataques terroristas a Estados Unidos y antes de la respuesta de éste
contra Afganistán e Irak, la amenaza de una nueva guerra, cambió el sentir de
los gobiernos, quienes se presentaron más cautelosos respecto a la propuesta de
apoyo incondicional que en primera instancia ofrecieron. La prioridad fue
responder a nuevos retos que garantizaran la seguridad nacional y regional,
mediante el intercambio abierto de información, la cooperación de grupos
policiales y la detección de redes de dinero supuestamente ligado al
terrorismo.
Aunque
Estados Unidos ha afirmado que los ataques tienen un origen externo y para ello
dice tener evidencias, que salvo el primer ministro de Gran Bretaña
Tony Blair y en su momento el Presidente de Pakistán Pervez
Musharraf nadie más ha visto, no se puede obviar una segunda causa que va
cobrando fuerza con el desarrollo posterior de los hechos, misma que
obligatoriamente necesita de una importante estructura interna de apoyo.
Esta
segunda causa, puede obedecer a estos factores de origen interno, que sugieren
que los ataques fueron provocados por algún grupo de extrema derecha
norteamericana o ultra conservadores que estaban viendo seriamente afectados
sus intereses. Podría incluso tratarse de una acción mixta de actores internos
y externos que pudieran actuar coordinados o no y en función de objetivos
similares o no, pero con un fin en común cual es causarle daño a quien ambos
consideran su enemigo, cual es el sistema político norteamericano. Esto es lo
que insinúa Michael Moore en su documental “Fahrenheit 911”.
A partir del 11 de septiembre del 2001, se inició un proceso
de configuración de un nuevo orden internacional que hasta esa fecha
tendía a la multipolaridad. Los ataques a las torres gemelas de Nueva York
dieron la pauta para que EEUU, país inmerso en una crisis económica y social y
por tanto viviendo un momento de declive, emergiera como la potencia capaz de conformar
un mundo unipolar basado en la confrontación estratégica, expresada a través de
la intervención en Afganistán y en Irak con la justificación de combatir el
terrorismo. En un instante EEUU retomó su papel de policía mundial pasando por
alto al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, responsable de mantener la paz
y la seguridad internacional y que ante todo promueve la resolución pacífica de
conflictos dejando como última instancia las medidas militares. La
Doctrina Bush se reveló como la determinante de la política exterior
norteamericana, asimismo, la Estrategia de Seguridad Nacional
y la Patriotic Act actuaron como las medidas
para la protección interna del territorio norteamericano aún por encima de los
derechos humanos de sus ciudadanos.
De esta forma EEUU inicia su ofensiva contra el terrorismo y
aquellas naciones que lo encubran. Una vez derrotado el régimen talibán en
Afganistán, sin tener rastro de Osama Bin Laden, y terminada la guerra en Irak,
sin huella de las armas de destrucción masiva, las justificaciones
que dieron pauta para la intervención en dichos países, se han puesto en duda,
lo cual guarda relación con los intereses petroleros de la administración Bush
en el Medio y Cercano Oriente, considerando que Afganistán es país de paso
para el transporte de gas y petróleo, e Irak posee las más grandes reservas
petroleras después de Arabia Saudita.
II. Justificaciones
estadounidenses: petróleo y amas
Estados Unidos tiene una creciente dependencia con el
petróleo importado. Según un estudio publicado en noviembre 2001 por la
Agencia Internacional de la Energía (AEI), en 2020 la demanda
petrolera mundial será de 95.8 mil millones de barriles por día. En ese país, 7
de cada 10 barriles de petróleo consumidos serán importados. La dependencia de
una sola fuente, como la del Golfo Pérsico, hace a Estados Unidos vulnerable a
las crisis en los precios, y a las interrupciones en el abasto. Para evitarlo,
su gobierno busca aumentar el acceso a este recurso en todas las zonas
posibles, incluida América Latina y la costa occidental de África. Dada la
inestabilidad de los lugares con reservas energéticas, la búsqueda se ve
aparejada con el involucramiento militar de Washington para la protección de
los oleoductos y campos petroleros.
