Uno de los temas en el que casi todos los analistas y fanáticos del
futbol coinciden es el de catalogar al Barcelona Futbol Club como el mejor
equipo de España en los últimos años, así mismo como uno de los mejores de Europa
y del mundo. Existen grandes posibilidades que siga conservando las dos últimas
categorías, pero está en grave riesgo que pueda continuar siendo el óptimo de
España. Cualquier lector podría pensar que estas primeras líneas entrañan un
error de análisis imperdonable, pero esa conclusión es la que se deduce al leer
las declaraciones del presidente de la Generalitat catalana, Artur Mas quien opina que "Cataluña siente afecto por
España pero ya no confía en el Estado", razón por la cual se ha propuesto
hacer una consulta soberanista en 2014, utilizando para ello todos los recursos
legales a su alcance.
Mas afirmó que “no hay marcha atrás” en el proceso soberanista y anunció
que antes de finalizar el presente año
dará a conocer la pregunta y la fecha de la consulta para decidir el
futuro político de Cataluña. El presidente catalán no habla desde la soledad de
un sentimiento utópico, toda vez que el 70% de la ciudadanía participó en las
últimas elecciones autonómicas y 107 de los 135 actuales diputados del
parlamento apoyan el derecho a decidir y a hacer una consulta. Mas se ha
propuesto llevar adelante una hoja de ruta hasta la consulta sin que ello
signifique conflicto con el Estado español, pero también se está preparando
para negociar a fin de enfrentar las resistencias que se generarán en España en
particular de la monarquía y las fuerzas armadas. Estos saben que después de
Cataluña podría venir el país Vasco y Galicia, conllevando al temor de un
probable comienzo del fin de un Estado formado por múltiples identidades y unido solo por la
fuerza de las armas, un idioma y un rey impuesto por el último dictador. Refiriéndose a Cataluña, Mas afirmó que: "El
país está vivo, muy vivo. Y reacciona. Se moviliza. Está cansado de una
relación con el Estado a la que no le ve futuro, en las condiciones actuales”.
La consulta ha generado múltiples apoyos al interior de Cataluña. Uno de
ellos ha sido el del emblemático ex jugador y victorioso entrenador del
Barcelona FC Pep Guardiola, hoy dirigiendo al Bayern Munich de la liga alemana.
Guardiola quien defendió por años la camiseta de la selección de futbol de
España, fue enfático al señalar su
posición “Aquí tenéis un voto más para la independencia”. La respuesta no se
hizo esperar, vino de Alfonso Pérez Muñoz, ex jugador del
Barcelona y compañero de Pep en la
Selección, quién en su cuenta de twitter recriminó la postura política de
Guardiola “Con lo que él ha significado como jugador y entrenador del futbol
español… ¿Se alegrará de los
éxitos de la selección? Ya tengo mis dudas.
Decepción total”. Esta es solo una expresión de cómo el tema de la
independencia catalana se instaló en el deporte.
El absurdo reproche de Alfonso Pérez no da cuenta de factores que van
más allá del deporte. La identidad nacional y por tanto el sentimiento nacional
surge de un vínculo mucho más fuerte que el de la ciudadanía, el cual es
expresión de una mera relación jurídica con el Estado. Lo dijo claramente el deportista catalán de hockey sobre hierba Alex Fábregas, quién en los Juegos Olímpicos
de Londres afirmó que: “Juego con España porque
es con quien me toca jugar, no tengo otra opción. Mi sentimiento es catalán, no siento lo mismo escuchando el himno
español que 'Els segadors'” el himno oficial de Cataluña.
En pocas palabras, ciudadanía es la relación jurídica que se establece
con el ente que concede el documento de identidad a fin de permitir que el transcurso por la vida esté
ajustado a la ley, esta misma da la posibilidad de cambiarla o tener
simultáneamente 2, 3 o más ciudadanías. Así mismo, es un vínculo político que
responde a la realidad de un momento histórico concreto. Por su parte la nacionalidad es un vínculo
cultural, religiosos, idiomático, que guarda relación con las tradiciones y las
costumbres de la tierra en que se nació y nacieron los antepasados.
Así, Lev Yashin, la “araña negra” considerado por muchos el mejor
portero de la historia era ruso, pero jugó siempre por la Unión Soviética. Emil
Zatopek, “la locomotora checa”, 4 veces campeón olímpico, nació en Praga en lo
que hoy es la República Checa, pero es considerado un atleta checoslovaco,
gentilicio que hoy no existe. Igual es el caso de Vlade Divac, serbio y Drazen
Petrovic, croata quienes brillaron juntos como miembros de la selección de
baloncesto de Yugoslavia, una de las mejores del mundo en la década de los 80
del siglo pasado. Nunca abandonaron su nacionalidad y mantuvieron su ciudadanía
yugoslava hasta que una guerra absurda sumió a su país desmembrándolo y haciéndolo desaparecer.
