Antes
de finalizar la segunda guerra mundial, los Estados entendieron que se hacía
necesario crear un nuevo sistema internacional que diera cuenta de los cambios
que habían tenido lugar a partir de la correlación de fuerzas que se había
creado al término de la conflagración. Así nació la Organización de Naciones
Unidas. No fue el fin del mundo estadocéntrico, pero si marcó la irrupción de
un actor que dio origen a relaciones internacionales de carácter multilateral.
Antes, al final de la primera guerra mundial se había creado la Sociedad de
Naciones de efímera existencia.
Los
teóricos han dedicado bastante tiempo a debatir acerca de este tema y acerca de las características del
regionalismo como expresión de una práctica de diplomacia multilateral, su
importancia y trascendencia de cara a un futuro que se estima complejo y
plagado de dificultades en momentos en que según el presidente Rafael Correa
vivimos un “cambio de época”.
El
mundo vivió casi todo el siglo XX en los marcos de un sistema bipolar que a través de los años y de acuerdo a las
debilidades que presentaba se hacía más o menos flexible, más o menos rígido.
Pero, el fin de la guerra fría significó el inicio de una profunda
transformación del sistema internacional que no se produjo en el corto plazo. Las
pugnas por establecer nuevas normas que regularan el sistema a construir desde
una visión distinta, llenaron toda la última década del siglo pasado. Se
expresaron en el espacio global y también en el regional. Nuestro continente no
fue ajeno a tal situación. Ese es el contexto en que nació Mercosur.
Este
organismo internacional surgió el 26 de marzo de 1991 en Asunción, capital de Paraguay y por ello el
Tratado que lo regula lleva el nombre de esa ciudad. El último día de
1994, reunidos en Ouro Preto, Brasil los
cuatro estados miembros adoptaron un Arancel Externo Común (AEC). Antes, en 1985, cuando la democracia había
retornado a Brasil y Argentina después de largos períodos dictatoriales, los
presidentes de ambos países se habían reunido en Foz do Iguazú para firmar el
“Acta de la Integración” primer paso para avanzar hacia lo que después sería el Mercado Común del Sur.
Se
trataba de construir en la región, lo que era imposible en el escenario global.
Al respecto Modesto Emilio Guerrero afirmó que Mercosur “…comenzó como un
bloque defensivo y proteccionista” y al referirse a Brasil y Argentina agregó
que “Sin proponérselo oficialmente, ambas naciones comenzaron a limar viejas
asperezas, conocidas como ´hipótesis de guerra`, fricciones fronterizas y
recelos diplomáticos”.
En
1988, se firmó el Tratado de Buenos Aires que establecía la creación de una
zona de libre comercio entre los dos países en un plazo de 10 años. Eran
acciones que contradecían el rumbo que tomaba el mundo. En ese mismo 1991, -cuando
nacía Mercosur- desaparecía la Unión Soviética y se comenzaba a constituir algo
que –en ese momento- nadie imaginaba las
perspectivas que iba a tener: un trazado distinto para el futuro de América Latina.
No hay que olvidar que durante esos años nuestro país vivió el caracazo en
1989, las rebeliones militares de 1992 y
la posterior destitución del presidente Pérez. La podredumbre del sistema no
era ajena al resto de los países de América Latina que transitaban modelos
neoliberales con grandes dificultades. Las normas del “Consenso de Washington”
permeaban la vida política y económica de nuestras naciones y establecía los
intereses y la política de Estados Unidos
para la región.
Los
últimos años fueron de intensa actividad diplomática en América Latina a fin de
generar una nueva inserción internacional. Ello, se ha manifestado en las
relaciones bilaterales y también en el ámbito multilateral, en particular en
los niveles regionales y subregionales.