No es de dudar entonces que la intervención de las tropas de
Estados Unidos en Afganistán, después de los ataques del 11 de septiembre de
2001, no sólo tuvo como finalidad derrotar al régimen talibán en la lucha
contra el terrorismo, sino que también sirvió a su campaña por acceder al
petróleo mundial. Este fuerte interés por controlar el llamado “oro
negro”, tiene que ver sobre todo con la relación que existe entre algunos
miembros del gabinete de Bush y empresas petroleras norteamericanas. Dick
Cheney, actual vicepresidente, fue funcionario de la firma Halliburton, ésta
ayudó a reconstruir los campos petroleros de Irak, dañados por la
Guerra del Golfo en 1991, el antiguo director de la CIA, John
Deutsch, es miembro en la junta directiva de Schlumberger, la segunda firma de
servicios petroleros después de Halliburton, que también hace negocios con Irak
a través de subsidiarias.
Se debe considerar que el gobierno de EEUU está dominado por
ex directivos del sector petrolero. Condolezza Rice, Consejera para la
Seguridad Nacional, fue directiva del gigante petrolero Chevron, el mismo
Presidente, George W. Bush, antes de dedicarse a la política profesional, fundó
por sugerencia de su padre, la compañía petrolera Arbusto (Bush en inglés) que
luego se transformó en “Bush Exploration”. En la política norteamericana
actual, el controvertido plan energético federal, que supondría, de acuerdo al
Consejo de Defensa de Recursos Naturales, un notable retroceso en la protección
del medio ambiente, fue elaborado con los dirigentes de las grandes industrias
del carbón, petróleo, gas y del sector nuclear. Los intereses de estos grupos
coinciden con los movimientos de la política exterior estadounidense. Al
respecto cabe recordar que en el denominado “eje del mal”, Irak e Irán atesoran
cuantiosos yacimientos de crudo.
Otro argumento que conduce a reafirmar las intenciones
norteamericanas respecto al petróleo y a sus intenciones de dominación mundial,
es el descubrimiento de información falsa utilizada para respaldar la invasión
en Irak. La existencia de armas de destrucción masiva en territorio
iraquí nunca fue sustentada por los inspectores de desarme de la
ONU en sus investigaciones previas a la guerra. Hans Blix, jefe de esa
misión, declaró en enero que su equipo no había encontrado pruebas
de armas prohibidas. Pese a esto, EEUU, secundado por Gran Bretaña y España
lanzaron una ofensiva que duró cerca de tres meses. La teoría de esta
coalición, sin embargo, entró en crisis cuando la Agencia Central de
Inteligencia norteamericana, CIA- aceptó haberse equivocado en datos
entregados al Presidente Bush, y utilizados por éste en su informe a la nación
y al Congreso para respaldar el supuesto que llevara a EE.UU. a la
guerra. Gran Bretaña aseguró tener datos sobre el intento de Saddam Hussein por
obtener uranio para desarrollar armas nucleares en África, afirmación que fue
falsa, como lo reconoció la propia Casa Blanca después de tres meses de
terminada la guerra.
Algunos de los argumentos no comprobados que los dirigentes
de la coalición utilizaron para justificar la guerra contra Irak fueron:
-
Irak iba a adquirir uranio de África para
“reconstruir” su programa de armas nucleares.
-
Irak pretendía importar tubos de aluminio para
desarrollar armas nucleares.
-
Irak conservaba, desde la primera guerra del
Golfo, vastos arsenales químicos y biológicos.
-
Irak tenía hasta 20 misiles que podían cargarse
con elementos químicos y biológicos, cuya capacidad de alcance amenazaba a las
fuerzas británicas en Chipre.
-
Saddam Hussein tenía medios para desarrollar
cepas de viruela.
Los anteriores inspectores de armas
fracasaron e su labor.
-
Los inspectores de la ONU respaldaron
las acusaciones estadounidenses y británicas.
-
Irak obstruía la labor de los inspectores de
armas.
-
Irak podía lanzar un ataque con armas de
destrucción masiva en sólo 45 minutos.
Habría que agregar la dudosa información que el Primer
Ministro británico Tony Blair expresó ante la Cámara de los Comunes
en febrero pasado, acerca de la infraestructura del ocultamiento de las armas,
posteriormente se descubrió que la mayor parte del documento fue copiado de
tres artículos de internet.
