La estadística existe desde los tiempos más remotos. Existen
grandes evidencias del uso de estadísticas en las civilizaciones egipcias,
griega y romana, aunque de manera bastante rudimentaria. Así, por ejemplo, se
realizaron censos de población, se llevaban controles de natalidad y
mortalidad, sí como del pago de tributos e impuestos. Incluso en la Biblia se
encuentran alusiones a censos del pueblo judío.
La estadística como ciencia surge en el siglo XVII, con la
aparición de los primeros estudios expuestos en la Teoría de Probabilidades, la
cual se constituiría más tarde en la base matemática de la estadística moderna.
El origen de la Teoría de Probabilidades es de carácter humilde, debido a que
surgió en los juegos de azar.
En la sociedad francesa del siglo XVII era de buen gusto ser
jugador. Estos trataban de ganarse el apoyo de los científicos de la época para
lo que construyeron esquemas y teoremas que permitían ganar en el juego. A
partir de la correspondencia entre ellos, a través de Europa, se consolidó
siglos más tarde la nombrada Teoría de las Probabilidades que en la actualidad
ha constituido la base fundamental de los estudios de la estadística moderna.
Mi excelente profesor de estadística en la Escuela de Estudios
Internacionales de la Universidad Central de Venezuela, Armando Soto Negrín nos
enseñaba que la Estadística “se define como una metodología que trata de la
recolección, análisis e interpretación de los datos, así como de la proyección
e inferencias que se pueda hacer de los mismos”
He recordado al profesor Soto Negrín, al ver la profusión de
encuestas que anuncian uno u otro resultado y su papel cada vez más relevante
en el quehacer político cuando las mismas, más que medir un resultado se han
transformado en instrumento para influir en ellos. De esa manera, pareciera que
las encuestas tienen un resultado determinado, incluso antes de que se hayan
hecho. Entendiéndolas como una herramienta científica necesaria, resulta
inverosímil que encuestas realizadas por empresas de dudosa reputación se
equivoquen una y otra vez y se siga confiando en ellas como mecanismo válido
para evaluar el probable comportamiento electoral de la población.
Defendiendo y creyendo en el valor insuperable del vilipendiado
conocimiento científico como soporte fundamental para construir y desarrollar
políticas públicas, en el área electoral se debería actuar con mayor firmeza
para evitar que ambiguas empresas que se dedican a hacer este tipo de trabajo
puedan tener un reconocimiento que les permita con absoluta impunidad seguir
engañando a los ciudadanos.
Como en todo cálculo científico es normal que existan ciertos
márgenes de error. Soto Negrín los denominaba “Intervalos de seguridad o
confianza”: Al respecto decía que “Una vez conocido el error de estimación,
sumándole y restándole un determinado número de veces dicho error al valor
obtenido en la proyección, llegaremos a un resultado con un cierto margen de
seguridad o confianza, es decir con una determinada probabilidad que viene dada
por el conocimiento de la curva normal o de Gauss”. Más allá que los lectores y
yo no manejemos estos instrumentos que son propios de especialistas en el tema,
es obvio que si de manera permanente una empresa encuestadora supera ese margen
una y otra vez en distintos procesos eleccionarios, no está trabajando con
criterios científicos, o ha sido pagado para dar un resultado establecido de
antemano. No hay que ser especialista para tener certeza de lo que el pueblo en
su infinita sabiduría ha llamado “empresas piratas”
En un esfuerzo por regular esta situación el pasado 25 de junio el
Consejo Nacional Electoral de Venezuela (CNE) inició el registro de empresas
encuestadoras para la campaña electoral presidencial. La rectora del CNE Socorro
Hernández había anunciado el 7 de junio que se solicitaría a las encuestadoras
un registro de la empresa, la ficha técnica, su metodología, y otros datos que
den garantía a los votantes de que efectivamente la información que se va a
estar difundiendo "es realmente profesional y confiable".
Al respecto el presidente de la encuestadora GIS XXI, Jesse
Chacón, aseguró que apoya la exigencia del CNE "para que se sepa quiénes
tienen historia haciendo encuestas y quiénes aparecen simplemente por la
necesidad de la campaña". Y agregó "Últimamente han estado saliendo
algunas encuestadoras que creo ni RIF (Registro de Identificación Fiscal)
tienen". Según Chacón la medida tiene el objetivo “de certificar más que
regular”. Propuso, igualmente, que “a futuro el CNE sea un ente que pueda
premiar a aquellas encuestadoras que hayan acertado en sus estudios con
respecto a los resultados electorales”.
La propuesta del presidente de GIS XXI es buena pero se queda
corta. El CNE debería tomar cartas en el asunto y sancionar e incluso impedir
que aquellas empresas que consecutivamente expongan datos que se alejen de
forma aberrante de los resultados electorales sean sancionadas e
imposibilitadas de seguir haciendo esa tendenciosa labor que evidentemente está
alejada de normas científicas y más apegada a prácticas tendenciosas que
responden a intereses de partidos o grupos.
Pero, no sólo los partidos políticos están tras estas
encuestadoras fantasmas, los medios de comunicación “están sesgados” y, por
ende, las encuestas que solicitan como afirmaron en Ciudad de México el
antropólogo social dominicano Héctor Díaz Polanco y el economista mexicano
Julio Boltvinik en el seminario "Quinto poder: las encuestas y la
construcción social del ganador", convocado por el Colegio de México y
realizado el mes de marzo pasado. Díaz Polanco aseguró que "las encuestas
pueden favorecer a ciertos candidatos y que se trata de un uso velado de dinero
en las elecciones. Es inadecuado distinguir encuestas de partidos (como menos
creíbles) y de medios de comunicación (como más creíbles). Unas y otras pueden
ser igualmente partidarias. "Los partidos políticos más grandes son los
Medios que financian esas encuestas". Ambos especialistas concluyeron en
que "Las cifras de las encuestas son lo menos útil de las mismas".
Este concepto fue redondeado por el académico Luis Mochán, del
Instituto de Ciencias Físicas de la UNAM, quien citó un ejercicio estadístico
con el que demostró la idea de que en una elección y, por ende, en una
encuesta, "matemáticamente, la democracia es imposible". En este
sentido, el Doctor en Relaciones Internacionales mexicano Lorenzo Meyer se
preguntó si los poderes fácticos encargan encuestas para determinar a qué
candidato darán su apoyo económico, y abrió la duda de que estos ejercicios
metodológicos realmente aporten algo a la democracia.
Finalmente, los participantes coincidieron en que los resultados
de las encuestas inciden en los electores que suelen dar seguimiento a estas
mediciones y el sufragio que finalmente emiten, dando lugar a lo que se ha
denominado "voto útil".
A la vista están los resultados electorales en México, donde la
aplastante mayoría de las encuestadoras daban por triunfador a Enrique Peña
Nieto con mucho más de 10 puntos y los resultados (con fraude y todo) arrojaron
una diferencia menor a 7 puntos porcentuales.
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