El Derecho Internacional es el
conjunto de normas, reglas y principios que ordenan el funcionamiento de los
distintos sujetos. Aunque el sistema internacional es estadocéntrico, hoy se
acepta que además de los Estados hay otros actores que se le reconoce tal
calidad de acuerdo a tratados, convenios, pactos y otros documentos que se
suscriben en el ámbito bilateral y sobre todo en el multilateral.
Esto permite concordar las
relaciones actuando en un ambiente de justicia, equidad, paz y seguridad. El Derecho Internacional establece
el principio de la igualdad jurídica de los Estados ante la ley porque está soportado en el valor supremo de la
soberanía, sustento primordial establecido en la Constitución Nacional de
cualquier país del planeta.
La violación de la soberanía
de un Estado por parte de otro u otros entraña el mayor delito que se puede
cometer en el derecho internacional. De
ahí que la Carta de la Organización de Naciones Unidas (ONU) en su preámbulo
establece –entre otras cosas- su decisión
de “…preservar a las generaciones venideras del flagelo de la
guerra…”, así como a “… crear
condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las
obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho
internacional”
A fin de cumplir con ese mandato la carta en su Artículo
1, acápite 1 instituye que uno de sus propósitos es “Mantener la paz y la
seguridad internacionales, y con tal fin: tomar medidas colectivas eficaces
para prevenir y eliminar amenazas a la paz, y para suprimir actos de agresión u
otros quebrantamientos de la paz; y lograr por medios pacíficos, y de
conformidad con los principios de la justicia y del derecho internacional, el
ajuste o arreglo de controversias o situaciones internacionales susceptibles de
conducir a quebrantamientos de la paz”. De igual manera en su Artículo 2,
acápite 4 deja claramente certificado que “Los Miembros de la Organización, en
sus relaciones internacionales, se abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso
de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de
cualquier Estado, o en cualquier otra forma incompatible con los Propósitos de
las Naciones Unidas”.
En esta medida es sumamente peligroso lo que ha estado
ocurriendo en las últimas semanas cuando algunas potencias pretendiendo
instaurar un régimen de fuerza en el manejo de las controversias, se ponen en el umbral de la ilegalidad, de la
violación de la Carta de la ONU y de pasar a llevar el basamento jurídico sobre
el cual se sostiene el sistema internacional. Las consecuencias de esas acciones serían catastróficas porque
equivaldrían a una bomba atómica diplomática que arrasaría con el orden
jurídico internacional sumiendo al planeta en el caos y en una situación de
conflicto permanente donde los que ostentan la fuerza podrían imponer de facto
sus designios.
Detrás de esta situación están Estados Unidos, Gran
Bretaña y Francia. En su afán de sostener su modelo de capitalismo depredador,
estas potencias imperialistas amenazan al mundo con utilizar la fuerza a
cualquier costo.
Respecto de Siria, a pesar de los reiterados vetos de
Rusia y China a una intervención militar en el país árabe, las potencias
occidentales y las monarquías petroleras del Golfo Pérsico persisten en tal
idea, al apoyar de manera encubierta a
la insurgencia siria que en su mayoría está formada por mercenarios pagados por
Catar y Arabia Saudita, armados y
entrenados por Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia utilizando para ello los
territorios de los países fronterizos, en particular los de Turquía y
Jordania. Han llegado a sabotear incluso
el trabajo del anterior enviado especial de la ONU, el ex Secretario General de
la Organización Kofi Annan y ahora han decidido poner fin a su misión de
observadores en Siria. Con ello, en vez de cumplir su responsabilidad de
garantizar la paz, contribuyen a eliminar cualquier posibilidad de arreglo
pacífico y negociado de un asunto que es estrictamente interno de un país
soberano.