Las
posibilidades que aportan las nuevas tecnologías de comunicaciones facilitaron
el proceso. La integración ha ido adquiriendo un carácter más relevante y su
peso ha aumentado con el tiempo en las políticas exteriores de los
Estados. El aumento de la confianza
mutua y la convicción de la necesidad de utilizar vías pacíficas para la
resolución de los conflictos han permitido mejorar las condiciones para avanzar
en ese sentido. En Sudamérica sólo la guerra interna que vive Colombia
-alimentada por Estados Unidos- y rechazada por su pueblo, continúa siendo el
único impedimento para una paz que permita crear todavía mejores circunstancias
a fin de progresar en la construcción de un amplio espacio de integración. Así
mismo, la cimentación de un ámbito válido para el diálogo político, incluso
entre gobiernos de antagónicas posiciones ideológicas, son una muestra de la
plena convicción de nuestros estadistas en la imperiosa necesidad de la
integración.
Sin
embargo, los ataques terroristas en Estados Unidos 11 de septiembre de
2001, sirvieron a ese país para imponer
la unipolaridad como sistema político internacional y el unilateralismo en las
negociaciones económicas y comerciales. No era una buena señal para América
Latina. Los presidentes brasileños Fernando Color de Mello y argentino Carlos
Saúl Menem abanderaban políticas neoliberales. Bajo ese influjo nació Mercosur.
Durante
esos primeros años, no hubo una visión homogénea sobre las perspectivas de la
organización, la inestabilidad fue el
signo más relevante de esos tiempos, sin embargo el Mercosur pasó la prueba de
los años difíciles. Para Brasil, Mercosur siempre fue un proyecto estratégico
de integración de largo plazo, para su proyección invirtió todo el aparato
gubernamental, en particular su Cancillería. La Argentina de Menem, -por el
contrario- privilegió su relación con Estados Unidos, en particular en cuanto a
la construcción del ALCA, su intención de incorporarse a la OTAN en 1999 y su
apoyo al Plan Colombia el mismo año.
Estas
divergencias conspiraron para la transformación de Mercosur en un mecanismo que
además de tener un componente económico, también se expresara en lo político.
Sólo a partir de 2003 cuando Lula llega al gobierno en Brasil y Néstor Kirchner
en Argentina que se comienza a producir un cambio en el mecanismo regional.
Todo ello se potencia con la elección de Tabaré Vázquez como presidente de
Uruguay en 2005. Así surge un discurso común en el bloque económico. Se
empiezan a priorizar los intereses regionales y se plantea reformular la
relación con Estados Unidos, buscando salir de las políticas neoliberales
implementadas durante los años 90 del siglo pasado. Se propusieron reconstituir
el bloque y actuar de manera conjunta en contra del Alca que Estados Unidos
pretendía imponer en la región.
A este Mercosur llega
Venezuela, aunque ésta, no ha sido una iniciativa improvisada. Durante 6 largos
años, el senado paraguayo había vetado su ingreso al bloque regional. En
efecto, el 4 de julio
de 2006
se suscribió el Protocolo de
Adhesión de Venezuela al Mercosur[] mediante el cual se constituyó
como Estado Parte. En la idea de futuro del presidente Chávez y de su gobierno la perspectiva de entrar a
Mercosur ha estado presente desde hace muchos años. La entrada de Venezuela al
mecanismo viene a coronar un esfuerzo que se concretará en la práctica en 2014 cuando el país haya puesto en
funcionamiento los instrumentos que
definen al bloque, básicamente el libre comercio entre las partes y el Arancel
Externo Común.
El ingreso de Venezuela a Mercosur ofrecerá
posibilidades y oportunidades a pequeñas, medianas y grandes empresas para
colocar sus productos con un arancel común en un mercado de 300 millones de
habitantes. El gran reto es superar la unilateralidad de nuestras exportaciones
que son básicamente petroleras y ampliarlas a otros sectores industriales vinculados a la
industria del hierro y la bauxita y a los productos agrícolas. Eso obliga a
nuestros empresarios y al Estado a elevar la productividad y la eficiencia. Una
inserción positiva en Mercosur allanará el camino para generar nuevos y mejores
empleos potenciando nuestros recursos humanos. Esta decisión y su
implementación futura son positivas para el país, sus sectores productivos y
los ciudadanos. Sin duda alguna se ha dado un gigantesco e histórico paso
adelante en el proceso de integración sudamericano.
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