Mucho se ha hablado de Hugo Chávez y su gobierno en los
últimos años. Me impresiona la
superficialidad con la que se analiza la situación de Venezuela, pero lo que
más me sorprende es el desconocimiento, la ignorancia y el análisis del país a
partir de ideas pre concebidas que desde uno u otro lado del espectro político
ya tienen un diagnóstico antes de comenzar a examinar los hechos. Asumen posturas basadas en
posiciones ideológicas que sólo admiten como ciertos los enfoques extremos, los
cuales no dejan espacio a un estudio más o menos objetivo de las realidades que
se pretenden investigar.
No es un secreto que ningún científico social es absolutamente
imparcial. Todos asumimos posiciones frente a un objeto de estudio tan complejo
como el que tenemos. El cuestionamiento de la sociedad con sus múltiples
dimensiones obliga al analista a ser lo suficientemente profundo para no caer
en apasionamientos extremos que confundan la toma de posición con la
investigación seria.
Uno de los más profundos, exhaustivos e informados estudios sobre la
situación de Venezuela que he leído en los últimos años fue el escrito bajo el
título de “El trágico mundo de Chávez o la democracia que nunca fue” de Gema
Santamaría egresada de Relaciones Internacionales del ITAM de México y que fue
publicado en la revista Foreign Affairs en español en el número 4 del año 2004.
A la luz de lo que se dice de Venezuela y su presidente, sobre todo
cuando se viven tiempos electorales, he recordado ese trabajo y lo he leído
nuevamente. Más allá que me surgen diferencias –algunas de fondo- con el
trabajo de Santamaría, creo que hay un buen esfuerzo para entender lo que está
pasando en Venezuela. Su lectura me ha motivado a tratar de exponer algunas
reflexiones acerca del tema.
Desde el exterior, a Chávez se le critica –entre otras cosas- por algo que en América Latina es muy común:
haber sido miembro de las Fuerzas Armadas y todavía más, haber irrumpido por
las armas para derrocar el poder constituido para después llegar al poder en el
marco de la ley. Hay otros casos, algunos recientes en nuestro continente. Basta
recordar a Hugo Banzer, uno de los dictadores más sanguinarios de la historia
boliviana y Lucio Gutiérrez, Presidente de Ecuador. La diferencia entre Chávez
y ellos es el manejo de su relación con Estados Unidos y la defensa irrestricta
de la soberanía de Venezuela por encima de cualquier otra consideración y, eso
no tiene que ver con el origen político del gobernante.
En otros lugares del mundo, podemos recordar a Oleasegun Obasanjo de
Nigeria y Pervez Musharraf Primer Ministro de Pakistán, -por mencionar algunos-
que fueron militares y que mantuvieron una excelente relación con Estados
Unidos, a pesar de su dudosa credibilidad democrática y/o de respeto a los
derechos humanos. El problema no es el haber pertenecido a la institución
armada para medir el talante democrático de un gobernante, sino el apego a sus
valores en la aplicación de la política. Hay que recordar además que la
Constitución Nacional de Venezuela consagra que en nuestro país la democracia
además de ser representativa, es participativa y se ejerce a través del
protagonismo popular, incluyendo la posibilidad del referéndum revocatorio como
poder supremo del pueblo para destituir a un gobernante cuando se cumplen los
términos de ley para ello.
También se acusa a Chávez que no es democrático y habría que revisar
cuáles son los parámetros de evaluación para hacer esta afirmación. Si la
medida de la democracia es la realización de elecciones, durante los doce años
del período chavista se han efectuado más de una anual, incluyendo tres
referéndums y una votación para relegitimar todos los cargos incluyendo el de
presidente y de esa manera acogerse a los parámetros de la nueva Constitución aprobada
en 1999.
No ha sido Chávez quien inventó la pobreza, ni el racismo, ni las
cúpulas políticas y sindicales corruptas, tampoco la polarización y el
conflicto social. Santamaría en el artículo mencionado señala que “El problema
empezó cuando en la década de los
ochenta, a partir de la crisis económica del país y la aplicación de
medidas de ajuste neoliberal, se cortaron casi de tajo las concesiones que
hacía el gobierno. La pobreza y la polarización social aumentaron
dramáticamente, de tal forma que tan sólo en una década el porcentaje de la
población pobre pasó de 33 a 66%, y el que vivía en pobreza extrema se triplicó
(de 11 a 36%)”.