Por su parte, el Comité de Inteligencia de la
Cámara de Representantes de EEUU que estudió durante 4 meses hasta 19
volúmenes de documentación oficial secreta empleada por ese Gobierno para
justificar la guerra contra Irak, concluyó en una carta al Jefe de la CIA,
George Tenet, en la cual se afirma que la información usada por los servicios
de inteligencia era muy débil para basar en ella la ofensiva.
III. La consolidación
del mundo unipolar
La ocupación de Irak ha sido difícil para las
tropas norteamericanas que no dejan de sufrir bajas a pesar de haberse
declarado la victoria de la coalición. Grupos de resistencia se oponen a una
colonización de “estos libertadores” y lo han manifestado con
ataques a soldados, personal diplomático y humanitario. Las reglas
del juego han cambiado desde el momento en que Bush decidió actuar
unilateralmente y ahora muchas organizaciones no quieren permanecer en territorio
iraquí, lo que hace más difícil las posibilidades de reconstrucción.
EEUU, después de ignorar el sistema legal internacional
creado al finalizar la Segunda Guerra Mundial y haber intervenido en Irak sin
apoyo del Consejo de Seguridad, presentó ante este organismo una resolución
para legitimar y dar fin a la ocupación, ciertamente los costos económicos y
políticos han puesto en una situación difícil a Bush, lo cual lo ha llevado a
considerar a la comunidad internacional para los trabajos de recuperación. Esto
quedó demostrado en octubre de 2003 al entregar, apoyado por Camerún, España y
Reino Unido, la propuesta de resolución finalmente aprobada el 16 de ese mes
por unanimidad. Bajo este texto se crea una fuerza multinacional bajo “mando
unificado” es decir, estadounidense y otorga a Washington todo el control sobre
la reconstrucción política y económica de Irak. El traspaso de poderes
entre la Autoridad y el Consejo de Gobierno que encarnará una
soberanía simbólica, se hará “cuando sea posible”. EEUU decidió que para el
próximo mes de diciembre habrá elecciones “a la norteamericana” en
Irak. La ONU, continúa destinada a desempeñar un papel secundario, como
dotador de ayuda humanitaria y económica, así como participar en los esfuerzos
para restablecer instituciones nacionales y locales. Kofi Annan, Secretario
General de ese organismo, declaró que la llamada a elecciones “no representa
una gran diferencia en la forma de pensar de la Coalición” y reiteró que
la actual resistencia en Irak seguirá creciendo mientras dure la ocupación.
La ahora llamada Resolución 1511 (2003) fue aprobada por
unanimidad, y legitima el statu quo de ocupación militar, insta a la comunidad
internacional a implicarse militar y económicamente en la estabilización del
país árabe, pero no logra que Rusia, Francia y Alemania se decidan a aportar
tropas y dinero. El triunfo de Washington en el Consejo de Seguridad sin
embargo, no llenó sus expectativas para conseguir un incremento sustancial de
la participación militar internacional y de la ayuda financiera, y aliviar de
esta manera al ejército y a los contribuyentes norteamericanos.
Esta situación amenaza con transformarse en incontrolable.
Hoy todos los medios de comunicación hablan de un nuevo Viet Nam y
aceptan que la presencia de Estados Unidos en Irak es una ocupación del
territorio de ese país. El intento de multilateralizar la reconstrucción,
después de haber unilateralizado la invasión a Irak es una prueba fehaciente de
los instrumentos que se pretenden utilizar para construir un nuevo orden mundial.
Frente a esta situación y las consecuencias que de ella se derivan, cada país y
cada bloque regional busca nuevas alianzas que le permitan una mejor
reinserción en el mundo del siglo XXI.
IV. Buscando
presencia en el nuevo orden
En el contexto de la guerra fría, y después de verse
desplazada por EEUU y la Unión Soviética del escenario
internacional, Europa comprendió que dada la cercanía y
características comunes de su parte occidental, era posible recuperar su papel
protagónico, por lo que en 1950 comienza el proceso de integración que conduce
a lo que hoy se conoce como Unión Europea, compuesta de 15 países pero que
recientemente ha dado paso a la ampliación más ambiciosa de su historia.
