Las
recientes acciones bélicas de Israel contra territorio sirio ha escalado el
conflicto que se vive en ese país del Medio Oriente, el que involucra a toda la
región. Esta nueva situación ha creado condiciones para suponer que un ataque
en gran escala por parte de la entidad sionista es posible y que la decisión
definitiva al respecto depende más de intereses imperiales globales que de la
propia voluntad de la esquizoide dirigencia israelí, que ha superado su papel
de portaviones de la política estadounidense en la región para transformarse en
un alto mando fuera de control al que Estados Unidos teme ante el riesgo de
destruir su cada vez más frágil capacidad de control y mantenimiento del
equilibrio entre sus aliados sionista y musulmanes, técnicamente enfrentados,
pero que finalmente actúan bajo la égida imperial más interesada en la región como principal
productora de energía y como mayor compradora de armas del mundo que por sus
conflictos internos.
En
esa medida, colocar en el mismo redil a las monarquías árabes dictatoriales y
corruptas con Israel y Turquía parece ser el objetivo primordial de la política
exterior de Estados Unidos para la región. El designio estratégico de largo
plazo es aislar a China de su primera fuente de energía, a mediano plazo
destruir el potencial de Irán como fuerza media que ha elevado su capacidad
tecnológica y militar lo que le ha permitido ejercer una influencia creciente
en la región y, de esa manera cuestionar la hegemonía de los aliados de
Occidente en la misma. Finalmente, en el corto plazo derrocar al gobierno sirio
para impedir su apoyo a la lucha del pueblo palestino y libanés en contra del
enemigo sionista, facilitar el despliegue imperial en la región con la meta de
fortalecer condiciones de supremacía militar y energética para seguir
sosteniendo un mundo unipolar, aún en condiciones de la crisis que vive.
Visto
de esta manera, Siria es, tal como aseguró James Petras “el epicentro de las grandes luchas entre el
imperialismo y antiimperialismo en este momento”. En el contexto internacional
del conflicto, se puede observar una actitud más consecuente de Rusia y
China a la altura de sus
responsabilidades como potencias mundiales miembros del Consejo de Seguridad de
la ONU, por tanto garantes de la paz y la seguridad en el planeta. Siria no se
ha quedado sola como estuvo Libia cuando se produjo la agresión imperial sin
contrapesos en 2011.
En
el plano interno, la voluntad de resistencia del pueblo sirio y de su gobierno
no parece haberse quebrantado, incluso - según
informaciones surgidas en la región de los medios internacionales más
confiables - el gobierno sirio ha pasado a la ofensiva. Son cada vez mayores las
dificultades que enfrenta el ejército mercenario sobre el terreno. Por su parte
las Fuerzas Armadas sirias apoyadas por
el grupo libanés Hezbollah, se dispone a tomar la ciudad estratégica de Al
Qussair.
En este ámbito, el cambio más importante ha surgido de la decisión
de Al Assad de fortalecer a las fuerzas armadas creando una poderosa milicia
popular que enfrente al terrorismo apoyado por Occidente y las monarquías
árabes del Golfo Pérsico.
Por otra parte, los ataques de la entidad sionista contra
territorio soberano sirio, ha puesto en evidencia la alianza de los mercenarios
al servicio de Occidente con Israel. Esto hace desvanecer la idea de que exista
realmente un conflicto árabe-israelí y expone que la verdadera causa de la
confrontación es la actitud agresiva de
Israel contra el pueblo palestino y contra todos aquellos que manifiesten una
decisión soberana y anti imperialista. En ese contexto, Siria ha resultado ser
un valladar difícil de superar.
Los objetivos trazado por Occidente y por Israel con los ataques han
resultado contraproducentes. De inmediato se ha manifestado la solidaridad de
Irán e incluso de Iraq, así como de Hezbollah, principal obstáculo para la
implementación de la política sionista en Líbano y única fuerza que ha podido
causar una derrota militar contundente al ejército israelí en 2006.