Se ha dicho que Venezuela será una nueva Cuba. Veamos. La Constitución cubana define al país como un
estado socialista de trabajadores. La carta magna venezolana aprobada el 15 de
diciembre de 1999 establece en su artículo 2 que Venezuela se constituye en un
Estado Democrático Social de Derecho y
de Justicia.
En cuanto al sistema económico, mientras el cubano es de “economía basado en la propiedad
socialista de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción...”,
Venezuela acepta según el artículo 297 de su constitución que “El régimen
socioeconómico... se fundamenta en los principios de justicia social democratización,
eficiencia, libre competencia...” entre otros y que “El Estado conjuntamente
con la iniciativa privada promoverá el desarrollo armónico de la economía
nacional con el fin de generar fuentes de trabajo...”
En referencia al sistema político mientras Cuba establece que “El
partido Comunista de Cuba... es la fuerza dirigente superior de la sociedad...
” Venezuela asume como uno de los
valores superiores de su ordenamiento jurídico el pluralismo político según el
mismo artículo 2. Así, podríamos seguir comparando.
En Venezuela no hubo una insurrección armada para tomar el poder y, por
tanto no se destruyó el aparato político del pasado. Ese será un proceso de
largo plazo que ocurrirá cuando el protagonismo popular se pueda desplegar en
toda su dimensión. El gobierno del Presidente Chávez, eso sí, ha creado
condiciones para que ello ocurra, pero lo ha hecho en el marco del respeto a la
institucionalidad creada por la Constitución de 1999, garantizando para toda la
sociedad paz y estabilidad. Las mismas sólo han sido alteradas por las
intentonas golpistas, los sabotajes y los asesinatos de dirigentes populares
organizados y ejecutados por la derecha fascista que no acepta que Venezuela ya
no se puede seguir manejando como una hacienda propiedad de unos pocos.
El sistema económico se
diferencia del pasado en que el Estado ha asumido el control real del petróleo
y de otras áreas estratégicas de la economía,
y por tanto de la parte más sustancial, pero la empresa privada tiene
una participación exitosa en la misma como lo demuestran de sobra las
estadísticas. Incluso, en las relaciones económicas internacionales no se ha
limitado la participación, al contrario, se ha ampliado para que las empresas
estadounidenses no tuvieran el monopolio de la presencia en el país como en el ocurría
hasta 1999. Sólo que ahora se hace a partir de las reglas de funcionamiento que
el Estado venezolano ha establecido de
forma soberana, sin presiones ni imposiciones
En el futuro, se deberán
establecer las condiciones para que funcione a plenitud el Estado de derecho el
cual intenta ser vulnerado por oscuras fuerzas de ultra derecha con fuertes
vinculaciones internacionales que pretenden llevar el país a un clima de caos y
confrontación. Estas fuerzas no deben ser confundidas con cierta oposición democrática
que en el marco de la Constitución y las leyes ejercen su función política,
pero que hoy han sido desplazados por los medios de comunicación que han pasado
a ser los verdaderos decisores políticos de la derecha.
Los partidos políticos deben jugar el papel de correas de transmisión de los objetivos de la sociedad y, las
organizaciones sociales y populares, especialmente las de los trabajadores,
deben luchar por hacer valer los intereses de sectores y grupos, a partir de realidades particulares, pero sin
olvidar que el combate fundamental debe ser por el bien colectivo. En la medida
que no haya partidos políticos ni organizaciones sociales fuertes, se debilita
el funcionamiento político de la sociedad. Venezuela necesita de instituciones
sólidas que proyecten en el tiempo lo positivo de las transformaciones y que
destierren para siempre los vicios del pasado, la corrupción, el clientelismo y
el paternalismo que hicieron pobre a un país que no tiene porque serlo, habida
la gran riqueza de su tierra, su subsuelo y su gente.
Serán las tareas a abordar en el próximo período presidencial. Si llegara al gobierno, la derecha neoliberal y
antidemocrática, de mente colonial subordinada a Estados Unidos jamás podrá
abordarlas. Lo más probable es que
después de octubre siga intentando desestabilizar el país apoyada en la gran
desinformación que los grandes medios de comunicación construyen como realidad
de una ficción que sólo existe en sus mediocres cerebros alquilados.
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