El alba llegó de manera prematura después de una larga noche de
lluvias y borrascas. La tranquilidad y el silencio eran como un manto infinito
que cubría la inmensidad de un verdor alimentado por una precipitación perenne
día tras día y noche tras noche. Lejos estábamos de saber -en tal momento- que
esa mañana sería -como había presagiado el himno del FSLN- la del día en el que
“el amanecer dejo de ser una tentación”.
Dos días antes, el dictador había huido llevándose el cadáver
repugnante de su padre y los millones que él y su familia habían robado al
pueblo nicaragüense durante 45 años. El 17 de julio habíamos tenido una
celebración empañada por la noticia de que Estados Unidos y la burguesía pretendían
escamotearle al pueblo y al FSLN la libertad y la independencia conquistada con
el sacrificio, el sudor y la sangre de sus mejores hijos. Francisco Urcuyo
Maliaños se llamó el títere que sólo duró dos días en el poder tambaleante que
le dejó el dictador.
La orden de la Dirección Nacional del FSLN fue terminante:
ofensiva general de todos los frentes guerrilleros para confluir en Managua y
desalojar al usurpador. El 18 de julio fue de preparación de la ofensiva, se
hicieron los planes y se determinaron misiones para cada columna guerrillera y
para la artillería. Muy tarde fuimos a descansar. En nuestros corazones
reverberaba la sangre que nos motivaba al combate y en nuestras conciencias
estaba la idea clara que se avecinaba el combate decisivo.
Por eso, la aurora se hizo presente más temprano que de costumbre,
las patrullas avanzadas iniciaron la marcha hacia el norte. Sus primeras
comunicaciones sonaron huecas, no lo podíamos creer, nos mirábamos y las
expresiones de asombro poblaban los rostros suspicaces de los combatientes ¡No
están!, ¡ Se fueron¡ escupía una y otra vez la metálica voz del jefe de la
escuadra de exploración que había cruzado el Río Ostayo y seguía transitando
sin obstáculos hacia Rivas. El estupor de los primeros minutos fue seguido de
una explosión de alegría. Años de lucha coronaban el éxito, “Nuestro pueblo es
el dueño de su historia, arquitecto de su liberación…” reza el himno del FSLN y
así era. Por primera vez en la patria de Rubén Darío, el pueblo se apoderaba de
la historia y echaba las bases para su liberación.
Eran años difíciles, no sólo para Nicaragua, las dictaduras se
enseñoreaban en América Latina. En Sudamérica sólo en Venezuela y Colombia
había presidentes electos por el pueblo. La derrota de la Unidad Popular en Chile
y el heroico ejemplo del Presidente Allende y su combate final en La Moneda en
llamas marcaron el fin de una época en que parecía que los pueblos comenzaban a
despertar de su letargo. Ese 19 de julio vino a dar continuidad y vida, a los
pueblos que luchaban al sur del Rio Bravo, que sintieron una inyección de
optimismo en su talante caído por casi 6 años.
Ese 1979 señalaba hechos importantes en el mundo, el 12 de
febrero, el pueblo iraní que había hecho huir al tiránico gobierno del Sha, tomó
el poder en el país persa bajo la conducción de su líder espiritual. El 13 de
marzo, el Caribe era estremecido por la irrupción del Movimiento de la Nueva
Joya en Granada que bajo la dirección de su carismático guía Maurice Bishop,
comenzaba un sueño de libertad en los países que se habían liberado del dominio
británico en nuestra región. El 11 de abril, el sátrapa de Uganda era
derrocado, huyendo al exilio, dejando tras de sí, un largo historial de
violaciones a los derechos humanos en ese país de la región centro oriental de
África. Y ahora Nicaragua, en América Central señalaba el camino de la lucha y
la victoria para los pueblos de América Latina. Cada una de estas acciones,
significó importantes golpes para la hegemonía imperial estadounidense, cuando
sus leales aliados, conocidos por la ferocidad y la represión contra sus
pueblos eran relegados del poder.
En el Medio Oriente, África, el Caribe y Centroamérica, Estados
Unidos veía mermar su poder. Parecía que –nuevamente- el himno de la
organización fundada por Carlos Fonseca y Tomás Borge nos anunciaba el futuro
que llegaba “…mañana algún día surgirá un nuevo sol que habrá de iluminar toda
la tierra”. Se cerraba el año cuando en septiembre Cuba recibía un
extraordinario reconocimiento mundial: los 94 países -en ese momento- miembros
del Movimiento de Países No Alineados elegían a la mayor de las Antillas como
presidente de la organización y celebraban en La Habana su VI Reunión Cumbre.
Ese es el contexto internacional en que triunfa la revolución
sandinista. Para América Latina la victorial de Nicaragua y del FSLN nos hacía
recordar que cuando un pueblo se organiza y tiene voluntad de vencer, no hay
fuerza capaz de impedir su victoria.
Al mediodía de ese 19 de julio recibimos la orden de transitar
hacia Managua, preparamos la columna de marcha y a pesar de todo, ordenada y
disciplinadamente emprendimos el recorrido de 140 Km. hasta la capital.
Multitudinarias concentraciones a lo largo de toda la vía hacían difícil
avanzar, el trayecto fue lento y en la noche entramos a Granada, descansamos
sólo dos horas porque la celebración era permanente. Clareaba el día 20 de
julio, cuando la columna continuó su transitar, pasando por la heroica Masaya,
entramos a Managua al mediodía para converger con los otros frentes de guerra que
desde el norte, oriente y occidente del país ya habían arribado a la ciudad
capital. Ahí estaban todos, mujeres, ancianos y niños, campesinos y
trabajadores, profesionales y técnicos y el ejército guerrillero del FSLN
fundido con su pueblo como un todo dispuesto a empezar la reconstrucción y la
fundación de la patria nueva. Ese mismo día inició la transformación de la
guerrilla en ejército regular, el Ejército Popular Sandinista, hoy Ejército de
Nicaragua, el valladar más sólido e inquebrantable que jamás haya tenido el
pueblo para defender su independencia y su soberanía. El Ejército de Nicaragua
concentra las mejores tradiciones de lucha, un alto nivel profesional y técnico
y una sólida experiencia en la preparación combativa de sus estados mayores, oficiales
y soldados que lo ha llevado a tener una elevada capacidad y disposición
combativa siendo el hijo más dilecto de esa nueva realidad que irrumpió el 19
de julio de 1979.
El Comandante Chávez siempre recuerda que hay que
conocer el pasado para vivir el presente y proyectar el futuro. Valgan estas
líneas como remembranza imperecedera de aquellos extraordinarios días de julio
en el 33 aniversario de la Revolución Popular Sandinista en evocación de todos
los que cayeron en la lucha por una Nicaragua libre y soberana. De manera
especial vaya nuestro homenaje al Comandante Tomás Borge Martínez, fundador del
FSLN, recientemente fallecido, pero que estará siempre presente cuando se
inmortalicen los días de gloria y de victoria de la Nicaragua sandinista.
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