Gran Bretaña enfrenta retos similares. El reciente ganador del torneo de
tenis de Wimbledon y número 3 del mundo Andy Murray se identifica como escocés,
no dejará nunca de serlo aunque posea un pasaporte británico. El próximo año
tendrá que votar a favor o en contra de la Independencia. Ryan Giggs, nacido en
Gales, miembro de la selección británica de futbol y estrella del equipo
Manchester United aceptó participar en los juegos olímpicos de 2012, aunque
manifestó que “era un orgullo estar en los Juegos, pero no representar a Gran
Bretaña” Giggs decidió no cantar el himno
británico en los arranques de cada partido aún luciendo el brazalete de capitán.
Así mismo, el golfista número 1 del mundo Rory McIlroy de Irlanda del
Norte deberá decidir por qué país juega cuando su deporte se haga olímpico en
Río de Janeiro 2016, toda vez que su nación –a pesar de ser parte de Gran
Bretaña- tiene un status especial como miembro del Comité Olímpico
Internacional. McIlroy no ha decidido bajo que bandera jugará, lo más probable
es que esté sopesando las consecuencias comerciales de su decisión, un factor
que también está presente en algunos en el momento de optar.
El concepto de identidad ha tenido
múltiples interpretaciones a través de la historia. En general podría decirse que es una categoría
que expresa la igualdad, la uniformidad de un objeto o fenómeno consigo mismo o con otros. En un
antiguo texto sobre filosofía de la identidad, se plantea que ésta más bien significaba la desaparición
de las diferencias. Por el contrario, Hegel al sustentar su concepción
dialéctica, expresaba que todo está en constante movimiento y cambio lo cual
nos permite afirmar que sólo se puede entender la identidad en un momento y
espacio determinado, por tanto hablar de ella es referirse a algo relativo y
temporal.
Por otro lado, la identidad nacional ha entrado en un período
en el cual tiene que comenzar a compartir su espacio con otros aspectos los
cuales configuran características que al comenzar este siglo unen o diferencian
a los seres humanos y que en ciertos casos pasan a ser más importantes que la propia identificación a
partir de la nación. Hoy es común que un
miembro de una organización protectora de los animales se identifique mucho más
con alguien de cualquier nacionalidad que comparte con él ese interés, mientras
que con un connacional que ejecuta acciones contrarias a esa organización no
siente la más mínima identidad. En ese caso, lo nacional ha quedado en un
segundo plano de importancia. El pasaporte o la cédula de identidad que su país
le ha concedido pierden validez, tomando mayor preponderancia aquel documento
que lo identifica como activista de dicha organización.
El proceso de debilitamiento de las falsas
identidades nacionales conduce, -al
mismo tiempo- al debilitamiento de los Estados Nacionales que las han
engendrado. Paralelamente, se van fortaleciendo identidades regionales o
locales que tienen elementos comunes mucho más sólidos que aquellos que, por lo
menos en Europa, llevaron a la construcción nacional y que en la mayoría de los
casos tuvo su origen en pactos y
acuerdos matrimoniales de las familias reales. España permanece unificada en
torno a un sistema monárquico constitucional que le ha dado una cohesión al
Estado, pero, eso no significa que necesariamente exista una férrea identidad
entre un gallego y un catalán, como no la hay entre un escocés y un inglés o
entre un flamenco y un valón en Bélgica.
Los países poderosos que a través de la
historia han jugado a la fragmentación y la secesión y, han construido “estados
nacionales” de acuerdo a sus intereses, tendrán ahora que decidir lo que harán
cuando el fenómeno ha comenzado a instalarse dentro de sus fronteras. En el
escenario de los próximos años, además del mencionado referéndum de Cataluña,
que podría extenderse a otras regiones españolas, Gran Bretaña se enfrentará a la consulta
independentista de Escocia en 2014, Canadá a la propuesta del Partido
independentista de Quebec liderado por Pauline
Marois quien en
el discurso posterior a su victoria
electoral de 2012 planteó la posibilidad
de convocar a un nuevo referendo por la independencia y, hasta en Estados
Unidos, los ciudadanos de Texas han planteado un debate en ese sentido que no
por novedoso, ha cobrado un inusitado interés que ha llevado a que algunos
interesados hayan comenzado a recolectar firmas de apoyo a una velocidad más
rápida de lo que se podría suponer. Es un tema que tendremos que ir observado
en el futuro dadas sus relevantes implicaciones políticas para la estructura
internacional.
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