Sin embargo, cada presidente trata de gestar una
impronta que señale la especificidad de su gestión y por ende, que lo
diferencie del resto. De ahí que la personalidad del presidente de Estados
Unidos y sus características individuales influyen en su gestión y, en tanto
hablamos de la mayor potencia mundial, ejerce -por cierto- influencia en todo
el planeta.
Bill Clinton fue un presidente instruido, culto.
Según la prestigiosa Universidad George Washington de la capital estadounidense
que desde finales del siglo XIX ha hecho un estudio del índice de coeficiente
intelectual de los presidentes estadounidenses, Clinton ha sido el más
inteligente entre todos sus colegas. Es conocido el relato que hizo Gabriel
García Márquez de su conversación con él, cuando el Premio Nobel fue gratamente
impresionado por el conocimiento del ex presidente estadounidense sobre América
Latina y su literatura. Si el presidente Chávez le hubiera querido regalar el
libro “Las Venas Abiertas de América Latina” de Eduardo Galiano, es muy
probable que le habría comentado que ya había leído tan importante obra.
A Clinton lo sustituyó George Bush, el
presidente más bruto que ha tenido Estados Unidos según el mismo estudio de la
Universidad George Washington. Su proverbial ignorancia, su gran capacidad de
decir cosas incongruentes, sus innumerables frases sin sentido y su
superficialidad rayana en la estupidez al hacer uso de la historia, signaron su
gestión. Eso es público y de todos conocido.
Barack Obama es el término medio. Es un estúpido
ilustrado. Nadie puede dudar de su excelente formación académica en las
universidades de Columbia y Harvard, lo que lo llevó a dictar cátedra en la
Universidad de Chicago. Cuesta entonces, entender cómo es posible que teniendo
los conocimientos que tiene, pueda manejarse con tamaña desfachatez al manejar
elementos de carácter histórico, político y del derecho internacional en la
principal tribuna del mundo.
Sólo tiene explicación
cuando se comprende que habla desde la prepotencia que le da dirigir la mayor
potencia militar del planeta, desde la soberbia del poder imperial y desde la
bobería del que no tiene la razón y la pretende imponer por vía de la fuerza,
la amenaza y el chantaje.
Por eso, repito, es un estúpido ilustrado.
Por eso, tal vez, sólo pase a la historia, como
“La mascota negra de Wall Street” tal como lo llamó Cornel West prestigiado
filósofo, escritor y profesor de la Universidad de Princeton.
No me vayan a acusar de racista. West es negro e
imparte clases en el Centro de Estudios Afroamericanos de dicha universidad. No
hay porque dudar que sabe lo que dice.
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