Han llegado, incluso a establecer una alianza con la
organización terrorista Al Qaeda como lo señala Igor Ignatchenko analista del
Fondo de Cultura Estratégica de Rusia al citar al ex comandante de la Academia Naval de Turquía, Almirante
Turker Erturk, quien sostuvo que “Occidente y sus aliados árabes han
decidido repetir el ´escenario de El Salvador` contando con el ingreso de
grupos terroristas en vez de la oposición”. Por su parte el comentarista del
periódico británico The Daily Telegraph,
Peter Osborne, confirmó tal
información. En un artículo titulado “La crisis siria nos lleva a extraños
compañeros de cama”, señaló que “las acciones terroristas cometidas en Damasco
antes del Año Nuevo tenían todas los distintivos de los actos cometidos por
esta organización terrorista en Irak. Según Osborne, Al Qaeda habría entrado en
Siria desde Libia a través del corredor turco”.
Todo lo anterior, conforma un grave expediente de
violación del derecho internacional y una confirmación de las relaciones de
Estados Unidos con el terrorismo internacional. A la luz de los hechos, su
discurso en contra de dicho flagelo es una verdadera cortina de humo para
perpetrar sus delitos con total
impunidad.
Más recientemente, y en nuestro continente, Ecuador ha
sido amenazado por Gran Bretaña, la que ha puesto en entredicho –una vez más-
la legalidad internacional al expresar su intención de violentar la inmunidad que es
atributo de cualquier Embajada en cualquier país por ser parte constitutiva de
la soberanía de un Estado, de acuerdo a los convenios internacionales que
regulan la materia.
Tal acción supondría la captura en territorio ecuatoriano
del ciudadano australiano Julian Assange, fundador de Wikileaks quien solicitó
asilo diplomático en la legación de ese país sudamericano en Londres. Gran Bretaña justifica su bravata con una ley interna que –en la práctica- implicaría desconocer el
derecho internacional. Invoca la “Diplomatic and Consular Premises Act” y amenaza con retirar la
inmunidad de la embajada ecuatoriana para arrestar a Assange. Esta norma fue
aprobada en 1987, y permite a un juez autorizar la entrada en una embajada en
casos de extrema gravedad. Sin embargo, todo tratado internacional es ley
interna de un país una vez que el mismo ha sido aprobado por el parlamento y
por ello, carece de fundamento que una ley doméstica pueda pasar por arriba
de un principio establecido por la
Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas.
En un extenso y bien fundamentado comunicado
oficial, el Ecuador en voz de su Canciller, Ricardo Patiño apuntaló tanto los
elementos de carácter jurídico, como también los políticos y éticos que
motivaron la decisión ecuatoriana de conceder el asilo a Assange. El Ecuador
actuando en el marco del derecho internacional y después de una meditada e
informada investigación tomó esa decisión que avala una actitud impecable de
las autoridades del país andino en materia de derechos humanos. La respuesta de
Estados Unidos no se hizo esperar. En comunicado de su Departamento de Estado
anunció que no reconoce el "asilo diplomático"
que Ecuador otorgó a Assange. Lo argumenta basado en que "Estados Unidos
no forma parte de la Convención de 1954 de la Organización de Estados
Americanos (OEA) sobre el Asilo Diplomático y no reconoce el concepto de asilo
diplomático como una cuestión de derecho internacional”
Es increíble, que un tema tan
delicado no sea aceptado por tal razón. Otra vez la susodicha OEA (que tiene su
sede en Washington) es ajena a una petición de un país latinoamericano. Por el
contrario, de manera inmediata los cancilleres del Alba emitieron una declaración
de apoyo a Ecuador, la misma acción fue resuelta de manera unánime por los
cancilleres de las 12 naciones sudamericanas reunidos en Guayaquil el domingo
pasado. Lo más probable, es que el mismo motivo no concite la aprobación de un documento
de apoyo al Ecuador en la OEA, por la sencilla razón que otra vez Washington
priorizará su alianza estratégica con Londres y dará la espalda a Latinoamérica
como va siendo tradicional desde 1982.
Contra Siria y Ecuador
se han creado precedentes que cuestionan el derecho internacional y que suponen
el uso de la fuerza por encima del imperio de la ley. Sólo la unidad de
nuestros pueblos y la irrevocable decisión de defender la paz y la justicia nos
permitirán salvar al mundo de la guerra y la barbarie a la que nos quiere
conducir la putrefacción de un modelo imperial en crisis.
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