La posibilidad de que ante un eventual ataque israelí, las fuerzas
libanesas de Hezbollah abran un frente de combate contra el sionismo
internacionalizaría la guerra en Siria creando un conflicto de dimensiones
nunca alcanzadas, toda vez que podría tocar el propio territorio israelí. De
ahí la gravedad de la situación creada por los ataques israelíes y las
preocupaciones en las altas esferas de Washington y Bruselas.
En ese marco, la decisión europea (aplaudida por Estados Unidos) de
levantar el embargo de armas a los
mercenarios que combaten contra el gobierno sirio contribuye a “echarle más
leña al fuego”. Un problema gradual para Occidente es encontrar el límite entre
lo que ellos mismos denominan “moderados” y “radicales” dentro de la variopinta
gama de opositores armados a Al Assad. El riesgo es que al igual que en
Afganistán y Libia terminen fomentando grupos a los que han denominado
terroristas y que después de llegar al poder se salen del control de quienes los han prohijado.
Todo esto ha mostrado un Obama dubitativo que además está bajo la
presión de sectores ultra conservadores
del partido republicano y de su propia administración que desearían incrementar
el apoyo militar al ejército opositor sirio y a los mercenarios que en número
creciente han tomado el control de las decisiones en las operaciones de
combate. Lo que trasluce es que
“En el fondo, Estados Unidos no tiene apetito por una intervención en Siria,” según la opinión de Aram Nerguizián, analista
del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) en Washington. En
los últimos meses, esta intervención ha sido también rechazada por una gran
mayoría de la opinión pública estadounidense, que no quiere implicarse en otro
conflicto en la zona después de las fracasadas guerras de Iraq y Afganistán.
La reciente experiencia libia obliga a Estados
Unidos a evaluar el riesgo que corre al entregar armas y equipos militares
sofisticados a los mercenarios. De todos es sabido que una de las principales
fuerzas que combaten contra el gobierno sirio es el Frente al Nusra, ligado a
Al Qaeda, organización que aunque suscrita como terrorista por el gobierno
estadounidense, fue aliada del mismo en Libia. Informaciones provenientes de los frentes de combate
aseguran que Al Nusra ha cobrado mayor
influencia dentro de la oposición armada.
Tales armas podrían ser empleadas en fecha
posterior en atentados terroristas en Estados Unidos o Europa. En ese sentido el
antiguo embajador estadounidense en Irak, Ryan Crocker, advirtió la semana
pasada durante una conferencia en la Universidad de Stanford en California, que
su país “no dispone de suficiente información sobre la fraccionada oposición
siria como para intervenir y armarla”.
Sin embargo, según el portal de noticias del canal
de televisión libanés Al Manar, Estados Unidos coopera, “desde hace meses con el
Ejército Sirio Libre y más concretamente con el así llamado Consejo Militar
Supremo y su jefe, el general Salem Idriss, que ha pedido que Estados Unidos
realice bombardeos contra el Ejército sirio y Hezbollah”.
En otro ámbito, Estados Unidos ha conminado a
Rusia a no vender misiles antiaéreos S-300 al gobierno del presidente Bashar al
Assad. Incluso, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu viajó
expresamente a Moscú a fin de impedir que tal negociación se concretara. Sin
embargo, el gobierno ruso confirmó que la operación de envío de ese armamento a
Damasco estaba en marcha. Altos oficiales israelíes han informado que ante tal
eventualidad, Israel haría todo lo posible para que los misiles no lleguen a
estar operativos.
El peligro es grande. Rusia y China siguen intentando la vía de la
negociación como forma de dar fin al conflicto. Una nueva conferencia ha sido
convocada para ser realizada en Ginebra. Sin embargo, Nerguizián es escéptico. Según él “Si la diplomacia fracasa,
Estados Unidos podría comenzar a armar ciertas facciones de militantes sirios,
pero entonces esto se convertiría en una guerra a través de terceros contra
Rusia e Irán, que podría durar años. Eso supondría un auténtico riesgo,”
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