Derrotado el sistema soviético, el objetivo de volver a unir el continente
europeo y ganar terreno en la arena mundial se materializa con la incorporación
de 10 países del Este: Chipre, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia,
Estonia, Hungría, Letonia, Lituania, Malta, y Polonia, los cuales son miembros
de la Unión desde el 1° de mayo de este año con lo cual se ha
configurado un espacio político de 500 millones de personas. Sin embargo, la
intervención de EEUU en Irak ha puesto en riesgo esta consolidación al dividir
a los países clave, Inglaterra e Italia, por un lado, Francia y
Alemania y España que cambió su posición desde que Rodríguez Zapatero tomó el
poder por el otro.
Dicha separación de intereses se refleja actualmente en el
proyecto constitucional que pretende la creación de un mecanismo de
defensa con capacidad propia de planificación y con la posibilidad de
actuar al margen del Tratado del Atlántico Norte, OTAN. Inglaterra como
era de esperarse ha mostrado su renuencia anteponiendo su estrecha relación
con la Casa Blanca, de igual forma, el embajador de Washington
ante la Alianza Atlántica, Nicolas Burns, ha dicho que tal supuesto
representaría “la más grave amenaza para el futuro de la OTAN.
Cabe destacar que ya desde 1998, británicos
y franceses formulaban una serie de propuestas comunes, evocando una
"capacidad autónoma de acción", en el sentido de reforzar a la
OTAN, a través de la actuación conjunta.
El actual belicismo de Bush, fracturó la alianza atlántica
entre Estados Unidos y Europa, propiciando la formación de nuevos lazos políticos
que nunca nadie se hubiera imaginado. En el preámbulo de la guerra contra Irak,
Francia, Alemania, Rusia y China, coincidieron en su posición contraria a la
nueva doctrina unilateral de EEUU. Esta alineación da cuenta de una
nueva política de alianzas donde se abandona definitivamente lo ideológico como
elemento aglutinante de voluntades y se cae en el más absoluto pragmatismo que
indica que las acciones internacionales de las potencias se conducen por el
interés nacional por encima de cualquier otra consideración válida en tiempos
del mundo bipolar y de la guerra fría.
En este nuevo contexto unipolar y
globalizado, algunos países de América Latina vieja aliada de EEUU,
con democracias representativas emergentes después de largos años de férreas dictaduras
y con numerosos mecanismos de integración en marcha, buscan una vía alternativa
para hacer frente a la que se consolida como potencia mundial, y es que a pesar
de los avances políticos, la mayoría de los Estados que la conforman aún se
hallan limitados por sistemas de gobierno débiles y por la dependencia
económica. En el actual orden, no sólo se busca el desarrollo y la inserción en
los mercados internacionales, sino más bien ganar terreno frente a la
estrategia antiterrorista y hegemónica de Bush, reforzando la tendencia
multilateral que se perfilaba antes del 11 de septiembre de 2001. En varios
países de Sudamérica se comienzan a desarrollar procesos encaminados a tratar
de ser el contrapeso de EEUU.
En un intento por buscar un lugar en el marco actual, Brasil
y Argentina han replanteado sus relaciones y decidido consolidar el Mercado
Común del Sur, Mercosur a través de una política que hace un llamado a los
instrumentos del multilateralismo, esto es, cooperación internacional, alianzas
estratégicas, oposición a la hegemonía de cualquier tipo e inclusión social.
Estos países con plataformas políticas de centro izquierda,
coinciden en la reformulación de la identidad latinoamericana. Tanto
Luiz Inacio Lula da Silva de Brasil como Néstor Kirchner de Argentina, son
vistos como dirigentes que orientan su gestión hacia la democracia y como los
modelos de liderazgo a seguir en esta parte del mundo. En ellos ha recaído la
responsabilidad de fortalecer el Cono Sur americano, y defender la soberanía
económica y política de América Latina ante proyectos como el Área de Libre
Comercio para las Américas, ALCA.
Lula, manifestó desde su discurso de toma de posesión en el
Congreso Nacional Brasileño, que uno de los objetivos de su gobierno
sería, “estimular los incipientes elementos de multipolaridad de la realidad
internacional contemporánea, así como, la democratización de las relaciones
internacionales, sin hegemonías de ningún tipo”. Kirchner, por su parte,
desde su llegada a la presidencia se comprometió a “abandonar el alineamiento
automático con EEUU” para asociarse con Brasil en una “alianza estratégica”.
