Parece inevitable que el mundo entre en un período
de crisis profunda en 2012, aunque su peor momento sea 2013, habida cuenta que
el próximo año será de maduración de las tendencias que se iniciaron en
2008 y cobraron fuerza en 2010, después
que las “paños tibios” implementados por las instituciones financieras
mundiales y las de las potencias no generaran los resultados esperados.
Una de las principales características de esta crisis es su carácter global, afecta a todos los centros de poder, pero no lo hace al mismo ritmo y con la misma profundidad en cada uno de ellos. Mientras Europa avanza hacia una recesión insondable, Estados Unidos y Japón están estancados y se verán enfrentados a graves riesgos como consecuencia de la crisis de la eurozona, China, aunque no manifiesta los problemas de los anteriores, se verá obligada –después de muchos años- a reducir su ritmo de crecimiento.
En ese ámbito América Latina será impactada por la baja de los precios de sus materias primas y por la disminución del consumo de Asia, en particular de China e India
A estos elementos habrá que agregar una posible escalada de las tensiones bélicas en el Medio Oriente que podrían llevar los precios del petróleo a niveles nunca antes alcanzados.
En particular, la situación de la Unión Europea (UE) es especialmente grave. A la debilidad creciente del euro, se suman los problemas de ingobernabilidad generados en la afectación de la inversión social, la intervención de los gobiernos por las entidades financieras y la pérdida de soberanía en favor de Alemania y Francia quienes hoy son los que toman las decisiones. Las tensiones con Gran Bretaña después que ésta asumiera una posición más cercana a Estados Unidos que a Europa vislumbra que, a pesar de las alianzas, la potencia norteamericana aprovecha la crisis para dinamitar al euro fortaleciendo su moneda en detrimento de sus propios socios. Todo esto ha llevado a que parezca inevitable que la UE se reduzca de 27 a 17 miembros.
Esta situación podría llevar a conflictos sociales de pronóstico reservado. Como siempre la crisis recaerá en lo más pobres, pero esta vez se llevará por delante a importantes sectores de clases medias. Se desatarán tendencias racistas y xenófobas buscando culpables donde no están. Caerán, como han caído gobiernos de derecha y social demócratas por igual, porque la crisis no tiene color político. Si de trazar fronteras se trata, habría que escuchar la consigna de los indignados en Estados Unidos cuando dicen “Somos el 99%, no podemos dejar que el 1% nos gobierne y decida por nosotros”.
A nivel de la estructura del sistema internacional, el mundo enfrentará la crisis en condiciones de absoluta debilidad. El G-20 se ha transformado en un mecanismo sin capacidad de generar soluciones al problema y la ONU ha perdido total credibilidad como instancia de debate y toma de decisiones porque han cedido las mismas a los organismos financieros internacionales.
Hay que prepararse, porque el futuro es incierto y parece difícil. Para nosotros, la única manera de salir adelante es a través de una mayor integración y unidad de los latinoamericanos y caribeños independientemente de cuál sea su orientación política de sus gobiernos. Nadie sobrevivirá por si solo en el mundo del mañana.
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