Cuando Bolívar y
los Libertadores nos procuraron independencia y patria estaban distantes de
pensar el salto gigantesco en la historia que habían dado para los países cuya
libertad conquistaron.
Entre los
múltiples significados y las incontables
repercusiones que tuvo para los pueblos de nuestra región ese salto adelante
encarnó la instauración de un nuevo sistema político: el republicano.
En su discurso en
el Congreso de Angostura, Bolívar debate
consigo mismo acerca de los sistemas monárquicos y republicanos y afirma “…me
siento arrebatado de gozo por los grandes pasos que ha dado nuestra República
al entrar en su noble carrera. Amando lo más útil, animada de lo más justo y
aspirando a lo más perfecto al separarse Venezuela de la Nación Española, ha
recobrado su Independencia, su Libertad, su Igualdad, su Soberanía Nacional.
Constituyéndose en una República
Democrática, proscribió la Monarquía, las distinciones, la nobleza, los fueros,
los privilegios: declaró los derechos del hombre, la Libertad de obrar, de
pensar, de hablar y de escribir…”.
Como República
Democrática nos caracterizaba Bolívar en aquel lejano 1819, ni republicanos ni
demócratas son los sátrapas que gobiernan en Arabia Saudita, Kuwait, Bahréin, Omán, Catar, y
los Emiratos Árabes Unidos,
confabulados en la Organización de Cooperación del Golfo. Aquellos que ostentan el poder mundial no se
han molestado en cuestionar que en esos países no existe parlamento, ni
partidos políticos, ni sindicatos, mucho menos elecciones o atisbos de lo que
hoy se asume incluso por nuestras rancias derechas latinoamericanas como
parámetros básicos de la democracia representativa.
Sustentados en la
monumental riqueza surgida de la propiedad de la enorme riqueza energética de
su subsuelo, imponen sus decisiones en la Liga Árabe. Tomaron las decisiones que llevaron a cambios
superfluos en Egipto y Túnez y a los sangrientos bombardeos contra el inerme
pueblo libio, y pretenden hacer lo mismo en Siria e Irán, todos con gobiernos
republicanos. Por supuesto, contaron con el apoyo de la OTAN, algunos de cuyos
miembros, también poseen anticuadas y parasitarias monarquías.
Lejos estaba el
Padre de la Patria de suponer que casi 200 años después las monarquías
seguirían avasallando a los pueblos y tomando decisiones en organismos
internacionales que involucran la libertad y la independencia de otros países
que han adoptado el sistema republicano.
Una de esos
putrefactos estados monárquicos europeos, sumergido en una profunda crisis
económica y financiera, y que se ha asumido como una provincia de Estados
Unidos en Europa, pretende sembrar para siempre su huella repulsiva en nuestro
continente y ha mandado a uno de sus
principitos como cabeza de puente de un contingente militar que en las Malvinas
y el Atlántico Sur crea inestabilidad y zozobra, pretendiendo iniciar una
carrera armamentística en nuestra
región horadando con ello nuestro pasado
y nuestras tradiciones republicanas, de pueblos libres que defenderán unidos y
por vía pacífica ese sagrado territorio argentino y latinoamericano.
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