En septiembre de 2004 se realizó en New York la
Conferencia Especial Sobre el Combate a la Pobreza y el Hambre en el Mundo de
forma paralela a la LIX Asamblea General de Naciones Unidas. El evento, al cual
asistieron representantes de alrededor de 150 países tuvo como siempre loables
intenciones, pero inciertos resultados cuando en el mundo de hoy se trata de
buscar recursos para desarrollar programas sociales y luchar contra la pobreza
y el hambre.
Según Naciones Unidas, más de
1000 millones de personas viven con menos de un dólar al día y 24 mil seres
humanos mueren diariamente por causas relacionadas con el hambre. De esa cifra,
11 mil son niños. En el mundo hay 840 millones de personas que sufren
malnutrición: 790 millones en los países subdesarrollados y 50 millones en los
países ricos.
El objetivo de la Conferencia era lograr un
compromiso internacional para conseguir 50 mil millones de dólares anuales, los
cuales según el Banco Mundial son necesarios para combatir este flagelo.
Lamentablemente, esta iniciativa
no ha tenido viabilidad si observamos lo que ha ocurrido desde la celebración
de la Cumbre del Milenio en 2000, en la cual se estableció como meta la
reducción de la pobreza en el mundo a la mitad para el año 2015 para lo que se
deberían utilizar recursos frescos dirigidos específicamente a este objetivo.
La propuesta planteó “ocho
medidas concretas susceptibles de implementar”, pero no se detalló el contenido
de las mismas. Los recursos necesarios se debieron haber obtenido a partir de
la adopción de mecanismos de control efectivo de los acuerdos suscritos,
incluidos los financieros y por medidas que se encaminaran a incidir en la
resolución de los problemas que causan la pobreza. Algunas acciones concretas
que se propusieron en el evento fueron la supresión de aranceles para las
exportaciones de los países pobres, establecer gravámenes a las transacciones
financieras internacionales, –lo que se denomina Tasa Tobin-, al transporte
aéreo y a los beneficios de las multinacionales. También se
dijo que era menester gravar a los gobiernos de países que generen altos
niveles de gases de efecto invernadero y a las ventas de armas.
Todas estas propuestas son las
que hicieron impensable –desde un primer momento- que la Conferencia pudiera
haber tenido algún éxito. El entonces presidente de Estados Unidos –el mayor
deudor de la ONU- George Bush se opuso rotundamente a esa iniciativa y no
asistió a la Conferencia. Su Secretaria de Agricultura Ann Venemen se pronunció
contra el impuesto global, y aunque parezca increíble expresó que “un impuesto
global es antidemocrático”.
No se trata de ser pesimistas,
pero si revisamos las metas de la Cumbre del Milenio veremos que en datos
brutos la pobreza no ha bajado. Por el contrario, ha aumentado. Para lograr las
metas de la Cumbre del Milenio se deberían haber reducido 28 millones de pobres
por año y sólo se ha disminuido en 2.1 millones anuales. Por otra parte, la
aspiración de lograr para el 2015 la enseñanza primaria universal se ha hecho a
un ritmo tan lento que de seguir así se llegaría al objetivo en el año 2100. La
propuesta de reducir la mortalidad infantil en menores de cinco años se ha
logrado de manera simbólica de 86 a 82 por cada mil nacidos vivos. Siguen
muriendo 11 millones de niños por enfermedades que pueden ser curadas o
prevenidas. Se propuso detener y comenzar a revertir el SIDA y aunque las
muertes por su causa y las nuevas infecciones por el virus de inmunodeficiencia
humana (VIH) se redujeron en 2011 con respecto al año anterior, el progreso
para controlar la epidemia sigue siendo lento, según un informe de la agencia
de Naciones Unidas contra el Sida (Onusida) divulgado el 18 de julio pasado.
Las muertes por esta
enfermedad cayeron de 1,8 millones en 2010 a 1,7 millones en 2011, mientras que
las nuevas infecciones por VIH pasaron de 2,6 millones a 2,5 millones, de
acuerdo con el informe titulado "Juntos vamos a terminar con el SIDA"
presentado en Washington.
Al observar estas cifras, es
normal que cualquier persona se pregunte si es posible solucionar este problema
y lograr un verdadero plan de lucha contra la pobreza y el hambre, y la
respuesta es sí. Recursos existen, sólo se necesita de la voluntad política y
la decisión de los gobernantes de los países ricos.
Veamos. Para movilizar las tropas para a fin de
invadir Irak, el Presidente de Estados Unidos pidió al Congreso 75 mil millones
de dólares para el primer mes de combates, (marzo de 2003). Eso se suma a los
90 mil que ya habían gastado. Para tener una idea clara, la suma de 165 mil
millones de dólares, servirían para construir 5500 hospitales de Tercer Nivel
(es decir que tengan todas las especialidades). Si se calcula que hay 150
países pobres en el mundo, a cada país le podría tocar 37 hospitales (por
ejemplo, en un país como Sudáfrica significaría 4 por provincia, y al menos 3
por cada departamento haitiano). Así, el problema de la salud daría un gran
avance para la humanidad solamente con el dinero que se gastó para movilizar a
las Fuerzas Armadas de Estados Unidos para el conflicto en Irak. Se debe
considerar que la ocupación estadounidense de ese país duró casi 9 años), lo
cual permitiría multiplicar las cifras anteriores por alrededor de 100.
Por otro lado, debemos
recordar que el presupuesto militar de Estados Unidos para el año fiscal 2013 es
de 643 mil millones de dólares, lo necesario para cubrir casi 13 años de lucha
contra el hambre y la pobreza en el mundo según el plan presentado en la
Conferencia de 2004. Es importante comparar esta cifra con los alrededor de 30
mil millones de dólares que el propio Estados Unidos destina a la salud, es
decir menos del 5 % de los gastos militares.
También se deben considerar
los ingentes recursos que los países pobres tienen que destinar al pago de la
deuda y que deben sustraer de la inversión social. A pesar que los países
subdesarrollados han pagado en los últimos 13 años 4.1 millón de millones de
dólares por servicios de la deuda -nótese que son servicios, no amortizaciones,
por lo que la deuda se mantiene y crece- la misma aumentó de 1.4 millón de millones
a 2.6 millón de millones, es decir se han pagado tres veces lo que se debía y
ahora la deuda es el doble.
En resumen, todas las iniciativas que se presenten para mejorar las
condiciones de vida de la humanidad son viables, pero –hay que reiterarlo- debe
haber un compromiso político real de los países ricos por cumplirlas, sino
serán echadas en “saco roto” y los pueblos se seguirán preguntando cuál es el
beneficio real de los acuerdos a que se llega en las conferencias
internacionales e incluso se cuestionarán acerca de la validez de la existencia
de la Organización de Naciones Unidas.
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