Hace unos meses, los dos mandatarios suscribieron el Consenso de Buenos Aires
que materializa y legitima sus objetivos de asociación e integración para el
Cono Sur, sentando las bases que servirán para que ambas naciones encaren los
problemas políticos y económicos que atraviesan.
En Venezuela, Bolivia y Ecuador, por otro lado, la fuerza de
las masas ha logrado en los últimos años orientar el rumbo político de esos
países. El caso de Venezuela es el mejor ejemplo, después de Cuba, de
antineoliberalismo. El gobierno de Hugo Chávez ha sido sin duda uno de los más
controvertidos y ahora consolidados de América Latina, llegó al poder
democráticamente en 1998 y reformó la constitución. Desde el primer momento
encaminó su política a destituir a las viejas oligarquías, redistribuir las
tierras, dotar de servicios gratuitos de educación y salud a la población y
expulsar de la administración de la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) a
las élites. En 2002, su gobierno casi es derrocado por líderes
empresariales, medios de comunicación, miembros de la clase media y militares,
quienes en medio de una confusión entre la crisis económica que se vivía y enfrentamientos
violentos, lograron deponer al presidente por dos días, luego de los cuales,
surgió el clamor popular que desconoció el nuevo poder y exigió la restitución
de su líder.
En Bolivia y Ecuador, la movilización social con una fuerte
participación del movimiento indígena se manifestó en contra de las estrategias
económicas neoliberales de los gobiernos que llevaron a estos países a la
pobreza y al caos social. Primero Ecuador, en 2000, vivió el derrocamiento de
Jamil Mahuad. En 17 meses, el mandatario enfrentó 4 huelgas nacionales que
paralizaron el país, finalmente miles de indígenas apoyados por un grupo de
militares desconocieron al poder ejecutivo e instalaron una junta cívico
militar. Hace unos meses, Bolivia también se encontró en medio de un proceso de
desestabilización social que se rebeló contra un sistema político represivo
y desgastado y un modelo económico ineficaz. En octubre del año
pasado, grupos de campesinos, obreros, cocaleros, mineros y partidos de
oposición se movilizaron contra el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada,
obligándolo a dimitir. A diferencia de Ecuador la movilización se caracterizó
por la respuesta violenta del gobierno, causando 200 muertes.
En este contexto, México no cuenta con una estrategia
definida en su acercamiento y pertenencia a Latinoamérica, ya que por vecindad,
sus políticas se han visto vinculadas a las de Washington, más aún desde la
firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, (TLCAN), con el que
México se convierte en el segundo socio comercial de EEUU, así mismo existe
otro ámbito que los liga indiscutiblemente: la migración. Algunas cifras
revelan que en aquel país hay alrededor de 23 millones de mexicanos,
de las que nueve millones nacieron en territorio mexicano y de éstos alrededor
de cinco millones son indocumentados, (La Opinión, 21 de octubre de 2003)
aunado a los anterior, se encuentra la condición de país puente, utilizado por
la población centroamericana que quiere alcanzar la “estabilidad económica” que
ofrece el líder mundial.
V. La opción de
América latina
Para finalizar y a manera de conclusión quisiera
decir que el 11 de septiembre puso en el tapete de la discusión
internacional la necesidad de recuperar valores básicos asumidos en
todas las latitudes y longitudes de nuestro planeta. Si pensamos que el terror,
y la violencia como respuesta traerán la solución a los problemas de la
humanidad visualizamos un futuro muy oscuro. Los muertos en Estados Unidos el
11 de septiembre de 2001 y los de Afganistán y de Irak en los años posteriores
tienen en común que no participaron en la decisión que los llevó a su último
suspiro. La seguridad global no puede estar en manos de un solo país. Los
mecanismos multilaterales deben ser recuperados para transformarlos en los
ejecutores de las políticas de paz y seguridad.
Ante el triunfalismo que se erigió en occidente tras la
caída del muro de Berlín y que tuvieron su clímax en la idea de que “la
historia había terminado”, se le pone en evidencia hoy una globalización
preñada de mecanismos de exclusión social y una concentración del desarrollo en
determinadas áreas de la tierra, todo esto hace más explícitas las asimetrías
que nos muestran que el mundo tal como existe hoy es inviable. La pobreza
campea hoy por una cada vez mayor superficie de nuestro planeta y ni siquiera
sectores de los países más desarrollados escapan a esta tenebrosa realidad. Hay
quien dice que las grandes divisiones de la humanidad en el futuro y sus
fuentes de conflicto serán culturales. En el propio Estados Unidos el colapso de
la élite WASP ( blancos, anglosajones y protestantes), de los
valores tradicionales que erigieron a ese país y le dieron fuerza y presencia
mundial y la sustitución de éstos por aquellos surgidos desde Hollywood y las
grandes cadenas de televisión, los cuales ponen el énfasis en el consumismo
exacerbado, la promiscuidad sexual, la frivolidad, la violencia y el
incumplimiento de las normas sociales han conducido a ese país a un estado de
desorden que amenaza ser incontrolable. El racismo y la xenofobia que la
masificación de estos valores genera en una sociedad que se ve cada
vez más desplazada por aquellos que motivados e inspirados por las mismas
películas y programas de televisión se proponen llegar al norte y establecerse
para ganarse un espacio de supervivencia, es también un motivo de inquietud
permanente que consideran a estos recién llegados una amenaza de
“otras culturas”.
Es así, que el triunfalismo antes mencionado, que propugnaba
la derrota del principal obstáculo a la expansión desenfrenada del capitalismo,
se vió detenido desde los mismos resultados de la primera guerra del Golfo
Pérsico en 1991. El propio Papa Juan Pablo II ha expresado que el “capitalismo
salvaje” no es una solución para los problemas de la humanidad. El mundo,
entonces se adentró en un caos donde diversas fuerzas pugnaban por construir un
mundo multipolar desde una visión casi universal o unipolar desde la visión
estadounidense. Esa contradicción comenzó a resolverse a partir del 11 de
septiembre de 2001, y recién ahora el mundo comienza a reaccionar, diversas
alternativas se empiezan a construir. En Porto Alegre, Brasil, se acuñó la idea
de que “otro mundo era posible”, pero aún es inexistente una alternativa,
mientras tanto seguimos viviendo en un mundo en conflicto.
Algunos piensan que la solución del problema de la hegemonía
pasa por al solución del problema de la hegemonía cultural y que sólo esto va a
permitir un cambio de la agenda internacional donde elementos inexistentes o de
importancia secundaria en el mundo bipolar cobrarán fuerza y valor en la
actualidad, nos referimos a los problemas ambientales y ecológicos,
los de desarrollo y lucha contra la pobreza, el narcotráfico, las migraciones,
y el tema energético entre otros. Sectores conservadores de Estados Unidos han
afirmado que “el componente tercermundista del multiculturalismo forma parte de
una estrategia política antiamericana y antioccidental” y
esto lo asocian al movimiento negro y femenino de Estados Unidos junto a las
crecientes migraciones de latinoamericanos a ese país, incluso afirman que la
base de las contradicciones de América Latina con Estados Unidos es causa de la
incompatibilidad de los “valores ibéricos tradicionales con el pluralismo
político y la libertad de mercado y, del otro, del inevitable resentimiento del
fracasado con el exitoso”.
Podríamos decir que el norte resiente nuestra
cultura, piensan que les hace daño. Tal vez sea el único elemento en el cual
todavía tenemos posibilidades de luchar y vencer. Nuestros valores culturales han
demostrado ser sólidos. Han resistido más de 500 años de una constante agresión
y hoy, a pesar de los avatares de un mundo caótico y excluyente nos da las
maravillosas armas del saber, de las letras, de los sonidos y los colores que
nos permitirán seguir resistiendo. Independientemente de lo que ha
ocurrido, América Latina y el Caribe continúan enhiestos, en gran medida
gracias a su cultura. Debemos dar otro paso, tenemos la obligación de construir
nuestra utopía, una que nos permita conquistar el espacio que nos hemos ganado,
para seguir existiendo en el mundo del mañana.